Cuba

Una identità in movimento


La Fototeca de Cuba, un pequeño historial interesante y necesario

Rufino del Valle


Mercaderes, era una calle de mercadeo y lugar del trasiego de los comerciantes, en La Habana decimonónica. En ella se encuentra una de las plazas más antiguas de la ciudad, la Plaza Vieja, la cual era atravesada constantemente por vendedores fijos y ambulantes quienes voceaban las frutas tropicales, el pescado recién extraído, así como pan, viandas y otras mercancías como telas y ropa barata.

En el café de la esquina, la gente formaba tertulias y desayunaba chocolate con bizcochos y café, y la prensa de la época reflejaba una apacible vida doméstica a pesar de la guerra de independencia que se estaba gestando.

En el número 309 del siglo XX se anunciaban las funciones de un cine de barrio, el cine Habana. En sus carteles se presentaban las películas de moda de entonces y debajo de todo el aparataje actoral aparecía los precios de sus funciones: 50 centavos, los mayores, y 20 centavos los niños y la tropa.

La plaza la conforma las calles comprendidas entre Muralla, Teniente Rey, San Ignacio y Mercaderes, donde hay varias residencias palaciegas, como la del Conde de San Juan de Jaruco, la de Franchi Alfaro, la del marqués de Prado Ameno, y la de las hermanas Cárdenas, sin embargo una de las casonas menos ostentosas y una de las más antiguas es la que nos ocupa en este momento, la de Mercaderes número 307: la casa de Beatriz Pérez Barroto, que fuera construida en el siglo XVIII, de estilo mudéjar primitivo, que sufrió remodelación en el XIX, restauración en 1986 y reparación en el 2005. Desde sus inicios se describe como vivienda baja, de rafas, tapias y tejas, comprada por Juana María de Acosta; en 1724 la adquiere el teniente Juan Rico de Mata cuando la compró a Manuel de Sotolongo. En la primera década de 1700 se le añade la planta alta, conservando muy poco de sus antiguas características. En 1812 era su propietario Alonso María Romeo. En este siglo se le hace techo de azotea al salón que da frente a la calle, el vano del frente se cubre con persianas y la baranda de madera del balcón se sustituye por el hierro, cambios comunes en todas las viviendas de esta plaza a partir de 1830.

Grabado antiguo de la Plaza ViejaEn 1835 se estableció en ella el Real Colegio de Corredores. En 1842 la habitaron varios vecinos, los cuales la subdividieron hasta que pasa en propiedad a Don Manuel Valdés y Peñalver, III Conde de Cañongo, quien falleció en 1884.

Desde 1880 radicaban en el edificio dos almacenes de ropa: Páez Manzanedo y Cía. y La Capitana de José del Corral, el café Flor de Cuba y la sastrería El Gallito de Domingo del Corral, demostrándose de este modo la existencia de accesorias con diferentes usos.

En 1885 se adjudicó la casa a Doña Asunción Valcárcel y Mantilla. En 1920 es comprada por el señor Ángel Arango y Fernández, quien la vendió unos meses más tarde al Banco Internacional de Cuba. En 1922 la señora Gloria E. Valcárcel, descendiente de la propietaria antes fallecida adquiere nuevamente el inmueble por compraventa.

Desde entonces se han desconocido los diferentes usos y propietarios que tuvo la edificación con posterioridad a esta fecha, pero se puede afirmar que debe haber ocurrido algo muy similar al resto de los edificios de la Plaza Vieja, o sea, cambios de uso y subdivisiones para desarrollar diferentes funciones hasta convertirse en vivienda multifamiliar con decenas de cuarterías. Estos cambios estructurales unido al daño natural ocasionado por el paso del tiempo, la llevó a su máximo grado de deterioro hasta el momento de su restauración en 1986, al rescatar esta valiosa joya del patrimonio nacional del olvido.

A partir de aquí la vivienda cambia su historial y el sábado 15 de noviembre de 1986 se convierte en un día muy especial y los habaneros avisados del gran acontecimiento que se les venía encima, abandonan sus habituales costumbres: la gente dejó la cafetería de la esquina y muchos invitados invadieron la casona para dar inicio a la inauguración de lo que desde entonces se ha llamado FOTOTECA DE CUBA. La casa pintada de blanco y azul se convirtió además en la primera casa restaurada en la ciudad con un doble propósito: cultural y social, o sea de ser a la vez institución cultural y vivienda; ya que en el fondo se construyeron seis apartamentos para dar vida a esa misma cantidad de familias de la zona.

