Cuba

Una identità in movimento


El Callejón del Chorro

Ada Oramas


Casi oculto, situado a un costado de la Plaza de la Catedral, el Callejón del Chorro es uno de los lugares más curiosos de nuestra Habana colonial. En ese pedazo de calle una cabeza antropomorfa — cuya boca es un surtidor — es cuanto queda del antiguo boquerón que servía de desagüe a la Zanja Real, la cual canalizaba el agua a través de la ciudad, desde el río La Chorrera, que hoy conocemos como Almendares.

¿Y cuál fue el origen de este Callejón del Chorro? En los terrenos anegadizos que le valieron a la actual Plaza de la Catedral el nombre de Plazuela de la Ciénaga, mandó fabricar el gobernador Gariel de Luján un amplio aljibe o cisterna que, según Roig de Leuchsenring,

... se alimentaba de unos manantiales que brotaban en ese sitio y cuyo abundante caudal de agua fue aprovechado mucho después, ya en el siglo XIX, para surtir unos baños llamados de la Catedral, que existieron en la esquina del Callejón del Chorro.

Hacia el cuadrilongo que forma la plaza desembocan las calles de San Ignacio, Empedrado y también el callejón que centra esta crónica. Allí aún se conserva una lápida que evoca su función inmemorial:

... en este Callejón del Chorro derrramaba la Zanja que surtía a la ciudad en el año de 1592 como acueducto.

Y en castellano antiguo expresa:

... esta agua traxo el Maesse de Campo Jvan de Texada anno de 1592.

Desde 1625 se prohibieron las mercedes de solares en algunos lugares céntricos de la plazuela

... para que agora y para todo el tiempo sirva de plaza y adorno para aquel barrio, y no se labre ni conceda para edificar a ninguna persona.

Pero no todos los vecinos de la villa de San Cristóbal de La Habana estuvieron conformes con esta prohibición y, por ello, uno de los solicitantes de terrenos criticaba acremente las posibilidades de la plazuela de ser verdaderamente un lugar de esparcimiento, alegando que "el terreno era anegadizo".

Pese a la prohibición con respecto a los solares, se hicieron concesiones y frente a ella, en 1748, se colocó la primera piedra del oratorio de los hijos de San Ignacio, adonde se trasladaría la Parroquial Mayor y se convertiría en la Catedral que da nombre a la plaza.

Y en el boquerón del Chorro, continuaba la Zanja descargando veinte mil metros cúbicos de agua para los habitantes de la villa de San Cristóbal de La Habana, quienes curaban su agua gruesa y contaminada en vasijas de madera y barro que la hacían fina y limpia. Luego, al extremo de Carlos II, se le colocaron filtros a la Zanja Real.

En torno a la plazuela cenagosa, llamada después Plaza de la Catedral, en parte mercado y en parte corral de reses, se edificaron palacios, y se convirtió en escenario de fiestas deslumbrantes, hasta reinar junto a la de Armas y convertirse en un lugar muy cocnurrido por la aristocracia habanera.


CUBARTE
Año 3 Número 27 4 de julio del 2003


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