Cuba

Una identità in movimento


La falsa destrucción del palenque del Frijol

Gabino La Rosa Gorzo


Es muy comprensible que los hacendados esclavistas y las autoridades coloniales de los diferentes niveles de la estructura estatal de Cuba se empeñaran en destruir los palenques y restablecer el orden y la calma en las zonas rurales del país, y que además, en correspondencia con el sistema de valores de la moral esclavista, pusieran especial énfasis en que los palenques asaltados fueran declarados como destruidos. Pero, del asalto y quema de las rancherías y sembrados al exterminio físico de los apalencados existía una diferencia que los rancheadores y autoridades no quisieron ver.

La crítica historiográfica no debe perder de vista esta cuestión, pues no se puede aceptar como cierto todo lo que fue registrado en los documentos de la época. Es necesario poner al descubierto los intereses de clase y las motivaciones que se esconden detrás de ciertas afirmaciones. Un ejemplo de esto lo tenemos en lo referente a la famosa destrucción del Palenque del Frijol, hecho comúnmente aceptado en todos los estudios que sobre éste se han realizado y que se sitúa históricamente el 28 de marzo de 1816.

El Palenque del Frijol tomó su nombre de la sierra en que se asentaron muchos alzado s de la zona oriental; fue registrado por E. Pichardo en las elevaciones que se encuentran al oste de la unión de los ríos Jaguaní y Toa (hoja 24c, coordenadas 72,20). Posiblemente es uno de los palenques más estudiados de Cuba, no solo por su importancia, sino también porque sobre él se han conservado muchos documentos, sobre todo los relacionados con la famosa destrucción de la que se supone fue objeto.

Según los documentos dados a conocer hasta ahora, este palenque fue asaltado en dos ocasiones. La primera, el 21 de noviembre de 1815, y terminó en un rotundo fracaso por parte de los rancheadores que tuvieran que retirarse; y la segunda, considerada definitiva, el 28 de marzo de 1816. Este segundo asalto fue ejecutado por una fuerza compuesta de 400 hombres armados de fusiles, tercerolas y pistolas. Entre ellos se encontraba la compañía de pardos y morenos de Santigo de Cuba. Para equipar esta expedición se recogió dinero entre los hacendados, militares, artesanos y eclesiásticos. Durante los asaltos realizados a las diferentes rancherías que integraban, el famoso palenque, apresaron cinco apalencados y otro grupo de un número similar se dio a la fuga; quemaron los 35 ranchos ocupados, tomaron 100 hamacas, destruyeron los sembrados y dieron por exterminado el palenque.

El 6 de mayo de 1816, en Cabildo ordinario, fueron congratulados los rancheadores y el gobernador, por los esfuerzos realizados en el exterminio del odiado palenque. También fue reconocido el trabajo del diputado del Real Consulado en la ciudad de Santiago de Cuba, por el acopio de provisiones y el celo que había mostrado en la solución de un viejo problema que había inquietado a todos. En otro documento de las propias autoridades, que ha permanecido inédito hasta ahora, se pone en evidencia la destrucción del palenque del Frijol.

Sin embargo, en una carta firmada por el Gobernador de Santiago de Cuba, Eusebio Escudero, fechada el 2 de octubre de 1816[1] o sea, unos seis meses después de declarada la extirpación, se solicita la compra de perros de presa para perseguir apalencados en las mismas montañas; en ella se afirma que para el asalto del Frijol no fueron suficientes "quatrocientos hombres, para aprehender sobre cinquenta negros, solo prendieron cinco a causa de los derriscaderos y maleza"[2]. Además, informa que una de las partidas a cargo del "sargento Alfonso Martínez, fue sorprendida por una emboscada de los negros, y obligada a retirarse con muerte de un comisionado", y que otra expedición que salió de Baracoa fue escuchada por los negros antes de que sus perseguidores se aproximasen a las rancherías donde estaban abrigados "y viene a deducirse de todo lo narrado, que cuanto esfuerzo cumpla el Gobernador para extinguir los palenques, será igualmente inútiles sino se pasa a mantener un cierto número de perros"[3].

