Durante ese año de 1920 Gastone Sozzi terminó sus estudios de contador, pero las condiciones económicas de la familia habían impedido continuarlos y troncharon sus aspiraciones de especializarse en literatura y filosofía, materias por las que se sentía muy atraído. Este obstáculo no le impidió cultivar el estudio de los clásicos latinos y griegos en la biblioteca de Cesena, mientras en su casa se construyó con grandes sacrificios una propia, donde, junto a los textos políticos, había recolectado obras literarias, científicas y filosóficas.
En enero de 1921 Gastone Sozzi participó en el Congreso de Florencia de la Federación de Jóvenes Socialistas, que decidió la adhesión al Partido Comunista, nacido la semana anterior al Congreso de Livorno. En 1921 y 1922, son años de avance fascista y en agosto de 1922, Gastone Sozzi permaneció en Romagna y la policia fascista lo acusó de haber participado en un encuentro armado en el que resultó muerto un fascista, lo que lo obligó a estar en un período de semiclandestinidad.
De agosto a diciembre de 1922, vivió en Torino donde trabajaba en el periódico del Partido Comunista La Orden Nueva, fundado por Antonio Gramsci. Viajó a la capital soviética en enero de 1923 por interés de Gramsci, que estaba en Moscú y tal como escribió Camilla Ravera, lo apreciaba y respetaba mucho.
En septiembre Gastone se trasladó a Petrogrado e ingresó en la Escuela Internacional, de la cual fue responsable político del grupo de los estudiantes italianos. Al año siguiente, ingresó junto a sus compañeros al Instituto "Tolmacov". Participó en los trabajos del V Congreso de la Internacional Comunista y estuvo presente en sus sesiones.
En julio de 1925 regresó a Italia para cumplir, a partir de agosto, con el servicio militar obligatorio. Terminado este, entró a formar parte del aparato clandestino del Partido Comunista, con la tarea de dirigir, junto a Cesare Ravera, la oficina militar con el propósito de intensificar la propaganda comunista entre las fuerzas armadas, especialmente entre los jóvenes reclutas. Se ocupó de la redacción de los periódico clandestinos "El Cuartel", "El Recluta" y el "Il franciullo proletario", dedicado a los niños.
En octubre de 1926 se casó con Norma Balelli, con la cual vivió indistintamente en Génova, Milán y Turín, hasta fines de agosto de 1927 cuando Norma debió retornar a Forlí a la casa materna para dar a luz.
En septiembre de 1927 Gastone viajó a Basilea, a una escuela del Partido para discutir los problemas militares. Junto a Palmiro Togliatti debatieron las cuestiones de trabajo a desarrollar en las filas de las organizaciones comunistas en la cambiante situación política nacional. El 2 de octubre de 1927 nació su hijo en Forlí, mientras Gastone, continuaba en el clandestinaje.
Nuestra estancia en Florencia se convirtió en una continuidad del estudio y de la investigación histórica, el arquitecto Sergio Sozzi nos mostró una carta de Gastone a su padre, donde explica que fue detenido el 1 de noviembre en Milán. De los documentos de la cárcel se conoce que el 8 de ese mes fue transferido a la prisión de Perugia, donde fue interrogado hasta el 10 de enero de 1928, hasta que el 4 de febrero una compañera lo reconoció.
La muerte se produjo el 6 de febrero y le comunicaron a su mujer que fue un suicidio, pero no fue publicado en la prensa. El padre y la esposa de Gastone, solicitaron ver el cuerpo y que se le hiciera una autopsia, pero fue negado por las autoridades.
Solo el 22 de febrero el periódico "L'Humanité" dio la noticia y publicó que fue torturado. En el mes de marzo se produjeron las manifestaciones de protestas en París y el gobierno Italiano admitió las torturas, pero insistió en la versión del suicidio.
El 11 de marzo de 1928 El Humanité reveló que en reporte confidencial a Mussolini sobre el caso Sozzi, después del escándalo de la campaña internacional, el abogado militar del Tribunal Especial, el Comandante Ciardi, admitió que la muerte de Sozzi sucedió por un error a causa de un edema con sobredosis de yodo que le se debió realizar.
Con el arquitecto Sozzi hablamos de los italianos, franceses, mexicanos y cubanos que colaboraron en la investigación histórica que dio origen al libro y al documental.
Los florentinos viven orgullosos de los valores arquitectónicos, culturales, históricos y espirituales, de la ciudad, cuna del Renacimiento, generadora de sueños románticos, exponente de esculturas, palacios, iglesias, museos y galerías. Ciudad que, como una bella muchacha, salta de una a otra orilla del río Arno a través de sus puentes. Sergio nos remontó a sus orígenes, que comenzó en un asentamiento para soldados veteranos al parecer establecido por Julio César en el 159 antes de nuestra era.
Florencia es la capital de la Toscana, gran centro turístico, que comparte con Venecia y Roma y durante la Segunda Guerra Mundial, sufrió la ocupación alemana por un año (1943-1944). Quedó como testigo el Puente Viejo, el más antiguo de la ciudad, de origen medieval y el único que sobrevivió a la destrucción de los alemanes.
Nuestro amigo en su automóvil nos condujo por la Fortezza da Basso, por las largas calles de cuando Florencia fue por pocos años capital del Reino de Italia, la Piazzale de Miguel Ángel y la iglesia de San Miniato, dedicada al primer mártir de la ciudad, decapitado alrededor del año 250, por el emperador Decio, durante las terribles persecuciones anticristianas.
Cuenta la leyenda que después de la ejecución, recogió su cabeza y caminó a través del río Arno hasta su ermita en la colina Mons Fiorentinus, donde actualmente está la Basilica di San Miniato al Monte. Ante nosotros fluían los nombres de Giovanni Boccaccio, los Medecis, el Duque de Lorena, Dante Alighiere, el florecimiento de la cultura que le dio nombre a la ciudad, las obras de Miguel Angel, Leonardo da Vinci, Luca Signorelli, Sandro Botticelli, Donato Donatello y entre recuerdos y visitas a lugares arquitectónicos, llegamos hasta la Puerta Romana.
En la intimidad de su hogar, entre recuerdos y anécdotas, José Martí estuvo presente, quisimos dejarle un pequeño libro con su relato sobre la Exposición de París. Con gran sorpresa, Sergio apareció feliz con un viejo y grueso libro, de los raros y clásicos. Y dijo: