Cuba

Una identità in movimento


Jesús Gregorio en la memoria

Esther Suárez Durán


El 28 de noviembre pasado el teatrista cubano Jesús Gregorio Fernández hubiera arribado a sus setenta años. Para celebrarlos y rendir homenaje a su memoria un buen grupo de artistas nos reunimos en la sala Villena de la UNEAC del mismo modo en que durante años lo hicimos en su pequeña y céntrica casa, adonde en medio de nuestros habituales trajines nos llegábamos sin necesidad de pretexto alguno y, de modo natural, se armaba la tertulia.

En 1988 — han transcurrido ya dos décadas — Jesús se marchó, contaba 49 años de edad. Dejó tras de sí una obra vasta y diversa, significativa para el teatro cubano, en la cual resplandecen los lazos con la escena caribeña y latinoamericana.

Al igual que algunos otros artistas de su tiempo los primeros estudios teatrales los realizó en la Academia de Artes Dramáticas de la Habana entre finales de los 50 y principios de los 60. Allí se preparó como actor. Con posterioridad se acercó al arte de la pantomima, tomó clases, formó parte del grupo Mimo Clan y luego impartió docencia en la especialidad a los estudiantes de la Escuela de Instructores de Arte. Este espíritu ecuménico lo acercaría tiempo después a la producción cinematográfica, donde no dudó en desempeñarse como asistente de dirección de Tomás Gutiérrez Alea en la filmación de Una pelea cubana contra los demonios.

Durante la primera etapa del Teatro Musical de La Habana se alistó en sus filas. Se desempeñó como jefe de escena, asistente de dirección, asesor teatral y escribió sus primeras obras de envergadura. Es así que en 1967 el dramaturgo y director David Camps le estrenó El apartamento, en el propio Teatro Musical, con música de Enrique Jorrín. Para 1969 la obra volvió a la escena, ahora con las partituras de Rafael Casas. En ambas ocasiones resultó un éxito de público.

Otros de sus títulos originales serán De cómo, dónde y cuándo halló su fortuna el Andarín Carvajal y Chocolate Campeón, que le valieron los premios de dramaturgia David y el José Antonio Ramos del Concurso UNEAC, respectivamente. Pero también hizo los guiones de espectáculos inolvidables como Lo mejor del Bufo, Siempre la zarzuela, Telones del ayer y se ocupó de traducir a nuestra lengua unos cuantos títulos importantes de la escena brasileña.

Algunos de ellos los llevó a las tablas. Son los casos de Vida y muerte severina (de Joao Cabral), Roda viva y Gota de agua (ambas de Chico Buarque), Arena cuenta a Zumbí (de Augusto Boal). En proyecto quedó La ópera del malandro.

De la dramaturgia caribeña trabajó La verdadera historia de Pedro Navaja, del puertorriqueño Pablo Cabrera. Su versión y puesta en escena se recuerda como un momento importante en la historia del teatro musical hecho en la Isla. Algo similar había sucedido antes con Vida y muerte severina. Cada cual en su singular estilo constituyeron espectáculos de alta repercusión, respaldados por el favor de público y crítica. Con posterioridad, y más por fuerza de las coyunturas históricas que por propia decisión, Jesús integró la nómina del Teatro Lírico Nacional. De esa etapa destacan Siempre la zarzuela, un hermoso homenaje a la zarzuela española, su versión de La corte de Faraón y la gala que dirigió en ocasión de los veinte años de vida de la institución. Su presencia en la compañía, mediante su talento y sensibilidad, contribuyó a devolverle al género su frescura.

El repaso de las casi tres décadas de vida profesional de este artista pone de manifiesto la intensidad y amplitud de su labor creadora y su significación en nuestro panorama teatral. Quienes le conocimos también podemos dar fe de su inmensa estatura como ser humano y su sabio ejercicio de la amistad.

Su cultura, rigor, la calidad de sus creaciones y su peculiar carisma permiten a estas alturas calificar su ausencia como una importante pérdida para la escena cubana, en particular para la escena musical que quien sabe si tal vez con su concurso sostenido podría haber corrido otra suerte.

Esta jornada de evocación emocionada de su entrega resultó una suerte de viaje por diversos paisajes de la historia teatral contemporánea y funcionó como activación de esa zona de la memoria. Ojalá constituya un paso más en el regreso del espectáculo musical a nuestras tablas.




Página enviada por Esther Suárez Durán
(7 de diciembre de 2008)


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