Este documento prueba fehacientemente que el Palenque del Frijol no fue exterminado en el conocido asalto que sufrió en mayo de 1816, ya que, como se vio, el propio Gobernador reconoció lo infructuoso de la gestión. En otra información que aparece en dicho expediente se afirma que un año después, el 31 de marzo de 1817, y con la ayuda de los seis perros de presa recibidos y de dos cuadrillas integradas fundamentalmente por cobreros, se asaltó nuevamente al referido palenque y, sin que se brinden otros datos, se asevera que en esta ocasión la operación había sido "exitosa". Pero en definitiva, las mismas razones que demostraron que el asalto anterior fue falacia, están presentes en este nuevo asalto.

Reproducción del mapa original enviado desde Baracoa en 1841, en el que se registró la zona ocupada por el palenque del FrijolUn dato de particular interés que se registra en estos documentos se refiere a que entre mayo de 1816 y agosto de 1817 se había recaudado, para el remo de persecución de cimarrones, la cantidad de 18.246 pesos. Estos fondos se obtuvieron de donativos y multas por infracciones al "Bando de Buengobierno". Otra cuestión de importancia para el asunto estudiado, contenido en este expediente, es un mapa en el que se ubica el Palenque del Frijol, confeccionado como un documento anexo a la solicitud de los perros de presa, a fin de ilustrar la necesidad de que se crearan mejores condiciones para la persecución de los apalencados. En la nota explicativa que acompaña el mapa se describen las riquezas de la zona y las vías de acceso, como argumentos a favor de la colonización blanca.

Con anterioridad vimos cómo en el mapa adjunto al Padrón de Baracoa, la zona de este palenque aparecía aún dentro la amplia región ocupada por los esclavos alzados. Pero además, como otra prueba de la supervivencia del Palenque del Frijol, tenemos la afirmación que hiciera José Miguel Macías en su Geografía de Cuba, editada en 1866, de que en las cuevas del Frijol vivió una colonia de negros prófugos "independiente de la sociedad cubana"[4] hasta la época del General D.G. Valdés (1841-1843).

Solo resulta necesario aclarar que los apalencados del Frijol, así como todos los otros que vivieron en condiciones similares, no fueron precisamente independientes de la sociedad cubana, sino independientes de la explotación esclavista, pero como parte integrante e inseparable de la compleja sociedad cubana de aquellos años.

Si los alzamientos de las dotaciones y el cimarronaje expresaron el carácter espontáneo y coyuntural de la lucha de los esclavos, los palenques fueron expresión del carácter colectivo y sistemático de esa lucha, y por lo tanto mostraron un nivel más elevado de la misma.

Los apalencados fueron grupos humanos que se asociaron para el asentamiento y la defensa en regiones apartadas: recolectaron, cazaron y trabajaron la tierra y, cuando les fue posible, comerciaron. Allí procrearon hijos y vivieron durante años. La existencia de estas "colonias" de negros libres a lo largo de todo el territorio de Cuba, muchas de las cuales tuvieron su disolución durante el proceso revolucionario independentista de 1868-1878, que los incorporó como combatientes de las filas mambisas, ha dejado, además de los cientos de expedientes que sirven de fuente histórica para su estudio, un gran número de topónimos que permiten identificar muchas de las zonas que ocuparon durante el siglo pasado.

También en los lugares que habitaron dejaron innumerables evidencias materiales que permiten su localización y estudio. En investigaciones de campo realizadas en las montañas y zonas rurales de la Isla, los arqueólogos de la Academia de Ciencias de Cuba han podido localizar cuevas en las que se han encontrado, entre otras evidencias materiales, ollas de hierro, típicas de la primera mitad del siglo XIX, y fragmentos de pipas de barro, estas últimas ornamentadas con motivos negroides, que muestran la existencia de palenques. Todo esto muestra algunas de las vías por las cuales debe transitar la investigación para la reconstrucción del fenómeno histórico de los palenques en la sociedad cubana y darles el lugar que les corresponde.


    Referencias

    [1] Cuba, Archivo Nacional. Real Consulado, leg. 25, no. 1364.

    [2] Idem.

    [3] Idem.

    [4] Macías, José Miguel. Geografía de Cuba. Imprenta el Comercio, Cárdenas, 1866.




Tomado de: GABINO LA ROSA GORZO, "Los palenques en Cuba: Elementos para su reconstrucción histórica", en La esclavitud en Cuba, La Habana, Instituto de Ciencias Históricas, Editorial Academia, 1986, pp. 86-123.


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