Cuba

Una identità in movimento


"Soledad". Poema de Yordán Rey Oliva

Yordán Rey Oliva


    SOLEDAD

      Por los corredores oscuros y silenciosos
      Ella vaga,
      Buscando novedades que la disuelvan
      De su mundo de rutinas.
      En su lenta marcha murmura conjuros salvadores que
      La protejan de su soledad
      Y le hagan olvidar su condición de prisionera.
      Ella trata de no pensar en un más allá... ni en su encierro.
      Y poco a poco captura los recuerdos quebrados,
      Restos de una oscuridad antigua.

      Y así, divagando ensueños, busca ilusiones
      Con qué tejerse alas
      Para romper ese andar acostumbrado,
      Que la ata para siempre
      A su laberinto solitario.

      I.

      Eres como la ola que se despeña contra la ardiente arena...
      Lástima que siempre te regreses sin contemplar
      Este morir de espuma entre mis pies descalzos.

      II.

      Seré ave de tu cielo
      Con las alas extendidas para siempre, surcándote veloz.
      Acariciando la brisa y la humedad que me adelanta,
      Trazándote camino en tus tormentas, en tus tantos tifones,
      Evitándote relámpagos, nubes grises,
      Tratando de amarrarme con el pico a un trozo de tu azul...
      O de tu rojo.
      Y cuando el cansancio termine por vencerme,
      Cuando el aliento por la inmensidad de tu distancia se me corte,
      Cuando no tenga ya ala tensa,
      Ni brisa, ni humedades impulsoras,
      Me arrojaré al horizonte en que te quedes,
      A tu ardiente, abrasador y único ojo.

      III.

      Sé mi confesor,
      No he pecado aún y me arrepiento.
      Absuelve mi única culpa, la del amor que se escapó,
      La del amor que voló lejos...
      Cerré ya el libro de mi existencia,
      Adiós historia.
      Si escapó algo de polvo, no me juzgues
      Trataré de no estornudarte más estrellas.
      ¿Mi voluntad final?
      Dame un poema, y lo pondré en mi lápida callada
      Para rezarte en ella cada noche,
      Cuando tu corazón no esté para abrigarme,
      Cuando el olvido borre en ti cada recuerdo.

      IV.

      Caen estrellas a lo lejos
      Y su polvo ciega mis sentidos.
      Te veo venir entonces, con una rosa en cada dedo,
      Bajo la luna.
      Polvo de estrella, droga para mi espíritu adicto a los abrazos.

      Beso una a una las diez flores
      Y se manchan mis labios de salitre.
      Comienza a gustarme ya tu pelo
      Y ese anillo blanco me arrebata,
      Sobre todo, si solo él cubre tu cuerpo.

      Con mi saliva riego tu rosal de diez botones,
      A lo lejos caen estrellas,
      Se me truncan los sentidos, y hasta vacilo en mi delirio,
      Pero nunca se me seca la garganta...

      V.

      ¡Seré semilla! – dijo el fruto - ¡y luego árbol!
      Y daré sombra fresca y flores nuevas...
      Y Dios gustó escuchar, porque sabía de lo bueno y de lo bello.
      Pero, ¿acaso no era él quien escribía el destino de las cosas?
      Sopló el barro y lo transformó en mariposa.

      VI.

      Hilachas de lienzo, arrastradas por el viento,
      Salen de casa del Hacedor.
      Busca la Perfección y mezcla enigmáticos colores.
      En su amarga búsqueda destruye todo lo antes salido de sus manos,
      Rasga ya los antiguos lienzos,
      Rompe Ángeles, deshace Diablos...
      Mientras los jirones fantásticos se arrastran con el polvo
      Ha salido el Poeta, con los dedos aun sangrantes...
      Y se hizo la luz... y se hicieron las sombras...

      VII.

      Fui, o acaso creí ser, manantial.
      Mas dejé a la hoja seca recorrer mi cuerpo
      Y no negué a la roca su labranza con mi agua
      Y el cuerpo se me llenó de otoño,
      Y el camino de guijarros pulidos.
      Solo quedó de mí un hilillo que el sol secará al amanecer
      Seré entonces, o acaso creeré ser, nube.




Página enviada por Marié Rojas Tamayo
(2 de enero de 2007)


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