Cuba

Una identità in movimento

En los tiempos sombríos, ¿se cantará también?

Víctor Casaus


Propongo colocar la declaración que hemos aprobado y el horizonte de reflexiones que seguramente se abrirá acerca del panorama sombrío que se vislumbra a nivel planetario, bajo la advocación de Pablo de la Torriente Brau.

Lo hago porque estamos llamando a intelectuales del mundo a participar en este frente que se oponga al neofascismo que se perfila en la doctrina diseñada y ya puesta en práctica por el gobierno norteamericano. Y porque Pablo fue ejemplo de intelectual creador y comprometido: en su vida y en su obra se unen, de manera armónica, la palabra y la acción, la imaginación y el coraje, la búsqueda de la belleza y la pasión por transformar el mundo, el humor y el amor.

Lo hago también desde la óptica de que el propio Pablo nos propuso para definir a los héroes en su justa dimensión humana:

Ellos [Antonio Guiteras y Carlos Aponte] fueron hombres de la revolución. Y ni me interesa ni creo en el "hombre perfecto". Para eso, para encontrar eso que se llama "el hombre perfecto", basta con ir a ver una película del cine norteamericano.

…tuvo [Guiteras, decía Pablo; Pablo, podríamos decir nosotros] delirios terribles, alucinaciones potentes, hermosas fantasías y sueños maravillosos e irrealizables para él. (...) Y muchas veces no conoció a los hombres, e hizo confianza en quien no la merecía y llamó su amigo a quien sería traidor y supuso talento en algún cretino. Tuvo, arrastrado por su fiebre, el impulso de hacerlo todo. E hizo más que miles. Y tenía el secreto de la fe en la victoria final (...) Tuvo también defectos. El día del castigo no hubiera conocido el perdón. Era un hombre de la revolución. Tampoco tuvo nada de perfecto.

Pablo previó, vio y posvió, para citar la frase iluminadora de Raúl Roa.

Posvió el futuro de Cuba: el triunfo de la revolución popular a través de la lucha armada: un hombre con un fusil, detrás de un caguairán puede más que un ejército.

La frase de Pablo es parte de ese formidable ejemplo de periodismo innovador y revolucionario: el reportaje Tierra o sangre, publicado por el cronista en el periódico Ahora en 1934 y que generalmente se conoce por el nombre del escenario que describía y analizaba, el Realengo 18.

Ahora, buscando en la Red referencias sobre ese tema, encontré el primer discurso en el que Fidel se refirió a la influencia de aquella frase de Pablo en la estrategia de lucha armada desarrollada en la Sierra Maestra por el Ejército Rebelde. En algún remoto servidor de la Red encontré el texto que sigue:

Los campesinos del Realengo 18 escribieron páginas gloriosas de historia, de desafío contra la opresión y contra los grandes terratenientes. Ellos inspiraron las hermosas páginas de la historia escritas por [pausa], ayúdenme, Pablo de la Torriente, Pablo de la Torriente Brau que escribió sobre el Realengo 18 [aplauso], él escribió sobre la prisión en que estuvo, en la isla de Juventud, y por cierto, yo aprendí un poco de las escrituras de Pablo de la Torriente porque yo recuerdo que cuando él describió el terreno, y dijo que era un terreno adecuado para el combate, y que un solo hombre con un rifle era capaz de detener un ejército. Cómo me ayudó cuando enfrentamos la tarea de resistir, luchar y derrotar un ejército, cuando recordé esa frase escrita por Pablo de la Torriente Brau: que un hombre con un rifle pudiera detener un ejército en esas montañas. Sus palabras fueron proféticas. [aplausos]
Fidel

Pablo vio las urgencias históricas de su momento en dos dimensiones complementarias: la lucha revolucionaria en Cuba, la lucha internacionalista en España.

Mis ojos se han hecho para ver las cosas extraordinarias y mi maquinita para contarlas. Y eso es todo.

Así describió su vocación interminable de cronista.

Voy a España a aprender para lo nuestro algún día.

Así precisó los frutos mayores que esperaba de la aventura que estaba iniciando en la Guerra Civil Española.

Pablo previó que aquella guerra era el preludio de una guerra mayor, y anunció el peligro del naciente fascismo.

Lo escribió en sus cartas y crónicas desde España.

Lo avizoró en sus Aventuras del soldado desconocido cubano, su novela inconclusa, escrita en Nueva York, en 1935-1936, y que, en sus palabras, era una coña terrible sobre el militarismo y una llamada de alerta sobre el peligro de la guerra.

