Cuba

Una identità in movimento


Encrucijadas de la arquitectura en Cuba: Realismo mágico, realismo socialista y realismo crítico (Parte III)

Roberto Segre


5. Generaciones contrapuestas

La ansiada modernización del país, la superación y eliminación de todos los lastres del subdesarrollo heredados del capitalismo; la construcción de una sociedad justa, homogénea, basada en el sistema de valores del "hombre nuevo", no estaba tan al alcance de la mano como se suponía. Ese esfuerzo coral dirigido por una estructura política piramidal — basado en el "centralismo democrático" —, que imaginaba un territorio homogéneo, ya superada la contradicción ciudad-campo, con una agricultura y ganadería altamente tecnificadas dirigidas desde centros de decisión político-científico, y campesinos adaptado a los patrones de vida urbanos, alojados en bloques de apartamentos, no alcanzó los resultados esperados. Pese a los entusiasmos despertados por el toro "Rosafé" que inseminó generosamente miles de vacas, y la prodigiosa "Ubre Blanca", la mayor productora de leche de la historia de Cuba — merecedora de una estatua en la Isla de la Juventud —, no resultaron experiencias generalizadas. Tampoco André Voisin y su original método de rotación de pastos, multiplicó las reses como los panes y los peces en las llanuras camagueyanas. De allí la necesidad de adoptar una política económica más "realista", que estableciera un equilibrio entre los factores productivos y los político-sociales. Este fue el objetivo del proceso de "rectificación de errores" que se llevó a cabo en Cuba en 1986, concidiendo con los aires de renovación que acontecían en los países de Europa del Este[50].

Las tesis que postulaban la hegemonía del campo sobre la ciudad basada en la ilusión de sustituir la concentración urbana por la dispersión territorial; en la imagen de los habitantes citadinos dedicados intensamente a las tareas agrícolas — el Plan del Cordón de La Habana que imponía las tareas agrícolas a los habaneros todos los fines de semana —, o en la propuesta de diluir las estructuras universitarias a lo largo de la isla — la "Universalización de la Universidad" — en pueblos y campos, no se materializaron de acuerdo a lo previsto. Tampoco la hipótesis que los viejos centros serían sustituídos por las estructuras funcionales creadas en las periferias urbanas — los anillos de nuevas construcciones (viviendas, hospitales, escuelas, hoteles, centro administrativo, industrias) surgidos alrededor de las capitales provinciales —, resultó verídico. De allí que la rectificación de los postulados iniciales significó el regreso a la ciudad tradicional. Ello fue posible al implantarse una estructura política y administrativa descentralizada, con mayores autonomías regionales y municipales, tanto en el plano económico como en las iniciativas constructivas.

El regreso a la ciudad, al cosmopolitismo, a la tradición, a la variedad de intercambios sociales y la multiplicidad de manifestaciones culturales, coincide con dos hechos significativos: la declaración de La Habana por la Unesco, "Patrimonio Cultural de la Humanidad" (1982) y el surgimiento de una generación de artistas, arquitectos y críticos, que se identifica y distancia de las anteriores, definida en arquitectura y en las artes plásticas como "la generación de los 80"[51]. La defensa y rescate de la tradición histórica es llevada a cabo por un grupo de arquitectos e intelectuales que jugaron un papel predominante hasta hoy en la restauración y conservación de las ciudades coloniales cubanas: en La Habana, Eusebio Leal, Historiador de la ciudad y director de la empresa Habaguanex, gestora del centro histórico; Isabel Rigol (Directora por largos años del CENCREM) y Luis Lápidus (1937-1995) en el mismo organismo; Mario Coyula, Director de Arquitectura en el Poder Popular durante los años ochenta. En el interior sobresalen en Santa Clara, Roberto López; en Camagüey, Lourdes Gómez; en Santiago de Cuba, Omar López. Fueron rescatados monumentos y espacios públicos, refuncionalizados palacios convertidos en viviendas u hoteles y se incrementaron las actividades recreativas y culturales en los centros históricos. Los medios masivos de comunicación también jugaron un papel importante en la toma de conciencia de la población del significado de la herencia ambiental histórica: durante años Eusebio Leal dirigió el programa de televisión "Andar La Habana", que ilustraba los valores arquitectónicos y urbanísticos de la ciudad.

Es un período de efervescencia cultural, de cuestionamientos, de búsquedas, de reencuentros, caracterizado por dos componentes: el rescate de raíces y tradiciones populares y nacionales y la mirada especular con el mundo exterior, con la vanguardia internacional, socialista o capitalista. Lo que une artistas plásticos y arquitectos es el rechazo a los dogmas, a los estereotipos, a las verdades impuestas, a la rigidez normalizadora, al economicismo acultural, a la banalidad de las imágenes, al populismo demagógico, al reduccionismo expresivo, al anonimato colectivizador[52]. Entre 1981 y 1990 se suceden provocadoras exposiciones y acciones plásticas, iniciadas con "Volumen I", seguidas por "Arte Calle", el proyecto "Castillo de la Fuerza" y culminadas con los conflictos generados por la muestra del "Objeto Esculturado". En ellas, Ciro Quintana, Alejandro López, Lázaro Saavedra, Ermy Taño, Adirano Buego, Féliz Suazo, Tomás Esson, Alexis Somoza, Juan Francisco Elso, Rubén Torres Lorca, Consuelo Castañeda, Alejandro Aguilera, exponen sus visiones críticas, sus reintepretaciones de la compleja realidad del socialismo cubano, así como el retorno a las raíces africanas y al sincretismo religioso tan presente a pesar de negaciones ideológicas y propuestas cientificistas de la realidad[53]. Magia y religión siguieron arraigadas en los estratos populares, pese a consignas y procesos educacionales. Creatividad que se inserta en el concierto internacional al crearse el Centro "Wifredo Lam" que a partir de 1984, bajo la dirección de Liliam Llanes, organizará las Bienales de La Habana, foro de la "contracultura" tercermundista, proyección alternativa a los eventos de arte organizados en los centros hegemónicos metropolitanos.

