Cuba

Una identità in movimento


Benny Moré: la fama no cae del cielo

Guile Vilar


Benny Moré, El Bárbaro del RitmoLa devoción que sentimos por Benny Moré, El Bárbaro del Ritmo, no es más que el sentimiento filial que hacia él nos une. Quienes participamos en el coloquio que tuvo lugar en Cienfuegos y Santa Isabel de las Lajas con motivo del aniversario 80 de su natalicio, así lo percibimos. En este evento nombrado El arte de Benny Moré: su significación en la cultura de nuestro tiempo, logramos acercarnos un poco más a la compresión de este mito de la música cubana.

La presencia de personalidades como los musicólogos María Antonieta Henríquez y Helio Orovio; los investigadores Xenobio Faget, José Reyes y Raúl Martínez además del conocido locutor Eduardo Rosillo y el estudioso cienfueguero Roman Villoch, entre otros invitados, nos obliga a presentarles una síntesis de lo que allí hablaron acerca de este músico genial.

Entre anécdotas y criterios de los especialistas durante cuatro jornadas se nos fue conformando paulatinamente la imagen del Benny Moré. Mucho antes que conociera la fama, el predestinado ídolo de multitudes ofrece, con sus 16 años, serenatas a la novia de 14 en Santa Isabel de las Lajas (provincia de Cienfuegos), según el testimonio revelador de su hija Hilda Moré. En tal sentido, largo es el camino recorrido desde que forma un trío en su natal Lajas; que se desenvuelve como trovador en los bares de La Habana; integra el conjunto Matamoros; es cantante en más de seis orquestas en México y graba en Radio Progreso con la orquesta de Ernesto Duarte hasta que decide organizar en 1953 su propia Banda Gigante, la apoteosis entre las capas más humildes de la población cubana.

Para la mayoría de los presentes en el coloquio, resultó una verdadera conmoción enterarnos que en este período de su carrera artística, se desató la Bennymanía. En opinión de Faget, en esa época todo el mundo lo quería imitar. Hablar como él, bailar como él...

Caracterizado por un gran magnetismo personal logró establecer una corriente de simpatía que le permitió adueñarse del escenario con su profesional y genuino estilo interpretativo. Era común el hecho insólito de que las parejas dejaran de bailar para disfrutar el show de este hombre-espectáculo. Si bien su llamativa vestimenta conformada por los pantalones "bataholas", tirantes y zapatos de dos tonos tiene su antecedente más inmediato en el vestir del cantante Orlando Guerra, "Cascarita", se afirma que al Benny le crean una proyección escénica que de alguna manera rememora a Charles Chaplin por su sombrero alón y el famoso bastón.

Este desenfreno en quien tiene tanto que expresar porque presiente su muerte prematura, nos oculta a un hombre muy humano y sencillo. Todas las anécdotas coinciden en que Benny prefería trabajar con los compositores humildes y desconocidos antes que con los consagrados, y que cualquier persona necesitada con urgencia de una ayuda económica, se le podía acercar a pedirle auxilio.

Se cuenta que Alipio, el dueño del Alí-Bar — legendaria locación de sus actuaciones —, estaba pasando por momentos difíciles y el Benny le tocó allí durante 15 días sin cobrarle un centavo. Es que el Benny no tenía amor por el dinero:

    "Lo que sucede es que me abruma la fama y hasta el dinero. Como nada de eso me enloquece, no acepto coqueteos con la gloria. Más bien los rechazo" — declaró a una publicación de la época.

Quizás este desprendimiento tenga su explicación en que asumía la vida con el prisma del bohemio. Durante los cuatro años que estuvo como trovador por los bares de La Habana, entre las humillaciones y maltratos por ser negro y pobre, adquirió un sentimiento de desarraigo y cierta ilusión de independencia; de carencia de responsabilidades.

Habituado a este modo de vida, cuando llega la fama, las obligaciones que esto conlleva repercuten de manera negativa en su trabajo. Son tantos los compromisos de bailables y grabaciones que duerme y come poco, aunque bebe casi todos los días. De ahí sus constantes llegadas tardías y los incumplimientos con los contratos. En opinión del investigador Faget "es el turno del ofendido — muchas veces consciente, otras inconscientes: actuaba de forma ríspida e irreverente" en un acto de reafirmación ante la vida por parte del discriminado.

Rechazado en los círculos de la burguesía criolla, el Benny Moré nunca fue invitado a tocar en el exclusivo Vedado Tennis o en el Miramar Yacht Club y mucho menos en las sociedades culturales de negros al ser considerado un ejemplo negativo para su raza. Sin embargo, en opinión del musicólogo Helio Orovio, el Benny dinamitó esta diferencia étnica al resumir con su Banda Gigante lo negro, lo blanco y lo mulato que define nuestra identidad nacional.

