Cuba

Una identità in movimento


Consideraciones en torno a la presencia de rasgos africanos en la cultura popular americana (Parte II)

Argeliers León


Es, pues, dentro de la cultura popular de América de donde debemos partir para estudiar el aporte de África. La trata, el trabajo esclavo, y las condiciones económicas y sociales de la América nos darán el marco general capaz de explicarnos la supervivencia de rasgos culturales afroides, conservados hoy por descendientes de africanos que están ya a una tercera o cuarta generación de sus abuelos de nación y asimilados por mulatos, blancos y descendientes de toda la gama étnica que fue poblando estas tierras y que el régimen de explotación iba igualando en las clases inferiores de la población. El africano y sus descendientes llegaron a ocupar un lugar en la sociedad como resultado del desarrollo de su actividad práctica; actividad que estructuraron y a la cual dieron coherencia, y tuvo entonces un sentido real en la vida social, al poner en juego sus capacidades dentro del conjunto de luchas que significaron sus relaciones sociales, que se le imponían como ser social. Es esta actividad práctica la que permite al hombre conocer al mundo y a sí mismo, de forjarse criterios sobre el mundo que rodea y sobre él, de explicarse la Naturaleza, de la que no se desvincula, dentro de sus propias necesidades vitales (Malinin 1968: 74). La conciencia del africano se modificó tan pronto fue capturado por los traficantes de esclavos en África, al verse sometido a relaciones sociales radicalmente diferentes. Su implantación en América significó para el africano un nuevo curso en su vida, nuevas formas de lucha, desde las elementales para supervivir hasta las adaptación a las formas de trabajo esclavo. La lucha por la identidad, por la desenajenación, adoptó las formas más diversas, como diversas fueron las condiciones sociales en que resultaron situados los africanos y sus descendientes. En el proceso de formación de un mundo nuevo como era este americano se pusieron en juego todas aquellas posibilidades espirituales, todas las aptitudes y dotes personales, el talento esclavo (Konstantinov 1968: 57), cuando no se recurría al suicidio, o al cimarronaje o a otras formas de resistencia.

Las masas de población americana, integradas por una compleja mezcla de etnias y mestizajes, han ido acumulando los resultados de su actividad pensante, y creando una cultura popular, la cual constituye un patrimonio del pueblo, y aparece con perfiles claros cuando la mesa de población ha alcanzado un determinado nivel de actividad en la produción y características definidas en sus relaciones de clase. De aquí que la cultura popular americana surja en la medida que se establece una sociedad capaz de cambiar o estructurar condiciones precisas para su existencia, no sólo adaptándose al medio, sino modificándolo para servirse del mismo.

En la medida que un conglomerado social tome conciencia de su estado y se plantea unos fines, aunque sea en términos de vagos ahelos se propicia el inicio de un cambio cualitativo que llega a sustituir la realidad histórica anterior por una nueva (Rumiántov 1968: 5). Esta nueva realidad fue el resultado de un intenso choque conciencial en el africano, que como actividad espiritual, por su naturaleza intrínseca, permaneció, en cierta medida, ajena al sometimiento pretendido por la clase dominante. Las propias contradicciones entre los intentos directos de la clase dominante por transmitir su ideología, y las formas concretas que iba adquiriendo la conciencia social del esclavo, llegaban hasta un límite histórico determinado, por ello la sincretización que se operó a partir de los elementos culturales africanos tuvo sus límites en estas relaciones de la cultura popular con la cultura dominante. Resulta entonces que la cultura popular no es producto de deshechos da la cultura dominante (que se llama a sí misma cultura superior), no es una cultura en retroceso y a la zaga en el tiempo de la cultura dominante, sino que es resultado de condiciones materiales objetivas, y estas surgen de las relaciones de producción consecuentes.