Los arquitectos de la "generación del 80" se forman en la Facultad de Arquitectura de La Habana, en un clima tecnocrático y normalizante. Resultaba casi imposible lograr un proyecto original de vivienda, instalación agrícola, industria o conjunto urbano, aplicando los elementos tipificados y los reglamentos edilicios establecidos por el MICONS. Hasta el mismo Antonio Quintana, quién en sus obras "especiales" infringía las reglas imperantes, obligaba a los alumnos a realizar propuestas planimétricas y tipológicas reiterativas. Constituían una excepción los profesores de proyecto, Fernando Salinas, Roberto Gottardi, Mario Coyula, Mario Girona, Emilio Escobar, Elmer López, Sergio Baroni, identificados con las ansias creadoras de los estudiantes. Destinados a iniciar sus labores profesionales como maestros de obra o dibujantes en los organismos centrales, tuvieron la suerte de coincidir con la apertura de departamentos de proyecto en organismos menores del Estado y en los Poderes Populares de ciudades y pueblos, que actúan independientes del MICONS. Ello creó un sistema arquitectónico paralelo: por una parte las construcciones a nivel nacional proyectadas y dirigidas por los técnicos del Ministerio de la Construcción — resulta enorme el volumen de obras los años 80, en los temas de vivienda, hospitales, círculos infantiles, industrias, hoteles, hospitales, instalaciones agropecuarias, centros de investigación, todos de diseño anónimo y normalizado — ; por otra, la existencia de temas "menores", promovidos por los gobiernos municipales dentro de la ciudad tradicional. En esta escala logran insertarse los jóvenes quienes diseñan restaurantes, cafeterías, gasolineras, consultorios del médico de la familia, y pequeños bloques de apartamentos para las "Microbrigadas" operantes en el centro urbano.

Ellos no establecieron una ruptura generacional, al ser apoyados por algunos de los profesionales destacados de los sesenta y los setenta: siempre los acompañó Roberto Gottardi y Sergio Baroni; Fernando Salinas, respaldó muestras y exposiciones desde el Ministerio de Cultura y Mario Coyula facilitó la realización de un sinnumero de obras al ocupar el cargo de Director de Arquitectura del Poder Popular de La Habana[54]. Más bien resultó una ruptura de lenguaje arquitectónico. Por una parte cuestionaron frontalmente el anonimato imperante y la forzada e irreal homogeneidad del prefabricado; por otra, a pesar de la admiración manifiesta por la obra de Porro o Walter Betancourt, los códigos vernáculos o regionalistas no se adaptaban al contexto de la ciudad tradicional en el cuál operaban. De allí, la apropiación de los componentes formales "postmodernos", que, además de constituir en los ochenta una expresión de vanguardia (aunque efímera) en el mundo occidental, facilitaba la integración con los estilos presentes en la ciudad tradicional. última justificación: la precariedad de materiales, técnicas y mano de obra, que requería esconder detras del ornamento, las deficiencias evidentes de las terminaciones de los edificios. Factores que no supieron comprender profesionales locales y extranjeros, quienes arremetieron críticamente contra los miembros de esta generación: invitados a la Tercera Bienal de La Habana (1989), el colombiano Rogelio Salmona; el venezolano Fruto Vivas; el brasileño Sergio Magalhães y el historiador argentino Ramón Gutiérrez, encontraban estas obras demasiado miméticas con los modelos internacionales y alejadas de la búsqueda de una identidad cultural local...[55]

