Cuba

Una identità in movimento


Finlay, un cubano que merece honor en las Américas y el mundo

Wilkie Delgado Correa


Carlos J. Finlay. 1833-1915El 3 de diciembre se celebra el Día de la Medicina Americana en reconocimiento a Carlos J. Finlay, ilustre médico cubano nacido en esa fecha en 1833. En este año ocurrió precisamente un brote epidémico de fiebre amarilla en La Habana que se prolongó hasta 1836.

La fiebre amarilla, conocida también como vómito negro, es una enfermedad que desde su aparición en forma epidémica asolaba a las poblaciones en la que se desarrollaba, provocando la muerte de cientos de miles de seres humanos. Sólo en la Habana, el saldo del lustro de 1885 al 1889 alcanzó los casi 7 000 muertos, con un promedio de 70 por 10 000 habitantes. En distintos países la fiebre amarilla provocaba miles de enfermos y muertos, con una tasa de muerte promedio del diez por ciento de los enfermos. De ahí que los científicos de todo el mundo realizaran estudio y propusieran teorías y medidas variadas para combatir esta enfermedad. Pero durante todo el siglo XIX los estudiosos de esta materia enfocaron sus investigaciones y proyectaron su teoría y conclusiones sobre las posibles causas de la enfermedad, y no pudieron arribar a la verdadera esencia del problema.

En Estados Unidos había mucha confusión en torno a la fiebre amarilla. Y algunos médicos, considerando que esta enfermedad era importada de otros territorios, llegaban hasta la irracionalidad y buscaban contenerla en otros países. Así un tal Doctor Shuper recomendaba a las autoridades sanitarias de Estados Unidos, como el medio mejor para controlar la entrada de la epidemia


"... ahorcar de una viga al capitán que se atreviera a llegar a las aguas del Misissippi de un puerto infestado, realizando un barreno al buque para que quedaran ahogados todos los gérmenes y personas de procedencia extranjera".


Véase hasta donde llegaba la irracionalidad, la falta de un enfoque ético y la ceguera científica para el abordaje de una enfermedad, que como el cólera, la malaria, la lepra y otras enfermedades transmisibles, eran azotes para la humanidad y aún se desconocían los factores etiológicos y las medidas esenciales para combatirlas, tratarlas y erradicarlas.

Es en ese contexto epidemiológico, social, científico y cultural que Carlos J. Finlay expone su medular y genial trabajo en la sesión ordinaria de la Academia de Ciencias Médicas en La Habana, el domingo 14 de agosto de 1881. El título del trabajo fue EL MOSQUITO HIPOTÉTICAMENTE CONSIDERADO COMO AGENTE DE TRANSMISIÓN DE LA FIEBRE AMARILLA. El mismo había sido precedido por una ponencia presentada el 18 de febrero de 1881 en la Conferencia Sanitaria Internacional de Washington.

En este trabajo Finlay postuló:


"Tres condiciones serán pues necesaria para que la fiebre amarilla se propague: 1o Existencia de un enfermo de fiebre amarilla, en cuyo capilares el mosquito puede clavar sus lancetas e impregnarlas de partículas virulentas, en el período adecuado de la enfermedad; 2o Prolongación de la vida del mosquito entre la picada hecha en el enfermo y la que deba reproducir la enfermedad; 3o Coincidencia de que un sujeto apto para contraer la enfermedad y que el mismo mosquito vaya a picar después".


Tal como afirmara Finlay a continuación,


"Tal es mi teoría, señores, y en verdad ella ha venido a robustecerse singularmente con las numerosas coincidencias históricas, geográficas, etnológicas, meteorológicas que ocurren entre los datos que se refieren al mosquito y lo que tenemos acerca de la fiebre amarilla, y también con la circunstancia de que podemos con su auxilio explicar circunstancias hasta ahora inexplicable por las teorías existente".


A pesar de su fundamentado estudio y su brillante y detallada exposición, su tesis tardó muchos años para ser aceptada, pues era una teoría que discrepaba esencialmente de las ideas que hasta entonces eran propagadas acerca de la fiebre amarilla.

Pero lo más increíble en torno a este descubrimiento del médico cubano, es que a pesar de su constancia en años posteriores para incrementar los conocimientos en torno a esta enfermedad, con la realización de pruebas experimentales, y su generosidad en compartir sus conocimientos con la comunidad científica internacional y en especial con la de los Estados Unidos, se intentó escamotear la gloria a Carlos J. Finlay, y adjudicarla ilegítimamente al médico norteamericano Walter Reed, quien recibió del sabio cubano todos los resultados, hallazgos y las fundamentaciones teórica y práctica.

Pasaron años y fue necesario una lucha tenaz de instituciones y científicos de Cuba, para que se hiciera justicia a Carlos J. Finlay, y para que la historia de la ciencia reconociera la verdadera esencia de su descubrimiento. Uno, la teoría científica del contagio de la enfermedad, y otro, la identificación del mosquito como agente de transmisión o vector de la fiebre amarilla.

Gracias a este descubrimiento fue posible establecer las medidas sanitarias prácticas para el control del mosquito Aedes aegypti y las campañas para la erradicación del mismo y, por consiguiente, de la epidemia de fiebre amarilla.

Por eso honor y gloria a Carlos J. Finlay en el Día de la Medicina Americana, establecida el 3 de Diciembre de 1933, como homenaje a quien falleciera el 14 de agosto de 1915, mucho antes de que le fuera reconocido finalmente la paternidad de su genial e histórico descubrimiento.




    Wilkie Delgado Correa
    Doctor en Ciencias Médicas
    Profesor Consultante y Profesor de Mérito del Instituto Superior de Ciencias Médicas
    Escritor y periodista





Página enviada por Wilkie Delgado Correa
(1 de diciembre de 2008)


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