Cuba

Una identità in movimento


Pilar Agüero Oliva: Un obituario para ese artista popular...[1]

Eliécer Fernández Diéguez


Se presenta silencio, y sin luz, aquella garganta pura, que fue abrigo de tantas canciones sencillas; y frío aquellos labios que trasladaron tan fértil improvisación campesina y tan sincera; e inmóvil, dentro de la congelación del ataúd, sus manos callosas y aromáticas de agricultura y lumbre, aleje de sí la falta de cariño. Ha muerto un poeta: Pilar Agüero ha fallecido. Cantarle no sería mal, metaforizarlo no estaría ajeno. Seguir sus pasos anudando sus caminos es la única manera de homenajear su virtud creadora y soñador de ellas. Ya no


"... tiene la mirada puesta en el campo florido."


Recalcó en hacer versos; se le reconfortará con ser poesía sencilla y útil como la suya, comprensible y comprendida con la urgencia de un rayo. ¡Qué tristeza es la muerte, en la más emocional de las circunstancias, mordido por un cangrejo, mordido por los improperios de un silencio imposible de callar a tan importante creador de Siboney!

Sus manos, hechas para partear la tierra desde cualquier circunstancia, eran capaces de mezclase en polvo, la arena o la arcilla, de crear tierra sembrándola en sus poros. Para él el verso fue su mundo o quizá su hogar, para él la idea de la rima acometió su luz, para él el verso - como lo hizo y lo comunicó - fue su cuarto y su cama de dormir o su palacio de Rey coronado por musas lejanas o cercanas; la vida, dimensión; y los poetas un circuito cerrado en sí, una multiplicación que procede de lo telúrico, lo mitológico, lo lejano, y sus amores, versos octosílabos que sólo piden aparecer de pronto en los oídos de los amigos, de los admiradores, de los soñadores en símiles. Él dio, por ello, amores a manos llenas. Y se sintió feliz porque entregó su cualidad como su sangre, como su sabia fértil, sin pensar que un día podía quedar sin ella cando no cantara o pudiera cantar sus décimas o sencillamente sus cuartetas.

En actos de homenaje, su falta era la constancia. No olvidaba fecha, ni tiempos, ni lejanías; a veces por encargo otras por autoencargo que es más emocionante. Un recuerdo suyo, aunque fuera de un verso, agitan la mente de quines lo quisimos. Él, que vivía como verso, creaba como alimento. Él no


"... pudo echar al olvido aquella infancia pasada".


Quién se entrega a la creación a de soltar sus alas del corazón junto con las alas de su mente, y él se dio íntegro con su "pluma de rubí"; y cuando uno entrega sus partes de manera íntegra la gente se siente propia y se multiplica, la gente hecha raíz y se ve la multiplicación en un poema cualquiera, en un taller con su nombre donde está su "libreta de alborada"; una publicación o un pequeño Eidercito[2] que improvisa versos de Pilar con la "luz del corazón" que el siempre entregó y entregará. Ante sus inspiraciones, el más preciado era el más sencillo. Y el mejor comunicado era el que le pedía una décima para un acto patriótico, un cumpleaños, un enamoramiento, una boda o para ser crónica social aguda y necesaria. Cuando tenía que compartir daba lo que más tenía sus sueños y leyendas. Daba canciones y gracias cuando la gente le pedía canciones. ¡Cuánta canción quedó sin dar! Es mejor no pensar en los caminos truncos, en las ramas cortadas a la gracia de la creación. ¡Qué fecundaba él detrás de los arpegios!

Su alma volaba por doquier como cuando uno busca la esencia de la esencia.

Visto de cerca ¡derramaba humildad! Sus palabras coreaban a los pobres y daba en su conversación un hito crespo como sus cabellos o como los vellos de sus brazos de trabajar. Su tamaño de creador muchos lo desconocen en otros lugares, en Siboney todo eso es contrario. Aquí el lenguaje de su espíritu expone que es una falta necesaria. Y odió al imperialismo por su inquinia,[3] por su "buitre de desgracia que de cerca lo perseguía", y con la fortuna de su manera de ver nacer las glorias.

Este es el hombre, un todo. Creó y miró crear sin sustos. Imitó cuando fue necesario y tomó de otros para enriquecer. Despejó de miedos sus andanzas de creador poniendo luces allí donde era necesario. Sirvió al arte y lo amó como a hijos. Vio a los hijos como sonidos que se escapaban y no los persiguió los dejó escapar. Supo música y verso y pudo ser distinto a su sueño pero no salio de esta "nueve de polvo"[4] que es Siboney más que para certámenes de canto e improvisación. Fue un hombre y desde su condición los que le conocieron, hoy acuden a su veneración; los que despidieron su duelo, sintieron el erizamiento necesario por la partida, y él, como su central


"... seguirá endulzando el mundo".


Los que lo conocieron padecerán de amarguras posibles pero mis letras que son sus letras limpiarán sus espacios con su esencia.

Él sabía del Siboney histórico, que daba brillo al brillo de Camagüey, de su gente con universo mambí y de la lograda unión de la clase obrera y llegó a las ancas del caballo de su padre y vio la luz del "General de las cañas"[5] salir del Gascar a dar la carga en Sotero Martín, Sagastume, Carlos Medina[6] y al


"... fulgor de la trinchera siempre responder presente".


Lo deleitaba el Batey con sus casas antiguas y de madera montada sobre pilotes y comejenes. Lo deleitaba el tiempo transcurrido por importantes; y el "Águila imperialista" no vuela "sobre el central" y "no existe el mayoral" ni su "garra en plusvalía"; amaba desde su dimensión sencilla "la disciplina que enseña la doctrina política de Martí"; y buscaba en los versos del maestro las maneras de ser cada vez más independiente


"... de escudo y bandera".


Sabe a patria y a historia cada verso, y a guarapo y azúcar.

Los tiempos no están de rodilla por "pueblo optimista" porque "el pito del central se hizo poesía", porque


"... un himno de luz cubana" le "canta al cañaveral".


Y es su tiempo como tolvanera


"... por una senda de aurora" porque para él "el hombre era remolinos".




Notas

  1. Leído por el autor el 25 de noviembre del 2004 cuando se reinauguro el taller literario de Siboney para ponerle su nombre.
  2. Su sobrino nieto que como él canta, actúa e improvisa décimas en los actos públicos de la escuela O el poblado.
  3. La expresión es suya en un poema improvisado y desde su cultura popular.
  4. Parte de mi poemario "Siboney: nube de polvos".
  5. Calificativo dado al líder azucarero Jesús Menéndez Larrondo. Pilar Agüero estovo allí, siendo un niño aún cuando los trabajadores del central Siboney pararon el gascar y homenajearon al héroe parando también la producción azucarera del central el 21 de enero de 1948.
  6. Líderes locales de la clase obrera que enfrentaron en lucha abierta a las tiranías pasadas, inspirados por el gran Jesús Menéndez.







Página enviada por Eliécer Fernández Diéguez
(6 de febrero de 2009)


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