Cuba

Una identità in movimento


Barack Obama y la herencia insólita de guerra diplomática contra Cuba

Wilkie Delgado Correa


Estados Unidos rompió sus relaciones diplomáticas con Cuba el 3 de enero de 1961. El gobierno de Estados Unidos, presidido por Dwight D. Eisenhower, actuó dictado por una lógica imperial de aquellos tiempos, en que se pensaba que ningún gobierno podría existir sin el reconocimiento del mandamás de este Hemisferio. Además era el signo manifiesto de que sobre tal gobierno se iniciarían todas las acciones legales e ilegales para derribarlo como era costumbre en este patio trasero de América Latina. Sin embargo, su unilateral decisión devino incentivo al patriotismo y la firmeza del pueblo cubano, que ha logrado contener las embestidas más despiadadas durante cerca ya de cincuenta años.

No conforme con las consecuencias que tal acto tendría en las relaciones normales con otros países, Estados Unidos orquestó la expulsión de Cuba de la OEA, lo cual se produjo en Punta del Este, Uruguay, el 31 de enero de 1962. A partir de entonces todos los países de América Latina, con excepción de México, cumplieron obsecuentemente con los dictados emanados desde Washington. Cuba quedó, oficialmente, aislada diplomáticamente de los gobiernos. Pero nadie pudo impedir que el pueblo cubano y su Revolución mantuvieran los lazos históricos con el resto de los pueblos de este continente.

La resistencia del pueblo y del gobierno cubanos lograron, con el paso de los años, ir revirtiendo esta situación aciaga, que comenzó su declinar con el reconocimiento y establecimiento de relaciones con Cuba por parte de los países anglófonos del Caribe, y luego se fue extendiendo el proceso de reinicio de las relaciones diplomáticos con prácticamente todos los países de Latinoamérica, a medida que el prestigio de Cuba aumentaba y, por el contrario, la política de Estados Unidos contra Cuba se desacreditaba como jamás pensaron sus gobernantes.

En años recientes impusieron a la Unión Europea acuerdos sobre condicionamientos y sanciones a Cuba, que esa organización adoptó a propuesta de Aznar, entonces presidente de España. Estados Unidos ensayó un nuevo bloqueo diplomático como el ocurrido en América Latina tras la expulsión de Cuba de la OEA. Pero Cuba resistió con dignidad y firmeza esa estrategia, que finalmente ha sido derrotada, después de la eliminación de tales medidas injerencistas y discriminatorias y el reinicio de relaciones normales con el bloque europeo.

En la actualidad no existen aún relaciones diplomáticas entre Cuba y los Estados Unidos. Estados Unidos mantiene unas extrañas relaciones diplomáticas con Cuba, sin duda únicas en la historia de estas relaciones entre los países del mundo. Cuando Estados Unidos rompió sus relaciones diplomáticas con Cuba en 1962, sus intereses en la Habana pasaron a ser representados por la Embajada Suiza, y los de Cuba por la Embajada de Checoeslovaquia en Washington. Durante el gobierno de James Carter se llegó a un acuerdo por el cual fueron creadas en 1977 la Oficina de Intereses de Estados Unidos en la Habana y la Oficina de Intereses de Cuba en Washington, ambas adscriptas a las Embajadas de Suiza en la Habana y en Washington. A través de esta entidad diplomática ambos gobiernos tramitan los asuntos oficiales diplomáticos y consulares. Al frente de dichas Oficinas cada uno de los gobiernos ha nombrado un Jefe de Oficina, cuyo papel debe ser lo más parecido en la práctica que el de un embajador.

Ahora viene lo increíble. La mayoría de dichos representantes del gobierno de Estados Unidos, si no todos, han incumplido las más elementales normas de política exterior. Entre estas violaciones se encuentran las siguientes: han organizado, orientado, reunido, agasajado, financiado, han abierto las instalaciones de la Oficina y sus residencias a grupos diversos de vendepatrias. Algunos de estos Jefes de Oficina han hecho declaraciones públicas, dentro y fuera del país, en las que han expresado que sus propósitos y planes son el apoyo a los llamados disidentes o enemigos del gobierno cubano y la destrucción de éste y de la Revolución Cubana. En fin, el cambio del gobierno legítimamente electo y apoyado por el pueblo cubano.

Los hechos escandalosos en que se ha involucrado la Oficina de Intereses en la Habana, sus funcionarios y su Jefes, han sido denunciados con pruebas irrebatibles en distintas ocasiones y períodos.

