Cuba

Una identità in movimento

José Lezama Lima: San Cristóbal

José Lezama Lima



Se dice hoy el Santo Patrón. Alaba la ciudad y compara su sentido con el de Cristóbal, buena risa, buen servicio, buena llegada. Se compara y sabe que de allí saldrá su salud o su menosprecio. La bienaventuranza del buen Cristóbal se deriva de su ordo caritatis, donde surge un río, un muro, por allí anda su orden caritativo dispuesto a que su tamaño de tres cuerpos pueda más que las potencias innominadas.

Hércules cristiano, sin numerar la diversidad de sus hazañas, el regalar servicios es su fuerza, el colocar su fuerza como una sorpresa a nuestro lado, cuando parece que ya no es compañía el Ángel Guardián. Su silencio marcha acompañado de todos los silencios y sin la sutileza de los ángeles, llega con su risa de dios agradable y nutricio, para servir de bastón, para alabar apoyados en su fuerza que vigila el sueño, los abandonos, los paseos más allá de las murallas.

Como San Martín de Tours, patrón de Buenos Aires, nos da su manta, que es su fuerza; se pone a nuestra disposición con su don exquisito y potente de la oportunidad, con su risa de titán que se deja pellizcar y tirar de la barba... Los ángeles prolongan su don de transparencia, las sustancias hostiles u oscuras se dejan aclarar por los Tronos y las Dominaciones, resplandeciendo como soldados trayendo llamas; pero San Cristóbal, si llegase a irrumpir, aún con la oposición de los ángeles, el peligro del río crecido, de demonio nadando en su vanidad de gentil, por allí, con la seguridad clavada de sus piernas, andaría para depositar sobre la orilla extraña.

Hasta un día que no lo pudo hacer, tenía en sus brazos una criatura, temblaba y no podía separar las piernas. La criatura que portaba le deslizaba al oído:

Yo soy tu señor, el que puede más que tú; que se te presente, no como Satanás, que salió a buscar al que puede más que todos, hasta el camino que se abría en cruz y fue entonces el demonio el que temblaba y no podía despegar.

Nuestra ciudad es grave y fina para su Patrón. Edades dichosas golpearán en horas muy tempranas la puerta de la parroquial mayor, sonsacadas por las picardías de los madrugadores que inventarán mañas para desatarles la lengua "de templado fuego".


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