Cuba

Una identità in movimento


José Martí en el decursar antropológico de Fernando Ortiz (Parte II)

Jesús Guanche


Presencia martiana en la obra madura de Fernando Ortiz

Las reiteradas lecturas de los textos martianos, así como las diversas actividades conmemorativas que incluyeron conferencias y discursos, repercutieron en varias obras de carácter monográfico realizadas por Fernando Ortiz en las décadas de 1940-1950. Tales son los ejemplos del Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar (1940), El engaño de las razas (1946) e Historia de una pelea cubana contra los demonios (1959).


Contrapunteos de humo y dulzura

La obra más conocida y divulgada de Fernando Ortiz es su Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar,[31] una joya ensayística de las letras hispanoamericanas. Inspirado en El libro del buen amor, pero ajustado a la realidad histórico-cultural, social y económica de Cuba, Ortiz aborda un rico estudio comparativo entre el autóctono tabaco y la inmigrante caña de azúcar, cual síntesis de la formación de la nación cubana.

En esta obra se observan reiteradas citas y alusiones a la obra martiana, tanto para referirse al tubo amargo de hojas secas que es convertido en cenizas, aunque de trato delicado durante su siembra, cosecha y confección artesanal, como a la gramínea que, cortada y procesada industrialmente, se transforma en cristales de azúcar.

Durante el estudio pormenorizado sobre el tabaco don Fernando recurre a la identificación martiana como

... la planta amable que da humo, compañero del hombre.[32]

Aunque para que la planta tenga buenas hojas todo depende de su adecuado cultivo y de la habilidad del veguero. En este sentido reitera Ortiz:

Y el apóstol de las libertades de Cuba José Martí exaltaba la inagotable devoción del veguero, consagrado a cuidar cada mata de tabaco "con sus manos cuidadosas, del sol excesivo, del grillo rastrero, del podador burdo, de la humedad putrefactora".[33]

En sus reflexiones sobre el tabaco y su significación sociopolítica para la historia independentista cubana, Ortiz recuerda:

Como [Martí] les dijo a los tabaqueros de Tampa, en su famoso discurso revolucionario del 26 de noviembre de 1891, ellos trabajan "con la mesa de pensar al lado de la de ganar el pan". Y habló de "aquellas fábricas que son como academias con su leer y su pensar continuos, y aquellos liceos donde la mano que dobla en el día la hoja de tabaco, levanta en la noche el libro de enseñar".[34]

Más adelante, en el capítulo XI. Del vocablo "cañal" y de otros del lenguaje azucarero, Ortiz retoma las palabras de Martí sobre el tema ya referido en el artículo que publicó en 1939, a la vez que enfatiza:

Y aducimos la autoridad de Martí como la de un maestro del lenguaje. Aun sabiendo que habrá que seguir el uso corriente del vocablo impropio, de la misma manera que, dentro y fuera del idioma, continuarán no pocos usos, vulgares e igualmente corrompidos pero mucho más trascendentes y dignos de abominación, a pesar de que también para evitarlos se invoque a veces y siempre inútilmente la excelsa autoridad del mismo Martí.[35]


La polémica sobre las "razas" y contra el racismo

La culminación del conjunto de artículos, cartas, discursos y actividades realizadas para demostrar la falacia de las "razas humanas" y al mismo tiempo denunciar el estigma del racismo, lo da a conocer Ortiz con su libro El engaño de las razas, donde efectúa un pormenorizado análisis crítico del estado de la cuestión hasta ese momento. Para ello, entre su amplia bibliografía, acude necesariamente a la obra martiana.

Vale destacar el primer exergo del prólogo dedicado a la rotunda afirmación de Martí acerca de que:

No hay odio de razas porque no hay razas...,

ya referido en su texto sobre Martí y las razas (1941).

En el desarrollo del capítulo X sobre Razas puras y razas impuras, Ortiz acude a diferentes clásicos de la antropología como el francés Montandon[36] y el norteamericano Boas,[37] entre otros, para desmontar el mito de las "razas puras". Para ello vuelve a recurrir a la idea martiana sobre las supuestas "razas de librería".[38]

En el capítulo XI sobre La jerarquía de las razas, así como sus implicaciones sociales e ideológicas, Ortiz alude a otro mito, el de la supuesta superioridad blanca y refiere:

El gran cubano José Martí lo dijo con elegancia metafórica y profundidad ética: "En este mundo no hay más que una raza inferior: la de los que consultan ante todo su propio interés; ni hay más que una raza superior: la de los que consultan antes que todo el interés humano".[39]

Al cierre del capítulo XII donde cuestiona si ¿Hay razas humanas? Ortiz retoma la idea martiana acerca de las "razas de librería" y concluye con Martí lo que había abierto en el exergo del prólogo.

