Cuba

Una identità in movimento

Las historias de Santos de la Regla de Ocha

Andrés Rodríguez Reyes



Con el propósito de utilizarlos como mano de obra fuerte y barata, fueron traídos a Cuba esclavos africanos, hombres, mujeres y niños, de los más variados grupos étnicos. Los mayores asentamientos se localizaron en la provincia de Matanzas, debido a su mayor desarrollo en la economía de plantación azucarera de la época. Dicha provincia llegó a producir el 55.56% de todo el azúcar del país en la segunda mitad del siglo XIX.[1] Un gran porciento de los esclavos, introducidos en esta etapa, pertenecía al grupo étnico yoruba. Ellos fueron conocidos por la denominación étnica de lucumí, la cual agrupaba no sólo a los representantes del grupo étnico yoruba, sino también a los llamados takua (grupo étnico nupe).

Sus prácticas mágico religiosas, luego de un largo y complejo proceso de transculturación y de sincretismo religioso con el catolicismo español dieron como resultado al complejo mágico religioso de la Regla de Ocha-Ifá o Santería Cubana. La primera, la Regla de Ocha agrupa a los iniciados en el culto a los diferentes orichas o deidades de esta religión de base africana, mientras que la Regla de Ifá, lo hace con los iniciados en el culto especializado a Orula, oricha de la adivinación. Ambos sistemas mágico religiosos están estrechamente relacionados, pero mantienen entre ambos una independencia relativa. El presente trabajo se dirige, precisamente, al tema de las llamadas historias de santos en la Regla de Ocha. Estas conforman un complejo sistema mitológico que asciende a los antiguos mitos yoruba, y que se han ido transmitiendo de generación en generación de practicantes.

Por medio de rituales de carácter mágico religioso, los iniciados tratan de comunicarse con orichas y antepasados, con el fin de propiciar la intervención de sus protectores sobrenaturales, en la solución de problemas y conflictos que los afectan. Estos hallan una interpretación simbólicamente codificada en los marcos de ciertas ideas y representaciones mágico religiosas de alto contenido simbólico, que se expresan en las llamadas historias de santos. En ellas se narra la vida de los orichas yoruba, los cuales resultan entidades sobrenaturales de carácter antropomórfico que representan y simbolizan las fuerzas y fenómenos naturales, las características, emociones, virtudes, defectos y actividades humanas.

Estas historias son un serio material etnográfico para profundizar en los procesos de transculturación y de sincretismo religioso, con elementos del catolicismo español en Cuba, que sufrieron las prácticas mágico religiosas del culto yoruba a los orichas. Ejemplo de ello, es la siguiente historia sobre Oyá, oricha dueña de la centella, el viento y la puerta del cementerio, que según el santero matancero, Julio Enrique Rodríguez, de la localidad de Colón, relataban las llamadas lucumisas en la zona de Banagüises de este municipio matancero:

Aquí encontramos el sincretismo de Oyá, oricha dueña de la centella, el viento y la puerta del cementerio, con Santa Teresa del Jesús, representante del Santoral Católico. En esta historia, Jesús Cristo, hijo del Dios cristiano, por analogía con Olofin, una de las manifestaciones de la deidad suprema de la Regla de Ocha, posee también la facultad de otorgar poder o gracia divina a una deidad de origen africano. Este es un claro ejemplo de una de las características funcionales más importantes de los mitos de origen yoruba: su gran capacidad de adaptación a las nuevas condiciones socio históricas y etnoculturales concretas con las cuales se enfrentaron al ser traídos los africanos, y sus descendientes, a Cuba como esclavos,

Otra historias de santos muestra el proceso de sincretismo entre una deidad de la Regla de Ocha y el llamado San fan Kon, una divinidad introducida por los culíes chinos en la Cuba del siglo XIX. Estos culíes fueron traídos como mano de obra barata, a partir de 1847, por contratos de ocho años. Esto se debió a que la trata negrera era ilegal desde 1820. Fueron engañados, y tratados en las mismas condiciones que los esclavos negros, con los que compartieron barracones y cimarronaje.

Esta historia de santo dice así:

Las historias demuestran como el proceso de sincretismo religioso sirvió como mecanismo de asimilación de elementos que resultaban ajenos a la cultura yoruba. Estos representantes del imperio asiático, y sus prácticas mágicas religiosas, conocidas entre los esclavos como brujería china, resultaban demasiado enigmáticos e incomprensibles a los negros. Por dicha razón, los asimilaron por medio de la creencia mágico religiosa. De esta manera, el general deificado San Fan Kon, se convirtió para ellos en un camino de Changó, el Changó chino. Otro aspecto interesante de esta historia, es que este oricha declara al final que no mató a los guerreros chinos, sino Oggún, oricha que representa la guerra entre los yoruba. El motivo de dicha declaración consiste en que, aunque el mismo Changó, deidad del fuego, el rayo y los tambores, es un guerrero poderoso, el "autorizado" para hacer correr la sangre (eyé bale) es el propio Oggún.

Las llamadas historias de santos contienen las representaciones mágico religiosas de la Regla de Ocha que se actualizan en los diferentes rituales de la Regla de Ocha, en los actos de posesión. Toda acción del culto, en esta religión de origen africano, está respaldada por un trasfondo mítico cuyos secretos guardan celosamente sus iniciados. Esas historias poseen un profundo y variado contenido simbólico, cuya clara comprensión, y posibilidad de aplicación en la práctica ritual, dependen de los conocimientos poseídos por el iniciado, de la experiencia ritual acumulada, y funciones rituales ejercidas.