Un hecho importante en la evolución de la arquitectura cubana de este período es que los jóvenes arquitectos, a pesar de no poseer un respaldo oficial ni institucional, se identificaron como grupo "cultural" por sus obras, dibujos e ideas. A su vez, establecieron un fuerte vínculo con el movimiento de artistas plásticos, al cuál pertenecían algunos de ellos — Eduardo Rubén, Pedro Baldrich, Rolando Paciel, José Antonio Choy —, integrándose posteriormente a la Sección de Arquitectura de la agrupación juvenil "Hermanos Saíz". Ganaron un espacio en el debate artístico de los ochenta, a pesar de la resistencia establecida por la Escuela de Arquitectura, el MICONS y la recién creada UNAICC (Unión Nacional de Arquitectos e Ingenieros de la Construcción de Cuba): no es casual que el número monográfico de Arquitectura Cuba 375 (1992) dedicado a la "arquitectura joven" promovido por Leandro Herrera, director de la revista, estuvo dos años "censurado" a la espera de su publicación. Una serie de exposiciones mostró, más que las pocas obras realizadas, la inventiva de imágenes, dibujos, pinturas e instalaciones, realizadas por Emilio Castro y Rafael Fornés en "Detrás de la Fachada"(1986); el homenaje a Aldo Rossi de Rafael Fornés y Eliseo Valdés; la exposición de Rolando Paciel, "Desde el Dieciocho"; las pinturas abstractas de Eduardo Rubén en "Concepto Espacial" ; los piranesianos dibujos de Francisco Bedoya, "La Habana desaparecida"; la presentación de muebles en la ONDI (Oficina Nacional de Diseño Industrial) de Teresa Ayuso y Lourdes León[56]; Finalmente, también la Facultad de Arquitectura, dirigida entonces por Rubén Bancrofft, tuvo que aceptar la nueva dinámica cultural: organizó en el Museo de Bellas Artes una exposición de los proyectos de los alumnos más aventajados, distantes de aquellas imágenes reiterativas que primaron en la década anterior[57]. Hasta los voceros de la línea dura — Elmer López, Alfonso Alfonso, Ángela Rojas, Eliana Cárdenas, entre otros[58] — reconocieron la validez de los cambios que estaban aconteciendo en la arquitectura cubana.

El tema del consultorio médico de la familia sirvió como campo de experimentación para los jóvenes, al plantearse la inserción de estas pequeñas unidades asistenciales en densas áreas urbanas. Mientras se realizaron cientos de banales modelos prefabricados en todo el país, se llamó a concurso para establecer tipologías acordes al contexto barrial de la ciudad. En "Los Pinos" de La Habana (1986), José A. Choy, Rolando Buenavilla, Obdulio Coca, Alfonso Alfonso y otros construyeron alternativas posibles de insertarse en la ciudad. Más significativos resultaron los ejemplos de La Habana Vieja, entre los que sobresalen el modelo paradigmático de Eduardo Luis Rodríguez, en Sol y Compostela (1988); los atributos Déco en el ejemplo de Ricardo Fernández y la persistencia de la ortodoxia racionalista en el diseño de Jorge Tamargo. Rodríguez hace referencias tanto a la tradición colonial cubana en la configuración del patio interior del consultorio, como a los íconos de la modernidad internacional: el ícono de la columna roja de esquina, retoma la primogénita (blanca) de Aldo Rossi en Berlín.

La vivienda es otro tema que permitió una dilatada experiementación, en proyectos y obras realizadas. La construccíón artesanal del sistema de la Microbrigada, suponía la posibilidad de múltiples soluciones formales y espaciales. No siempre resultó así: el ingeniero (casi arquitecto) Mario Durán, tuvo que renunciar a sus veleidades wrightianas en los apartamentos que construyó en el Vedado, al ser demolidos algunos componentes "superfluos" del bloque. Mejor suerte corrieron Emma Álvarez Tabío, Eduardo Rodríguez y Orestes del Castillo, quienes lograron insertar sus propuestas en la trama urbana de La Habana Vieja y Centro, adecuando el proyecto a las edificaciones circundantes. Juan Luis Morales, Teresa Ayuso, Lourdes León y Rosendo Mesías, realizaron una inteligente propuesta al crear módulos espaciales de viviendas en las azoteas de los edificios antiguos, que recibió un premio del Instituto Eduardo Torroja de Madrid. Francisco Bedoya obtuvo el primer premio en el concurso para la construcción de un edificio de apartamentos aledaño al Palacio Aldama (1989), el mayor ejemplo de arquitectura neoclásica habanera, que no fue ejecutado. Algunas nuevas gasolineras distribuídas por la periferia de La Habana — diseñadas por Enrique Pupo, Ricardo Fernández y Heriberto Duverger —, asumieron formas libres y referencias clásicas que invalidaron los esquemas funcionalistas norteamericanos de los años cincuenta, estableciendo acentuaciones escultóricas en el paisaje de la ciudad "neutra".

La década termina con dos obras de intensa carga poética, realizadas en Santiago de Cuba. Manuel Quevedo transforma la Iglesia de Dolores, que fuera desactivada en su función liturgica, en una sala de conciertos (1988). La adaptación a los requerimientos funcionales y acústicos se lleva a cabo sin afectar formas y espacios originales. La instalación de un sistema de láminas de acrílico transparente logra un sonido perfecto y la percepción del elaborado techo de madera de la capilla. A su vez, José A. Choy, diseña la Terminal de Vuelos Ejecutivos en el aeropuerto de la ciudad (1988), Con una ligera estructura metálica, Choy "deconstruye" la imagen de los techos coloniales de Santiago, en una composición casi suspendida en el aire, que integra modernidad tecnológica y regionalismo caribeño[59]. Aquí tuvo su punto final el postmodernismo cubano, con sus excesos de citaciones y memorias ajenas.


