Cuba

Una identità in movimento

La huella cubana del Pintor canario Valentín Sanz Carta

Jesús Guanche



Introducción

La significación histórica de un pintor como Valentín Sanz Carta (1849-1898) no se puede valorar sólo por su significación artística en la plástica cubana de la segunda mitad del siglo XIX; sino al mismo tiempo, por su permanente actividad docente durante 1886-1898; por la capacidad de influir en un conjunto de artistas y también profesores de pintura de la Academia San Alejandro, cuya madurez abarcó los primeros decenios del presente siglo.

En este sentido, el objetivo fundamental de esta comunicación consiste en realizar una nueva lectura interpretativa de la actividad profesoral de Valentín Sanz a través de la obra de sus principales discípulos; tales como Angel Porro Primelles, Concepción Mercier García, Aurelio Melero Fernández de Castro, Manuel D. Lluch Beato, Adriana Billini Gautreau, Eduardo Morales Morales, Rosa San Pedro Humares, Manuel del Barrio, María Ariza Delance, Teódulo Jiménez Hernández y Antonio Rodríguez Morey; los que constituyen la simiente de la escuela del paisaje cubano.

Sin embargo, paradójicamente, con el inicio de la corriente vanguardista de los años veinte, la mayoría de estos artistas fueron casi "borrados" de la historia de la plástica cubana. Por ello, su justa revalorización a partir del legado pictórico y docente de Sanz, ha formado parte de una monografía recién concluida junto con mi colega y compañera Gertrudis Campos Mitjans. Su legado docente en nuevos portadores.

Tanto en la actividad científica como artística, una de las maneras de trascender el ciclo vital que nos toca vivir, se efectúa no sólo mediante la propia obra creada, sino conjuntamente, a través de la capacidad de trasmitir conocimientos en el campo de la enseñanza. Durante los doce años que Sanz Carta permanece al frente de la cátedra de paisaje y perspectiva de San Alejandro imparte clases a varias decenas de alumnos; algunos de los cuales continúan cultivando el paisaje y el retrato como género pictórico en su posterior actividad profesional. Muchos obtienen importantes premios nacionales e internacionales; e incluso, también se dedican a la enseñanza de las artes plásticas en Cuba.

De ese modo, el legado de este artista, nacido en Canarias y arraigado en Cuba, no podemos circunscribirlo a los resultados de su propia obra pictórica, sino a la posibilidad multiplicadora que posee la actividad pedagógica bien orientada.

Recordemos que desde su entrada en San Alejandro en 1886, Sanz logra cambiar el proceso de enseñanza-aprendizaje, limitado hasta entonces al contexto tradicional del aula, pese a la abierta resistencia del entonces Director de la Academia Miguel Melero. Sanz emplea sus propias obras como base material de estudio en las copias de cuadros a través de diversas técnicas (al lapiz, al carbón, a la sepia, al creyón, a la acuarela o al óleo), propicia y, en ocasiones, costea múltiples excursiones a diferentes lugares de interés en la ciudad de La Habana, como el Jardín Botánico y las márgenes (entonces limpias) del río Almendares. De este modo obtiene éxitos crecientes — corroborados por la crítica de arte en su época — mediante la motivación participativa de sus alumnos, a la vez que logra en la enseñanza del paisaje un proceso de observación y ejecución "in situ", que inicialmente ha complementado con el entrenamiento de las diversas técnicas del dibujo y la pintura.

Sanz Carta crea la simiente de una escuela del paisaje cubano de contenido realista, que trasciende al modo de interpretar el ambiente natural a través de la comunicación pictórica.

Sus objetivos se encuentran bien claros. Consolidar primero un dominio de los medios técnicos de expresión a través de imágenes plásticas y luego propiciar que los alumnos desarrollen a plenitud sus capacidades creativas, dentro de los límites propios de este tipo de representación pictórica; aunque parten de la naturaleza circundante y no de su recomposición en el estudio.

En dos ocasiones se observa un entrañable grado de identificación de Sanz con sus alumnos y de éstos con el maestro, cuando propone a sus discípulos Angel Porro Primelles, en 1892 y Manuel D. Lluch Beato en 1893 para que lo sustituya en las clases.

Esta actitud pedagógica constituye un importante paso de avance en relación con la extrapolación de modelos y valores estéticos franco-italianos motivados por otras realidades histórico-sociales para el desarrollo de la actividad artística en la Isla.

