Cuba

Una identità in movimento


Recuerdos del Chimborazo

Lázaro David Najarro Pujol


Mientras nos aproximamos a los Altos de Pilahuín apreciamos la majestuosidad del paisaje. El Chimborazo lo veníamos observando perfectamente desde que divisamos la ciudad de Ambato, ubicada a unos 32 kilómetros del Rey de los Andes ecuatorianos, calificativo del cual fue merecedor el volcán por constituir la montaña más alta del país, a 6 310 metros sobre el nivel del mar.

Nos saludan los pobladores de la región que visten sus típicos trajes de color rojo de lana de oveja y algodón. Estos tejidos surgen de los talleres indígenas. Se confeccionan en telares de cintura y pedales, utilizando la fuerza y la coordinación humana.

    "Los tejidos — según Paula Espinosa de los Monteros, en su artículo Raíces culturales del Ecuador — constituyen la artesanía más desarrollada y representativa, por lo cual tienen gran demanda, incluso, en los mercados internacionales. Por eso, no es raro encontrar indígenas ecuatorianos, otavaleños sobre todo en cualquier capital del mundo desarrollado. En nuestro medio los tejidos que surgen de los telares indígenas son todavía muy importantes en la indumentaria de los ecuatorianos, pese al desarrollo textil industrial (...). En lo más notable y llamativo están los bordados de prendas de vestir que han adquirido fama como las blusas de Zuleta o de Otavalo, por mencionar algo. La tinturación también se hacia con elementos y métodos naturales, pero, en la actualidad se han incorporado los materiales sintéticos".[1]

Los ecuatorianos han sabido defender sus tradiciones. Este territorio fue habitado desde aproximadamente unos 10 000 años antes de Cristo. Las primeras culturas del Ecuador: Valdivia, Machalilla y Chorrera se remontan a los años, 3.500-1500 a.C.; 1800-1500 a.C. y 1500-500 a.C., respectivamente.[2]

    "Estas culturas empezaron a utilizar la agricultura, tenían conocimientos sobre cerámica muy avanzados, además aprovechaban lo que más podían la materia prima creando una tecnología muy avanzada de donde hacían utensilios para la vida diaria. El alimento principal fue el maíz".

    "La cultura Valdivia daba mucha importancia a la fertilidad y hacían figurillas de mujeres con niños en brazos o embarazadas, y parece que la mujer era un ser muy respetado por su condición de madre. La cultura Machalilla, dicen los cronistas que fue una evolución interna de la Valdivia".

    "Esta cultura tiene mucho en común con la Valdivia pero una diferencia importante es que es la primera cultura ecuatoriana que tiene la costumbre de la deformación del cráneo, y en todo lo demás son iguales, y vivían en casas sostenidas por palos que las mantenían lejos del suelo para evitar la mordeduras de las culebras y otros animales".

    "La Cultura Chorrera , ya tuvo avances en estos mismos aspectos, las figurillas ya tenían un volumen y varios detalles que no tenían las anteriores. Esta cultura empezó a movilizarse, y se asentó en varias partes como Esmeraldas, Santo Domingo y la Amazonía. En la Costa se situaron cerca de los ríos para tener el agua y explotar la fauna".

    "En la Sierra conocieron nichos ecológicos explotables. Fue muy importante la fabricación de utensilios domésticos como platos y cuencos e hicieron adornos que tenían un valor jerárquico. Su alimentación no solamente se basaba en el maíz, los vegetales y las frutas sino también en el consumo de animales".

    "Tenían un curandero que poseía conocimientos herbolarios, y además consumían coca y plantas alucinógenas que les permitían tener contacto con el más allá. Esto tenia un fin religioso".

Antes de mi llegada al Ecuador, en el invernal mes de octubre de 2005, me dediqué a informarme en relación con este hermoso país.

Gracias a la generosidad del proyecto Futuro-Mira y de dirigentes indígenas del Pilahuín, estoy hoy aquí viajando a través de hermosos parajes. Hemos recorrido más de 150 kilómetros desde que salimos de Quito. Quedamos inmensamente impresionados ante aquel maravilloso paisaje, donde crecen, a pesar de la tala, árboles y arbustos de romerillo, mortiño, chuquiraguas y otras especies originarias de los Andes. El conjunto — hombre y naturaleza — nos causa un efecto pintoresco.


LOS ALTOS DE PILAHUÍN

Los peligros de la zigzagueante carretera que trepa la cordillera se olvidan ante tanta belleza. Las faldas de las montañas de los Altos de Pilahuín están armoniosamente cultivadas. Los indígenas ecuatorianos llevan siglos aferrados a su tierra. Ninguna de las áreas de esta zona se presenta desnuda: en los despeñaderos, como en tiempos inmemoriales de las primeras comunidades, los agricultores han levantado sus casas de piso de tierra, y algunas veces acompañadas de la típica cangahua, un "rancho" cubierto de paja, desafiando el tiempo y perpetuando la cultura constructiva de los incas. Pilahuín se encuentra a 17 kilómetros de Ambato. En esta comuna, los indígenas se dedican a la ganadería y el cultivo de cereales y patatas, en un trópico exuberante donde es fácil cultivar la tierra con suficiente agua.

