Cuba

Una identità in movimento


Al Pueblo de Cuba

Carlos Manuel de Céspedes


Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo (1819-1874)¡Hermanos!

Hoy que la palabra con sus alas de relámpago vuela, alumbrando las inteligencias de unos, para mostrarles el derrotero seguro que han de seguir, desciende a los espíritus dormidos de otros para despertarles a la luz del entusiasmo, y hacer pedazos como una espada de fuego los últimos restos de preocupaciones que una sociedad volcada ha dejado en nuestro suelo, hoy debo yo también alzar mi voz en medio de ese clamoreo general para exponer ante el pueblo las íntimas convicciones de mi corazón.

El drama sangriento cuya primera escena tuvo lugar en los campos de Yara y cuyo desenlace será la libertad de Cuba y la emancipación de América de la tutela de Europa, ha llegado a un grado de desarrollo tal, y se ha hecho tan fuerte y tan popular; porque la bandera a cuya sombra se congregaron los pueblos para combatir, fue la bandera de la democracia, cuyos principios justos y eternos están encarnados en el espíritu de todos los hombres que trabajan por la perfección posible de la humanidad. Nosotros triunfaremos, porque cuando un pueblo se coloca formidablemente amenazador para reclamar sus derechos, siempre ha vencido; nosotros triunfaremos, porque tenemos de nuestra parte las simpatías del mundo y los errores de nuestros enemigos; y triunfaremos, porque los soldados de la gran idea han llegado en todas las épocas y en todas las naciones al templo de la libertad, con los pies descalzos y ensangrentados, sí, pero con la frente ceñida por la diadema de las victorias.

La cuestión hoy es de tiempo. Si todos marchamos con un sólo pensamiento y un sólo objeto; si todos los corazones palpitan a impulso de un mismo sentimiento, el Sol de su hermoso cielo alumbrará pronto a Cuba sentada en el consejo de las naciones, brindando por la unión y la concordia de los pueblos. Pero ¡ay de nosotros, si nos dejamos arrastrar de las pasiones y éstas chocan enfurecidas ¡Ay de nosotros, si ambiciones protervas rompen los diques que las comprimen! Si queremos demoler de un soplo lo que ha levantado la Revolución. Entonces, veremos...sí, pero el día del triunfo se alejará más y más, y las almas débiles caerán desfallecidas antes de cantar la hosanna de la redención.

Cuando los pueblos en la infancia de su libertad y ensordecidos todavía por el estruendo de la pelea, quieren sostener con imprudencia ideas que aún las repúblicas, ya cimentadas en las firmes bases de la paz, han titubeado en proclamar y se afanan por plantear un sistema de gobierno definitivo, cambiando de guías y de instituciones a cada momento, olvidándose de las necesidades imperiosas de la guerra, siembran en los vientos, dejan el principio por el fin, arrojan la simiente antes que el abono. Los hombres que marchan al frente de la revolución, los fundamentos políticos en que esta se apoya, son escogidos por ella; ella misma los ha colocado, y la voz del pueblo nunca ha mentido, la revolución no se equivoca.

A mí, que en política pertenezco a la escuela avanzada del progreso, que estoy por todas las reformas que la filosofía y la experiencia recomiendan, que detesto los sistemas rutinarios y envejecidos que, a despecho del siglo practican algunas repúblicas, que adoro el ideal posible de un gobierno demócrata radical, que en las instituciones liberales veo el principio salvador, a mí no me pueden espantar ideas de Bruto ni de Dantón aplicadas a nuestra naciente República; a lo que si no puedo prestar mi aprobación, es al abuso de la libertad, al entronizamiento de la licencia, a que se falseen las bases sólidas que sirven a aquella de pedestal , a que se quiera ir más allá de lo que permiten las circunstancias excepcionales porque atravesamos, a que se juzgue todo con la ligereza y versatilidad que se echa en cara a nuestra raza, a que el pueblo se olvide de la guerra por la palabra. Porque la guerra es el primer deber de todo ciudadano mientras la tiranía huelle una pulgada de la tierra de Cuba. Todo, menos la infamia, lo encuentro justo, si ocurre al triunfo de nuestras armas; nada, si mata nuestra santa revolución.

