Cuba

Una identità in movimento


Quién fue José Martí

Armando Hart Dávalos


Los cubanos tenemos un deber con América y el mundo, mostrar con mayor precisión quién fue José Martí (1853-1895) el más profundo y universal pensador de la América española.

Cada día se hace más necesario conocer cabalmente quién fue aquel hombre al que Rubén Darío llamó "Maestro", precursor del modernismo latinoamericano, considerado entre los mejores prosistas de habla castellana de su época, ensayista capaz de abordar, destacar o identificar todo lo nuevo que se revela en la ciencia y la cultura de su tiempo, avanzadísimo crítico de arte y, en primer lugar, organizador, del Partido Revolucionario Cubano y de la última guerra de liberación de Cuba del dominio español.

Para subrayar cómo llegó a una comprensión de tan largo alcance y enfrentar los desafíos que tiene lberoaniérica hacia el siglo XXI, rememoremos cómo se gestó y alcanzó grandeza este paradigma de la cultura y la política de América Latina al que Gabriela Mistral calificó como

"... el hombre más puro de la raza".

Martí recogió, en gran parte de sus sentimientos e ideas, lo mejor de la cultura de origen hispánico, lo reelaboró, le dio carácter americano y proyectón su universalidad. Esa relación entre lo americano y lo universal se fundamenta en el principio martiano

"... injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser de nuestras repúblicas".

Fue un poeta que abrió nuevos cauces, amante fino y profundo de las letras y de lo bello, sensible y apasionado por la búsqueda del conocimiento humano y que en sus Versos Sencillos proclamó la vocación de echar su suerte con los pobres de la tierra.

Fue Martí maestro, periodista, combatiente político que, de manera infatigable estudió, leyó y escribió acerca de todo lo humano que ocurría en el mundo de su época: crónicas de la Invasión colonial francesa al territorio del actual Viet-Nam, y páginas impresionantes que releemos con emoción y deslumbramiento en relación con el alma rusa, así como historia, narraciones de las más diversas naciones de Europa, del mundo, incluidas, desde fuego, sus maravillosas descripciones de cómo era la Españna de entonces.

Fue el cubano capaz de describir y detallar con la mejor literatura castellana, desde los sucesos de Chicago hasta los más relevantes descubrimientos científicos del mundo que conoció. Capaz, a su vez, de escribir páginas inolvidables de los principales personajes de la historia, la política, la literatura y la ciencia.

El ideario que heredó de los forjadores de la nación cubana, Félix Varela, José de la Luz y Caballero y, en particular, de su maestro Rafael María de Mendive, unido a la vasta cultura que alcanzó, lo llevaron a desarrollar y enriquecer las ideas políticas y culturales más avanzadas de su tiempo. De su periplo por el mundo dejó inigualable testimonio en su obra periodística, su poesía, su narrativa y, sobre todo, en los certeros análisis de ensayística enjundiosa e lluminadora.

Cuando Carlos Manuel de Céspedes, Padre de la Patria, se alza en La Demajagua el 10 de octubre de 1868, contra el poder colonial español, tenía Martí escasos 16 años, y escribe unos versos memorables nacidos de una altísima sensibilidad cultural y amor a la libertad.

Con su amigo entrañable Fermín Valdés Domínguez firma una carta de censura dirigida a un condiscípulo desertor de la causa de la independencia de Cuba. La misma es ocupada y ambos apresados. Martí se responsabiliza, es condenado a cadena y grillete, cuyas marcas quedan para toda la vida. Posteriormente es deportado a España. Sólo cuenta 17 años, pero ya había aprendido lo suficiente para escribir El presidio político en Cuba.

En Madrid realizó estudios superiores, los cuales culminó de manera brillante en la Universidad de Zaragoza, En la península fue testigo de un acontecimiento que aportaría luz a su formación revolucionaria: el establecimiento de la primera república española, a la cual dedicó, en 1873, comentarios que publicó en la prensa y en su trabajo La República española ante la Revolución cubana.

El periplo vital del permanente destierro en que transcurrió la mayor parte de la vida de Martí favoreció el desarrollo de su universalidad. A su salida de España — a fines de 1874 — le siguió un recorrido que incluyó París y Nueva York, tras el cual se radicó en México, país en que se puso en contacto directo por primera vez con la población indígena. Aquel encuentro sobrecogedor marca el inicio del conocimiento directo de los países que llamaría "Nuestra América". Enriquece sus experiencias durante su estancia en Guatemala entre 1877 y 1878.

Regresó unos meses a La Habana tras concluir lo que llamamos la Guerra Grande (1868-1878), conocida también como la de los Diez Años en la que no sólo se mostraron los puntos máximos de una época de gloria, de eterno y emocionado recuerdo, sino también evidenció que hacían falta otros hombres y otros métodos para dirigir la epopeya futura. El enfrentamiento bélico requería, además, un genio de la política, un talento intelectual del más alto nivel, un hombre de acción, pasión e imaginación. Esto lo encarnó José Martí.

Tras este breve tiempo en Cuba es deportado nuevamente a España. Logra salir rumbo a Nueva York pasando otra vez por París. Después de algunos meses en la urbe norteamericana se trasladó a Venezuela, en cuya capital residió y se familiarizó aún más con el legado de Simón Bolívar, el prócer a quien tanto veneró y cuyas luchas se propuso continuar, se sintió su hijo y deudor y escribió emocionado:

"... ¡de Bolívar se puede hablar con una montaña por tribuna, o entre relámpagos y rayos, o con un manojo de pueblos libres en el puño, y la tiranía descabezado a los pies... !"