Aunque los principales éxitos de sus discípulos no se conocieron en vida de Sanz, la fructifera actividad profesional de éstos son el mejor testigo histórico de su labor pedagógica; aunque la mayoría también haya padecido el olvido y la subestimación por cultivar el género del paisaje al aire libre en un contexto cambiante respecto de las nuevas corrientes pictóricas que tienen lugar en Cuba desde el primer cuarto del presente siglo.


Sus principales discípulos

En el artículo póstumo que publica en 1898 Aniceto Valdivia (1857-1927) con su conocido pseudónimo de Conde Kostia en el diario La Lucha, con motivo de la reciente muerte de Sanz, además de resaltar la significación de su obra artística señala que:

"Su enseñanza ha sido, en cambio, fecunda. Discípulos — hoy verdaderos maestros — han aprovechado bien las lecciones que el sabía infiltrar en las almas y en los talentos preparados para comprenderla".[1]

Tratemos de hurgar en la actividad docente de Sanz mediante sus alumnos para valorar mejor no sólo su trascendencia artística, sino principalmente formadora y humana.

Angel Porro Primelles (1864-1918), nace en la ciudad de Camagüey, entonces Puerto Príncipe; matricula en San Alejandro a los diecinueve años y a los pocos cursos asiste a las clases de paisaje de Sanz. Sus estudios son valorados favorablemente por la crítica habanera y en un artículo de La Habana Elegante (julio de 1888) Enrique Hernández Miyares señala que:

"Angel Porro. Este distinguido alumno del Sr. Sanz, presenta tres lienzos: dos composiciones del natural y una marina, copia de un cuadro original de su maestro; que constituyen tres notables obras de arte".[2]

En el propio curso 1888-1889 obtiene sobresaliente en los estudios de marinas del natural y envía a la exposición realizada en La Habana en 1889 una Puesta de sol y un Remanso, que logra nuevamente la aceptación de la crítica.[3]

Las relaciones entre Porro y Sanz fueron muy cordiales, pues en 1892, cuando su maestro enferma, lo propone como sustituto. En este sentido, una condiscípula confirma posteriormente que Sanz lo llamaba mi hijo.[4]

La permanencia de Angel Porro en los predios de San Alejandro hacia fines del siglo pasado la da a conocer Ricardo del Monte (1828-1909) en un artículo para el periódico El Día:

"La cátedra de paisaje, cuya creación venimos durante largo tiempo solicitando [...] puede esperarse, con presencia de las muestras ahora exhibidas, que no tardará en rendir sazonados frutos. Uno de esos ensayos o muestras honran de modo particular al joven camagüeyano D. Angel Porro y Primelles, a la vez que a su profesor el Sr. D. Valentín Sanz".[5]

Posteriormente participa en las exposiciones de Santa Clara y Puerto Príncipe donde obtiene sendos primeros lugares. Continúa estudios en España y de regreso a Cuba emigra nuevamente a Estados Unidos hasta concluir la guerra de 1895-1898. A su regreso participa en numerosas exposiciones, entre ellas la Primera Exposición Nacional de 1911.

Concepción Mercier García (1866-1934) es también oriunda de Camagüey, estudia en San Alejandro desde 1886 — recién creada la cátedra de paisaje y perspectiva — hasta 1889; bajo la guía del propio Sanz Carta y de Miguel Melero. Tras concluir sus estudios se dedica por entero a la pintura con significativos resultados nacionales e internacionales. Durante el concurso convocado con motivo de las actividades por el IV Centenario de la llegada de Cristóbal Colón a América en octubre de 1892, participa y obtiene una Mención Honorífica. En 1899 gana una Medalla de Oro en la referida Exposición de Pintura de Santa Clara y participa mediante selección en la Exposición Universal de París en 1900. Al año siguiente vuelve a obtener Mención Honorífica en la Exposición de Raffala y Medalla de Plata en la Exposición de Charleston, Carlina del Sur (E.E.U.U.). En Cuba participa en cuatro ediciones del Salón de Bellas Artes (1916-1919-1922 y 1924).[6]

Es una de las continuadoras cubanas del paisaje y de las composiciones de flores y frutas. Entre las diversas obras que expone son elogiadas Marina (1916); Laguna del Country Club (1919); Cañabravas, El Castillo de la Chorrera, Un rincón de Regla y Muelle de Regla. Tanto el tema de la marina como las composiciones entorno al pueblo habanero de Regla, son un evidente reflejo de aquellas excursiones realizadas junto a Sanz Carta y al resto de sus discípulos para la observación e interpretación pictórica de la naturaleza.

