Cuba

Una identità in movimento

Osain: dueño absoluto del monte

Natalia Bolívar Aróstegui



Las yerbas, palos, arbustos, árboles, el monte todo pertenece a ese orisha de la vegetación, al sabio de las propiedades, tanto medicinales como para todo tipo de brujería, que contiene cada raíz, tronco, hojas y flores; ese Osain, cojo, tuerto y que tiene dos orejas: una muy grande y otra muy chica por la cual oye, que asusta a todo el que entra sin antes pagar su derecho, ya sean kilos, aguardiente, tabaco, o algún suyere que se le rece con devoción por sus múltiples creyentes; Osain es la verdadera, fuente de la vida.

Allí viven todos los orishas: Ikú, los Egguns, los Ibbayes y los Elekos duendecillos del rocío matinal que vemos en la superficie de todos los campos; por esto y en esto radica su gran importancia en la mitología afrocubana.

Este orisha, Osain, no tuvo madre ni padre; apareció, se presentó, nació de la tierra; es médico y botánico a la vez. Es oriundo de tierra Iyesá, yoruba por excelencia, lo reclaman para sí los eggawados, los de Oyó, los yebú y los ararás y no podemos pasar por alto los del Congo, Angola y los de la zona del Calabar; en fin, es de áfrica, de América, del mundo entero, aunque lleve otros nombres y categorías místicas.

Los religiosos le atribuyen el garabato como una de sus representaciones. Después de pagar el tributo correspondiente y encontrarlo en el monte lo llevan para su casa y lo preparan para que sea como un guardián de todo lo malo que pueda entrar, considerando que chifla para avisar a su dueño; también se le representa en güira adornada, carapacho de jicotea y otros receptáculos. Pero su verdadera representación es un bastón con dos raíces o lianas entrelazadas.

Cuenta la mitología afrocubana que Olofi repartió las riquezas de la tierra: a Obbatalá, las cabezas, a Yemayá, los mares; a Ochún, la sensualidad; a Oké, las montañas y así sucesivamente; pero a Osain le dio los misterios de la naturaleza con sus propiedades medicinales, curativas o dañinas. Él no baja a la cabeza, ¿quién puede soportar el monte en su cabeza? En algunas casas se baila, tanto en toques lucumís como ararás, brincando sobre un solo pie; es un orisha de babalawo, de los sacerdotes de Ifá; sin sus secretos no se pueden juramentar los Batá; es también propio de Padres ngangas o paleros. Los Nasakó en la Sociedad Secreta Abakuá conocen de todos sus secretos, su palabra significa amuleto y hasta maleficio.

Todas las ceremonias de la Regla de Ocha, de Ifá, de Taitas y Yayí, y de la Sociedad Secreta Abakuá no tienen efecto si no se hace Osain, si éste no está presentado en toda su liturgia.

Los árboles, yerbas y palos tienen su mayor virtud en la madrugada, cuando comienza a salir el sol, y se arrancan, para hacer daño, al dar las doce del día, a las seis de la tarde o doce de la noche; se recomienda que se corten antes de salir o de ponerse el sol, siendo la mañana la de la fuerza buena.

A la naturaleza se le considera como la vida de un ser humano y por eso se respeta la noche cuando todas las fuerzas, positivas o negativas, duermen. Recomendamos que, sin pagar el tributo que le corresponde, no se arranque ninguna yerba o palo, porque Osain no le dará su aché y no servirá. Al monte se le ofrenda aguardiente, tabaco y maíz, además de los kilos prietos que tanto gustan en las obras que se hacen al pie de cada orisha.

Una de las ceremonias más importantes o fundamentales en la Regla de Ocha es hacer omiero, el líquido lustral, compuesto por las yerbas que llevan los orishas o de las que son ellos sus sueños absolutos y que los religiosos van ripiando, en medio de cantos y rezos, pues cada una tiene sus suyeres. Estos mazos de yerbas no se pueden mezclar y cada Iyalocha tendrá el que corresponda y no lo dejará caer al suelo ya que tienen todo el aché de los rezos y su plenitud potencial, pues han sido recogidas usando todas las formas mágicas que le son propias.

Esta ceremonia es muy bella y fundamental en el asiento o iniciación de un nuevo religioso, y Osain es el que la preside, como sueño absoluto de montes, yerbas y bejucos. Le dedicamos el siguiente rezo: Osain alawo ewe-ko, kamariko kamarano; kosi ikú, kosi ano, kosi arayé, kosi ofo; aikú babagua, Osain alawaniyé Baba, que quiere decir:

"Osain, dueño del color verde de las plantas, que no pase nada malo; que no haya ni muerte, ni enfermedad si sangre, ni desvergüenza. Salud y suerte, Osain, dueño de la manigua, mi padre".


Pattaki de Osain

Orisha de la naturaleza, la naturaleza misma, cazador que con un solo pie, un solo brazo, ligero como el viento, maneja los arcos y las flechas con la misma maestría de un profesional, tuvo estas pérdidas por culpa de Oyá, que lo embriagó ofreciéndole el aguardiente tan querido y gustado por este orisha. Tanto fue lo que bebió que cayó en un manto de yerbas a la sombra de iroko, la sagrada ceiba. Oyá, que tenía conocimiento del güiro mágico y que hablaba y predecía el futuro, urdió el plan para arrebatárselo en compañía de Changó, quien vigiló la entrada del bosque mientras Oyá procedía al hurto.

Osain se despierta y al ver a la hermosa mujer la enamora y ésta le grita a Changó que la defienda. Changó, al oír la voz de su mujer, le lanza un rayo a Osain que le arranca un brazo; éste trata de correr a una choza donde guardaba todos sus utensilios de labranza, pero Changó le tira otro rayo que le alcanza la pierna.

En el momento en que Osain iba a esconder a Oyá, Oggún, que pasaba por ahí buscando a su amigo, ve la situación y rápidamente construye el pararrayo, no sólo para librarse de las piedras del rayo que Changó lanzaba a diestro y siniestro, sino para proteger al pobre Osain que en un momento de descuido y por la ira de Changó, pierde el ojo, quedando tuerto. Así, escondiéndose en su mundo de la naturaleza, logra proteger su güiro mágico; él y Oggún, que tanto lo acompaña en sus momentos difíciles y que además gusta de los bosques, se hacen inseparables amigos y los dos, en perfecta armonía, cuidan de las propiedades maravillosas de yerbas, árboles, palos y de todo lo verde que vive de la sabia tierra de este planeta. To Iban Echu.


Tomado de: NATALIA BOLÍVAR ARÓSTEGUI, Cuba: Imágenes y relatos de un mundo mágico, 1977


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