Derrocada la autocracia española en Cuba, lanzados los enemigos de la libertad a los remotos confines del Atlántico envueltos en sus pabellones desgarrados y cargados de sus propias cadenas, aquí no podrá existir otro gobierno que el republicano: porque ¿ quién será tan osado que sueñe ahora ni nunca en hacerse dictador absoluto de un país que está derramando su sangre a torrentes para conquistar su legítima y completa autonomía? Los cubanos deben estar seguros de que los hombres que llevan la representación actual del movimiento revolucionario, jamás pensarán volver a levantar el edificio que han derribado a cañonazos. La libertad más radical es la piedra angular en que se asienta y en que se sostendrá nuestra República: porque yo me atrevo a responderos de los demás, y en cuanto a mí, el mundo lo sabe y permitidme que hoy os lo repita, la forma invariable de mi política es y será el respeto absoluto a los derechos del pueblo.

Ahora, cubanos lancemos una mirada al pasado, comparemos el estado que presentaba nuestra Revolución en los primeros días del 69, recuérdese el cuadro de nuestro ejército en aquella época, y lo veremos sin armas, sin pertrechos y sin disciplina, aunque siempre heroico, disputando el terreno en el combate contra el enemigo entonces más compacto y más fuerte: el estruendo de nuestras armas moría en las riberas del mar de las Antillas, nuestro gobierno era incompleto, faltaba la unión que es la fuerza; nuestra Junta en los Estados Unidos de América empezaba a organizarse y a allegar fondos: algunos figuraban como neutrales, y muchos débiles estaban indecisos. Este era el aspecto de la Revolución en aquella época, ¿ Cuál es el que presenta en los momentos en que escribimos? Tenemos un gobierno republicano cuya soberanía reside en el pueblo, en ese pueblo, única fuente de la autoridad legitima, y que representa y sintetiza el dogma fundamental de la democracia; un gobierno que funciona con regularidad, sus mandatos se obedecen en tres estados: nuestros correos mejor servidos que los españoles, recorren todo el país; tenemos un buen armamento, soldados aguerridos, pertrechos en abundancia, medicamentos, vapores cubanos que cruzan los mares, enarbolando en la popa la bandera de la estrella solitaria : estamos reconocidos como beligerantes por tres repúblicas y por otras como independientes; tenemos Juntas numerosas en el extranjero con fondos suficientes para enviarnos todos los auxilios necesarios hasta conseguir el triunfo final; nuestros ministros plenipotenciarios residen en casi todas las capitales del mundo civilizado: nuestras armas dominan el territorio desde Baracoa hasta las puertas de Colón y dentro de poco nos sobrarán los elementos para vencer nuestros contrarios en el campo de batalla como ya los hemos vencido en el de la justicia y la razón.

[...]

Al lanzarse Cuba en la arena de la lucha, al romper con brazo denodado la túnica de la monarquía que aprisionaba sus miembros, pensó únicamente en Dios, en los hombres libres de todos los pueblos y en sus propias fuerzas. Jamás pensó que el extranjero le enviase soldados ni buques de guerra para que conquistase su nacionalidad: Cuba sabe , porque lo ha dicho el filósofo, que la libertad es el pan que los pueblos tienen que ganar con el sudor de su frente, y ella sabrá ganarlo, porque su propósito es inquebrantable, porque lo ha jurado a la faz del siglo xix y porque así está escrito en el gran libro de los destinos del Nuevo Mundo.

Antes de concluir, permítidme que os recuerde que el árbol de la libertad fructifica a fuerza de sangre y de virtud, que la única argumentación a que ceden los tiranos , es a la de los cañonazos, que todo hombre se debe a su patria y que sólo el cobarde o el traidor se acoge al abrigo de los cuidados femeniles. (...)

Hijos de Cuba, hermanos míos, acudid al grito de la patria, engrosad sus batallones, el triunfo nos espera. Odiad las disensiones, preocupaciones y provincialismos; todos somos hermanos, unidos por el amor como por el deber ; el soldado, que obedezca ciegamente a su jefe, el hombre civil, que cumpla con sus deberes de patriota: todos que respeten la ley. Abnegación y patriotismo, y desde un cabo al otro veréis a Cuba independiente y republicana.

    Carlos Manuel de Céspedes
    Camagüey, 7 de febrero de 1870



Tomado de Hortensia Pichardo: Documentos para la historia de Cuba, Editorial de Ciencias Sociales, t. I. pp. 370-373 en correspondencia con Zaragoza, Justo. Las Insurrecciones en Cuba, Madrid, 1873, T. II, pp. 742-743


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