Aurelio Melero y Fernández de Castro (1870-1929), nacido en La Habana, matricula en San Alejandro con sólo ocho años (1878), debido al ambiente familiar que cuenta con su propio padre como Director de la Escuela. En el curso 1886-1887 se inicia en la asignatura de paisaje y obtiene sobresaliente. Desde entonces hasta el curso 1898-1899 (diez cursos ininterrumpidos) es premiado con matrícula de honor y obtiene calificaciones muy satisfactorias en diversas asignaturas vinculadas con el paisaje y la escultura.[7]

En 1900 envía a la Exposición Universal de París un Retrato ecuestre de Antonio Maceo y realiza sus primeras colaboraciones como ilustrador de El Fígaro.[8] En 1904 también obtiene premios en las exposiciones de Saint Louis y de Charleston (E.E.U.U.) y al año siguiente comparte con el pintor cubano Federico Sulroca Spencer (1860-1931) los premios del concurso sobre el Quijote convocado por el Diario de La Marina. Cultivó principalmente el paisaje y el retrato. Entre los primeros se encuentran Pasto en Artemisa, Caballos al baño, Vega en vueltabajo, Marina, Noche de luna, Entrada a la bahía desde la Cabaña y Primavera. En 1923 efectúa su último viaje a Europa, año en que la Asociación de Pintores y Escultores de La Habana lo nombra Socio de Mérito.

Manuel D. Lluch Beato (1865-1912), nace en La Habana, culmina sus estudios de Bachiller en Artes en el Colegio de Belén y en 1880 es enviado a New York a estudiar inglés. Al año siguiente viaja a Madrid para iniciar la carrera de Ingeniería Naval, pero la interrumpe para dedicarse al aprendizaje del dibujo y la pintura. Matricula en San Alejandro en el curso 1886-1887; obtiene sobresaliente en figura y matrícula de honor en el curso 1888-1889. Pasa a ser alumno de Sanz durante los cursos 1891-1892 y 1892-1893, en los que obtiene sobresaliente y matrícula de honor por sus paisajes al lapiz, al carbón y por los estudios al óleo del natural.[9]

En 1893 el propio Sanz Carta recomienda su nombramiento como Profesor Auxiliar de San Alejandro; y señala que

"En algunas ocasiones he tenido oportunidad de apreciar sus dotes para la enseñanza, pues oficiosamente me ha auxiliado en la mía a causa muchas veces del número de alumnos, y en otras de ausencia por causas ajenas ami voluntad".[10]

Posteriormente continúa sus estudios en París, Madrid y E.E.U.U. Por su meritoria actividad docente es nombrado en 1896 Catedrático interino de la asignatura de paisaje durante la licencia de cuatro meses concedida a Sanz. Luego es profesor de dibujo elemental, anatomía y perspectiva; actividad que comparte con la Secretaría de la Escuela hasta 1912.

Hacia 1900 también colabora en la revista El Fígaro como ilustrador. Forma parte de los Miembros fundadores de la Sección de Pintura de la Academia Nacional de Artes y Letras en 1910. Entre sus principales obras se destacan los paisajes (Paisaje de Puentes Grandes, Paisaje de Nueva York, Puesta de sol, Amanecer en la bahía, Plátanos y malangas, Playa de Marianao) y los retratos (Retrato de niño, Cabeza de Chula, retratos de Mariano Biada, Ramiro López y B. Díaz.[11]

Adriana Billini Gautreau (1865-1946), nacida en Santo Domingo, muy joven viene a Cuba e ingresa en San Alejandro con diecisiete años. Sistemáticamente se mantiene como alumna durante once cursos consecutivos entre 1882-1894. Una de las acuarelas que expone como alumna en 1886 es alogiada por el periodista Ramón I. Arnao en las páginas de La Habana Elegante.[12] Durante los años académicos 1892-1893 y 1893-1894 es discípula de Sanz Carta, en los que obtiene sobresaliente en estudios al óleo del natural en las clases de paisaje. Posteriormente se dedica a la docencia y a la interpretación pictórica de temas cubanos, en los que logra varios reconocimientos internacionales.