Plaza Vieja y la Fototeca de Cuba, en la actualidad. Foto: Rufino del Valle

Para hacer un poco de historia, la Fototeca fue inaugurada a las 7:00 p.m.; por el mes en cuestión debía de ser una noche invernal, todo lo contrario, según los periódicos de la época, el día 15 se disipó un frente frío sobre la costa norte, continuando su habitual temperatura en la ciudad. Su creación se realizó bajo la sombra del 467 aniversario de la fundación de la ciudad y la II Bienal Internacional de Artes Plásticas de La Habana, con una singular exposición: "A Trocha y Mocha, la foto directa de Constantino Arias", a ella asistieron las personalidades más importantes del mundo de las artes plásticas del momento. La muestra se efectuó a partir del trabajo investigativo que asumió (Marucha) María Eugenia Haya Jiménez (1944-1991) para la exhibición inaugural, quien rescató casi del olvido en cajas resguardadas con celo y meticulosamente los negativos históricos, muchos de ellos inéditos, de un grande de la fotografía Latinoamericana. Marucha, además de fotógrafa e investigadora fue su fundadora y primera directora, quien supo a partir de su creación, ampliar el acervo fotográfico y expositivo con valores de la fotografía mundial, que ya hoy en día ha cursado 20 años de existencia.

Aunque en un principio su objetivo era convertirla en centro de investigación, conservación y restauración de fotografías, sin embargo no se fundó sólo como un museo o archivo de fotografías antiguas y contemporáneas o de cuidar el patrimonio ya existente, como parte de sus funciones. Según Mario García Joya (Mayito), la Fototeca de Cuba no era un "cementerio de fotografías". Había una política más amplia, de promoción y desarrollo de la fotografía y de los fotógrafos contemporáneos cubanos y de acercamiento entre éstos y el resto del mundo, especialmente con Latinoamérica. Además, se planteó el objetivo de insertarla en el sistema de las artes plásticas y de la cultura en general, porque la fotografía, entonces, no era considerada como una actividad creadora ni "artística". También hoy en día sigue continuando el trabajo de profundización del estudio de la historia de la fotografía cubana, que comenzara Marucha, desde sus inicios.

Muchas anécdotas y acontecimientos han dado cabida a su historia, desde sus mismos comienzos cuando Mayito, ideólogo y promotor de la creación de la Fototeca, tuvo que buscar algunos camiones del ICAIC para dar luz e iluminar la institución porque inesperadamente hubo un corto circuito en los cables recién instalados, o cuando tuvo que colocar un letrero en el balcón para dar información que no se recostaran porque todavía estaba flojo, podía caerse y provocar un accidente, o cuando Marcia Leiseca, entonces viceministro de Cultura, sembró la bugambilia para dar belleza floral al lugar, que todavía hoy se conserva. A lo largo de la vida de la Fototeca de Cuba, han asistido fotógrafos de renombre internacional que han expuesto a partir de este primer día como Sebastiao Salgado (Brasil), Pedro Meyer (España-México), Annemarie Heinrich (Alemania-Argentina), Graciela Iturbide (México), Juan Manuel Díaz Burgos (España) y Luc Chessex (Suiza), entre otros.

Por la Fototeca de Cuba ha desfilado un sinfín de artistas de las artes plásticas tanto del patio como extranjeros, que le han dado brillo y esplendor a sus paredes. Se ha dicho que lo mejor de la fotografía mundial ha expuesto en sus recintos y eso es lo que ha caracterizado el trabajo curatorial en 20 años de labor, desde fotografías de Robert Mapplethorpe (EE.UU.), Alexander Rodchenko (URSS), Nacho López (México), Tina Modotti (Italia-México) y Bill Brandt (Gran Bretaña), para dar también facilidad a los nuevos exponentes de la visualidad contemporánea.

En su bóveda se guarda la memoria iconográfica de más de 160 años de fotografía cubana, con más de 21 mil fotografías y más de 17 mil negativos, así como una buena colección de libros, documentos y catálogos de Cuba y de otros países. Atesora las imágenes más importantes del país, desde daguerrotipos, ambrotipos y ferrotipos, pasando por la colección de artistas como Joaquín Blez y José Manuel Acosta, la colección del Diario de Cuba, hasta las más modernas impresiones fotográficas de la nación.

Se avizora una panorámica altisonante en los próximos años cuando a partir de ahora se realizará "Noviembre Mes de la Fotografía" para festejar un nuevo aniversario y para que se reúnan no sólo fotógrafos y creadores, sino, estudiosos de la imagen e investigadores de la comunicación visual para seguir profundizando en la más joven de las artes. Es un compromiso ineludible y necesario para la cultura general y para la visual en particular.


    Bibliografía

      Archivos de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.

      Periódico Juventud Rebelde, La Habana, domingo 16 de noviembre de 1986, p. 1.

      Entrevistas a Marcia Leiseca, Katia García, Josefa González y Mario Díaz.




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(26 de diciembre de 2006)



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