Cuba

Una identità in movimento


Yo fuí prisionero de Che

Lázaro David Najarro Pujol


Por una encomienda Edel Caurel Garrido, ingresó al Ejército de Batista. Fue casquito durante 27 días. Nació en el poblado de Palo Seco, en el municipio camagüeyano de Guáimaro.

Con veintidós años de edad, cuando laboraba como panadero, ingresó al Ejército gubernamental. Caurel y siete soldados más cuidaban la finca de La Federal y aproximadamente a las tres de la madrugada, fueron sorprendidos por la tropa de El Che.

Edel, en ese instante tomaba café en una cocinita. Siente los primeros disparos. Los soldados de la tiranía se ponen en alerta. Tres de ellos son alcanzados por los proyectiles y quedan muertos en sus posiciones de combate. Un guardia logra escapar.

Caurel y tres soldados más caen prisioneros y son entrevistados por El Che. El jefe guerrillero causa una grata impresión entre los guardias. Ven en él algo que jamás pudieron apreciar en sus superiores. Se sentían por primera vez como seres humanos.

El soldado Edel Caurel Garrido rememora que los alimentos que recibían los combatientes rebeldes, también se compartían con los prisioneros. Esa forma del Che constituyó el elemento principal para que los guardias enemigos se unieran a la tropa guerrillera.

En Cuatro compañeros, Santa Cruz del Sur, la columna rebelde entabla combate con tropas del Ejército de Batista. Caurel y los tres soldados prisioneros, aunque pudieron escapar, reafirmaron la decisión de continuar en la columna guerrillera.

"Creo que esa noche nos quedamos ahí en el monte y al otro día me parece que Acevedo, hoy General de División, a nado pasó un canal para ver como se podía salir. Nosotros estábamos sitiao´. Había una chispita regando guardias de un tramo de un poste de la luz a otro; creo que tiene una separación de 50 metros. Realmente no sé cuál es la distancia que hay de un poste del tendido eléctrico a otro. Pero nosotros si veíamos la chispita: dejaba posta acá. Y Acevedo a nado cruzó el canal. Los aviones también estaban bombardeando la zona. Entonces salimos atravesando el canal. El agua nos daba aquí al pescuezo. En fila india salimos del cerco, uno detrás de otro".

Edel tenía una sola voluntad.

"¡Aunque me maten continuaré la lucha con esta gente!".

La personalidad y la pasión con que defendían sus ideas, determinaron mucho en que los que hasta ese instante venían como prisioneros no retornaran al ejército que los había reclutado e incluso en esos momentos difíciles y desventajosos para la columna rebelde.

"Hablarte del Che no es fácil. Yo en mi vida, como cubano y como revolucionario, no he encontrado palabras para catalogar la calidad y las condiciones de ese hombre. Al Che lo tengo como a un padre. Yo siempre le digo a mis hijos y a la gente que yo he tenido dos padres: el que me hizo y el que me forjó... Y mi vida me la forjo, ideológicamente, el Che. Es verdad que, como ese es difícil que salga otro hombre... Hablar del Che es algo grande para mí por su forma. Yo analizaba una cosa. Uno era un prisionero y te tienen que tratar como tal. Y sin embargo no: era la misma camaradería y el mismo trato con los combatientes, que eran sus compañeros y que venían con él en la invasión, que conmigo que hasta ese momento había sido un enemigo. ¿Tú entiendes lo que yo te explico?. Era un trato correcto. No es como otra gente que te discrimina porque mentira, te ven como lo que tú eras, ¿no?: un enemigo de ellos. Sin embargo no. El trato aquel con nosotros era magnífico. No solo conmigo sino con todos. Ya te digo si había un cigarro, de ese cigarro fumábamos todos. Si se conseguía un trozo de yuca, primero comíamos nosotros los prisioneros antes que ellos... ¡La comida de nosotros era la primera! Si sobraba comían ellos. Pero nosotros si no podíamos dejar de comer. ¿Tú entiendes? Ni un mal gesto, ni una palabra ofensiva, ni por parte de él, ni por parte de ninguno de los combatientes".

El tiempo ha transcurrido y ahora Edel Caurel Garrido, con 63 años de edad, no puede esconder el dolor que le causa recordar la muerte del Che. No encuentra palabras para calificar la calidad humana del jefe guerrillero. Considera que un hombre con sentimientos, que un hombre honesto no podía haber atentado contra la vida de Guevara con solo mirarle a los ojos.

Cuando se trasmitió la noticia de la desaparición física del Che, aquel trágico 8 de octubre, Garrido se encontraba en su casa y las lagrimas le brotaron.

En lo más profundo del corazón considera que hombres como el guerrillero heroico no pueden matarse. El Che en esas circunstancias se encontraba herido y sin posibilidad de defensa.

    — "¡Tenían que haberle respetado la vida!" — dice con lagrimas en sus ojos.

El asesinato del Che en Bolivia le ha dejado a Edel una huella imborrable en el corazón.

"¡Hubiera dado mi vida por la de él ¡ ¡ Prefería que m hubieran matado a mí antes que a El Che¡ ¡Mi cuerpo lo hubiera amparado!" — expresa con indignación.

El 6 de enero de 1959, Caurel había sostenido el último encuentro con Ernesto Che Guevara. Después de terminar la guerra retornó a su pueblo, allá en Palo Seco, a cultivar la tierra, a trabajar como panadero.

Edel Caurel Garrido es de los hombres que también sienten el deseo de llorar y de estar sensibilizado con una causa justa. Hoy se convierte en una verdadera historia viviente.


Lázaro David Najarro Pujol Lázaro David Najarro Pujol, escritor y periodista.
Labora en la emisora Radio Cadena Agramonte de Camagüey.
Autor de los libros Emboscada y Tiro de Gracia,
ambos publicados por la Editorial Acana de Camagüey.
Editor del Sitio Web: http://camaguebax.awardspace.com/


Camaguebax. La página del escritor y periodista Lázaro David Najarro Pujol


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