Funda en 1899 la Academia de Dibujo y Pintura El Salvador, nombre que se vincula con su devoción católica. Crea una metodología del dibujo en 24 lecciones, que no sólo imparte en la institución, sino mediante varias conferencias durante los Cursos de Verano realizados en la ciudad de Matanzas (1901) y en la Universidad de La Habana (1902). También imparte clases en la Universidad de Harvard, E.E.U.U., durante la etapa de la primera intervención militar norteamericana en Cuba.

A principios de 1900 coordina varios números de la conocida revista Cuba y América dedicada a la pintura en Cuba. Junto con otros colaboradores caracteriza la obra de sus contemporáneos y reconoce el importante legado de Sanz para su generación. En 1906 es la primera mujer que pasa a formar parte del profesorado de San Alejandro, labor que comparte con otras clases en los colegios del Sagrado Corazón, El Externado, Maria Luisa Dolz y Las Ursulinas. Como pintora cultiva el retrato (La cocinera cubana, El mambí, El ideal, El retrato de mi madre, Retrato de una niña), la marina Playa de Varadero) y otros temas de contenido religioso (La purificación, Nuestra Señora de Altagracia y Cristo Rey).[13]

Participa en diferentes exposiciones internacionales y obtiene Medallas de Plata en las de Búfalo (1901) y Saint Louis (1902), E.E.U.U. Medallas de Oro en la Exposición Nacional de República Dominicana (1907 y 1927), y Mención Honorífica en la Exposición Ibero-Americana de Sevilla (1930), España, entre otros premios.

Desarrolla una importante labor promocional de las artes plásticas a través de diversas responsabilidades públicas. Es fundadora y vocal del Círculo de Bellas Artes de La Habana, Presidenta de la Sección de Bellas Artes del Ateneo de La Habana, Miembro fundador de la Academia Nacional de Artes y Letras, y delegada por San Alejandro a los Congresos de Mujeres efectuados en La Habana en 1923 y 1924.

Eduardo Morales Morales (1868-1938), nacido en La Habana, se inicia en San Alejandro a los veintiún años durante el curso 1889-1890. Al curso siguiente Sanz le imparte las asignaturas de estudios al lápiz y al carbón y dibujo del antiguo griego.[14] Participa como expositor en 1917 en el II Salón de Bellas Artes de La Habana; se dedica también al tema del paisaje, entre cuyas obras se conocen: Valle de Yumurí, Carretas y Zanja Real de Palatino.

Rosa San Pedro Humares (1868-1897) nacida en La Habana, matricula en San Alejandro a los catorce años y se mantiene ininterrumpidamente desde el curso 1882-1883 hasta el de 1890-1891. Es de las primeras alumnas sobresalientes de Sanz Carta desde que éste ocupa la cátedra de paisaje en 1886 y logra en cuatro ocasiones la matrícula de honor.[15] Por los resultados obtenidos en sus estudios el propio Sanz la denomina mi gloria. Junto con otros contemporáneos, envía una Marina a la Exposición de Chicago de 1893, que más tarde reproduce la revista Cuba y América.

Su temprana muerte tronchó una carrera de la que — según una condiscípula —

"... hubiera sido sin duda la primera paisajista cubana; [ya que] sus cuadros siempre llamaron la atención por lo hermoso de su colorido y composición".[16]

Manuel del Barrio Llorens (1873-1944), nace también en La Habana; en 1887 matricula Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana, pero al año siguiente se traslada para la especialidad de Derecho; carrera que comparte con sus estudios de pintura en San Alejandro. Recibe clases de paisaje con Sanz Carta durante el curso 1889-1890, cuyo tema desarrolla posteriormente. Al mismo tiempo, trabaja como dibujante y redactor de la revista El Fígaro, que le dedica su portada en abril de 1891. Se gradúa de abogado en 1893 y se inicia en la pintura escenográfica. Ese mismo año, Arminio Ruiz da a conocer una crítica de su obra Venecia. Preparativos de fiesta, que se expone con éxito en La Habana.[17]

En agosto de 1899 participa en la Exposición Internacional de Atlanta y obtiene dos medallas por sus óleos The Decided Husband y The Spanish Girl. Durante el gobierno de Valeriano Weyler fue corresponsal artístico secreto en La Habana del diario neoyorquino The Journal.

