Cuba

Una identità in movimento


La inmigración indostana a Cuba y sus antecedentes en las Antillas (Parte II)

Rafael López Valdés


Prácticas religiosas de los descendientes de hindúes en Ermita

Uno de los pocos rasgos conservados hasta la fecha de la cultura de los antiguos inmigrantes, es la observancia de algunas ceremonias religiosas. Las mismas son realizadas por un descendiente de hindú, Jorge Samkerr, vecino de la ciudad de Santiago de Cuba. El padre de Jorge, Samuel Samkerr — según hemos señalado —, vino con su madre por los primeros años de este siglo a Cuba, procedentes de la cercana isla de Jamaica; en Cuba nacieron sus hijos, y a esta Isla vinieron otros familiares en busca de trabajo.

Samuel ejercía las funciones de santmasin, palabra que suponemos, provenga del Hindi, sant y masij — santo. Todo lo referente al ritual, Samuel lo había aprendido de su padre, y llegado el momento, transmitió sus conocimientos a su hijo Jorge, actual santmasin.

Samkerr, a su llegada a Cuba, trabajó en varios centrales de la zona de Guantánamo, y fue por último a radicarse al batey Ermita. Luego tuvo una pequeña finca donde cultivaba frutos menores cerca de este batey, en las alturas de la Sierra de Canasta. En el batey crecieron sus hijos, hallando trabajo en las dependencias del central, particularmente ocupándose de la domesticación y utilización de mulos como animales de tracción, labor en la cual eran muy diestros.

Las ceremonias religiosas servían de medio de reunión de los hindúes que venían desde distintos centrales y pueblos vecinos. El prestigio de Samkerr salía de los marcos de la comunidad hindú. En ocasiones, vecinos de Ermita se dirigían a él con el ruego de que pusiera fin a sus dolencias, o le diera solución a determinados fenómenos, a los que se atribuía un origen sobrenatural. Debemos señalar que en la zona existen prácticas espiritistas, del tipo llamado espiritismo cruzao, y ante Samkerr se presentaban problemas similares a los que resuelven habitualmente las personas que practican y tienen las llamadas "facultades espirituales".

A la muerte de Samkerr, la tradición de celebrar las ceremonias en el batey Ermita fue continuada por su hijo Jorge. A pesar de lo disperso de los hindúes radicados en distintos lugares de la costa sur de Oriente, la celebración de estas ceremonias sirve a los efectos de renovar los contactos entre los mismos. Por otra parte hay un ligamen marcado entre la familia Samkerr y el batey Ermita, lugar donde están sepultados muchos de sus miembros. Al producirse recientemente la muerte de una hija de Jorge, ocurrida en Santiago de Cuba, el entierro fue realizado precisamente en el cementerio de Ermita, a pesar de la distancia y el mayor costo. Esto evidencia una intención marcada de proseguir la línea de continuidad con los antepasados muertos y enterrados en el cementerio local.

Contrariamente a lo que se puede suponer, el nombre de misa, que se aplica genéricamente a estas ceremonias, no tiene relación con la religión católica. En todo el sur de la provincia de Oriente, y en algunas otras regiones, las creencias religiosas predominantes en la población, son las de tipo espírita. Las creencias espíritas se concretizan en las ceremonias llamadas misas, que se dedican a la conmemoración de la muerte de alguna persona.

Las concepciones religiosas de los hindúes que participan de estas ceremonias, son bastante nebulosas. Según el oficiante, el nombre de la religión es sant. Pudiéramos hallar una similitud de esta palabra con su homólogo en Hindi, palabra que en esa lengua quiere decir santo. En la India la palabra sant se usa siempre dentro del contexto cristiano. Se ve una clara influencia cristiana en las explicaciones que sobre el origen de esta religión ofrece el oficiante, enlazándola con temas bíblicos. Sin embargo, éste diferencia a Dios de Jesucristo, considerando al último un hombre dotado de poderes sobrenaturales.

A pesar de estas concepciones afines con las cristianas. en las ceremonias apenas se nota algún rasgo de esta influencia. Muy por el contrario hay una marcada tendencia a celebrar el ritual del modo más ortodoxo posible.

