Cuba

Una identità in movimento

Elogio a Salvador Bueno

Miguel Limia David



El Instituto Cubano del Libro y el Jurado creado para otorgar el Premio Nacional de Ciencias Sociales, correspondiente al año 2004, me han confiado la honrosa tarea de elogiar a su titular esta vez: al Dr. Salvador Bueno Menéndez.

Nacido en La Habana, el 18 de agosto de 1917, Doctorado en Filosofía y Letras en la Universidad de la Habana en 1947, y con un amplísimo currículo docente e investigativo en numerosas universidades e instituciones cubanas y extranjeras, así como de merecidos reconocimientos a sus múltiples actividades y logros científicos y docentes, tanto en Cuba como en otros países, Salvador Bueno ha dedicado más de 60 años de su fructífera y larga vida al estudio científico riguroso y sistemático, así como a la divulgación dentro y fuera del país, de la literatura artística cubana, latinoamericana, hispanoamericana y de otras latitudes, con una profunda vocación emancipatoria social y dignificadora humana.

Su trabajo en este terreno ha sentado pautas indelebles en nuestra cultura nacional y ha dejado una huella imperecedera en múltiples generaciones de cubanos y cubanas que desde el pupitre escolar y universitario hemos encontrado en él el conocimiento preciso, detallado, riguroso, educativo y sereno con el que hemos nutrido nuestra cosmovisión identitaria en tanto cubanos, latinoamericanos e individuos universales.

Desde mi punto de vista en el quehacer científico humanista de Salvado Bueno brilla el método que aplica a la investigación literaria y ha ido perfeccionando durante su larga trayectoria académica, el enfoque multi y transdisciplinario de los complejos y diversos objetos de estudio que ha involucrado en su actividad científica, su mirada al fenómeno literario desde el prisma integral de la totalidad de la cultura espiritual, en estrecho enlace con las determinaciones sociales que intervienen en otros órdenes de la actividad humana.

En consecuencia, sus obras — tales como Aproximaciones a la literatura hispanoamericana, Historia de la literatura cubana, La crítica literaria cubana del siglo XIX, y De Merlín a Carpentier — nos posibilitan comprender a fondo a la literatura artística como uno de los medios fundamentales de expresión de la creatividad y sensibilidad humanas, de construcción y reconstrucción perennemente novedosa de la propia subjetividad, de la fisonomía identitaria toda de las colectividades humanas y personalidades concretas.

Considero que de ahí surge el aporte tan significativo que en mi valoración ha realizado y continuará proporcionando en el futuro a la formación de diferentes generaciones, en el conocimiento y percepción profundos de los rasgos más íntimos de nuestra identidad y del proyecto de civilización que hemos ido constituyendo desde el siglo XIX para configurar una sociedad cada vez más libre y superadora de las limitaciones y aberraciones históricas del capitalismo y su etapa imperialista. A ello se suma la ingente labor de difusión de los estudios hispanistas en el mundo, particularmente europeo-oriental, y la publicación de valiosos testimonios de las culturas de lenguas eslavas en nuestro medio.

Debo subrayar también que su método investigativo se tipifica además por la exactitud de los datos primigenios, de las referencias a las fuentes primarias, por la escrupulosidad con que realiza la selección de evidencias empíricas y la manera magistral que manifiesta de enlazarlas en sus reflexiones generalizadoras. No hay arbitrariedad ni descuido cognoscitivo en su obra analítica. Por ello logra exámenes integrales, contextualizados, de los fenómenos y personalidades literarias, los cuales se fundamentan en un sólido conocimiento de la historia, de la psicología de las personas, de la dinámica sociológica y del proceso antropológico de vida.

Refiriéndose a este asunto Imeldo Álvarez señaló en el magnífico prólogo que en 1989 escribiera para Ensayos sobre cubanos que:

"... nuestra crítica no puede — ni debe — desechar las perspectivas que dan luces sobre las obras literarias a partir de métodos basados en la historia, la sociología, la filosofía, la psicología y la lingüística. Métodos que, por otra parte, — añade —, rechazan la elaboración positivista y la superficialidad apologética, como es el caso de nuestro crítico".[1]

Me satisface particularmente su manera de examinar e interpretar la obra de los autores a partir del recorrido real de su conducta cívica, de su inserción en la trama colectiva de carácter cognoscitivo, perceptivo, valorativo y práctico. No separa la literatura artística de la persona que la hace, vista en su dimensión social integral, la comprende a la luz de su vida como parte de un todo cívico que la enlaza e integra como una totalidad, le otorga luz y sentido a la creación literaria.