6. Las paradojas de la crisis

Las transformaciones ocurridas en la URSS a partir del gobierno de Mijail Gorbachov, el inicio de la Perestroika (1985) y el fin de la Guerra Fría (1987) — aunque esto no tuviera mayor significación para el país, al persistir el embargo de Estados Unidos —, auspiciaban el entusiasmo por las nuevas iniciativas que acontecían en Cuba, desde la política de "rectificación de errores", hasta el dinamismo impuesto a la cultura por las instituciones oficiales: el Ministerio de Cultura, la Casa de las Américas, la UNEAC, la Asociación "Hermanos Saíz", los centros universitarios, el Centro "Wifredo Lam", el ICAIC, el Centro "Alejo Carpentier", el Centro Provincial de Artes Plásticas, etc.. En el plano teórico, parecía que por fin la arquitectura dejaría de ser la "cenicienta" de la cultura cubana, integrándose en igualdad de condiciones con la vanguardia de las artes plásticas. Una sucesión de hechos evidencian esta afirmación. La década del 90 se inicia con la exposición en el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales, "Arquitectura Joven Cubana", que agrupa a la mayoría de los miembros de la llamada "generación del 80". Resultó un momento de euforia, de plenitud, de consagración de la avanzada cultural de la arquitectura y de su posibilidad, no sólo de formular ideas y proyectos, sino de llevarlos a cabo en la práctica: allí primaban las obras de Eduardo Luis Rodríguez, José Antonio Choy y Julia León, Orestes del Castillo, Jorge Tamargo, Daniel Bejerano, Emma Álvarez Tabío y otros[60]. El histórico encuentro quedó documentado en la revista Arquitectura Cuba 375, luego de trabajosas gestiones para lograr su edición en 1994. Era imposible vaticinar la crisis que se aproximaba y que esta exposición, en vez de abrir un camino, lo cerraba: casi la mitad de los participantes se encuentran hoy en el exterior[61].

Al año siguiente (1991) la arquitectura tuvo su mayor participación en la historia de las Bienales de La Habana[62]. En la Cuarta, participaron Alberto Petrina, Humberto Eliash, Jorge Glusberg, Eduardo Subirats, Fernando Salinas y Roberto Segre, organizándose la exposición de la obra de cuatro arquitectos latinoamericanos: Luis Barragán, Walter Betancourt, João Vilanova Artigas y Carlos Raúl Villanueva, alcanzándose el climax de polémicas y discusiones.. En la Quinta (1994), ya no aconteció el encuentro teórico y sólo acudieron Bruno Stagno y Paulo Mendes da Rocha; en la Sexta (1997), no estuvieron presentes los arquitectos, reducidos a un texto en el Catálogo[63]. La inserción de los jóvenes en las estructuras oficiales avanzó lentamente: en 1988 se creó la Sección de Arquitectura en la Asociación "Hermanos Saíz"; luego, pese a la oposición de la UNAICC, por iniciativa de Abel Prieto, presidente de la UNEAC, Segre (presidente de la Sección de Teoría y Crítica en la Asociación de Artistas Plásticos) organizó la Sección de Diseño Ambiental (1990), cuya dirección estuvo a cargo de Fernando Salinas. El proceso culmina con la creación de la Asociación de Arquitectos dentro de la UNAICC, asumiendo el cargo de presidente — en sustitución del prolongado mandato de un "duro" de la vieja guardia, Pedro Galiano — Sergio García (1996), miembro de la "generación del 80" en el interior del país (Pinar del Río). Otro activista joven (Eduardo Luis Rodríguez), asume la dirección de la revista Arquitectura Cuba ,cuya lujosa "nueva época" (1997) logra editarse con financiamiento español.

Esta positiva evolución del pensamiento y la teoría no resulta acompañada por la realidad constructiva; demostración de las velocidades disímiles que caracterizan las transformaciones de estructuras y superestructuras. El desmembramiento de la URSS, el fin del muro de Berlín y el apoyo de Boris Yelsin al neoliberalismo en Rusia (1991), abre una profunda crisis económica en la isla[64], cuyas consecuencias aún persisten en el actual "calvario físico del Período Especial"[65]: los cortes de luz, la sustitución del transporte público por la bicicleta, la precariedad del abastecimiento alimenticio, etc.. Además de todas las dificultades materiales que aquejan la vida cotidiana de la población ante la precariedad económica, la falta de materiales, equipos y energía paraliza la mayoría de las iniciativas constructivas y se busca la inversión externa para apoyar obras cuya rentabilidad produzca divisas: por ejemplo el creciente desarrollo de las infraestructuras turísticas en todo el territorio del país y la canalización de ingentes recursos hacia la reconstrucción y conservación de La Habana Vieja[66].

