Cuba

Una identità in movimento


La leyenda de Luis Carbonell

Virgilio López Lemus


"Juglar del Caribe,
Rey sin más trono que la palabra".
(Jesús Cos Causse)

"Es superior, en muchas ocasiones,
a la calidad de la poesía que suele decir".
(Emilio Ballagas)


Luis Mariano Carbonell PullésLuis Mariano Carbonell Pullés nació en Santiago de Cuba el día de Santa Ana, el 26 de julio de 1923. ¿Cuánto le deben la música y la poesía cubanas a este hombre singular? Esta no es una pregunta retórica, su respuesta está en su vida extensamente dedicada a las artes, en las que se ha distinguido por sus propios talentos y dones, pero también por dos virtudes esenciales: la tenacidad y la generosidad. Tenaz, porque estudia con alto rigor los textos que ha de declamar, y otros que no declamará, pero que le sirven para comprender mejor al poeta a cuya obra dedica su esfuerzo; porque supo capear malos tiempos y sobrevivir para el arte cubano, para su pueblo, que nunca lo ha dejado al margen entre sus más queridos artistas; y porque ni la enfermedad o el silencio lo pudieron derrotar, emergiendo en él su cualidad de gran intérprete, de fina sensibilidad, siempre dado a lo popular, pero nunca a lo populachero. Generosidad, porque Luis Carbonell ha sido un maestro para al menos tres generaciones de cubanos, un consejero para numerosos artistas, nunca negado a ofrecer su valoración y apoyo.

Para la poesía cubana, no cabe duda de que él llenó el siglo XX como el mejor intérprete de los registros de la llamada "poesía negra", "afrocubana" o "mulata", o para la estampa o la caricatura verbal, en la que sigue creciéndose y hace crecer incluso a algunos textos que, sin su voz de gran juglar, dormirían dentro de la tapa cerrada de libros poco frecuentados. Su virtud es hallar la joya lírica y expresiva donde otros no la ven, y ponerla de relieve. Él es un artista del mestizaje creativo, propio no solo de la identidad cubana, sino de la convergencia identitaria caribeña.

Carbonell supo distinguir algunos de los elementos básicos de nuestra nación, y se convirtió él mismo en un artista de esa identidad. Sus dotes histriónicas, ejercitadas en espectáculos de teatro unipersonal, se manifiestan en su meticulosa interpretación de obras de numerosos poetas (Guillén, Tallet, Ballagas, Pedroso, Loynaz, Acosta, los españoles Camín y García Lorca, el puertorriqueño Palés Matos, el venezolano Aquiles Nazoa, el dominicano José Antonio Alix, y un largo etcétera), y lo sitúan como caso único dentro de nuestra tradición artística, no porque no haya habido otros declamadores, no porque no poseamos (y muy buenos) directores o asesores musicales, sino porque él en sí mismo es una singularidad del mejor relieve artístico.

Si en Rita Montaner tuvimos a "La Única", Luis Carbonell es en verdad "El Único", solo en su reinado de gracia personal. Realizó durante toda su vida una guerra a muerte contra la chabacanería, el choteo que rebaja, el populismo infame, y con sobrio gusto ha sabido descubrirnos cuándo los valores generados por los poetas y músicos populares o líricos, se han elevado desde la raíz nacional hacia una legítima universalidad.

El pueblo no necesita muchos datos para saber quién es, qué ha hecho, cuánto hay que agradecerle y cuánto nos ha ofrecido para disfrutar, pero al menos recuérdese rápidamente aquel disco memorable grabado en 1956 con la excepcional diva Esther Borja; sus numerosos espectáculos llenos de brillantez en la televisión cubana, su asesoría de grupos musicales como los de Orlando de la Rosa, las D'Aida, el Cuarteto del Rey, el Trío Antillano, Los Cañas, más de sesenta discos grabados, entre ellos el que Waldo González López calificó como "genuina joya poético-discográfica": "La mulata, Ñáñigo al cielo y otros poemas", en el que el maestro, a las puertas de sus 80 años, declama veintitrés textos durante casi una hora.

Su vida, útil y valiosa, nos enriquece aquí y ahora, con una firmeza digna de la nación de la que forma parte. Como honrar honra, Luis Carbonell está todos los días de su vida honrándonos, de modo que cualquiera es un buen día para expresar nuestro orgullo por él. "Espabílate, Mariana, que te me vas a quedar", dice el verso de Rafael Sanabria, que él hizo realmente famoso, y llamándose él por segundo nombre Mariano, mucho se nos ha "espabilado" este gran santiaguero, porque "se nos va a quedar" ya para siempre como uno de los cubanos imprescindibles de todos los tiempos.


Fuente: Granma Diario
http://granma.co.cu/2005/09/16/cultura/artic02.html



La Habana, viernes 16 de septiembre de 2005. Año 9 / Número 259


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