Cuba

Una identità in movimento

Juan Pino Díaz: Carta al Director de El Guanche (La Habana, 28 de octubre de 1924)

Juan Pino Díaz



Los españoles, mientras la Isla fue de España, no nos consideraron como sus iguales; si acaso, como españoles de tercera clase, utilizables en determinados momentos. Nos miraron desde las alturas de su vanidad y de su equivocado patriotismo. Nunca vieron en nosotros a sus hermanos de nacionalidad y sí a gentes nacidas en unas islas pertenecientes a España.

Allá por los años del 78 al 79, venían contratados a Cuba, cientos y cientos de canarios, que abandonaban la Patria a impulsos de la miseria y el hambre, trayendo unos a sus familiares, y dejándolas otros en espera de recursos. A la cabeza de los contratantes, al frente de los infames que sustituyeron a los negros esclavos con los canarios contratados, figuraba el siniestro Conde de Ibáñez, prominente español, Excelentísimo Señor, Presidente del Círculo de Hacendados; en suma, todo un caballero feudal en las postrimerías del siglo XIX, ante el que se inclinaba la Justicia con sus esbirros de todas clases y cataduras, haciendo inútil y peligrosa la queja y la protesta contra todas sus desvergüenzas y rapacidades.

Se trató a los canarios como africanos y no como españoles; se les trató como a siervos, como a parias; se les explotó miserablemente; se les vejó, se les castigó, se les robó el exiguo producto de un penoso y duro trabajo en los ingenios; no hubo siquiera respeto para la honra de sus mujeres y sus hijas; a la llegada a puerto de los núcleos de inmigrantes contratados se desarrollaron escenas y se cometieron fechorías que no quiero recordar, aún habiendo necesidad de que las sepan esos canarios españolísimos...

Cuando en 1906 se creó la actual Asociación Canaria, ello se vio con disgusto, con mal contenido desagradado por no pocos figurones de la Colonia española, que estaban complacidos viéndonos a la cola, sin representación regional y obligados a ir a las Quintas de sus Centros, Centros en los que teníamos deberes y no derechos.

Cuando comenzaron a formarse delegaciones en los pueblos del interior, la cólera de muchos españoles se exteriorizó, dificultando y obstruccionando nuestra labor [...] Allí, en aquella zona que a los canarios debía su prosperidad y su riqueza, un grupo importante de españoles, comerciantes, empleó toda clase de medios para impedir que se formase una Delegación de la Asociación Canaria. Y allí, en Camajuaní, fue donde otro grupo dignísimo, compuesto de canarios, patriotas, teniendo al frente al cívico y resuelto Tomasón, supo castigar la audacia entorpecedora y la pretensión absurda y ridícula: se boicotearon los comercios de los infatuados españoles, ningún canario iba a sus tiendas, ningún hijo suyo llegaba a los mostradores; la venta diaria disminuía y disminuía...

Al fin, los españoles capitularon, declarándose vencidos. Y aunque hipócritamente, acabaron por aceptarnos, y hasta nos dieron unos puestecitos en la Directiva de La Colonia.


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