Cuba

Una identità in movimento


Un preciado fantasma cumple cuarenta años

Esther Suárez Durán


El sábado 9 de septiembre de 2006 nos reunimos un grupo de espectadores de todo tipo para celebrar un singular cumpleaños: las cuatro décadas de travesuras del fantasmita Pluff en los escenarios cubanos.

Como todo aniversario escénico que se respete el festejo tuvo por centro el reestreno — una vez más — del simpático espectáculo Pluff, el fantasmita, obra teatral de la brasileña María Clara Machado llevada a la escena en 1966 de la mano del director artístico Roberto Fernández.

María Clara Machado fue la autora con quien inauguró el Teatro Nacional de Guiñol su existencia el 14 de marzo de 1963, fecha en que se produjo el estreno de Las cebollas mágicas. Tres años después, desde el Teatro de Muñecos de La Habana, institución creada en 1959, vuelve a ser representado su teatro. La puesta en escena, que contó con los diseños de Jesús Ruiz, la coreografía de Zoa Fernández y la música de Eduardo Ramos conquistó los premios a la mejor escenografía, música y actuación en el I Festival Nacional de Teatro Infantil y para la Juventud.

En aquella ocasión ya el pequeño Pluff era animado por la actriz titiritera Miriam Sánchez, mientras el actor Santiago Montero interpretaba al Pirata Pata de Palo. En 1972 la trayectoria del Teatro de Muñecos de La Habana se vio interrumpida abruptamente, a pesar de su intensa actividad itinerante por toda la provincia y sus actuaciones en cuanto espacio pudiera acogerlo. Se dispuso arbitrariamente que su membresía se sumara a la nómina del Teatro Nacional de Guiñol.

Años más tarde, ya como integrante de esta institución, Roberto Fernández repuso el espectáculo, que continuó subiendo a escena cada tanto, siempre con Miriam y Santiago en su elenco y el beneplácito del público que recibe con simpatía las peripecias de este pequeño y tierno fantasma — que habita con su madre y su tío en un barco abandonado — temeroso de las personas hasta que conoce a la niña Maribel, a quien ayuda a librarse del ambicioso pirata que la tiene prisionera.

En las funciones de esta temporada intervienen, además, Gilda de la Mata, como la Madre de Pluff; Mario González, como el tío Gerundio ( el fantasma del baúl); Delfina García, como Maribel, la nieta del finado Capitán Bonanza; y los jóvenes Liliana Pérez, quien alterna el papel de Pluff con Miriam a la par que desarrolla el de la Prima Pompa; Yosvany Brito en el primo Sixto (el fantasma aviador) y el marinero Sebastián, y José Luis González y Lázaro Hernández en los marineros Julián y Juan, respectivamente. Los tres últimos asesorados, como en cada una de las jornadas de presentaciones a lo largo de todos estos años, por esa primera figura que es Zoa Fernández, encargada del montaje y ensayo de los movimientos coreográficos.

Con sumo cuidado ha sido rescatada la escenografía original, y la música que se escucha es, justamente, aquella compuesta y realizada por el maestro Eduardo Ramos, por lo cual lo que se puede apreciar en escena tiene un valor histórico incalculable; nos permite conocer de primera mano un momento singular en la trayectoria de nuestro teatro.

No obstante, será pertinente preservar esta banda sonora sometiéndola a los procesos tecnológicos previstos para el caso y trasladándola a los soportes contemporáneos, operaciones que mejorarán la calidad de su sonido.

También parece preciso atender la emisión de la voz detrás del retablo. En el caso de algunos intérpretes no mantiene la intensidad requerida en detrimento de la comprensión de los parlamentos.

Los tres piratas amigos de la pequeña Maribel se presentan en dos planos: como actores y como actores-titiriteros. En el primero necesitan aún adquirir soltura y fluidez en el ejercicio de sus correspondientes partituras — que evidentemente requieren de un ritmo, precisión y vitalidad que no alcanzan — y conseguir diferenciar (¿construir?) sus personajes. En específico José Luis González y Lázaro Hernández deberán trabajar en esto último con detenimiento — sobre todo José Luis cuyo desempeño es a todas luces deficiente — y lograr la creencia escénica que aún les falta.

La función que presencié, pese al visible esfuerzo de parte del elenco, distaba de mostrar una puesta en escena con el tempo-ritmo, los matices, la puntuación escénica y la energía necesarios. Ojalá los próximos ensayos colaboren en su total ajuste y le devuelvan el aliento que persiste en mi memoria, no solo porque así ha de ser cada vez que un actor y un colectivo artístico suben a un escenario, sino porque resulta un real acontecimiento (no carente de misterio) el que un espectáculo logre transitar — lo cual connota interesar, conmover, significar — a lo largo de casi medio siglo.

He dejado para el final algo que considero un raro privilegio, tanto para el artista como para el público de que se trate. Me refiero al hecho de tener la posibilidad de interpretar un mismo personaje por espacio de cuarenta años, lo que en el teatro para niños equivale a varias generaciones e implica, incluso, que algunos espectadores puedan disfrutar este desempeño actoral desde roles diversos: inicialmente como infantes y luego como adultos: padres, madres, tíos que acompañan a los menores de la familia. Son los casos de Santiago Montero y, en particular, de Miriam Sánchez. Una curiosa oportunidad que reserva para sus fieles el teatro de figuras.

En suma, un regalo del Teatro Nacional de Guiñol para su público diverso y siempre numeroso y, en especial, para los teatristas, especialistas y estudiosos del teatro, también para quienes se preparan hoy en nuestras escuelas de arte; una ocasión, a la vez, para rendir homenaje y expresar nuestra gratitud a todos estos artistas cuya labor de toda una vida está impresa en este exponente de historia que puede palpitar y transcurrir ante nuestros afortunados ojos.


    Esther Suárez Durán, La Habana, 1955.
    Graduada de la Licenciatura en Sociología en 1978 en la Universidad de La Habana.
    En 1992 obtiene el grado de Master.
    Investigadora del Centro Nacional de Investigaciones de las Artes Escénicas.
    Profesora Titular Adjunta de la Facultad de Historia, Sociología y Filosofía de la Universidad de La Habana.
    Dramaturga, escritora, crítica teatral, ensayista, guionista de radio y televisión.
    Actualmente prepara su tesis de doctorado sobre el teatro bufo cubano.



Página enviada por Esther Suárez Durán
(16 de septiembre de 2006)


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