El negro sólo conservó la realidad de él como ser social, la experiencia acumulada a través de sus relaciones de producción, de su vida práctica, él mismo como producto y resultado de la historia. Los cambios de la naturaleza humana se operan ininterrumpidamente, y es precisamente en la actividad práctica humana,donde se hace objetivo ese cambio. Además, la presencia y desarrollo de la actividad práctica del hombre constituyen las causas de que paralelamente a la producción natural aparezca también la producción espiritual (Malinin 1968: 76). La vida espiritual surgido en el esclavo y desarrollada sobre la base objetiva de los cambios socioeconómicos de la explotación colonial, estuvo determinada por la actividad práctica del africano y sus descendientes, es decir, por las formas concretas de vida que nacieron en cada instante, en cada lugar. De aquí que las formas populares que aparecen en la cultura afroamericana no sean homogéneas, ni respondan a idénticas razones históricas. El afroamericano al mismo tiempo que se integraba a las clases explotadas de la población — indipendientemente de las actitudes oficialistas que mantuvieron el negro discriminado — evolucionó coincidentemente al desarrollo de las fuerzas productivas de las sociedades americanas, adjuntándose al proceso de desarrollo de la práctica social y de la producción, adquiriendo en cada estadio caracteres concienciales peculiares en la medida en que se agudizaban las luchas de clase (Malinin 1968: 78). El aspecto intrínseco de este proceso fue la evolución de una conciencia social que adquirió, en el siglo XIX, matices nacionales muy precisas, concretamente en las masas de la población donde se integraban los africanos y sus descendientes.

Como producto concreto de la conciencia social, la cultura popular obedece a leyes objetivas que explican sau alcance y su desarrollo, es decir, sus caracteres y su dinámica interna.

Las circunstancias históricas que hicieron aparecer una clase social explotada en América son las que han acondicionado el desarrollo de una cultura popular, que dentro de la diversidad local ha adquirido ciertos matices distintivos del hombre americano. Puede verse esto de manera muy marcada si tomamos el pueblo de las zonas que estuvieron más influenciadas por la presencia del africano, lugares donde este llegó a imponer sus rasgos tan característicos como para producir la primera república de negros o los sellos tan indelebles de la rumba, el jazz, la macumba o el merengue, o la más antigua presencia de otros géneros y estilos peculiares que nos llevaría a las habaneras, la resbalosa o el tango, en cuyo estudio se hace imprescindible considerar la presencia del negro en América. Y estas expresiones musicales no surgen de manera aislada, sino integradas a costumbres que han aparecido en estructuras coherentes y unitarias, que imponen normas de conducta y modos de vida, y determinan actitudes ante el mundo exterior, todo lo cual se ha definido, de modo ambiguo y muy general, como isiosincrasia americano.

La cultura popular americana le debe el africano, entre otras cosas, las peculiares concepciones de la vida del hombre, no como ontogenia mítica, sino en sus relaciones sociales, lo que le da a la cultura popular coherencia y unidad dentro de un contexto nacional. Además, las concepciones sobre las fuerzas naturales y sus interreleciones con los hombres, por medio de los orisha y vodu, por el uso de los nkisi y de las nganga, por la visión preventiva y orientadora de los oráculos, que hablan en los tableros de Ifá, en el opkwele, en el mpaka, en el diloggún, en los pedazos de nuez de coco. Y todo ello sincretizado con santos católicos que comparten con Olofi, Nsasi, o con Abasí y sus mensajeros en la tierra; con el uso de cálices, custodias, inciensarios junto a piedras mágicas, ramas de árboles de poderes sobrenaturales, huesos, plumo y animales sacrificados; con la intervención de mediums espíritus, libros de Allan Kardec, versiones bíblicas divulgadas por alguno denominación protestante, hasta imágenes y cromos de antiguas divinidades chinas e hindúes. Esta sincretización de elementos tan diversos ha venido a producir una especie de religión laica de la que habla Antonio Gramsci (1961: 22). Es precisamente este laicidad de las creencies africanas lo que da una peculiar funcionalidad cultural, al convertir el complejo de concepciones míticas en normas de conducts cívica e individual, en modos de vivir: participa de la funcíon de uno ética, el decir de Gramsci.