Como paisajista y continuador de la obra de Sanz, participa en el Salón de Bellas Artes de 1916 y 1917. Durante 1920 y 1932 expone sus obras en California y Atlanta, E.E.U.U., respectivamente. Entre los paisajes que se conservan, pertenecientes a su hija Lily del Barrio se encuentran: París, Le quai de la Tournelle (acuarela/cartulina, 45 x 30,5 cm); Esmeralda Bay [San Francisco, California] (acuarela/cartulina, 29 x 34 cm); Paisaje español (acuarela/cartulina, 41 x 31 cm); Lanchas en el puerto, 1901 (acuarela/cartulina, 26,5 x 40 cm); Rompientes [California] (óleo/tela, 73 x 76,5 cm); Escenas del puerto (acuarela/cartulina, 42 x 50 cm); y Muelle de la machina (acuarela/cartulina, 42,5 x 52,5 cm).[18]

María Ariza Delange (1873-1959), natural de La Habana e hija del arquitecto Antonio Ariza Pereira — quien había sido miembro de la Comisión que evaluó el concurso de oposición a la Cátedra de Paisaje y Perspectiva de San Alejandro en 1886 —, estudia en la Academia desde 1885. Durante cuatro cursos consecutivos (1892-1896) recibe clases de paisaje con Sanz Carta y por sus resultados sobresalientes obtiene tres matrículas de honor.[19] En 1907 viaja a Europa y estudia un año en la Academia San Julián y en el Instituto Francés de París. Luego se traslada a España y continúa sus estudios de arte durante cuatro años bajo la dirección del profesor valenciano Cecilio Plá Gallardo (1860-1934) en Madrid. Realiza un extenso recorrido por la Península Ibérica y Marruecos, donde pinta paisajes y motivos locales de la costa cantábrica y de Aragón, Segovia, Valencia, Cadiz y Tetuán. Posteriormente se instala en Madrid donde abre su estudio. En 1916 participa junto con otros pensionados cubanos en la Exposición Nacional de Madrid, en la que recibe la felicitación del escultor valenciano Mariano Benlliure (1862-1947). Obtiene otra pensión del Estado cubano y permanece cinco años más en Europa. Regresa a Cuba en 1926 y vuelve a su inicial punto de partida, ya que ingresa en el profesorado de San Alejandro. Al año siguiente ocupa en propiedad la Cátedra de Historia del Arte, que desempeña hasta su fallecimiento.

Como pintora cultiva el paisaje y los temas de género. Su obra Inútiles consejos, realizada en Madrid a partir de los versos del poeta Ramón de Campoamor (1817-1901) obtiene el premio de la Academia Nacional de Artes y Letras en 1916.[20] Entre sus obras más conocidas se encuentran varios paisajes, así como Patio colonial, Ocaso, Calle de Sancti Spíritus y Esquina de Sancti Spíritus, algunos desnudos y otros temas.

Teódulo Jiménez Hernández (1879-1840), también natural de La Habana, entra en contacto con San Alejandro a los catorce años, en el curso 1893-1894; en la asignatura de dibujo elemental obtiene sobresaliente y se le confiere matrícula de honor. A partir de aquí también realiza una excelente trayectoria que le permite alcanzar la matrícula de honor en todos los cursos siguientes. En el curso 1894-1895 obtiene sobresaliente en las asignaturas dibujo del antiguo griego y paisaje; así como los estudios al lápiz y al carbón, ambos bajo la conducción de Sanz Carta. En los cursos subsiguientes también obtiene sobresaliente en paisajes con acuarela y al óleo.[21] Sin embargo, lejos de desarrollar una línea creadora propia, se enferma de los nervios y se dedica a copiar "de manera notable al maestro" y habiendo enloquecido, no sólo le imita, sino que firmaba sus paisajes con el nombre de Sanz Carta. Sus imitaciones, se dice; [— señala Rigol —] eran tan perfectas que llegaron a confundirse con los originales de Sanz Carta, planteando así un tremendo problema a coleccionistas y museos.[22]

De todos los alumnos de Sanz Carta, el que ha tenido un mayor reconocimiento nacional e internacional es sin duda Antonio Rodríguez Morey (1872-1967). Durante la primera mitad del presente siglo es uno de los principales continuadores, junto con Domingo Ramos (1894-1956), del tema del paisaje rural cubano. Nacido en Cadiz, llega a Cuba de niño; estudia en el Plantel de la Sociedad Económica de Amigos del País y cursa la segunda enseñanza en el Instituto de La Habana. Aunque su nombre no aparece en las actas de matrícula de San Alejandro ni en su expediente personal, hemos obtenido constancia que recibió clases de paisaje con Sanz Carta durante el curso 1891-1892.[23] Luego se traslada a Europa; tras una breve estancia en España y Francia, se radica en Italia. En la ciudad de Florencia continúa sus estudios en la Escuela Profesional de Artes Decorativas y en la Academia de Bellas Artes. Regresa a Cuba a principios de siglo y labora como director artístico de la ya octogenaria revista Bohemia (1910-); ingresa en el claustro de profesores de San Alejandro (1912) y ocupa distintas cátedras (Dibujo, Anatomía artística, Perspectiva e Historia del Arte). En 1918 pasa a ser Director del Museo Nacional de La Habana donde prácticamente inicia la vida cultural de la institución. Participa asiduamente en el Salón de Bellas Artes durante 1916 a 1924 y 1926.