Salvador Bueno abrazó al marxismo y al leninismo, pero no hizo concesiones al dogmatismo y a la esquematización en la aprehensión del arte. Lo más importante en esta dimensión es que su obra se nos revela como una continuación creadora y sobre nuevas bases del legado y vocación revolucionaria humanista que se configurara desde el siglo XIX cubano en el quehacer crítico literario.

Como científico de las humanidades Salvador Bueno ha contribuido al rescate de la producción artística literaria en su condición de patrimonio y criatura del pueblo, de las masas trabajadoras y humildes. Nos la ha devuelto en un ejercicio que constituye un aporte sensible al enriquecimiento espiritual de nuestro pueblo en esta gesta heroica de fundación de un mundo nuevo que viene emprendiendo hace tantos años.

Reivindica el aporte africano a la formación de la cultura cubana, defiende la importancia y significación de la civilización de los mayas, aztecas e incas, la capacidad creadora de nuestros pueblos indígenas,[2] rechaza de manera constructiva, argumentada y con un enfoque ecuménico todo europeo y occidental centrismo, — al que denomina "concepción ptolomeica de la historia universal" —, para ofrecernos una visión de la cultura humana en la cual los pueblos del tercer mundo pasan a ocupar un lugar prominente y promisorio de una sociedad más justa y sostenible.

Por esa razón la significación ideológica y cultural de su legado no hace más que incrementarse en un mundo donde la homogeneización y banalización de la cultura son armas de dominación global del imperialismo hegemónico. Hoy nuestro pueblo y la humanidad necesitan de muchos Buenos Salvadores, como alguien ha dicho, que nos muestren con sensatez, equilibrio, profundidad y rigor, la infinita riqueza de valores alternativos a la barbarie capitalista que se han engendrado y engendran en el imaginario literario de nuestros pueblos, que por siglos han luchado por su libertad y la realización plena de la persona humana.

Las obras de Bueno son fuentes de referencia obligada para los investigadores y público en general. Su secreto radica en el real aporte cognoscitivo y en la ponderación y amplitud del horizonte cultural con que realiza los juicios estéticos, éticos, políticos y de otra índole en su copiosa bibliografía. Se destacan asimismo por su accesibilidad y carácter genuinamente educativo, por la ausencia de alambicamientos, esoterismos y pretensiones ególatras. Lo caracteriza la modestia de alguien que ha sido y es un maestro, un educador, un evangelio vivo.

El destacado poeta e investigador Virgilio López Lemus ha puesto en evidencia que

"... como ensayista y como crítico literario, estamos en presencia también de un maestro: maestro de la crítica y de la labor previa investigativa que requieren la crítica y el ensayismo... " que Salvador Bueno practica.

A lo que añade que siendo nuestro homenajeado

"... investigador de obra consumada, de probada paciencia y de segura sabiduría filológica,... no es un archivero de datos para uso privado... "[3]

Su modestia es la de quien está convencido de que su obra forma parte de un proyecto colectivo que la desborda y trasciende. Es la sencillez moral de quien comparte la estimativa martiana, sabe y practica que el valor cívico principal radica en servir a la comunidad, a la patria, a la humanidad toda.

Por eso considero en síntesis que este merecido Premio Nacional de Ciencias Sociales se otorga a Salvador Bueno Menéndez por su condición de investigador relevante de las ciencias sociales y humanísticas, por el significado social y científico, alcance y volumen de su obra científica creadora; por el considerable impacto social positivo, humanista edificador, educativo-revolucionario dentro y fuera del país que ha tenido y posee su legado; por la originalidad, escrupulosidad, novedad, rigor y enfoque holístico y humano-universal de sus estudios científicos literarios; por su servicio a la patria, a la construcción de un nuevo mundo posible verdaderamente humano y desenajenado, en nuestro país y en la humanidad toda.


    Notas

      1. Imeldo Álvarez. "Prólogo". Ensayo sobre cubanos. Salvador Bueno. Ediciones Unión, La Habana, 1994, p. 10.

      2. Ver: "Introducción a las literaturas indígenas americanas". En: Aproximaciones a la literatura hispanoamericana. Salvador Bueno. Ediciones Unión, la Habana, 1984, pp.11-12.

      3. Virgilio López Lemus. "Otro elogio a Salvador Bueno". Revista La Letra del Escriba. Enero 2002, número 14, p. 12.



Palabras del Dr. Miguel Limia David
en el entrega del "Premio Nacional de Ciencias Sociales 2004"
(5 de febrero de 2005)


Página enviada por Jesús Guanche


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