En México, Guatemala y Venezuela se relacionó con el rico mundo cultural latinoamericano. Si en Cuba había sido conocido al negro, entonces condenado por la esclavitud, en aquellos países supo directamente del indio, lo que reafirmó su antirracismo.

"De América soy hijo: a ella me debo", escribió el Maestro al abandonar Venezuela, en 1881, rumbo a Nueva York, y desde esta ciudad continuó su Cruzada a favor de la unidad latinoamericana.

Al recordar su enunciado "Patria es humanidad", cabria decir que Martí hacia política para la humanidad. La hacia, con claridad de su sentido universal, exquisitez en los métodos, firmeza indeclinable en los fines, previsión extraordinariamente realista acerca de los peligros y limitaciones, y con pasión resuelta, serena y heroica por superarlos. Esta originalisima combinación de elementos en una mentalidad privilegiada, con una vasta cultura, con una personalidad atrayente y sugestiva, lo convierte en el único cubano capaz de agrupar y fundir en un movimiento, resumir en un solo partido, concretar en un solo ejército, todo el esfuerzo del pueblo cubano por su independencia.

Desarrolló una actividad febril en el terreno de las ideas para aunar voluntades a favor de la causa de la independencia y esclarecer conciencias acerca de los peligros que lo acechaban.

"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace — sentenció — ganémoslas a pensamiento".

Dirigir la guerra con criterio político era el único modo de ganarla. Había que buscar formas concretas de organizar el ejército y, los medios para auxiarla y extenderla en todo el territorio; para ello se necesitaba unir las voluntades en un apretado haz bajo una dirección unificada. Con este fin fundó el Partido Revolucionario Cubano, el primero creado en América, y quizás en el mundo, para organizar y conducir una guerra atiticolonialista y de independencia. La novedad de este hecho basta por si sola para explicar la perplejidades provocó.

Aún en medio de su intensa actividad política y propagandística, Marti mostró una sensibilidad y una ternura conmovedoras hacia los niños y dio especial atención al tema de la educación. Escribió tira libro de poemas que título Ismaelillo publicado en 1882 dedicado a su hijo, y más tarde en 1889 acometió la empresa de editar una revista dirigida a los niños de America, la Edad de Oro. Sus ideas pedagogicas están presididas por el pensamiento: "Ser cultos es el único modo de ser libres" y establecen principios muy avanzados como la vinculación del estudio con el trabajo, la integralidad de la educación, los métodos científicos en la enseñanza y sobre todo la formación ética y patriótica.

La lucha por la Independencia de Cuba no sólo se libró contra el colonialismo español, sino también, y de manera muy esencial, contra las desmesuras del Norte.

Martí se instala en Nueva York en 1880 coincidentemente con el ascenso económico e Industrial de E.U. y donde ardían las corrientes universales más contradictorias del pensamiento de aquella época. Y confirma que en Cuba y las Antillas está la clave del destino del Nuevo Mundo. Allí reside hasta 1895 en que viene a reiniciar la guerra por la independencia. Esos años (1880-1895) resultaron determinantes para la formación política de Martí. Fue el país donde, después de Cuba, vivió más tiempo. Nadie ha escrito con mayor profundidad acerca de la historia de los Estados Unidos, sus costumbres, sus virtudes y sus defectos, como lo hizo José Martí. Una colección de sus escritos aparece bajo el título Escenas norteamericanas.

A propósito de la Conferencia Internacional Americana celebrada en Washington, Martí advirtió previsoramiente, en 1889, la atención que merecía Estados Unidos en cuanto a su interés en extender sus dominios en América y apoderarse de Cuba y las Antillas, para de este modo fortalecerse como potencia ante el mundo, y postuló, hace ya un siglo, la urgente necesidad de que los pueblos americanos declararan su segunda independencia frente a los apetitos voraces del imperio del Norte. Es destacada también su labor como diplomático en Estados Unidos representando primero a Uruguay como cónsul general en Nueva York y más tarde a Argentina y Paraguay.

En su vida como revolucionario y como pensador, logró articular en su carácter y en su mente ciencia, conciencia y hombre de acción. Y lo hizo a partir de su ética, porque Martí era un hombre medularmente ético con una cultura en la que estaban presentes el pensamiento y la sensibilidad cristianos en su expresión más pura y original. Dijo:

"… en la cruz murió el hombre en un día y en la cruz debe aprender a morir el hombre todos los días".

La dignidad de su conducta lo lleva al campo de batalla y aunque no era un guerrero, tenía conciencia de que la guerra constituía una necesidad objetiva para la Independencia de Cuba, y comprendia que debía enseñar con el ejemplo:

"La razón, si quiere guiar — había afirmado — tiene que entrar en la caballería y morir, para que la respeten los que saben morir".

Ahí esta la raíz de la tragedia de su caída en Dos Ríos el 19 de mayo de 1895 a poco de iniciada la guerra que él preparó y convocó. En ello está la esencia de su virtud educativa, la prueba definitiva de la consecuencia de su vida.


    Armando Hart Dávalos
    es Director de la Oficina del Programa Martiano
    y Miembro del Consejo de Estado de la República de Cuba.



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