Los hindúes, después que muere una persona, le celebran nueve días de rezos, comenzando a contarse a partir del día del fallecimiento. El noveno día se celebra una misa dedicada al difunto. Esta costumbre de nueve días de rezos, también es observada en Jamaica, Haití y entre la población de muchas regiones de la provincia de Oriente. Es probable que dicha costumbre tenga su origen en las novenas católicas.

Siempre que muere una persona, se produce el entierro a las 24 horas de producido el fallecimiento, pues solamente de este modo, pueden tener la certeza de que se ha producido realmente la muerte. En relación con esto, hay una serie de relatos sobre personas resucitadas una y más veces. Jorge Samkerr, oficiante de las ceremonias indias, cuenta que su abuela murió tres veces, resucitando otras tantas.

El primer rezo que se hace a la muerte de una persona se realiza el mismo día del entierro. Ese día por la noche, se reúnen los familiares y amigos del difunto en la casa en que viviera este último, y rezan oraciones católicas. Como tributo al difunto, si a éste le gustaba algún plato en especial, los familiares lo preparan. En la noche del noveno día, antes del comienzo de la misa, la comida debe estar lista. Esta debe ser llevada a un lugar apartado donde se coloca. Entonces hay que llamar al difunto, pero bien fuerte, como si estuviera vivo, por su nombre y apellido, y decirle que venga. Para cumplir esta tarea, se reúnen nueve hombres en fila. El que va a la cabeza del grupo, va tocando dos pedacitos de hierro, como unas claves, marcando los pasos hasta llegar a la casa. El último de la fila, una vez colocada la comida en el lugar señalado, es el encargado de llamar al difunto. La invocación se puede hacer lo mismo en lengua india, en inglés o español, dependiendo del hecho de que el difunto conociera en vida la lengua utilizada, y por supuesto de su conocimiento por la persona que se hace cargo de invocarlo. Samkerr afirma que el que hace el llamado, siente a veces algo sobrenatural. Relata que él sólo una vez sintió algo de esto. "Fue algo como si una cosa fuerte, pesada me cayera sobre un hombro", fuego, casi llegando a la puerta de la casa, sintió cómo lo agarraban, pero no perdió el valor y entró.

Son dos las ceremonias que se celebran en Ermita. La más corriente es la mencionada misa, que se realiza en ocasión de la muerte de algún miembro de la comunidad, hindú o familiar cercano. La segunda, que tiene un carácter excepcional, es el puja, que se lleva a cabo como ofrenda a Kali Mai. Esta última ceremonia se ofreció por una mujer que en sueños vio la realización de la misma. Esto fue tomado como indicio seguro de que la diosa Kali Mai solicitaba el sacrificio.

Originalmente en el lugar destinado al culto, se debía erigir una construcción de bambú en forma de colgadizo(26), similar a las que con igual propósito, levantan los indios de la isla de Trinidad. A última hora, pensando en la posibilidad de lluvia, fue sustituida por una carpa. En el centro de la tienda, se situó un cajoncito de madera al que faltaba uno de sus lados, permitiendo colocar en su interior distintos objetos utilizados en el ritual. Sobre el cajoncito, a manera de mesa, descansaba el libro donde estaban escritas las oraciones, a que se dio lectura durante la misa en el dialecto del Hindi avadhi. Sobre el improvisado altar, se colgó por sus cuatro esquinas el sharní, sábana blanca con una pieza de tela floreada en su parte central(27). De las esquinas y el centro de la pieza central de la tela, colgaban guirnaldas de flores, y la tienda fue profusamente adornada con papeles de colores. Todas las personas que trabajaron en la decoración de la tienda, en su mayoría mujeres, estaban descalzas.

En Trinidad, la cantidad de personas invitadas, depende de la posición económica del patrocinador, ya que después de la ceremonia, se ofrece un banquete a los asistentes. Si disfruta de una buena posición económica, pueden asistir alrededor de setenta u ochenta personas, y si de un trabajador agrícola temporal, unas veinte o treinta personas. Al igual que en Cuba, estas reuniones religiosas se celebran en sábados o domingos, facilitando la concurrencia de los hindúes y sus familiares. A la primera de las ceremonias que vamos a reseñar, celebrada en el batey Ermita, en el 1965, asistieron alrededor de cuarenta personas. Esta ceremonia atrajo la curiosidad de todo el poblado que se volcó en el lugar, reuniéndose una verdadera multitúd frente a la tienda. La segunda ceremonia, celebrada al aire libre, en el patio de la casa de la hermana del oficiante, de carácter mucho más privado, concentró sólo a las personas más allegadas a la casa, en total unas quince o veinte personas.

Antes de penetrar en el recinto destinado a la ceremonia, los participantes fueron sometidos al lavatorio de los pies, dirigiéndose descalzos a la tienda en donde se les iba entregando un gorrito (Ghandi cap) o una banda de papel que ellos se colocaban en la cabeza. Los fieles tomaron asiento en el suelo en torno al altar. Hombres y mujeres se sentaron juntos, no observándose ninguna separación referente al sexo. Por el contrario en la isla de Trinidad, en ocasión de ceremonias similares, se guarda una separación entre los hombres y las mujeres, situándose en lugares distintos.

Aparte del uso de la banda de papel o el gorrito no se usa ninguna prenda de vestir hindú. Sin embargo, se conserva escrupulosamente la costumbre de sentarse en el suelo y permanecer descalzos en el recinto destinado a la ceremonia.

En el interior de la tienda, en dos hileras frente al altar, se hallaban encajadas seis velas en botellas, a manera de candelabros. Cada par de velas estaba consagrado a un difunto, siendo encendidas por tres personas. Una vez prendidas las velas, el santmasin se sentó en cuclillas frente al altar, en el suelo, y abrió el libro consagrado depositando en su primera página unas monedas de plata. A partir de este momento, se suceden los cantos acompañados por una orquesta de instrumentos de origen indio, aunque fabricados en Cuba. Los instrumentos eran la shikara, especie de violín de 16 cuerdas, las manyiras o campanitas, los batientes o kartaal y los dos tambores, el dolad de dos parches y el kandebi, más pequeño, de un solo parche. Los cantos eran interpretados por el santmasin en avadhi, dialecto del Hindi, usado como lengua ritual.

A mediados de la ceremonia, en un momento preciso, se avisó desde la cocina que estaba listo el dulce, el llamado persad(28). El dulce se prepara con ingredientes muy variados, tales como aceite de coco, harina de Castilla(29), alcanfor machacado y azúcar. También se le echa a la masa, agua de colonia y alcoholado. Mientras en Cuba el alimento sagrado, el persad, se reparte dentro dib la ceremonia, en Trinidad, después de la misma, se reparte conjuntamente con la cena que se ofrece a los asistentes.

Una vez que se supo que el persad estaba listo, se constituyó un cortejo integrado por cinco miembros, a la cabeza de los cuales estaba el santmasin, los cuales llevaron consigo los instrumentos para acompañar los cantos que se produjeron en la cocina. Con toda solemnidad el recipiente que contenía el persad, fue levantado por cinco manos y e ntregado al ayudante del santmasin, el cual lo condujo en procesión hasta la tienda-templo. En este lugar, el oficiante lo recibió de manos de su ayudante.

Seguidamente el santmasin tomó un jarro de agua con azúcar, y arrojó en su interior una moneda de plata. Este es un momento importante de la ceremonia, pues de este modo se produce una suerte de consagración del agua, que sería bebida por todos los miembros de la religión. Sobre el jarro se colocó un platillo, que contenía pez rubia utilizada como sustituto del incienso, a la cual se le dio fuego. Sobre las llamas, se hicieron aspersiones de agua de colonia y alcoholado, y se espolvoreó persad. Fueron expuestos al humo, así purificándose, los distintos instrumentos musicales y el libro de oraciones. Luego a todos los presentes, tanto creyentes como espectadores puestos de pie, les era presentado el humeante bracero por un acólito, para que a su vez se purificaran. La limpieza ritual, similar a la que es frecuente entre algunos grupos espiritistas, consistía en un movimiento como de lavarse las manos, haciendo luego un ademán como de arrojar algo hacia atrás.

A la purificación le sucedió el reparto del persad entre todos los presentes, sin distinción entre participantes del culto y espectadores. Luego el jarro que contenía el agua con azúcar, fue pasando de mano en mano entre los creyentes, bebiendo cada uno un sorbo de la misma. La persona que beba última, queda en posesión de la moneda que fuera echada dentro del jarro, la cual suele ser conservada a manera de talismán.