La dualidad implícita en la conservación a oltranza de las estructuras políticas e ideológicas del socialismo "real" — establecidas en el quinto y sexto Congreso del PCC (1991, 1997) —, y la presencia de incipientes mecanismos "capitalistas" — la libre circulación de la divisa norteamericana, las tiendas "en dólares", la presencia de empresas e inversionistas extranjeros, la incentivación del turismo de los países capitalistas —, genera fricciones sociales y contradicciones económicas, que alcanzan su proyección en el plano ideológico. A esto se agrega la mayor agresividad del embargo de Estados Unidos y de la comunidad cubana en Miami que imagina y ansía un pronto final del régimen socialista. Como afirma el crítico Rufo Caballero, surge "un pensamiento regresivo que se esfuerza hoy por reentronizar la estrechez ideológica de los años setenta"[67], que a pesar de los esfuerzos de algunos organismos culturales por salvar la creatividad y continuidad generacional de los ochenta a los noventa — Abel Prieto, actual Ministro de Cultura, es uno de los intelectuales jóvenes más lúcidos y permisibles —, acontece una significativa emigración de teóricos, artistas plásticos y arquitectos, que sin duda, ocasiona un corte y un vacío inesperado[68]. La prematura desaparición de Fernando Salinas (1992) y de Antonio Quintana (1993) anula la existencia de referencias críticas y experimentadas orientaciones. Mientras en las artes plásticas ocurre una rápida sustitución de talentos y cabe hablar de la existencia de una generación de "los noventa"[69], en arquitectura el proceso es más lento y trabajoso.

El año 1991, a pesar de las dificultades económicas que originaron el "Período Especial", resultó un hito importante para la práctica arquitectónica[70]: se construyó la Villa Panamericana en La Habana, proyectada por en equipo dirigido por Roberto Caballero y en Santiago de Cuba, el hotel Santiago, a cargo de otro encabezado por José Antonio Choy. Ambas tuvieron una significado paradigmático: la primera, decretaba la muerte definitiva de la "sopa de bloques" que había predominado en las urbanizaciones de las décadas anteriores. Finalmente resultaban rescatados los valores de la ciudad tradicional, tan olvidados y subvalorados:la manzana, la calle, la plaza, el portal, los patios interiores, la variedad "espontánea" de las fachadas de las viviendas. A pesar del gratuito formalismo de un postmodernismo tardío contenido en los diseños y en la localización distante de la trama urbana histórica, se abría un camino válido para los posteriores núcleos habitacionales, en paralelo a la alternativa contrapuesta elaborada por Fernando Salinas en el proyecto del "Nuevo Miramar", quién cuestionaba la persistencia de la manzana tradicional y el nucleamiento cerrado de los bloques habitacionales. A su vez Choy, en el hotel Santiago, pese a las hipotéticas referencias al grupo Arquitectónica de Miami, demostraba la capacidad de los jóvenes profesionales cubanos de diseñar hoteles "modernos", sin ataduras a las imposiciones kitsch de los agentes turísticos, rescatando la tradición ambiental caribeña e integrando la vanguardia plástica local[71].

Sin embargo, las realizaciones de este último quinquenio no resultan muy alentadoras, respecto a la identidad de objetivos y logros alcanzados en las décadas anteriores. Surge un contraste radical entre los determinantes de las construcciones de "adentro" y de "afuera", equivalente a las distancias sociales que genera la posesión o no de dolares. Por una parte, toma fuerza el diseño y construcción de una arquitectura de la precariedad, de la pobreza, identificada con las viviendas de "bajos insumos", que sustituyen bloques y torres de alta tecnología construídas en las décadas de los setenta y ochenta[72]. Por otra, surgen viviendas "de lujo", construídas por empresas inmobiliarias extranjeras en La Habana, que pueden ser adquiridas en dólares[73]. El fuerte impulso otorgado a la construcción de hoteles en todo el país debe someterse a las decisiones de los inversionistas quienes imponen sus modelos y proyectistas. El comercialismo, el kitsch turístico, el falso vernáculo, el lujo acartonado se diseminan por las playas de la isla, con particular concentración en Varadero. Al intento de salvar lo posible en el hotel Sol Palmeras de Abel García, se contrapone la gratuita monumentalidad del Meliá Las Américas en Varadero y del Cohibas en La Habana, manoseada transfiguración de un proyecto de Kenzo Tange de los setenta[74]. La creatividad de los jóvenes del noventa, aflora en el diseño de instalaciones complementarias y precarios quioscos: Jorge Ignacio Pérez proyecta la Subestación eléctrica en la Marina Hemingway; Francisco Barthelemy, construye unidades mínimas de oficinas de garages y alquiler de automóviles en Santiago de Cuba.

El mayor esfuerzo de este quinquenio radica en las obras de conservación y restauración del centro histórico de La Habana. El talento empresarial, la libertad de acción que le fuera otorgado por los organismos centrales del Estado, la pasión y el fervor destinados a lo largo de una vida a rescatar la herencia colonial, permitieron a Eusebio Leal llevar a cabo una obra única en la ciudad, y captar ingentes recursos del exterior. Según el crítico norteamericano Paul Goldberger, en 1997 recaudó 43 millones de dólares destinados a los planes de revitalización del área[75]. Fueron restaurados importantes monumentos y espacios urbanos — los conventos de Santa Clara, San Francisco, y de Belén, la Plaza Vieja, la Aduana, el barrio chino, el Malecón —, así como refuncionalizados palacios y edificios públicos: el ejemplo más representativo y logrado es la Lonja de Comercio (Arq. Tomás Mur, 1909), adaptada para sofisticadas oficinas de empresas extranjeras, con el apoyo financiero del grupo español Argentaria. La calidad de las terminaciones, el respeto por los elementos formales y espaciales originarios y la fusión entre lo viejo y lo nuevo, hacen de este monumento un ejemplo de reciclaje respetuoso y creador. Lección poco asimilada por algunos inversionistas extranjeros: edificios representativos de la modernidad arquitectónica habanera han sido cruelmente deformados. El hotel Habana Libre (ex Hilton, de Welton Becket) perdió las tradicionales terrazas de las habitaciones; la casa del Malecón de Max Borges Jr. fue salvajemente afeitada por la Oficina de Intereses de EEUU; los apartamentos Focsa están a punto de perder su identidad con una banal curtain wall importada.