En estos años de la década del '50, predominan jazz bands habaneras como las de Ernesto Duarte, que tocan en los bailables para blancos, mientras orquestas como las de Arsenio Rodríguez eran preferidas en los bailables de negros por el sabroso son que interpretaban. El Benny no sabía leer música, pero desde muy joven tocaba percusión además de la guitarra y el tres. Tiene un nivel de intuición excepcional: como esponja absorbe todo aquello que le será útil.

Resulta sintomático que la máxima representación de lo cubano tiene especial predilección por el jazz. Se sabe que su discoteca privada estaba conformada por colecciones de los grandes del género como Glenn Miller o Sara Vaughn y que la adopción indistintamente del nombre Benny es una alusión al famoso clarinetista Benny Goodman. Sin embargo, el formato jazz band de su Banda Gigante, por esa característica inherente a la cultura cubana de adaptar a su sensibilidad todo aquello que le llega del exterior, lo hacía sonar como un conjunto de son.

A diferencia de la orquesta de Duarte, que nunca tuvo una sonoridad intensa, sino un exquisito tratamiento en la construcción de las frases melódicas — como el del clásico Cómo fue con la voz del propio cantante —, a la Banda Gigante se le hacen cambios sustanciales para que pueda abordar un ambiente sonoro agresivo. Sustituye lo jazzístico por lo sonero, por los tumbaos que provienen de los treseros orientales.

Por ejemplo, los saxos hacen el fraseo del tres en el septeto mientras que introduce la improvisación sonera en las trompetas al igual que el trombón. Utiliza una sola tumbadora y el bongó suena rumbero al ser más sincopado. En vez del drums tradicional, se queda con un timbal, platillo y bombo para marcar los efectos. Es el primero que introduce la cáscara para enriquecer la base rítmica y ayudar así a la sonoridad de la tumbadora y la campana. En cuanto al piano este se encuentra constantemente haciendo tumbaos o guajeos soneados, pero nada afines con el trabajo del piano en la jazz band tradicional. "Es la rebelión de lo popular, la ascención del estilo popular cubano. De ahí su autenticidad y su fuerza", concluye el maestro Orovio.

El hecho de que para la musicóloga María Antonieta, Benny Moré haya nacido músico, es la única explicación posible a ese don que le permite ser el eterno contemporáneo. En buena medida su inclinación hacia los patrones de improvisación en el jazz, le otorgan esa intemporalidad que distingue a su obra, además de contar con excelentes arreglistas que se adaptaban a sus inquietudes musicales. También, a la extraordinaria contemporaneidad de las piezas contribuye que fueran grabadas en un momento de renovación tecnológica. De acuerdo con el investigador José Reyes, se desarrolla un proyecto de especial disposición de los instrumentos musicales en el estudio de grabación, nunca antes visto en Cuba, a la vez que Benny canta aislado por una mampara de cristal.

Si hubiera alguna duda de que la Banda Gigante es el ajuste preciso entre la manera interpretativa del Benny y el soporte orquestal, escuche la grabación en vivo de la obra Mi Saúco, donde al montaje de los saxos se unen paulatinamente los otros metales para provocar, como afirma María Antonieta, "una excitante y audaz polirritmia. Definitivamente, piezas como esas no pueden tener otra vestidura que la que les dio". Las canciones de su repertorio llegan a todos los registros de la sensibilidad sin acudir jamás a lo vulgar y chavacano en todos los géneros de la música popular en los que sentó cátedra.

El timbre cristalino en su voz de tenor con una afinación perfecta, capaz de alcanzar matices profundos, es redondeado tanto por sus condiciones de improvisador, como por el aliento poético en los boleros. Gran conocedor del gusto de sus admiradores, jamás resultó igualado por otro de sus contemporáneos. Su nombre representa una herencia tan respetable, que se debiera tener en cuenta por quienes hacen arreglos musicales marcados por el facilismo o por aquellos que creen que realmente todo el mundo canta. Al evocar a Benny Moré tampoco debe olvidarse que la música no es un negocio mercantilista como la asumen quienes buscan sólo una fama pasajera.

Antes de su consagración definitiva con la Banda Gigante a comienzos de los 50, ya el maestro se había fogueado por mas de 15 años en los diversos géneros y formatos de la música cubana, entrenamiento indispensable para los que piensan que por una situación circunstancial el éxito les va a caer del cielo de la noche a la mañana. Ahí está la obra y la historia de Benny Moré, que con sus 80 años no ha dejado de mostrar la vocación de un verdadero profesional de la música cubana.


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