Cuba

Una identità in movimento


Entre el suspiro de Venus la oquedad de una galaxia: Un sencillo libro para el amor y la vida (Palabras para el poeta José Julio García Rodríguez)

Eliécer Fernández Diéguez


La poesía es para mí como una luz que alumbra el alma y emociona al cuerpo; una continuidad del ser convertida en melodía a través de palabras; magia que convoca y trasciende; por eso escribir alrededor de ella, ratificar las cadenas esenciales que mueven el ritmo o el tropo es un sueño siempre posible a realizar, sobre todo cuando se tiene alumnos que cultivan versos como es el caso de José Julio García Rodríguez, joven creador de la hermosa tierra de Camagüey, Cuba. Escribir a cerca del libro Entre el suspiro de Venus la oquedad de una galaxia, me complace porque veo nacer a un bardo de pulsación escueta y ágil en la décima o de ritmo estudiado en los versos de arte mayor.

Mostrar un cuerpo poético que comienza a volar con energía y esperanza es un atrevimiento como el de Orfeo de la mitología griega que fue músico y poeta encantador de hombres, árboles y naturaleza muerta. José Julio lleva la música en la sangre para dar vida a cada una de las palabras que funde en versos y poemas. Veinte Espinelas inauguran la primera sección Entre el suspiro de Venus…, sin título, no lo necesitan, el hecho lírico no requiere de nombre para realizarse, la calidad de estos versos se impone por si sola, recuerdan de un modo fresco a aquellas viejas estrofas de diez versos del siglo XVI que aparecen luego del período italianizante de Boscan y Garcilaso; comprende entonces el poeta que la décima en Cuba es parte sustancial de su identidad, no sólo por la presencia en los campos donde se canta o se improvisa con mucha facilidad por hombres humildes y cantores. Su décima sigue la tradición sin ser guajirista o campestre, sin ser propia de la tradición oral. En ella hemos descubierto los suspiros de Venus solo posibles ante la belleza que se muestra para salvar ansias rotas, para reinar en octosílabos de amor y erotismo suave. Después se puede encaminar en esos asimétricos de cuatro y seis o seis y cuatro como ocurrió con las décimas antiguas anteriores a la espinela, o simétricas como las coplas reales de cinco y cinco. Algunas de éste autor tienen una redondilla, dos versos puentes y otra redondilla, coincidiendo, — a lo mejor sin quererlo —, con aquella variante peculiar de la hispanidad que es a nuestra manera de ver muy criolla, muy cubana. También se puede descubrir en sus versos la unidad de lo oral y lo escrito. Sin olvidar que éste es un poeta del siglo XXI, de la postmodernidad y del experimento, de la imagen tropológica y de la coloquialidad.

La segunda parte de este libro aplaude la oquedad de la galaxia, aplaude desde una décima amorosa que se titula Tu piel donde el juego de la imaginación y la imaginería se dan la mano para maniatar la luz, con alma de pájaro y pez como una cruz de cocuyo, la otra oquedad aparece en un soneto de ocho versos y dos hileras de tres puntos suspensivos, cuya sugerencia es un elipsis que ilumina desde el título: Deseo; luego en otro ritmo, con endecasílabos saluda a una mujer amada que la nombra y la ve vagando en su alegría no saciada, o creciendo como el jardín que florece en sus versos y en su entusiasmo, para concluir como una partitura especial y callada que es un duende de luz nacido del adargo; le sigue con mejor transmisión de las ideas ese soneto de amor Un trazo indefinible en la sonrisa donde define al verso y al amor por una mujer en su cuasi paradoja, desde la perspectiva del deseo y la pena; él sabe lo que es la zozobra a causa del camino hacia la oquedad de la galaxia donde está su Venus suspirando, por eso dice en el otro poema Hoy sé que toda angustia es un latido; asume en otra dimensión posible — imposible Vengo a tender un manto de rocío y se convierte en noche, talla sus labios en la boca amada, piensa en ella y la perfuma con el pensamiento para quedar atrapado en un juego erótico; una décima poco convencional presenta este autor que domina muy bien esa forma en Tú eres mi ángel y mi lluvia, versos de arte mayor, perfectos, están allí como un soplo de vida y sin alarde; después cierra el camino a su existencia pidiendo que lo acorralen desde el calor que forja, desde la luz que se desagua; para cerrar en un mano a mano emulando en su modestia con inspiración en la palabra viva de Benedetti.





Página enviada por Eliécer Fernández Diéguez
(1 de febrero del 2008)


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