En el sistema ritual de la Regla de Ocha, el proceso de adivinación es fundamental, pues a través de sus signos, los orichas "hablan" con los creyentes. Y en la interpretación de los mensajes divinos transmitidos, el oficiante se vale de las historias de santos. Ellas confieren sentido a sus signos, los cuales consisten en las diferentes configuraciones numéricas que forman los 16 caracoles, del llamado diloggún, al caer boca arriba o boca abajo.

Una de esas mismas historias condiciona el uso de los obi, o cocos, el sistema adivinatorio más sencillo y difundido entre los santeros, mediante el cual "se pregunta" a los orichas acerca de cualquier aspecto del rito que se realiza: desde la efectividad de una "rogación de cabeza", hasta el destino de un ebó, o trabajo mágico con sus diferentes implicaciones.

Mario Ayllón, santero de más de 70 años de la localidad de Perico, Matanzas, relataba esta historia de la siguiente manera:

Si en el proceso de adivinación por caracoles, o diloggún, al consultado "le sale", por ejemplo, el signo Obbara (seis caracoles que han caído bocarriba), por el cual "hablan", entre otros, Changó y Ochún, el consultante, entre otras cosas, puede vaticinarle lo siguiente:

El sentido de estas frases está determinado por el hecho, de que el signo Obbara agrupa las historias de Changó, cuando, este junto a Ochún, se encontraba sin reino, pobre y despreciado por todos. En este signo se relata la historia de Obbara (Changó), Ochún y las calabazas. Esta también relatada por el santero Mario Ayllón, dice así:

En la historia se enfatiza, ante todo, la honradez y agradecimiento de Changó, así como se critica la actitud de arrogancia de los demás orichas. También muestra la razón del porqué la calabaza resulta ser uno de los tabúes alimenticios de los "hijos de Changó y Ochún", y además, porqué algunos de los trabajos mágico-religiosos que se realizan con el objetivo de propiciar la prosperidad material del consultado, la tenga como uno de sus componentes fundamentales.

Otro ejemplo interesante es la historia de Abó (carnero), perteneciente al signo Osá (nueve caracoles bocarriba) del sistema de adivinación por caracoles o diloggún, por el cual "hablan" Oyá, Argayú, Obatalá, Ochún y Oba. Según Osvaldo Villamil Cárdenas, destacado santero de la ciudad de Matanzas ‚ ésta dice así:

Esta historia determina dos importantes aspectos de las prácticas mágico religiosas de la Regla de Ocha: no salir por la noche de casa después de una "rogación de cabeza", so pena de "recoger lo malo" (ser objeto de una desgracia). Y además, explica porqué Abó, el carnero, se convierte en comida de Changó, y al decir de los santeros, la más grande. Ella también muestra el nacimiento de la traición, y su correspondiente castigo. Así se enfatiza otro aspecto fundamental de las historias de santos, el aspecto moral.

Al respecto escribe la estudiosa Luisa M. Martínez O'Farril:

Se debe enfatizar el hecho, de que entre los yoruba, en la época de la trata de esclavos, la moral no se presentaba como un sistema de principios éticos, sino como un conjunto de normas elementales que regulaban la conducta social, y que aseguraban la cohesión del grupo humano, la armonía en las interrelaciones personales. Podemos también observar que sus conductas estaban reglamentadas por esas normas, las que expresaban las exigencias más esenciales de la convivencia social, las que prohibían o censuraban determinadas cualidades, tales como la crueldad, la mentira, la arrogancia o la envidia. Estas normas elementales podían incitar a la honradez, bondad, obediencia, y al respeto de la propiedad ajena. Esto denota rasgos aun gentilicio-tribales. Y al analizar a los orichas, esas entidades sobrenaturales, desde el punto de vista moral, se les puede considerar como un reflejo generalizador de la sociedad yoruba en dicha etapa histórica de su desarrollo.

Ya específicamente con relación a la Regla de Ocha, ese producto cultural y sincrético de los cultos tribales a los orichas en la Cuba colonial y esclavista, debemos tener en cuenta lo siguiente:

Otra historia interesante es la del loro, la cual relataba a sus descendientes, a principios de siglo, el babalawo matancero Blas Cárdenas:

En este caso, por un lado se censura la envidia y la maledicencia de los semejantes, y por otro, se hace evidente que la belleza y la bondad triunfarán, a pesar de todas las trampas y dificultades. Así ocurrió con el loro, cuyas plumas son imprescindibles en la coronación ritual que tiene lugar en las ceremonias de iniciación de la Regla de Ocha. Se debe señalar, que en las historias de santos no sólo se manifiestan orichas, sino también hombres, mujeres y niños, así como animales o plantas, con carácter antropomórfico, que constituyen arquetipos de conducta humana.

Aunque en muchas de las historias de santos se manifiesta la reprobación divina a las actitudes y conductas negativas de hombres, orichas y otros seres sobrenaturales, también es posible escuchar historias como la relatada por el santero matancero, Osvaldo Villamil Cárdenas:

Otro ejemplo es la siguiente versión de la historia, acerca de las orejas de Oba, relatada por la ya fallecida santera, también de la ciudad de Matanzas, Francisca Villamil García:


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