Pasan las dos de la tarde. El frío de octubre y la altura (más de 3 mil 600 metros) nos calan nuestros cuerpos.

El terreno abrupto, la altura y la baja temperatura no impiden la contemplación del páramo.

Una familia indígena (Beatriz Punina y Efraín Ramírez) nos invita, en el Lindero, a un almuerzo abundante y variado: un caldo con medio pollo en cada plato, una salsa blanca, patatas y conejillo de india o cuyes asado.

Según sus costumbres, ninguno de estos alimentos puede quedar en el plato: o se consumen o se llevan en fundas de plástico.

Casi al atardecer, realizamos el recorrido a la inversa, pero solo hasta la ciudad de Ambato, capital de la provincia de Tungurahua, situada en el centro de Ecuador, a orillas del río Ambato. La ciudad es denominada también el "Jardín del Ecuador". Se producen melocotones (duraznos), manzanas, peras, uvas, naranjas, fresas, caña de azúcar, cereales... Se desarrolla la industrial textil, la producción de flores, conservas de frutas, artículos de piel, caucho, vino y muebles.

Temprano en la mañana, regresamos a los Altos del Pilahuín. Nuestro destino: la aldea Río Colorado. Efectuamos una breve escala en el Lindero, en un matadero de llamas, un camélido silvestre sudamericano de orejas puntiagudas. Al conocer de mi presencia, el jefe de brigada me indica que me aproxime. Sabe que provengo de Cuba. El día anterior había conversado con uno de sus obreros.

Una indígena del Lindero me dice que quiere estudiar medicina en Cuba. Anoto en mi libreta su nombre: Eva Beatriz Azas Villacis.

Los obreros del matadero me preguntan por Fidel. Se interesan y hablan con simpatía sobre la Mayor de las Antillas y el nivel de organización del pueblo. Conversamos en torno a los problemas reales de la economía, pero predomina el tema del desarrollo de la salud, la cultura y la educación.

Observo una mezcla de mestizos, indígenas y blancos. En sus manos los afilados cuchillos que utilizan para el sacrificio de las llamas, de las que aprovechan su piel y carne. Inconscientemente, provoqué la paralización de la producción de aquel pequeño matadero. Se los digo y todos se ríen animadamente. Me justifico:

    "El auto está a punto de partir para Río Colorado".

Me despido de muchos de ellos con un fuerte apretón de manos.

Un grupo de niños y niñas, en lugar de asistir a la escuela, se encamina a los cultivos para emprender una nueva faena. Sobre sus cabecitas llevan sombreros típicos: sombreros de ala corta y color negro. Cubren sus diminutos cuerpos los ponchos color rojo. Si no es por las azadas pensaríamos que se dirigen a una celebración escolar, porque su vestimenta parecen estar sin estrenar o cuidadosamente conservada.

Pronto, en la sinuosa vía, avistamos una aldea en la que sobresale una parroquia de hermosa arquitectura. Más allá, varios agricultores conducen sus caballos de la brida por las cuestas y peldaños expuestos a precipicios vertiginosos.


EL CHIMBORAZO

El Chimborazo, nos regala una vista templada. En el valle de Río Colorado, concluye este recorrido. Los indígenas sueltan sus corceles para que pasten. No puedo dejar pasar la combinación naturaleza-hombres-animales. En primer plano, los indígenas y los caballos, y en el horizonte una vista casi perfecta del Chimborazo cubierto, en la misma puerta del sol, de una manta espesa de nieve que le imprime al volcán una belleza inigualable.

Me explica la Dra. María Alicia Mata que a comienzos del siglo diecinueve se consideraba al Chimborazo como la más alta montaña del planeta.

    "El cráter tiene un diámetro de 20 kilómetros y su última erupción ocurrió hace diez mil años, aunque otros especialistas consideran que fue hace 7 mil".

Me invitan a una carrera de cintas. No pueden imaginar los expertos jinetes que es la tercera vez que subo sobre la cabalgadura de un caballo.

Negarme podría interpretarse como una ofensa... Por suerte soy el primero en competir. Milagrosamente gano dos trofeos: una cinta y un pañuelo.

Los indígenas me seleccionan para el juego del gallo. Me vendan los ojos, me dan algunas vueltas y me indican que debo cortarle la cabeza a un gallo enterrado hasta el cuello. Me dirijo en total oscuridad hacia el sudeste. Por suerte, un suave viento que sopla de la misma dirección del gallo enterrado me sirve de guía para saber el camino. Lo aprendí en mi etapa de grumete durante los años 68-70. Me separan del ave unos 30 pies. Los indígenas me corrigen los pasos inciertos. Gano también el premio: el gallo.

