Tenía los ojos achinados y cuando era una bebé de cara regordita, su padre le llamaba La pequeña Mao. Se destacaban en ella los rasgos físicos de los indoamericanos, semejantes a los asiáticos. Nos referimos a Hilda Beatriz Guevara Gadea, la primogénita del comandante Ernesto Che Guevara de la Serna. Se llamaba Hilda por su madre y Beatriz por la tía más querida del Che.
Hildita, como todos le decíamos en Cuba cumpliría este 15 de febrero cincuenta años, y aunque poseía la nacionalidad mexicana por nacimiento, y la peruana por parte de su madre; y, si hubiese querido, la argentina, le pertenecía por su padre; pero ella estudió, vivió, y murió en Cuba y la escuchamos varias veces decir con orgullo que era cubana. Llevaba en sí, el símbolo del latinoamericanismo.
En ocasiones, la ocupamos en la biblioteca de Casa de Las Américas, donde trabajó hasta su fallecimiento. Nos orientaba y ayudaba en la búsqueda de la información que deseábamos encontrar en la importante revista que publica esa prestigiosa Casa.
Un libro testimonial de Hilda Gadea, su madre, que fue publicado el pasado año en Lima, titulado: Mi vida con el Che, y que habíamos leído en su primera edición editada en México, titulada Los Años Decisivos, publicada también en lengua inglesa, francesa e italiana, constituye una fuente para
recordarla, porque esta nueva edición peruana, aumentada y corregida con inéditos, permite que podamos leer la ternura que Hilda Beatriz recibió de su padre.
En las notas enviadas desde diferentes países le dice:
"Niñita mía, Mi querida, Hildita querida, Hildita".
Observamos que es "Mi querida" el saludo que más repite.
En una cartica desde Karachi, en la cual también la felicita por sus nueve años, le dice:
"Te mando este regalito para que lo lleves de recuerdo; no sé si te cabrá o te quedará grande, pero en alguno de los cinco deditos puede ir".
Finalizamos este breve escrito de recordación con una carta amorosa, profundamente educativa, de su padre, precisamente para felicitarla en su décimo cumpleaños:
Febrero, 15, 1966
Hildita querida
Hoy te escribo aunque la carta te llegará bastante después; pero quiero que sepas que me acuerdo de ti y espero que estés pasando tu cumpleaños muy feliz.
Ya eres casi una mujer y no se te puede escribir como a los niños, contándoles boberías y mentiritas.
Has de saber que sigo lejos y estaré mucho tiempo alejado de ti, haciendo lo que pueda para luchar contra nuestros enemigos. No es que sea gran cosa, pero algo hago y creo que podrás siempre estar orgullosa de tu padre como yo lo estoy de ti.
Acuérdate de que todavía faltan muchos años de lucha, y aún cuando seas mujer, tendrás que hacer tu parte en la lucha. Mientras, hay que prepararse, ser muy revolucionaria, que a tu edad quiere decir aprender mucho, lo más posible, y estar siempre lista a apoyar las causas justas. Además obedecer a tu mamá y no creerte capaz de todo antes de tiempo. Ya llegará eso.
Debes luchar por ser de las mejores en la escuela. Mejor en todo sentido, ya sabes lo que quiere decir: estudio y actitud revolucionaria, vale decir, buena conducta, seriedad, amar a la revolución, compañerismo, etc.
Yo no era así cuando tenía tu edad, pero estaba en una sociedad distinta donde el hombre era enemigo del hombre. Ahora tú tienes el privilegio de vivir otra época y hay que ser digno de ella.
No te olvides de dar una vuelta por la casa para vigilar a los otros críos y aconsejarles que estudien y se porten bien, sobre todo a Aleidita, que te hace mucho caso como hermana mayor.
Bueno, vieja, otra vez, que lo pases muy feliz en tu cumpleaños. Dale un abrazo a tu mamá y a Gina y recibe tú uno grande y fortísimo que valga por todo el tiempo que no nos veremos.
Tu Papá.
Página enviada por Froilán González y Adys M. Cupull Reyes
(8 de febrero de 2006)