En este complejo y contradictorio panorama, aparece siempre una luz al final del camino. Es el deseo de todos de salvar lo válido construído en casi medio siglo de socialismo, y al mismo tiempo no retroceder en el camino creador forjado por la cultura cubana. Como sostuvo Gerardo Mosquera, "el 2000 ya está aquí", y si esta afirmación posee algún significado, es el de entrar con pasión en las transformaciones que requiere el país en el nuevo milenio. Un síntoma esperanzador es el deseo de apertura y de conectarse con el mundo de los jóvenes arquitectos. En la creciente globalización y universalización del conocimiento, la perspectiva posible radica en las inclusiones más que en las exclusiones. De allí el debilitamiento, en el ámbito de la cultura, de los enfrentamientos ideológicos radicales, de los ancestrales odios que dividieron a los cubanos de "afuera" con los de "adentro". Las dos visitas de Ricardo Porro a La Habana, el workshop impartido en la Facultad de Arquitectura en 1997 y el número monográfico dedicado a su obra — Arquitectura Cuba 377 (1998) —, demuestran el deseo de un diálogo constructivo entre pensadores y creadores de diferente origen y generación. En Miami, los estudiantes de arquitectura de origen cubano, sueñan con su ancestro histórico[76]. El tema planteado por Eduardo Luis Rodríguez para obtener la beca Guggenheim (1996) — The heritage context, and vanguard of Cuban architecture in exile — , y los crecientes contactos del Grupo de Desarrollo Integral de la Capital y la Facultad de Arquitectura con instituciones homólogas norteamericanas y europeas — las escuelas de arquitectura de Valencia, Barcelona, París I (Villemin), Tulane (New Orleans), CUNY (Nueva York), Miami University, Cincinnati University, Virginia Tech., Blacksburg —, demuestran una apertura inimaginable diez años atrás.

El gran tema de este fin de siglo es La Habana, según Coyula, "despellejada, vacilante, deformada por la sal y el agua; maravillosa e increíblemente viva", y única ciudad de América Latina que ha conservado incólume su herencia arquitectónica y sus espacios públicos tradicionales en esta segunda mitad de siglo[77]. De allí el interés internacional por conservar, en el inevitable proceso de modernización que debe acontecer, su personalidad e identidad. En 1995, algunos miembros de la vanguardia arquitectónica internacional — Peter Noever, Eric Owen Moss, Carme Pinos, Lebbeus Woods, Thom Mayne —, participaron en un workshop para elaborar en equipo con los arquitectos locales, propuestas de transformación de diversos espacios urbanos[78]. En enero de 1999, Andrés Duany, acompañado de un grupo de estudiantes de la Universidad de Miami, trabajarán sobre el tema del barrio del Vedado, uno de los espacios tradicionales más cualificados de la ciudad. También en Miami, un grupo de arquitectos cubano-norteamericanos están trabajando desde 1994, en formular propuestas para el futuro de La Habana, en el intento de preveer las deformaciones que podrían causar las inversiones especulativas masivas del capital extranjero en el tejido urbano[79].

Como afirmaron el crítico de arte Gerardo Mosquera al hablar de la transterritorialización integradora de la cultura cubana; el escritor Miguel Barnet en un congreso sobre la "bipolaridad" en Estocolmo[80], incitando a borrar discrepancias y contradicciones, y el Papa, durante su reciente visita a La Habana (enero, 1998), motivando en la juventud la fé y el optimismo; la ansiada felicidad de la sociedad cubana y la construcción de su propio destino, solo será alcanzable a través del entendimiento, la participación y el diálogo entre alternativas convergentes o divergentes, tanto internas como externas. En la medida en que se escuchen y acepten las múltiples voces del talento y la vanguardia; en que la solidaridad, la justicia, la ética y la belleza constituyan los valores esenciales, la ciudad y su arquitectura — el ansiado "Diseño Ambiental" postulado por Fernando Salinas —, constituirán la expresión y la representación de las auténticas aspiraciones sociales y no los turbios intereses de una minoría. Es la tarea asignada a la generación joven de diseñadores de este final de siglo para entrar con fervor en el nuevo milenio.


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Conferencia pronunciada el 15/10/1998 en el ciclo "La Habana 1898-1998", organizado por la Fundación Cultural COAM del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, España

El presente ensayo forma parte de las investigaciones sobre la arquitectura y el urbanismo de América Latina que se realizan en el PROURB/FAU/UFRJ, bajo los auspicios del CNPq. (Conselho Nacional de Desenvolvimento Científico e Tecnológico) y de la FAPERJ (Fundação de Amparo á Pesquisa do Estado do Rio de Janeiro)





    Citas

      [50] José Luis Rodríguez, "El desarrollo económico y social en Cuba: resultados de 30 años de Revolución", Cuba Socialista No. 39, La Habana, mayo/junio, 1989, pág. 35.