Al final de la ceremonia, entre cánticos y música, fue descolgado el sharni y recogidas cuidadosamente las guirnaldas de flores y papeles que habían adornado la tienda. Al día siguiente, presenciamos cómo el sentmasin arrojaba al cercano río el sherní con las flores y adornos.

En Trinidad usualmente el puja es oficiado por dos pundits, además de la participación del ayudante denominado nau. Este último prepara el lugar destinado al altar y dispone todo lo concerniente al ritual. Solamente pueden tomar parte en la ceremonia, además del pundit y el nau, un delegado del patrocinador que puede ser usualmente uno de los miembros femeninos de la familia. La parte fundamental del ritual consiste en ofrendas a la deidad y oraciones (mantra), recitadas por el pundit.

La siguiente ceremonia fue de invocación a la diosa Kail Mai(30). Antes del amanecer fue encendido el fogón, guardando ciertos requisitos, pues se le vierte a la leña agua de colonia y alcoholado. Previamente se ha estado amasando la harina con la que se han de preparar unas tortas grandes de forma circular, fritas más tarde en manteca de coco.

El santmasin se dirigió al lugar seleccionado para erigir el altar de Kali. Allí limpió el suelo y le regó agua, colocando seguidamente una hoja de plátano en el suelo al pie de un árbol. En un ángulo del patio, escenario de la ceremonia celebrada al aire libre, un chivo pequeño, de pocos meses, "entero", es decir, sin castrar, miraba con ojos inquietos los preparativos que se sucedían próximos a él. A la colocación de la hoja de plátano, siguió la de una botella de ron, un jarro y un recipiente que contenía pintura roja. En el suelo, al lado de la hoja, se colocó un machete que había sido cuidadosamente afilado la noche anterior. A lo largo del machete se hicieron siete marcas con pintura roja perpendiculares al filo, y coincidiendo con las marcas, del mismo modo que los pedazos de alcanfor, sobre la hoja de plátano fueron alineadas las siete tortas preparadas con anterioridad.

El santmasin se dirigió al chivo con una ¡ata de agua y lo lavó. Esto probablemente sea una supervivencia de la creencia compartida en ciertas regiones de la India según la cual la deidad expresa la voluntad de aceptar el sacrificio del animal. Al rociarse el chivo, con agua sí éste tiembla es interpretado como un signo fasto. Luego tomó el recipiente con pintura roja y embadurnó la frente y las rodillas del animal. De igual forma pintó más tarde la frente de la mujer a quien estaba dedicada la ceremonia en esta ocasión. Según Samkerr, el poder que despliega la deidad a la cual se ofrenda el animal, es tal que lo amansa haciendo que vaya conforme al sacrificio.

Formando un semicírculo en torno al altar, los músicos hacían sonar sus instrumentos y se agrupaban los creyentes, todos de pie. El santmasin se dirigió a un ángulo donde estaba colocada una bandera roja clavada en un palo y la llevó hasta el lugar donde habría de consumarse el sacrificio. En este lugar permanecería erguida hasta que fuera decapitado el chivo, instante en que debía caer sobre el altar.

En Trinidad, cuando la ceremonia finaliza, se le hacen regalos (dakshina) a los pobres o a los pundits. Después de la entrega de regalos, son izadas las banderas correspondientes (jhandy) que consisten en piezas triangulares de tela atadas a palos de bambú, o indican que se ha celebrado un puja. Además, constituyen un homenaje a la deidad. Los diferentes colores de estas banderas son representativos de las diferentes deidades, a las que se ofrecen pujas. Los colores más comunes son el rojo, el blanco y el amarillo; el rojo para Hanuman (ayudante de Ram en el Ramayana), color que en Cuba es para Kali; el blanco para Sat Deo (el dios de la verdad) y también para Suraj Narayan (el dios del sol), y para las diferentes diosas femeninas, aunque algunos hindúes consideran que las banderas amarillas son también para Kríshna. Las banderas negras que son bastante poco frecuentes, son usadas en Trinidad cuando se celebra un puja a Kalí. En esta Isla el asta de bambú, en que se coloca la bandera, se entierra en un hueco en el cual se hace una ofrenda de arroz, polvo rojo (sindhur) hojas del árbol del pan, leche y nuez betel. El palo de la bandera debe ser colocado en posición por medio de cinco manos. Estas banderas ceremoniales, se mantienen izadas hasta que se desintegran por la exposición al aire libre. Se considera que quien las retire antes de tiempo, será castigado con la mala suerte.

