Cuba

Una identità in movimento

La arqueología prehistórica de Cuba comenzó por Camagüey

Roberto Funes Funes



Durante siglos, los hallazgos fortuitos de restos óseos y objetos "de los indios" despertaron la curiosidad de las personas. Se puede decir que se hizo algo común el formar pequeñas colecciones con las que se integraba un muestrario de objetos vistosos o raros.

Debido a que faltaba la necesaria preparación cultural y científica — aparte de que las condiciones económicas y sociales limitaban el alcance de toda posibilidad investigativa rigurosa —, al colectar las piezas se destruían inconscientemente un número considerable de evidencias "insignificantes" pero decisivas para evaluar el desarrollo económico y social de una determinada comunidad humana. Esto, en lo material; porque en lo conceptual la influencia de la información obtenida de los cronistas de la época de la Conquista y la interpretación muy relativa de vocablos indios según algunos lingüistas, conducían a conclusiones subjetivas que dieron por resultado una enorme confusión generalizada.

Pero este panorama no era exclusivo de Cuba. En la civilización europea existía un similar caos de conclusiones diversas y personales alrededor de estos temas, hasta que en 1863 Jacques Boucher de Perthes descubrió en las riberas del río Somme, cerca de París, la llamada mandíbula de Moulin Quingnon que — dada a conocer erróneamente como fósil de un hombre del Cuaternario europeo — debido a la investigación que promovió, marcó el hito de romper con la anterior tradición puramente coleccionista para abrir el camino de una ciencia nueva: la arqueología prehistórica.

El hecho fue suficientemente divulgado entonces y contaba a su favor con factores económicos, culturales y hasta geográficos, por el hecho de haber acontecido en una de las grandes naciones del grupo de las metrópolis coloniales. Todavía hoy las fuentes bibliográficas coinciden como un coro griego en que lo de Moulin Quingnon constituyó el punto de partida.

Y no es así.

Veinte años antes, en 1843, en un perdido punto costero llamado Estero de los Caneyes, a unos 65 kilómetros al oeste sudoeste de Santa María del Puerto del Príncipe — hoy Camagüey —, un hacendado llamado Francisco Agramonte localizó un cementerio indio, hallazgo que curiosamente fue reportado tal y como se haría en nuestros días, y que dio lugar a un artículo recogido en el tomo XVII de ese mismo año, de las Memorias de la Real Sociedad Patriótica de La Habana, titulado "Esqueletos humanos fósiles en Puerto Príncipe".

Es indiscutible que causó revuelo, al menos en el mundo científico, porque apenas cuatro años más tarde, en 1847, el profesor español don Miguel Rodríguez Ferrer visitó la zona y en el llamado Estero de Remate recogió una mandíbula humana, que al ser examinada en 1850 por estudiosos del Museo de Historia Natural de Madrid, fue identificada como pre-colombina.

Ahora podrá parecernos una afirmación de Perogrullo, pero situándonos en época, este tipo de hallazgos ni se reportaban, ni se llevaban ante estudiosos, por lo que la conclusión, aunque sencilla, cuenta con el aval de ser un resultado de investigación.

Los trabajos de Rodríguez Ferrer — publicados en 1876 en los dos volúmenes madrileños de Naturaleza y civilización de la grandiosa Isla de Cuba —, no obstante su errónea conclusión de que los cráneos del sur de Camagüey pertenecían a caribes, fueron fundamentales por esa otra visión basada en criterios científicos multidisciplinarios, de lo que hasta entonces fue sólo entretenimiento para coleccionistas.

Los doctores Ramón Dacal Moure y Manuel Rivero de la Calle son categóricos al afirmar que con el hallazgo y posterior estudio de la llamada "mandíbula de Puerto Príncipe" por Rodríguez Ferrer

"... se inicia la arqueología aborigen de Cuba".

Si ahora los sacrosantos libros europeos de la historia de la arqueología prehistórica no hablan del hecho científico ocurrido en el lejano Camagüey de mediados del siglo XIX, puede resultarnos hasta lógico: la mentalidad era esa y nadie por entonces, ni aún después, le otorgaba importancia a lo que ocurriese en una agreste región de una colonia americana de España, llamada Cuba.

Lo de Francia ocurrió después, con similares errores conceptuales e igual relevancia como acontecimiento para la historia de las ciencias; pero para los que escribieron esa historia — como tantas otras — la única credibilidad estaba para el mundo "civilizado" y no para los "salvajes" de segunda categoría como pueblos y como países.


FUENTES CONSULTADAS

    Anónimo. "Esqueletos humanos fósiles en Puerto Príncipe" En: Memorias de la Real Sociedad Patriótica de La Habana. Tomo XVII. Pág 457. 1843.

    Tabío, Ernesto y Estrella Rey. Prehistoria de Cuba. La Habana, 1979. Pág. 55.

    Rodríguez Ferrer, Miguel. Naturaleza y civilización de la grandiosa Isla de Cuba. Madrid, 1876. Volumen I.

    Dacal Moure, Ramón y Manuel Rivero de la Calle. Arqueología aborigen de Cuba. La Habana, 1986. Págs. 30, 63 y 64.



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