No hay odio de razas porque no hay razas.

Este importante libro, seguido por unos y desconocido por otros, adquiere hoy una especial vigencia cuando muchos autores contemporáneos vuelven a cuestionarse la existencia biológica de las razas humanas y sus terribles secuelas en los órdenes sociocultural y económico.


Contra númenes demoníacos

La aparición de la Historia de una pelea cubana contra los demonios, no es una simple narración de acontecimientos ocurridos a mediados del siglo XVII en la región central de Cuba, sino un profundo estudio demonológico con múltiples implicaciones en la cosmovisión teológica del catolicismo y en el tratamiento del otro culturalmente diferente en las relaciones cotidianas.[40]

Con este propósito, también Ortiz acude con mayor reiteración que en la obra anterior al pensamiento martiano.

Para significar el valor del contexto histórico y su relación con la realidad compleja, desde el Prólogo se apoya en la idea martiana que sentencia:

Hace daño a la inteligencia de los hombres quien les cuenta un hecho desnudo, y no lo engrana con los demás hechos humanos.[41]

Más adelante, con la intención de promover la reflexión acerca del origen histórico de las religiones y su amplia diversidad confesional, vuelve a acudir a Martí cuando escribe:

Son los hombres los que inventan los dioses a sus semejanzas, y cada pueblo imagina un cielo diferente, con divinidades que viven y piensan lo mismo que el pueblo que las ha creado. Siempre fue el cielo copia de los hombres, y se pobló de imágenes serenas, regocijadas o vengativas, según viviesen en paz, en gozos de sentido, o en esclavitud y tormento las naciones que las crearon; cada sacudida en la historia de un pueblo altera su Olimpo.[42]

En reiteradas ocasiones Ortiz hace referencias al pensamiento martiano sobre las religiones como apoyatura de la lógica del discurso.

Con el fin de enfatizar el contenido universal de los "sincretismos religiosos", acude a autores de ese momento como Wundt,[43] Touqueray,[44] Le Roy[45] y cierra nuevamente con el racionalismo de Martí cuando dice:

Las religiones todas son iguales: puestas una sobre otras, no se llevan un codo ni una punta... Las religiones todas han nacido de las mismas raíces, han adorado las mismas imágenes, han prosperado por las mismas virtudes y se han corrompido por los mismos vicios.[46]

Al cierre del capítulo XVI donde estudia la situación de la villa de Remedios y la valiente actitud asumida por los alcaldes del cabildo frente a la presión de la Iglesia para mudar la villa por "voluntad divina", hace referencia a la idea martiana de asumir con responsabilidad y decoro el lugar en el ciclo vital de cada quien como:

Creador de sí y responsable de sí, providencia de sí mismo; pues fomenta la cobardía, laxa el carácter, impide el desenvolvimiento natural del espíritu humano la idea de una aciaga Providencia cooperadora.[47]

Las aristas de análisis y el alcance de la obra no satisfizo las expectativas del propio Ortiz y de ella se derivaron otros dos volúmenes que vendrían a completar esta importante trilogía. La pelea cubana contra los demonios implicaba conocer la santería y brujería de los autodenominados "blancos", como deuda intelectual con los desaciertos señalados en Los negros brujos (1906), que en vida no quiso reeditar, así como el drama de las brujas perseguidas por los inquisidores.


Consideraciones finales

No cabe duda que Fernando Ortiz, como otros intelectuales contemporáneos, se deslumbró con la obra martiana. Se identificó con ella, la incorporó a su vasto acervo cultural y la devolvió enriquecida con sus investigaciones sobre temas claves de la realidad sociocultural cubana. Escribió y le rindió culto al hombre proa de la independencia de Cuba, pues en esa permanente relación causa-efecto, como sintéticamente dijo el apóstol, "honrar, honra".

La admiración por el racionalismo, el humanismo, el anticlericalismo y el antirracismo martiano fueron reflejados en su obra mayor como sostén de ideas a demostrar y como apoyatura en una autoridad confiable.

Las lecturas y relecturas de los textos martianos, el contacto personal con quienes conocieron de su vida y trabajaron directamente en el cotejo de su obra, le sirvieron de fuente imprescindible para identificarse con el drama de un hombre que permaneció más de la mitad de su ciclo vital fuera del territorio donde nació, pero cuya libertad llegó a convertirse en su razón de ser.

Junto con el tiempo que Ortiz dedicó a impartir conferencias, elaborar discursos, redactar artículos, cartas, ensayos y reseñas sobre Martí, incorporó lo que consideró más significativo de sus ideas y lo volcó ampliado en sus obras principales.

