Cuba

Una identità in movimento

La mulata ¿un invento profanado?

Onelia Chaveco Chaveco (AIN)



Dicen que los mejores inventos de los gallegos fueron el porrón, las alpargatas y las mulatas.

Lo absoluto y peyorativo de la afirmación hace pensar que como mismo a Eva la sacaron de una costilla de hombre, las mulatas parecen haber nacido del esternón de los gallegos, sin madre negra mediante, sin cubanía raigal, sin identidad demostrada por siglos y consolidada en un milenio al que ha llegado plena de realizaciones.

Para algunos todavía el término contiene una dosis de racismo, pues según afirman decir mulato es una tendencia a suavizar la dureza de la palabra negro, que desde su llegada a Cuba fue pronunciada de forma despectiva.

Una piel que repunta a lo canelo, cabellos ensortijados y algunos rasgos finos en las facciones no son, para los más radicales, pasaporte autorizado para incluir a esa etnia intermedia entre la raza blanca, aunque algunos no desean incluirla tampoco en la raza negra, algo así para dejarla en tierra de nadie.

Tomás Alvarez de los Ríos, el padre de los refranes, entra en esa ambivalente definición, al sostener en su novela Las Farfanes que existe la hora mulata, exactamente al amanecer o al oscurecer, cuando no es ni de día ni de noche.


¿La Cecilia de siempre?

Alrededor de las mulatas siempre hubo una aureola de erotismo y leyenda. La más famosa de ella, Cecilia Valdés, fue la encarnación de todas las virtudes y defectos que le endilgaron a esa parte tan auténtica de nuestra policromía criolla.

Llama la atención que precisamente la obra más importante de la literatura cubana del siglo XIX está protagonizada por una mulata, Cecilia Valdés. Entonces no se puede negar la fuerza en la ascendencia de esas mujeres, en una época férrea de esclavitud, de racismo tan arraigado.

La mulata después se consagró en el teatro bufo, cuando se llevaba las palmas sobre el negrito bullanguero y el gallego remolón.

En el libro Del Canto y el Tiempo, de Argeliers León, aparecen imágenes de la mulata que recibe instrucción para el baile, y de uno de los bailes en una casa cuna donde ellas concurrían y los jóvenes blancos las asediaban desde entonces.

Personalidades de las letras y las artes plásticas fueron impactadas por la presencia de las mulatas.

Federico García Lorca al llegar a la Habana se prendó de esa singular mujer:

"Esta isla tiene más bellezas femeninas de tipo original, debido a las gotas de sangre negra que llevan todos los cubanos. Y cuanto más de negro mejor. La mulata es la mujer superior aquí en belleza y en distinción y en delicadeza".

Por su parte el muralista Diego Rivera, un hombre que marcó su vida con las tonalidades, consideraba una gran suerte

"... conocer la Habana de calles entoldadas, con volantas ocupadas por bellas damas... , mientras las maravillosas mulatas en baticas iban a pie abanicándose y arrojando relámpagos de sexo conforme andaban".

Hace unos años salió al mercado la marca "Mulata". Ni de perfume, ni de vestidos, ni de creyón labial, sencillamente, es una botella de ron.


Otros ojos para mirar la mulatez

El primero en acceder a dar sus criterios sobre el tratamiento a las mujeres, especialmente las mulatas, fue el doctor en Ciencias Agrícolas Lázaro Ojeda, quien afirma:

"Esa mujer de piel canela es sinónimo de cubanía, de belleza criolla, de mucha inteligencia sobre el enfoque de sexo que a través de los años le han dado".

Miguel Cañellas, escritor, afirma que la mulata es hija del placer, y ha devenido crisol de la cubanía; negros y blancos se han unido en todas partes del mundo pero los hijos no son como los mulatos de Cuba. En especial la mujer cubana y dentro de esta la mulata tiene una belleza especial, y un donaire singular.

"Si Cirilo Villaverde lleva a Cecilia a las páginas de su principal obra, no es por casualidad, sino sencillamente reflejó con su costumbrismo la Habana de esa época, llena de mulatas que desde entonces poseían ese hermoso desenfado", expresó el artista.

Por su parte Andrés García Suárez, decano de los periodistas cienfuegueros, llama la atención sobre la palabra mulatear, cubanismo que recoge un diccionario como el hecho de divertirse con mujeres mulatas, al propio tiempo que constituye un americanismo con el cual se denomina a un mineral de plata oscuro.

"Sin embargo, apunta el periodista, amén de la discriminación histórica de las mujeres en Cuba, sobre todo de las negras y mulatas, muchas se alzaron desde el plano patriótico, pudiera mencionarte a Mariana Grajales, a María Cabrales, y más acá en el tiempo y en el arte, a Paulina Alvarez, la Emperatriz del Danzonete, o Rita Montaner, la única".

Sin querer jerarquizar a la mulata por encima de la mujer cubana, la ocasión es propicia para reflexionar sobre esa fémina que no sólo fue producto del ingenio de los españoles, sino que lleva en sí generaciones enteras de cultura dentro del proceso de formación de nuestro criollismo, ese ajiaco en el cual Don Fernando Ortiz, nos mezcló a todos.



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