Cuba

Una identità in movimento


Amalia Simoni Argilagos

Enrique Atiénzar Rivero


Amalia Simoni Argilagos, nacida el 10 de junio de 1842 en Puerto Príncipe, descendiente de una familia criolla acomodada, no titubeó ni en los momentos más difíciles de su vida, como aquella vez en que la conminaron a escribirle a Ignacio Agramonte para que desistiera de sus afanes libertarios.

"General, primero me corto la mano antes que yo escriba a mi marido que sea traidor", fue la respuesta inequívoca que dio el 26 de mayo de 1870 a un oficial español, estando prisionera en Puerto Príncipe, al ser sorprendida ella y parte de la familia por tropas españolas en el rancho El idilio, a varias leguas de esta ciudad, donde había acampado por razones de seguridad.

Ese era un día muy feliz, oculta en el lugar celebraba, junto a Ignacio Agramonte y otros allegados, el primer año de nacido, en plena manigua, de su hijo Ernesto, a quien pretendieron silenciarle la vida al verlo en brazos de su madre. A las súplicas de Amalia, Agramonte y Simoni, el padre de Amalia, tomaron el monte, por eso no fueron capturados.

"A matar al mambisito", fue la sarcástica exclamación de uno de los voluntarios al servicio de la metrópoli, actitud sofocada por el general Fajardo, el mismo que le pidió escribirle a El Mayor.

Vendrían para ella etapas de penurias. A la espera de su segundo hijo, Herminia, que nunca conoció a su padre, se vio obligada a pasar al exilio. Así en Nueva York para ganarse la vida, mantener a sus dos hijos y ayudar económicamente a la familia, tuvo que dar clases de piano y canto, que antes bien cultivaba.

En reseñas biográficas de la excelsa mujer, se hace mención a que ella en su infancia recibió una educación esmerada: aprendió francés, inglés e italiano, y a un largo viaje de la familia por Europa, Estados Unidos y Canadá. En Italia recibió clases de canto que la convirtieron en una soprano destacada.

La obligada separación de Amalia e Ignacio no hizo mella en esta noble mujer. Mantuvo relación epistolar con su esposo, de íntima confidencia y afinidad ideológica. Veamos:

La noticia de la muerte de Agramonte, ocurrida el 11 de mayo de 1873, la sorprende a ella, con apenas 31 años de edad, en Mérida, y supo soportar la separación definitiva, sin olvidar a la Patria ni a los cubanos que en los campos luchaban por la independencia.

Posteriormente al Zanjón vuelve, con los dos hijos, a la ciudad natal, y al estallar la guerra de 1895 tomó el camino de la emigración para seguir ayudando económicamente a los revolucionarios. Finalizada la campaña y frustrada la independencia por la intervención norteamericana, Amalia regresa a Cuba, establece residencia en una modesta casa de la calle Zulueta, en La Habana.

En Camagüey se le vio en 1912, cuando participó el 24 de febrero de ese año en el acto de develamiento del monumento de la figura ecuestre de Ignacio Agramonte, que se levanta en el parque que lleva su nombre en el centro histórico de esta ciudad.

Antes de morir nunca olvidó aquella carta escrita por Ignacio Agramonte el 19 de noviembre de 1872, que le decía:

Los restos de ella permanecen en el cementerio de Camagüey desde el primero de diciembre de 1991, cumpliendo un deseo suyo, testado en Nueva York y ratificado en Camagüey. En una fecha como hoy es razonable decir, que la simpatía por Amalia Simoni desborda los límites de la admiración.


Fuente: Granma
http://granma.co.cu/2002/06/11/nacional/articulo07.html


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