Vimos con anterioridad cómo al entregarse el persad el ayudante del santmasin, era levantado por cinco manos; esta es una cifra de carácter mágico que atrae la buena suerte y el favor de los dioses. Por esta misma causa. en la India los órganos de autodirección que existen en las aldeas, reciben el nombre de panchayati, es decir, "consejo de cinco". Estos consejos reciben esta denominación independientemente de estar compuestos en la práctica por cualquier número de miembros. En este caso, como en los anteriores, se relaciona la cifra mágica con la buena marcha de las tareas encomendadas a los panchayati.

Una vez colocada la bandera de Kali, el santmasin, tomando la botella del suelo, repartió ron a los músicos y demás presentes. luego la mujer, puesta de rodillas frente al altar, repitió la frase pronunciada por el santmasin, en la que hacía votos a Kali y se disponía a cumplir con ella del mismo modo que esperaba el cumplimiento de la diosa. El ayudante del santmasin acercó el chivo al pie del altar. El animal se resistía a aproximarse y temblaba de miedo. La gente, los cantos y el humo negro que se desprendía de los siete pedazos del alcanfor, el fuego de Kali, que había sido encendido poco antes, le infundían miedo. Sobre las tortas se espolvoreó arroz crudo y azúcar blanca(31), y la persona que lo sujetaba intentaba inútilmente hacerlo comer del arroz con azúcar, sin poderio conseguir. Cada segundo, aproximaba el fin del animal, y todos seguían atentamente el desarrollo de la acción. El chivo temblaba de miedo,y balaba como una criatura, fuertemente sostenido por sus patas traseras. Hubo un instante en que el santmesin levantó el machete y de un solo tajo, cortó limpiamente la cabeza del chivo, diciendo al mismo tiempo: ¡Ya¡ Kali! (Toma Kali). Mientras el cuerpo se movía en el suelo, aún convulso, el ayudante del santmasin tomó el jarro que tenía una mezcla de ron, pimienta y clavo, vertiéndolo en la boca del animal decapitado. Por su parte, un mujer se dirigió rápidamente al muñón del cuello en donde manaba la sangre, mojando su mano que pasó después por la frente del santmasin, unciéndolo, al igual que a su ayudante y a la mujer a nombre de quien se celebraba la ceremonia.

En la India existe una diferencia entre los sacrificios de animales — frecuentemente chivos —, ofrecidos por hindúes y por musulmanes. Mientras los segundos realizan el sacrificio lentamente, los primeros deben de un solo tajo acabar con la vida del animal. Según Samkerr, si la cabeza no cae de un solo golpe de machete, es necesario comenzar de nuevo la ceremonia, que pierde toda su validez.

La bandera roja yacía en el suelo, sobre el altar, indicando que se había consumado el sacrificio a Kali. Más tarde las tortas, salpicadas por la sangre del animal, se picaron en pedazos y fueron repartidas entre los creyentes.

Con el cuerpo del cabrito, se preparó un chilindrón(32) del cual comieron los asistentes, mientras que de la cabeza comieron cinco hombres. Entre éstos estaba el santmesin, su ayudante y hermanos, quienes comieron con las manos, según la costumbre hindú, a diferencia del resto de los asistentes que lo hicieron con ayuda de cubiertos. Una vez dado cuenta del chivo, los restos de carne y los deshechos, fueron enterrados al pie del árbol, en el lugar del sacrificio.


Parte I — Parte II





Tomado de: RAFAEL LÓPEZ VALDÉS, "La inmigración indostana a Cuba y sus antecedentes en las Antillas", en Santiago. Revista de la Universidad de Oriente, Santiago de Cuba, n. 25, 1977, pp. 161-192


Cuba. Una identità in movimento

Webmaster: Carlo Nobili — Antropologo americanista, Roma, Italia

© 2000-2009 Tutti i diritti riservati — Derechos reservados

Statistiche - Estadisticas