      [51] Alexis Somoza, La obra no basta. Ensayos y comentarios sobre arte, cultura y sociedad cubana, Universidad de Carabobo, Valencia, 1991, pp. 61-89. Iván de la Nuez, "La arquitectura posible", La Gaceta de Cuba, La Habana, febrero 1990, pág. 10, "Refutan una tradición distorsionada, cuyos efectos dominantes nos enclaustró ferrosamente en una modernidad racional, absoluta y selectiva".

      [52] Gerardo Mosquera, "Los hijos de Guillermo Tell", Plural No. 238, Ciudad México, julio 1991, pág. 60, "Se aprovecha el poder tropológico del arte para un discurwso problematizador que entreteje las múltiples complejidades del arte y la vida urbana".

      [53] Concepción R. Pedrosa Morgado, "La plástica cubana frente al siglo XXI". Segunda parte, Excelsior, Sección Metropolitana, Ámbito Tres, Ciudad México 30/08/1990, pp. 1-2.

      [54] Mario Coyula, "Dándole taller al barriio", Cas de las Américas 185, La Habana, octubre-diciembre, 1991, pág. 134. A pesar de la aprobación de las obras, no compartía los excesos formales, definéndolos como "... Algunos enanos traviesos tardíamente colonizados... La copia se vuelve más parodia cuándo no se alcanza el tamaño ni el lujo en materiales y terminaciones que demanda una arquuitectur de la opulencia".

      [55] Nelson Herrera Ysla, "Arte, sociedad y Bienal de La Habana", Quinta Bienal de La Habana, "Arte, Sociedad, Reflexión", Centro Atlántico de Arte Moderno, Las Palmas, Gran Canaria, 1994, pp. 27-33.

      [56] Eduardo Luis Rodríguez, "Hacia una realización alternativa o el arquitecto en crisis", Arquitectura Cuba 375, Año XLI, La Habana, 1992, pp. 64-71.

      [57] "Una exposición de arquitectura. La otra quema del Viñola", (Sección Espacio de los estudiantes de arquitectura), Arquitectura y Urbanismo No. 3, Vol IX, La Habana, 1988, pág. 90.

      [58] Eliana Cárdenas, "El historicismo: una constante histórica? ", La Gaceta de Cuba, La Habana, abril, 1990, pág. 14; "Hacia una verdadera crítica de la arquitectura", Temas. Estudios de la Cultura No. 5, La Habana, 1985, pág. 119.

      [59] Roberto Segre, "Trópico deconstruído: una terminal aérea en Santiago de Cuba", Arquitectura Viva No. 22, Madrid, enero/febrero, 1992, pp. 46-47.

      [60] Eduardo Luis Rodríguez, "Arquitectura joven cubana: solamente una propuesta", Excelsior, Sección Metropolitana, Ámbito Tres, Ciudad México, 14/12/1991, pág. 1. "En este contexto es que las jóvenes generaciones de arquitectos van sustituyendo el entusiasmo ingenuo de los sesenta y la confusión pragmática de los setenta por la reflexión calmada y sobre todo, el desenfado al asumir la tarea proyectual".

      [61] Entre otros, radican en Estados Unidos o Europa, Emma Álvarez Tabío, Juan Luis Morales, Teresa Ayuso, Rolando Paciel, Francisco Bedoya, Fidel Raúl García, Jorge Tamargo, Orestes del Castillo, Maria Quintana, Rafael Fornés y el crítico Iván de la Nuez que escribió las palabras del catálogo, conjuntamente con Roberto Segre...

      [62] Nelson Herrera Ysla, "Arte, Sociedad y Bienal de La Habana", op. cit., pp. 27-33.

      [63] Roberto Segre, "Memorias y olvidos en la nueva Babel", Sexta Bienal de La Habana. El individuo y su memoria, Centro Wifredo Lam, Association Français d’Action Artistique, Ministère des Affaires Ètrangères, Paris, La Habana, 1997.

      [64] Julio Carranza Valdés, Luis Gutiérrez Urdaneta, Pedro Monreal González, Cuba. La reestructuración de la economóa. Una propuesta para el debate, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1995, pág. 17. Se produce un corte radical en las importaciones que bajan de 8.1 millones en 1989 a 1.7 millones en 1993. La zafra azucarera, de 7 millones de toneladas en 1991, baja a 4 millones en 1993.

      [65] Rufo Caballero, "Una fiesta indescifrable", en Primer Salón de Arte Cubano Contemporáneo, 15/11/95, 15/01/96, Museo Nacional de Bellas Artes, Ciudad de La Habana, Centro de Desarrollo de las Artes Visuales, La Habana, 1995, pp. 19-25.

      [66] Mario Coyula, "La Habana siempre, siempre La Habana", Carta de La Habana, No. 8, Año 3, Boletín del Grupo para el Desarrollo Integral de la Capital, La Habana, 1995, pág. 5.

      [67] Rufo Caballero, op. cit., pp. 19-25.