Sus obras, principalmente paisajes, han sido expuestas en diversas ciudades de Europa (Roma, Milán, Florencia, Turín, Palermo, Génova, Munich, Viena, París, Sevilla) y de Estados Unidos de América (New York y San Francisco). Obtuvo diferentes premios en Cuba y en el exterior: Medalla de Plata, Concurso Internacional de Europa, 1899; Medalla de Oro, La Habana, 1911; Medalla de Oro, Camagüey, 1912; Medalla de Oro, San Francisco, 1915; Medalla de Oro, Exposición Iberoamericana de Sevilla, 1930; entre otras. En 1987 el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana realizó una amplia exposición retrospectiva en ocasión del veinte aniversario de su desaparición física.[24]

No obstante las decenas de premios que acumulan en su conjunto los exalumnos de Valentín Sanz Carta en sus posteriores trayectorias profesionales, también éstos han sido poco reconocidos y considerados por la crítica y la historia del arte cubano de nuestros días. El ejemplo más elocuente se puede apreciar en la exposición permanente de las Salas Cubanas del Museo Nacional en el Palacio de Bellas Artes. De once pintores referidos anteriormente sólo se exponen dos obras de Antonio Rodríguez Morey; los paisajes Bosque y riachuelo, de 1925 (óleo/tela, 120,5 x 84 cm) y Turbonada tropical, de 1943 (óleo/cartón, 67 x 91,5 cm); y una de Eduardo Morales Morales; el paisaje Carretas, ejecutado en 1912 (óleo/tela, 60 x 81 cm). El resto también ha sido omitido de esta exposición permanente.

No obstante lo anterior, la obra pedagógica del primer catedrático de paisaje trasciende su tiempo; su labor es reconocida por los principales discípulos y continuadores; el paisaje como género toma diversos derroteros que, muy lejos de declinar, recobra fuerza y actualidad de acuerdo con las nuevas corrientes estéticas de fines del presente siglo, abierta a las más variadas experimentaciones y técnicas de comunicación visual.

Un ejemplo evidente de la trascendencia y continuidad histórica del género pudo observarse en el Salón de paisaje '82, — precisamente al cumplirse el centenario de la llegada de Valentín Sanz Carta a Cuba — en el que se exhibieron doscientas cuarenta y nueve obras de ciento treinta y tres artistas, a partir de una selección previa de mil doscientos veinte trabajos enviados por cuatrocientos veintiocho concursantes. Esta importante muestra estuvo precedida por un significativo Panorama del Paisaje en Cuba, que abarcó desde Dominique Serres (1722-1793) hasta el laureado Tomás Sánchez, sin dejar de considerar tanto el legado de San Alejandro — entre los que figura con todo derecho la obra cubana de Sanz Cart — como el aporte de la posterior vanguardia artística que, de un modo u otro, también incursiona en el género.

En sus atinadas reflexiones sobre el Salón de paisaje '82, el crítico Alejandro G. Alonso reconoce un momento propicio para que

"... cada quien busque su lugar entre las muchas opciones, de modo que un paisaje actual, renovado, sin frenos formales ni cortapisas entregue lo suyo al polifónico concierto de nuestras artes visuales contemporáneas"[25]

En esta múltiple diversidad es posible descubrir componentes esenciales que trazan una línea de continuidad histórica en el tratamiento del género del paisaje pictórico y su permanente interacción con los aportes técnicos y expresivos del grabado y la fotografía, junto con soluciones volumétricas propias de la escultura o del ya habitual empleo de técnicas mixtas. El alcance actual de este género en Cuba no puede dejar de asumir como patrimonio particular, el papel formador y el lugar muy destacado que desempeña Valentín Sanz Carta desde su ingreso en San Alejandro hasta 1898, período en que crea la simiente de una escuela del paisaje cubano.



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