Cuba

Una identità in movimento

Sanguily, genio y figura

Julio Martínez Molina



Durante abril de 1912, el Secretario de Estado norteamericano, Philander C. Knox, tocó La Habana. Otro punto de su recorrido caribeño, momento aprovechado por Manuel Sanguily, su homólogo cubano a la sazón, para espetarle, en medio del asombro y pavor de los políticos conacionales concurrentes al banquete ofrecido al huésped por la Presidencia de la República, estas palabras contenidas en discurso antológico:

"Si el feroz propósito que persiguen y vienen acariciando inicuos agoreros debiera realizarse alguna vez (...) sobrevendría seguramente algún inaudito prodigio (...) acaso la majestuosa mujer que se yergue en medio del gran estuario sobre la isla Bedlos doblaría su cintura de metal para apagar en las aguas alteradas la gigantesca antorcha que ilumina el vasto océano y la conciencia humana, a tiempo de resonar un alarido pavoroso, arrancado al desencanto y al terror, que el eco repetiría de ola en ola y de cumbre en cumbre, anunciando en la noche del mundo que la libertad había muerto".

Subyugan a todo amante de las letras estas frases perfectas, que por demás resumen su figura: patriota y antimperialista confeso, valiente de los que pronuncian su pensar a rajatabla y excelso prosista. El "tigre del Senado", como lo llamaban algunos allí, tenía siempre prestas sus nobles zarpas con el fin de atacar todo lo que venía a lacerar la dignidad cubana. Así, se opuso a la venta de tierras a extranjeros, a la Enmienda Platt, al Tratado de Reciprocidad Comercial y otros engendros proyankis. Su inconformidad constante en un ámbito donde muchos nos pensaban de su modo, hacíanlo parecer hosco, indignado ante los ojos de los demás.

No en balde, un invitado foráneo le preguntó a Manuel Márquez Sterling — el periodista que en 1902 cubría los debates parlamentarios — que quién era aquel legislador siempre tan exaltado.

El visitante no sabía que estaba frente a un valioso teniente coronel del Ejército Libertador, hermano de un mayor general, impugnador ahora de los neocolonizadores como en su día lo fuera de la metrópoli española. Mucho menos que se trataba de un eminente intelectual, personalísimo y reputado crítico literario, dueño de un verbo, a juicio de Martí, "como su cabellera de oro", a quien lo único que le dolió del período en la manigua fue la imposibilidad de estudiar.

Un hombre que, siendo prácticamente un chiquillo, abandonó la casa de su protector, el coronel del Ejército Español, Manuel Pizarro (lo cuidó al quedar huérfano, pero pretendía atraerlo a su causa). Una persona que sin rebasar los veinte se dispuso a combatir (y hecho un anciano seguiría haciéndolo con las armas de su oratoria, escritura y actitud). Profeta que previó las formas de la intromisión norteamericana en Cuba. Polemista que se enfrentó nada más y menos que con Fray Candil; señor que se atrevió a hacer crítica de la crítica tan tempranamente y sondearía con su aguda visión los avances del conocimiento a escala general.

Manuel Sanguily, luego de suscribir un inmenso rosario de artículos, discursos y folletos, falleció en La Habana en los días finales de enero del '25, a los setenta y seis; sus años postreros fueron semejantes a los primeros: los pasó en pie. Una década antes de morir abandonaba la Secretaría de Estado del Gobierno de José Miguel Gómez, y renunciaba en 1917 a nuevos cargos oficiales posteriormente conferidos, por discrepancias políticas con el presidente Menocal. Dos años más tarde, lideró el Partido Nacionalista, oponiéndose de pleno a la política ingerencista de Crowder. Genio y figura...


Fuente: 5 de Septiembre
http://www.5septiembre.cu/historia3.htm


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