Cuba

Una identità in movimento


La leyenda de Cañambrú

Manuel Echevarría Gómez


Dibujo de El hombre rojoLa Sierra de Las Damas, ubicada en la llanura fluvial del río Zaza, al noroeste del poblado de Guayos, se convierte ya bien entrada la primera mitad del siglo, en asiento de una leyenda popular de la época, tejida alrededor de un personaje que alcanzó la celebridad en vida y que la fantasía desbordante del campesino bautizó como El hombre Rojo o Cañambrú.

Alrededor de este sujeto surgieron las más controvertidas historias plagadas de misticismo y superchería, abortadas con el decurso por la superstición, que nunca dejó margen al entendimiento cabal de los hechos, trasmitidos de abuelos a padres y de padres a hijos.


LOS TESTIMONIOS

El Hombre Rojo vino de canarias, estuvo en las Damas allá por los años 20. Salía de noche y gustaba de hacer maldades. Tan pronto estaba de un lado del río como del otro. Se llevaba un caballo sin herrar y a los dos o tres días lo devolvía completamente herrado. Te llevaba 20 pesos de abajo de la almohada y te los traía de nuevo (José Rita Blanco. Vivió en Las Damas).

El verdadero nombre de El Rojo era Teodoro San Gil, natural de un pueblo canario llamado Mazo. Allí fue bandolero y su madre brujera. Vivió en las cuevas de la sierra de Las Damas, su estatura era mediana, pero fuerte. Tendría unos 48 ó 50 años cuando yo lo vi, allá por los años 30. Los paisanos de Las Damas se aterrorizaban y lo veían volar, pasar el río crecido sin tocar el agua, montarse en las zancas de los caballos y desparecer y hasta dicen que entraba de noche en las casas a comer estando las puertas cerradas. Dicen también que era un inventor de trucos (Horacio Castillo. La Larga).

Era un hombre de una magia tremenda, nunca dijo su verdadero nombre, usaba un bigote de puntas largas y estiradas hacia arriba. Casi siempre andaba con sombrero y polainas y un pañuelo rojo en el cuello. No sé de dónde sacaba el dinero. A veces se oía su risa y su canto, pero no se le veía (Luis Machín. Las Damas).

Yo fui mandadero de El Rojo. Era un hombre intelectual, poeta y tocaba la guitarra. No era rojo, era igual que nosotros, trabado, de piel trigueña y los huesos de la cara botados. Le gustaba mucho la cerveza y mandaba a comprar pan, mortadella y tabacos buenos (Domingo Alvarez. Las Damas).

Aqui era conocido como Cañámbrú. En su captura participó el Tercio Táctico de Santa Clara y la Guardia Civil de Taguasco. Lo sacaron vivo de una cueva engañándolo con agua y comida y cuando salió lo mataron (Germán Morera. La Yamagua, Taguasco).


EL HALLAZGO

Con los testimonios de los campesinos de Las Damas y Taguasco — de los que hemos reproducido sólo fragmentos reveladores — el Grupo Espeleológico Caonao, del municipio de Cabaiguán, se dio a la tarea de buscar indicios y demostrar la existencia de El Rojo.

En una cueva de la Sierra de Las Damas, oculta entre los accidentes del terreno, lograron colectar una cantidad considerable de evidencias: cartuchos de revólver y de un rifle Winchester, fragmentos de recipientes de bebidas, tijeras, navajas de afeitar, restos de baratijas, trastes de guitarra y muchos objetos más. El uso que debieron tener probó que el lugar fue asiento de vida sedentaria. La cueva era la misma que Teodoro Alvarez San Gil, alias el Hombre Rojo o Cañambrú, habitó durante su estancia en la Sierra de Las Damas.

Emigrante canario, el individuo de marras había llegado a Las Damas a finales de los años 20 y comienzos de la década de los 30. Se ganó rápidamente la confianza y admiración de algunos campesinos, mientras que otros llegaron a temerle y hasta perseguirlo dando riendas sueltas a su imaginación a partir de relatos y anécdotas cada vez más exagerados. La confusión fue aprovechada por San Gil para sacar ventaja y demostrar a los incautos que el era un conocedor de la magia cuando en realidad se valía de trucos y habilidades.

Rehuyendo del trabajo escogió esa forma de vida, cuidando de no robar en su zona de operaciones, pero la situación se le hizo cada vez más embarazosa en Las Damas y luego de hacer contacto con los bandoleros, Manuel Esquijarosa y Polo Véliz, decide irse para Las Tunitas en el actual municipio de Taguasco, donde también hace de las suyas.

Su muerte se produce en circunstancias dramáticas en la cueva de la finca La Manaquita a manos de la Guardia Civil, que perseguía a los connotados bandoleros a que se unió. Cuentan los campesinos que se entregó después de un largo asedio y lo acribillaron a balazos.

Así quedó definitivamente rescatada la leyenda que hoy pertenece al acervo de la región, despojada del hálito sobrenatural que la acompañó sin mitos ni exageraciones.





Fuente: http://www.escambray.islagrande.cu/Esp/Provincia/Canarias/Noticias/Campina.htm


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