Tal fue la valoración que en su momento tuvo Ortiz de la obra martiana que aprovechó un interesante juego de palabras sobre figuras decimonónicas para sentenciar:

La república por imperiosa condición de su existir no puede olvidar las ideas del martismo. Ni retorno al marcismo[48] ni salto al marxismo.[49] Hoy ni marcismo ni marxismo, martismo... Nada más.[50]

Con el paso del tiempo se podrá estar de acuerdo o no con esta afirmación, se podrán matizar detalles, delimitar alcances y precisar contextos, pero no cabe duda que la obra martiana, como labor de vida y ejemplo, caló profundo en el quehacer científico del tercer descubridor de Cuba.


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    Notas

    [31] J. Montero, Habana, 1940; Cuban counterpoint: tobacco and sugar, A.A. Knoff, New York, 1947; Universidad Central de Las Villas, Santa Clara, 1963; Consejo Nacional de Cultura, La Habana, 1963; Editorial Ariel, Barcelona, 1973; Contrappunto del tabacco e dello zuchero, Rizzoli, Milano, 1982; y Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1983; Tabak und Zucker: un kubanischer disput, Frankfurt, Insel Verlag, 1987. Cuban counterpoint: tobacco and sugar. Duke University Press, Durham and London, 1995; Edición de Enrico Mario Santí. Ediciones Cátedra, Madrid, 2002.
    [32] Ortiz, 2002: 155.
    [33] Ortiz, 2002: 167.
    [34] Ortiz, 2002: 248.
    [35] Ortiz, 2002: 535.
    [36] Se refiere a la obra de G. Montandon. La Race, Les Races, París, 1933.
    [37] Se refiere a la obra de Franz Boas. The Mind of Primitive Man, New York, 1938.
    [38] Ortiz, 1975: 327.
    [39] Ortiz, 1975: 360.
    [40] De esta obra se derivaron otros dos volúmenes que permanecieron inéditos en vida de don Fernando: La santería y la brujería de los blancos, publicada por la Fundación Fernando Ortiz en el 2000 y Brujas e inquisidores, en proceso editorial.
    [41] Ortiz, 1975: 23.
    [42] Ortiz, 1975: 26.
    [43] Se refiere a la obra de Wilhem Wundt. Elements of Folk Psychology, London, 1928.
    [44] Se refiere a la obra de A. Touqueray. De vera religione, Roma, 1930.
    [45] Se refiere a la obra de A. Le Roy. La Religion des Primitives, París, s/f.
    [46] Ortiz, 1975: 72.
    [47] Ortiz, 1975: 332.
    [48] Por el contexto, posiblemente se refiera a la obra de Marc Bloch (1886-1944), el afamado historiador medievalista francés. Después de escribir una tesis sobre historia medieval obtuvo una plaza en la Universidad de Estrasburgo, donde conoció a Lucien Febvre, con el que creó la revista especializada Annales d´histoire économique et sociale. En su obra renovó totalmente el estudio de las prácticas políticas, de la historia económica y de la historia rural, ya que tomaba su material para establecer sus síntesis no sólo de los planteamientos de la denominada "escuela de los Anales" sino también de la erudición tradicional y de los análisis marxistas. El compromiso de Marc Bloch con la Resistencia francesa contra la ocupación alemana durante la II Guerra Mundial, se efectuó de manera natural para este demócrata patriota y republicano al que su condición de judío privaba de cualquier posibilidad para ejercer su trabajo. Fue detenido y torturado por los nazis y fusilado en 1944 cerca de Trévoux.
    [49] Ortiz hace referencia al "marxismo" no a partir de las obras directas de Carlos Marx, sino — de acuerdo con el contexto — como crítica a un libro inédito del jurista habanero Domingo Villamil titulado Tomas de Aquino y Carlos Marx: La síntesis inmanente. Por lo que ese autor "sin basarse para nada en el filosofismo materialista y dialéctico de aquel pensador judío decimonono, [...] fundándose solo en 'verdades' tomistas y en tradiciones de los judíos bíblicos y evangélicos y en su religiosa demonología, imaginaba que iba a poder crear una teoría socio-económica que él titularía Comunismo profético cristiano técnico" (Ortiz, 1975: 581).
    [50] Ortiz, 1975: 583.




    Bibliografía

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    García-Carranza, Araceli. Bio-bibliografía de don Fernando Ortiz. Biblioteca Nacional José Martí, La Habana, 1970.
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    Martí, José. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, 27 vol. La Habana, 1975.
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    Ortiz, Fernando. Martí humanista (Compilación de Isaac Barreal y Norma Suárez Suárez), Fundación Fernando Ortiz, La Habana, 1996.
    __________ (1940). Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar. Edición de Enrico Mario Santí. Ediciones Cátedra, Madrid, 2002.
    __________ (1946). El engaño de las razas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975.
    __________ (1959). Historia de una pelea cubana contra los demonios. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975.


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