Cuba

Una identità in movimento


Candita entre nosotros, a treinta años de su partida

Esther Suárez Durán


Cándida Rosa Quintana MartínezEl 2 de noviembre de 1912 nace Cándida Rosa Quintana Martínez, en La Habana. Se cuenta que desde muy pequeña mostró excepcionales dotes para el baile las cuales causaban el asombro y el júbilo de todos.

Con catorce años realizó su primera presentación pública en el Teatro Maravillas, luego hizo varios duetos escénicos en el cine Valentino junto a Ramón Espígul hasta que en 1928 debutó como profesional durante una de las temporadas de la afamada Compañía de Pepito Gomís en el teatro Payret.

El año siguiente actuó en el Teatro Regina en el elenco de las obras El Cafetal, El Batey y La flor del sitio. En este mismo lugar intervino en varias obras de Arquímides Pous (Las mulatas de Bombay, Broadway Cabaret, Modelo de suegra y Oh, Míster Pous) que presentó el conjunto de Gomís y, más tarde, trabajó con la compañía de Eliseo Grenet, con la cual interpretó nada menos que el personaje del Calesero de la zarzuela Niña Rita, un papel que había estrenado Rita Montaner en el año 1927. Con él obtuvo un triunfo resonante del que se hizo eco la prensa más exigente.

Poco después se incorporó a la Compañía de Suárez y Rodríguez que protagonizó las memorables jornadas de los años treinta en el Teatro Martí. Allí Candita intervino en títulos fundamentales como María Belén Chacón, El clarín, La hija del sol, Amalia Batista, La Haban que vuelve, Leonela, Soledad, Rosa la China.

Hacia 1936 la agrupación se vió obligada a abandonar la sede teatral (cuando el Ministerio de Educación lo cede a los empresarios Santos y Artigas para su espectáculo circense) y Candita fue contratada en el cabaret Edén Concert como figura principal del show de media noche.

En 1940, mientras continuaba su labor en una u otra instalación escénica filmó su primera película, Manuel García o El Rey de los Campos de Cuba. También inició su labor en la radio, a través del programa cómico Catuca, junto a la sin par Alicia Rico con quien tantas veces compartirá la escena.

Con el filme Ratón de velorio (1943) realizó su segunda intervención en el cine. En 1945 trabajó con los actores Garrido y Piñero en las pinceladas cómicas de los anuncios de La Polar del Noticiero de Radio y posteriormente en los cortos humorísticos patrocinados por la misma firma que cerraban los noticieros cinematográficos Nacional y América. Luego participó en las películas Chicharito Alcalde, Rincón criollo, Qué suerte tiene el cubano, Yo soy el hombre, Soy un bicho y Allá va eso a la vez que proseguía presentándose en su amado Teatro Martí y haciendo radio.

Actuó también en los teatros Cárdenas, Marianao, Blanquita, Sauto, La Caridad en diversos espectáculos.

Durante los cincuenta, una vez que la televisión se consolida y diversifica su oferta no tardó Candita en figurar en su programación humorística. Hacia el final de la década sumó a su intensa labor en los diferentes medios las presentaciones en el night-club capitalino El Bambú como figura principal de sus revistas musicales.

A partir de 1959 mantuvo sus presentaciones en cuanta instalación teatral la solicitó (es el caso de varios teatros de la periferia de la capital), pero permaneció en el Martí, primero como integrante de la Compañía de Bufos Cubanos Pous y Sanabria y, luego, del grupo teatral Jorge Anckermann.

Se destacó en las obras ¿Qué traigo aquí?, Voy abajo, El bravo, No tengo edad, entre otras de Enrique Núñez Rodríguez; El amor nació en la plaza, de Marcos A. Valcárcel; El espiritista, de Ramón Espigul (padre), La Rampa, de Alberto Luberta, El velorio de Pachencho, de los hermanos Robreño, Yo soy aquella, de Arturo Liendo, y La vida secreta de Don Juan Tenorio.

En 1967 un nuevo reto la espera. El destacado director teatral Adolfo de Luis le ofrece el papel protagónico de Iluminada en la obra El premio flaco, del dramaturgo Héctor Quintero. La actriz lo lleva a cabo con gran éxito de público y favorable acogida de de la crítica.

A fines de los sesenta e inicios de los setenta estrena en Martí Territorio libre de hombres, de Núñez Rodríguez, Zafra de Paco Alfonso, Pato macho, de Ignacio Gutiérrez, hasta que con el espectáculo Lo mejor del Bufo, dirigido por Jesús Gregorio Fernández se produce su retiro oficial en 1973.

A pesar de los problemas de salud que la aquejan y de su condición de jubilada Candita continúa realizando actuaciones en cuanta institución y actividad la solicitan. Interviene en galas, homenajes y actos de recordación a figuras de nuestra escena y nuestra música y no desdeña invitaciones de centros de trabajo, unidades militares, cooperativas y hospitales.

Con la salud ya seriamente afectada hizo la versión televisiva de El premio flaco y dejó grabada para el medio los duetos de famosas zarzuelas cubanas.

Finalmente, el 5 de septiembre de 1977, a la edad de 65 años, ingresó al multicolor Olimpo del teatro cubano. Cobró vida un nuevo mito.

A lo largo de su carrera recibió múltiples distinciones y homenajes. Durante las décadas del cuarenta y cincuenta fue seleccionada en varias ocasiones entre las mejores actrices humorísticas por las diversas organizaciones de la prensa especializada (Asociación Cubana de Artistas Teatrales, Cinematográficos, Radiofónicos y de Circo, la Unión de la Prensa Radial, La Unión de la Crónica Teleradial Diaria), mientras repetidas veces sus compañeros y su pueblo rindieron tributo a su talento y su entrega profesional.

Quienes fueron sus colegas la han recordado siempre como una compañera sin igual. Una artista dotada de condiciones histriónicas excepcionales, de una gracia y un carisma peculiar, de un alto sentido del deber, la responsabilidad y la disciplina, poseedora a la vez de una ternura y una capacidad de amor infinita y, como todos los grandes de ese teatro popular, de una sencillez y una modestia conmovedores.

Los materiales fílmicos que perpetúan su imagen nos deleitan aún con su particular modo de caminar y su explosivo baile, con sus pícaras respuestas, los expresivos movimientos de sus ojos, el timbre inconfundible de su voz potente y clara, la habilidad para relacionarse con sus compañeros de escena y su público, la capacidad para divertirse y divertir de legítima manera. Porque Candita fue un ser inigualable, entregado por completo a su arte y a su público.

A su talento, desplegado en una trayectoria rica y hermosa, corresponde un lugar en la memoria desde donde proyectarla sobre el presente y hacia el futuro como lo que es: una de nuestras grandes; en particular, una entrañable representante de esa escena popular, indispensable y fecunda.




Original publicado en

El Portal de la Cultura Cubana

La Habana, 4 de septiembre 2007


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