      [68] No cabe aquí enumerar en su totalidad la emigración "cultural" de esta década. Citemos algunas figuras destacadas: en el campo teórico sobresalen, Manuel Moreno Fraginals, Lisandro Otero, Jesús Días, Osvaldo Sánchez, Jorge de la Fuente; entre los artistas plásticos, Tomás Esson, José Bedia, Flavio Garciandía, Marta María Pérez, Tomás Sánchez, Alexis Somoza, Consuelo Castañeda, Arturo Cuenca, Abdel Hernández, Humberto Castro, Moisés Finalé, Mario García Joya, Mario Gallardo y otros. Entre los arquitectos, además de los citados anteriormente, Carlos José Dunn, Enrique Capablanca, Lily Sarmiento, Agustín Rivero, Eneida Pérez, Reynaldo Togores, Heriberto Duverger, Julio César Séneca, Oscar Cepero, Antonio Cuan Chan, Carlos Ríos, Ricardo Reboredo, Claudia Baroni, Victoria Argüelles, Johan Barata, Antonio Seguí, Raúl Izquierdo, Rosa María Salinas, Ricardo Fernández, y otros.

      [69] Gerardo Mosquera, "Reporte del hombre en La Habana", en Cuba. La isla posible, op. cit., pp. 131-141. Es un nuevo grupo de pintores que Mosquera llama "la mala yerba", capaces de continuar el trabajo crítico de la "generación de los 80".

      [70] Sergio Baroni, "Rapporto dall’Avana", Zodiac, Rivista Internazionale di Architettura No. 8, Milán, septiembre 1992/febrero, 1993, pág. 161.

      [71] Roberto Segre, "Hotel Santiago de Cuba. Identidad ambiental: complejo, ilusión y fantasía", Arquitectura y Urbanismo No. 1, Vol. XIV, Facultad de Arquitectura, ISPJAE, La Habana, 1993, pp. 29-35.

      [72] El grupo Habitat dirigido por Selma Días y la Facultad de Arquitectura de La Habana, impulsaron investigaciones, proyectos, seminarios y congresos internacionales, dedicados al estudio de una arquitectura ‘tercermundista", acorde a la díficil realidad económica de los países "Sur". Citemos algunas publicaciones dedicados al tema: Kósta Mathéy (Edit.) Phänomen Cuba. Alternative Wege in Architektur Stadtentwicklung und Ökologie, Karlsruher Städtebaulche Schriften, Karlsruhe, 1994; Lourdes Ortega (et. alt.), "Barrio de Atarés", en H. Harms, W. Ludeña, P. Pfeiffer (Edit.) Vivir en el "centro". Vivienda e inquilinato en los barrios céntricos de las metrópolis de América Latina, Technische Universität Hamburg, Hamburgo, 1996, pp. 95-134; Elio Pérez, "Vivienda de bajo costo. Urbanización y tipologías", Arquitectura y Urbanismo No. 1, Facultad de Arquitectura, ISPJAE, La Habana, 1998, pp. 45-48.

      [73] En los dos recientes números de Arquitectura Cuba (No. 376/1997 y 377/1998) aparece el anuncio de la Empresa Inmobiliaria Costa Habana, publicitando el conjunto residencial en el barrio de Miramar "Jardines de 5a. Avenida", irónicamente situado en los terrenos creados por los especuladores capitalistas de inicios de siglo: José Marimón, presidente del Banco Español y los políticos José Manuel Cortina y Carlos Miguel de Céspedes. Llilian Llanes, 1898-1921: La transformación de La Habana a través de la arquitectura, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1993, pág. 105.

      [74] Enrique Lanza, "La toma de las Américas por los Canarios. Reflexiones acerca de la arquitectura para el turismo en Cuba", Arquitectura Cuba 377, Nueva Época, La Habana, 1988, pp. 46-53.

      [75] Roberto Segre, "La Habana Papal", AAA, Archivos de Arquitectura Antillana No. 7, Año 3, Santo Domingo, mayo de 1998, pp. 89-98.

      [76] Bohíos, cabañas primitivas, casas de tabaco, construcciones de madera balloon frame, aparecen en los proyectos de los alumnos de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Miami. Vincent Scully, Between Two Towers. The Drawings of the School of Miami, The Monicelli Press, Nueva York, 1996.

      [77] Andrés Duany, "Prefacio preparado para un libro de Eduardo Luis Rodríguez sobre La Arquitectura del Siglo XX en La Habana", AAA, Archivos de Arquitectura Antillana No. 6, Año 3, Santo Domingo, enero de 1998, pág. 107.

      [78] Peter Noever (Edit.) The Havana Project. Architecture Again, Prestel, Munich, Nueva York, MAK Center for Arts and Architecture, Los Angeles, 1996.

      [79] Cuban National Heritage. A Trust for Historico Preservation, Coral Gables, Florida, 22 de enero de 1994., citado en Michale Z. Wise, "The Challenge of a Crumblign Havana", The New York Times, Nueva York, domingo, 14/01/1996, pág. 38H.

      [80] R. Vázquez (Edit), Bipolaridad de la cultura cubana, The Olof Palme International Center, Estocolmo, 1994, pp. 19-21.


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