La existencia de una cultura popular, patrimonio de las masas de población que ha de considerarse como un fenómeno particular de la división de la humanidad en clases sociales, requiere se le examine como complejo de pensamientos que impliquen ciertas concepciones del mundo y de la vida, determinadas históricamente y con caracteres particulares que encauzan su desarrollo. Antonio Gramsci plantea cómo estas concepciones del mundo y de la vida entran en contradicción con las concepciones oficiales de las partes cultas de las sociedades históricamente determinadas (1961: 239). Es precisamente por el lugar que la historiograf moderna concede a las masas de la población como consecuencia de la aplícación y extensión del materialismo el campo de los fenómenos sociales, que la cultura popular es tomada en toda su verdadera importancia, que se considera la presencia y acción de las masas de la población, cuyo estudio "con la exactitud del naturalista", ha permitido conocer "las condiciones sociales de la vida de las masas y de los cambios experimentados en estas condiciones". El materialismo histórico, a partir de los postulados marxistas, nos permite encontrar el camino para la investigación de todas las formas sociales, analizando sus procesos históricos de nacimiento, desarrollo y decadencia, zaminando las tendencias contradiotorias y ordenándolas de modo que nos expliquen las condiciones de vida y de producción, material y espiritual, de las distintas clases de la sociedad (Lenin 1960: 34).

La evolución general de la sociedad y de la cultura, de la cultura popular en el caso de las sociedades antagónicas que fueron, con caracteres peculiares, las colonias americanas, tiene por base el desarrollo de las fuerzas de la producción material — este es el principio fundamental de la concepción materialista de la historia —. Pero cuando examinamos el curso histórico de la presencía del africano y sus descendientes en América, encontramos una serie de peculiaridades y condiciones concretas de la historia de cada sociedad global.

En su curso de desarrollo de la cultura popular encuentra factores que, en ciertas circunstancias, se convierten en fuerzas motrices de acuerdo con situaciones históricas específicas. Son circunstancias económicas que aceleran o retarden el progreso social y cultural, resultando propios de ciertas épocas históricas y, más particularmente, de determinadas sociedades (Tokarev 1966: l).

Entre los factores que han actuado en el desarrollo de la cultura popular americana y, en consecuencia, sobre la supervivencia de rasgos culturales afroides, estaría, en primer lugar, el lector demográfico como acabamos de exponer, y las características que, a lo largo de la historia de la dominación colonialista e imperialista, se impusieron sobre la composición de la población en América. Las oleadas migratorias y la situación de los hombres que venían da los más diversos lugares en circustancias sociales y económicas diferentes en grado sumo, produjeron el choque con las más disímiles formas de vida. Con la colonización apareció un abigarrado poblamiento en mosaico, del cual se destacó una clase social popular a la cual el negro contribuyó en gran medida a darle unidad.

Históricamente se producía en América un proceso continuo e intenso de contactos culturales, los cuales, sobre las condiciones económicas que ofrecían las colonias daban lugar a fenómenos psicosociales contradictorios, de desplazamiento, de sincretización, de absorción, de oposiciones y prejuicios, de enquistamiento social o de esfuerzos por trepar las escales jerarquicas de las sociedades antagónicas colonialistas. Frente a las formas de separación y aislamiento clasista se situaron las de la necesidad de colectivización como defensa social.

La supervivencia de los rasgos africanos dentro de la cultura popular americana hay que situarla siempre dentro de los caracteres que implica el fenómeno de contacto con culturas en diversos estadios de su desarrollo, y que el proceso de colonización las convertía, no en culturas vecinas, sino en complejos modos de vida concurrentes simultáneamente en un momento dado. Pero este mismo fenómeno del contacto cultural tuvo caracteres diferentes pero los distintos lugares de América y a través del desarrollo de la explotación colonial.

Sin embargo, el contacto cultural americano participó, a la vez y como oposición de contrarios, de una distanciación clasista (aislamiento), y de una integración (mestizado biológico y cultural). De aquí que el estudio de la presenoía de los elementos africanos que d e modo tan note contribuyeron el perfil emeriosno, sea coincidente con los estudios sobre estos procesos de contacto y préstamos culturales, los cuales fueron denominados como procesos de transculturación, recorriendo al vocablo propuesto por Fernando Ortiz. El enfoque de los procesos de contacto, el descubrir en ellos los principios de conservación, incorporación, aportación personal, la influencia del grupo, y la formación de estructuras concienciales, en sus aspectos diacrónicos y sincrónicos, constituye uno de los enfoques recientes de la etnología sobre el campo de la cultura popular americana (Smith 1960: 34).


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Tomado de: ARGELIERS LEÓN, "Consideraciones en torno a la presencia de rasgos africanos en la cultura popular americana", en LÁZARA MENÉNDEZ, Estudios Afro-Cubanos. Selección de Lecturas, Tomo 1, La Habana, Universidad de La Habana, 1990, La Habana, pp. 202-236


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