Pero existen otros elementos tal vez más importantes. Estados Unidos ha mantenido conversaciones periódicas con autoridades gubernamentales de Cuba sobre los acuerdos migratorios suscritos por ambos países, aunque últimamente dichos encuentros han sido cancelados por el gobierno de Bush. También se tramitan mensajes de carácter variado, según demanden los intereses mutuos. En consonancia con esto, se impone creer que ambos gobiernos deben reconocer a las autoridades de los países ante las cuales están representados. Por eso, es imposible concebir que el gobierno de Estados Unidos proclame, a la vez, su derecho a elaborar un plan de más de 500 páginas, todo un mamotreto con decenas o cientos de medidas, algunas de las cuales están aplicando para el derrocamiento del gobierno de Cuba y otras que serían implantadas después de producirse el mismo. Ese plan lo han denominado Plan de Transición para Cuba. Y para más desaguisado, ya han nombrado a un personaje, un norteamericano por supuesto, que ya está en función de procónsul sin territorio y a quien imaginan un día cumpliendo su papel de procónsul en La Habana después de destruida la Revolución. Pronto, esperamos, renunciará o quedará cesante.

Sobre el Plan de Transición para Cuba del gobierno de George W. Bush, recomendamos que se lea en el sitio oficial del gobierno de Estados Unidos, y después muérase de la risa ante tanta tontería injerencista, o tenga una razón más, dada la magnitud y gravedad de las medidas instauradas o instaurables, para indignarse o convertirse en antiimperialista o serlo más, pues ante tales desatinos y prepotencia de un gobierno que no reconoce normas y principios esenciales del derecho internacional ni cumple las normas de conductas más elementales con un país en el cual tiene establecida una Oficina de Intereses, y con un gobierno ante el cual ha designado su representante, y con el cual tiene vigentes algunos acuerdos que derivan intercambios periódicos. Es indispensable una precisión. Fíjese que no se trata de declaraciones más o menos fuertes entre gobiernos por litigios más o menos fundamentales. Se trata de un plan públicamente concebido para, en primer lugar, desplazar del poder al gobierno legítimo de Cuba, y, en segundo lugar, instrumentar en el país destruido, ¿liberado?, en Cubita la Bella, las medidas políticas que en todos los campos de la vida nacional ya han sido concebidas por el gobierno norteamericano, y que se ejecutarían bajo la dirección del procónsul designado desde hace cierto tiempo por el gobierno estadounidense de George W. Bush.

Ante tales hechos irrebatibles, ¿puede Ud. creer que exista por parte del gobierno de Estados Unidos, un mínimo de cordura y sensatez, un mínimo de sabiduría política, una pizca de ética, un átomo siquiera de respeto y apego al derecho, los principios y normas vigentes sobre las relaciones entre los países y gobiernos?

Estas son las verdades que parecen increíbles sobre la política de Estados Unidos contra Cuba, en relación con las relaciones diplomáticas, que debe analizar el nuevo gobierno norteamericano presidido por Barack Obama, y que conlleva indefectiblemente al desmantelamiento del llamado Plan de Transición y sentarse a la mesa de negociaciones para, sin ningún condicionamiento inaceptable, definir las relaciones entre ambos países y el posible restablecimiento de las relaciones diplomáticas, pues como expresara el gobierno de Cuba en un mensaje enviado al gobierno norteamericano en 1964, Cuba y los Estados Unidos pueden eventualmente respetar y discutir sus diferencias. No hay zonas de enfrentamiento entre ambos países que no puedan ser discutidas y resueltas en un clima de mutuo entendimiento. La hostilidad entre Cuba y los Estados Unidos es tanto innatural como innecesaria y puede ser eliminada.

Hoy en la era Obama estas ideas tienen una vigencia plena y pueden constituir las bases para el intercambio mutuo sobre aspectos bilaterales o para los intercambios sobre los grandes problemas de la humanidad. Ahora está por probar la voluntad de cambios en este terreno o el capricho de seguir por los caminos trillados que sólo conducen a un sitio perdido en la historia.




    Wilkie Delgado Correa
    Doctor en Ciencias Médicas
    Profesor Consultante y Profesor de Mérito del Instituto Superior de Ciencias Médicas
    Escritor y periodista





Página enviada por Wilkie Delgado Correa
(17 de noviembre de 2008)


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