Cuba

Una identità in movimento


Realidades Judías

Renato Vilacís



LA HABANA, 15 DE NOVIEMBRE DE 2004 (WORLD DATA SERVICE)

La política cubana hacia los judíos pasó por una etapa difícil cuando la Revolución apenas se estrenaba en el poder.

Como ocurrió con otras confesiones religiosas, el proceso entonces recién asentado, encontró oposición en las capas pudientes de la comunidad judía. Se trataba de individuos que habían inmigrado para huir el nazismo o por "incompatibilidad de caracteres" con el comunismo europeo. Ciertamente, en los parajes de Europa Oriental la política oficial hacia los judíos dejó mucho que desear desde el punto de vista de la justicia social.

Pero, en Cuba, Fidel Castro — como reconoció Natalie Pelavin, una judía de Delray Beach, en la Florida —

"... no cerró las sinagogas".

El culto, es verdad, no se propició en medio de las tareas de transformación nacional, pero, más que un enfrentamiento étnico o religioso, se trataba de diferencias respecto a la política económico-social de la joven Revolución y la propiedad de los medios de producción y las riquezas. Al igual que sucedió con otras clases sociales autóctonas, muchos judíos optaron por asimilarse o trasladarse a Estados Unidos y otros países.

Tan pronto como hubo una oportunidad — para muchos identificada con la visita del Papa Juan Pablo II — la política religiosa cubana pudo encaminarse por el rumbo de la cordialidad. Las cosas volvieron a moverse y, en el caso judío, el propio líder cubano visitó la sede de la comunidad para participar en la celebración del Shabbath, en 1999.

Aunque no en igual medida que otras (española, africana o china), la cultura judía forma parte del "ajiaco" de la cultura cubana. En ese plato tradicional se mezclan diversos alimentos como ocurre con las etnias en la formación de la nacionalidad de la Isla.

El aporte judío a las venas cubanas comenzó con los inmigrantes ashkenazi llegados de Rumania a principios de establecida la colonia.

En el siglo 20 se reforzó con sefardíes turcos y del sur de los Balcanes, conjuntamente con otros de Rusia, Lituania, Hungría, Polonia y el este europeo.

Como consecuencia de la II Guerra Mundial, para huir de las persecuciones y el Holocausto, viajaron a Cuba un buen número de judíos. El propósito principal era seguir hacia Estados Unidos o regresar a Europa una vez que el fascismo fuese vencido y sus repugnantes leyes étnicas derogadas.

El triunfo de la Revolución cubana motivó otra oleada de emigración, en particular de los empresarios grandes, medianos y pequeños que habían hecho fortuna en la Isla.

La política oficial cubana, sin embargo, puede resumirse en rechazo al sionismo, aceptación a la práctica religiosa y buenos negocios con empresarios judíos. Los tropiezos previos en nada pueden compararse — como han querido hacer ver desde Estados Unidos — con la "Noche de los Cristales Rotos". Así se llamaron los "pogroms" o persecuciones antisemitas que desataron las políticas de supremacía racial de la Alemania hitleriana.

El diferendo ha existido con el estado de Israel, que fue durante mucho tiempo — hasta el indulto de Mireya Moscoso a cuatro terroristas en Panamá — el único país con el que Cuba había roto relaciones diplomáticas.

El paso fue dado por Fidel Castro durante la Cumbre del Movimiento de Países No Alineaods, en Argel (1976) debido a las violaciones sionistas a los derechos del pueblo palestino. Tel Aviv es el principal aliado de Estados Unidos en el Medio Oriente y se ha unido desde 1992 a Washington en las votaciones contra el bloqueo estadounidense en la Asamblea General de la ONU.

A lo largo de estos 13 años, mientras la comunidad internacional expresaba casi un consenso de rechazo a la política de guerra económica contra Cuba, sólo Israel perseveraba en su papel de cómplice de las administraciones.

Aún en tales circunstancias, la verdadera esencia de la política cubana hacia los judíos ha permitido contactos satisfactorios entre las autoridades de la Isla y la comunidad judía en el mundo, en especial, en Estados Unidos. Estos lazos permiten que el Grupo BM, de origen israelí, tenga una provechosa participación en diversos negocios, sobre todo, agrícolas en Cuba.

Pero, fundamentalmente, y pese a todos los escollos puestos por la política del bloqueo, se ha reflejado en sistemáticos viajes de grupos de judíos desde Estados Unidos, en misiones humanitarias. En mayo pasado llegó el cuarto grupo a cargo del Departamento de Artes y Cultura del Centro Comunitario Judío de Levis (CCJ), en Boca Ratón, Florida.