El dueño del corcel, Efraín Ramírez, me obsequia un poncho rojo tejido por su familia.


MI DELIRIO SOBRE EL CHIMBORAZO[3]

Con el recuerdo imborrable y hermoso del Chimborazo, las seis comunidades de los Altos del Pilahuín y el texto que escribió Simón Bolívar, inspirado en el volcán: "Mi delirio sobre el Chimborazo",[4]) regresamos a Quito para el día 16 de octubre emprender el vuelo hacia Cuba.

    "Yo venía envuelto en el manto de Iris, desde donde paga su tributo el caudaloso Orinoco al Dios de las aguas. Había visitado las encantadas fuentes amazónicas, y quise subir al atalaya del Universo. Busqué las huellas de La Condamine y de Humboldt seguílas audaz, nada me detuvo; llegué a la región glacial, el éter sofocaba mi aliento.

    "Ninguna planta humana había hollado la corona diamantina que pusieron las manos de la Eternidad sobre las sienes excelsas del dominador del los Andes. Yo me dije: este manto de Iris que me ha servido de estandarte, ha recorrido en mis manos sobre regiones infernales, ha surcado los ríos y los mares, ha subido sobre los hombros gigantescos de los Andes; la tierra se ha allanado a los pies de Colombia, y el tiempo no ha podido detener la marcha de la libertad. Belona ha sido humillada por el resplandor de Iris, ¿y no podré yo trepar sobre los cabellos canosos del gigante de la tierra? Sí podré! Y arrebatado por la violencia de un espíritu desconocido para mí, que me parecía divino, dejé atrás las huellas de Humboldt, empañando los cristales eternos que circuyen el Chimborazo. Llego como impulsado por el genio que me animaba, y desfallezco al tocar con mi cabeza la copa del firmamento: tenía a mis pies los umbrales del abismo".

    "Un delirio febril embarga mi mente; me siento como encendido por un fuego extraño y superior. Era el Dios de Colombia que me poseía".

    "De repente se me presenta el Tiempo bajo el semblante venerable de un viejo cargado con los despojos de las edades: ceñudo, inclinado, calvo, rizada la tez, una hoz en la mano... "

    "Yo soy el padre de los siglos, soy el arcano de la fama y del secreto, mi madre fue la Eternidad; los límites de mi imperio los señala el Infinito; no hay sepulcro para mí, porque soy más poderoso que la Muerte; miro lo pasado, miro lo futuro, y por mis manos pasa lo presente. ¿Por qué te envaneces, niño o viejo, hombre o héroe? ¿Crees que es algo tu Universo? ¿Que levantaros sobre un átomo de la creación, es elevaros? ¿Pensáis que los instantes que llamáis siglos pueden servir de medida a mis arcanos? ¿Imagináis que habéis visto la Santa Verdad? ¿Suponéis locamente que vuestras acciones tienen algún precio a mis ojos? Todo es menos que un punto a la presencia del Infinito que es mi hermano".

    "Sobrecogido de un terror sagrado, '¿cómo, ¡oh Tiempo! — respondí — no ha de desvanecerse el mísero mortal que ha subido tan alto? He pasado a todos los hombres en fortuna, porque me he elevado sobre la cabeza de todos. Yo domino la tierra con mis plantas; llego al Eterno con mis manos; siento las prisiones infernales bullir bajo mis pasos; estoy mirando junto a mí rutilantes astros, los soles infinitos; mido sin asombro el espacio que encierra la materia, y en tu rostro leo la Historia de lo pasado y los pensamientos del Destino'".

    "Observa — me dijo —, aprende, conserva en tu mente lo que has visto, dibuja a los ojos de tus semejantes el cuadro del Universo físico, del Universo moral; no escondas los secretos que el cielo te ha revelado: di la verdad a los hombres".

    "La fantasma desapareció".

    "Absorto, yerto, por decirlo así, quedé exánime largo tiempo, tendido sobre aquel inmenso diamante que me servía de lecho. En fin, la tremenda voz de Colombia me grita; resucito, me incorporo, abro con mis propias manos los pesados párpados: vuelvo a ser hombre, y escribo mi delirio".









    Lázaro David Najarro Pujol


    Lázaro David Najarro Pujol, escritor y periodista.
    Labora en la emisora Radio Cadena Agramonte de Camagüey.
    Autor de los libros Emboscada y Tiro de Gracia,
    ambos publicados por la Editorial Ácana de Camagüey.
    Editor del Sitio Web: http://camaguebax.awardspace.com/






    Camaguebax. La página del escritor y periodista Lázaro David Najarro Pujol


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