Estos rasgos esenciales de Pablo pueden hoy animar los empeños de los intelectuales cubanos y de otros sitios del mundo:

Su inteligencia y su talento, puestos al servicio de sus ideales de justicia y libertad.

Su capacidad de pensar con cabeza propia los problemas de su tiempo.

Su participación en las luchas revolucionarias de su época.

El internacionalismo, del que fue ejemplo temprano en el siglo XX cubano, como proyección solidaria y humana.

Su ética, bandera y escudo de su participación en las luchas de su tiempo, expresada en este párrafo de una carta a Raúl Roa, escrita poco antes de marchar a la Guerra Civil Española:

Mis cartas son las actas oficiales de mi pensamiento. No tengo nunca miedo de escribir lo que pienso, con vistas al presente ni al futuro, porque mi pensamiento no tiene dos filos ni dos intenciones. Le basta con tener un solo filo bien poderoso y tajante que le brinda la interna y firme convicción de mis actos. No me importa nada equivocarme en política porque solo no se equivoca el que no labora, el que no lucha.

Meses después de la caída de Pablo combatiendo en Majadahonda, frente de Madrid, Nicolás Guillén y Juan Marinello visitaron el cuartel de la unidad republicana donde Pablo había sido comisario y jefe directo de un joven poeta español, Miguel Hernández. En las paredes encontraron la foto del cronista cubano, que se convertiría, casi de inmediato, en símbolo combativo para la movilización de los internacionalistas cubanos que marcharían a luchar por la República Española y contra el fascismo.

Guillén y Marinello integraron, junto a Alejo Carpentier, Leonardo Fernández Sánchez y Félix Pita Rodríguez, la delegación cubana al II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura que sesionaría en Madrid, bajo las bombas y Valencia.

Los papeles de aquella reunión reúnen los nombres más significativos de la intelectualidad de la época. Algo similar será necesario intentar en los tiempos que vivimos para denunciar y combatir la doctrina hegemónica que se propone controlar mentes y recursos naturales, geografías y espacios.

Uno de aquellos participantes, el poeta alemán Bertolt Brecht se preguntó y respondió para nosotros por aquellos años en un texto memorable:

En los tiempos sombríos
se cantará también?
También se cantará
sobre los tiempos sombríos.

Treinta años después, mientras se libraba la guerra de Vietnam, otro poeta, el querido hermano Ernesto Cardenal, declaraba en uno de sus textos hermosos y diáfanos:

Si quieren un testimonio sobre mi época, es este: fue bárbara y terrible, pero poética.

En esa definición dramática y precisa descubrí junto a otros jóvenes creadores de entonces la complejidad de aquel tiempo y la irreversible autenticidad de un escritores que era capaz de ver en la realidad terrible que le rodeaba los signos misteriosos de la belleza incesante, esa que alimenta los deseos de vivir, luchar y resistir.

Un mensaje similar encontré años después revisando los papeles de Pablo de la Torriente Brau, quien pasando revista a la situación suya y de sus compañeros de lucha tras la derrota de la Revolución del 30, incluyó en una carta de 1936 a su hermano Raúl Roa el párrafo que compartiré con ustedes a continuación.

Pero antes quiero confesar que en los momentos más difíciles de la década pasada, este texto me sirvió de alimento para el espíritu y de referencia imprescindible para vivir, luchar y resistir. Con ese mismo propósito lo cito ahora, como una forma de cantar sobre los tiempos sombríos que se anuncian en los horizontes del planeta:

Podemos decir que ningún día hemos dejado de trabajar ni de tener el pensamiento en la revolución y sus problemas. Si no hay frutos a todo esto que sí los hay, desde luego, aunque solo sea de la gran lección de la experiencia, ello no debe desanimarnos. En primer lugar, porque nosotros pertenecemos, dentro de la revolución, a los corredores de maratón, que saben que todo no es dar cuatro saltos y terminar los cien metros y coger la medalla, sino correr, correr incansable, infatigablemente, saltar barreras, desfilar bajo la lluvia, cruzar cañadas, subir montañas, desrriscarnos y al final, llegar y ganar medio muertos por el esfuerzo; o ni llegar siquiera, muertos antes. Y si somos así, no hay problemas que nos desalienten, ni esperanzas que nunca se rompan demasiado.


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Webmaster: Carlo Nobili — Antropologo americanista, Roma, Italia

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