Los participantes de los viajes, iniciados en 2001, han tenido los auspicios de Solidaridad Judía, una entidad fundada por una pareja judía de la Florida, que cuenta con una licencia del Departamento del Tesoro. De no ser así, las comunidades judías, pese a la fuerza que les confiere su cabildeo en la política estadounidense, estaría tan restringida como otros ciudadanos cuando se trata de viajar a Cuba.

Las regulaciones del bloqueo impuesto a la Isla hace más de cuatro décadas no distinguen a los judíos de otros estadounidenses al limitarle su derecho constitucional a viajar. Pelavin vino persuadida por recuerdos de su infancia, cuando sus padres visitaban a la Isla en las vacaciones, y por razones humanitarias y religiosas.

"Quería ver cómo era el país, encontrarme con las personas y sentía curiosidad por ver cómo era la vida en una pequeña comunidad judía", respondió a preguntas de la periodista Sally Ling.

"Resultaba interesante — puntualizó — ver cómo esa gente había organizado sus vidas. Algunos judíos se quedaron en Cuba cuando pudieron partir y eso era muy impresionante".

La respuesta a la curiosidad de Pelavin, pudiera estar en que, pese a su tendencia conservadora, la comunidad judía en Cuba era capaz de discernir las diferencias de la política aplicada desde 1959. Aunque esa línea oficial no era aceptada por las capas pudientes judías, el resto de la comunidad sabía que no había cabida para un rechazo al "Saint Louis".

Ese buque transportaba refugiados judíos desde Europa y llegó a La Habana en su intento de desembarcarlos en Estados Unidos.

Sin embargo, el "hombre fuerte", general Fulgencio Batista, siempre muy cerca a Washington, no los dejó bajar a tierra y, obligados a regresar, muchos de los infortunados viajeros fueron esperados por la represión nazi.

La etiqueta anti-judía que se ha querido colgar a Cuba tiene mal pegamento, y se cae al confrontarse con la realidad, una de cuyas muestras son los viajes del CCJ, que se preparan a repetir en 2005. Aunque el motivo básico es ofrecer apoyo a los 1,500 miembros de la comunidad judía cubana, los participantes también dedican parte del tiempo a recorrer la principal isla caribeña.

Ese es el sentido de los "contactos pueblo a pueblo", descontinuados con las recientes medidas de la administración de George W. Bush para reforzar el bloqueo.

El paso, según La Habana, reflejó el temor de Washington ante los resultados de esos contactos pues, no contribuían, como esperaban a resquebrajar el sistema cubano.

Susana Flaum, directora de Arte y Cultura del CCJ, pareció coincidir con el punto de vista oficial en la Isla, al apuntar que

"... la gente está curiosa de ver a Cuba porque está cerrada, es segura y tiene una cultura fascinante".

Flaum explicó que los viajes enfilaron a Cuba debido a los ataques terroristas contra Nueva York y Washington, que crearon una mentalidad de asedio en los estadounidenses.

"Después del 9/11 no queríamos alejarnos mucho y Cuba nos llamó la atención por su rica cultura y tener 1,500 judíos — 1,200 en La Habana", comentó.

El gobierno cubano — reconoció — no se ha opuesto a estas visitas por su carácter humanitario y religioso de los grupos que

"... buscan lo que necesitan en la sinagoga".

No constituye un secreto que los judíos han disminuido en cantidad, pero la comunidad se ha fortalecido con organizaciones y templos.

La primera entidad judía surgida en Cuba fue la United Hebrew Organization, seguida en 1929 por el Centro Hebreo, y la Organización Sionista. A fines de la década de 1920 y principios de los 1930s surgieron incluso periódicos y revistas (La Palabra Israelí y El Mundo Hebreo) entre otras organizaciones.

Para mediados del siglo 20, la comunidad había florecido y contaba con el templo Beth Israel, de la Comunidad Hebrera, el Centro Hebreo Sefardí y el Centro Adath Israel que, posteriormente, fundó la sinagoga Adath Israel.

Todavía en Guanabacoa, un suburbio oriental de La Habana con fuertes tradiciones folclóricas, se conserva el cementerio propio de los judíos.

Pese a que la comunidad es pequeña, se ha adaptado con comodidad a la sociedad cubana contemporánea en la que cuenta con dos sinagogas en La Habana (Adath Israel y Beth Shalom) además de otras en Camagüey y Santiago.

Los judíos cubanos están agrupados en la Organización Femenina Hebrera, el Grupo Shinja, el Grupo Jóvenes Macabeos y la Logia BNai para sus actividades religiosas y culturales. En ellas se enseña el hebrero, mientras los funerales de un judío corren a cargo de la sociedad Jevra Kadisha y la Casa de la Comunidad Hebrera de Cuba coordina a todas las instituciones judías, mientras aglutina un valioso patrimonio.

RL/RV



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