Cuba

Una identità in movimento


El sobreviviente de la Retaguardia. "Él aceptó continuar la lucha"

Adys M. Cupull ReyesFroilán González


José Castillo Chávez, quien aparece en El Diario del Che en Bolivia como Paco, ha fallecido en la Ciudad de La Paz, el 14 de marzo del 2008. La noticia la leímos a través de un artículo del periodista y Senador Antonio Peredo. El relato causa tristeza y obliga a pensar en las actitudes de los hombres. Hay personas que mueren antes de desaparecer físicamente, porque lo que se lleva dentro es como una sentencia, más dolorosa que la propia muerte.

Paco fue herido, apresado, interrogado, vejado, torturado y condenado a 30 años de prisión. Amnistiado durante el gobierno del general Juan José Torres, salió al exilio. Era muy joven cuando ingresó en la guerrilla, nunca olvidó aquella epopeya y vivió incomprendido por muchos, criticado por otros y despreciado por los que consideraron que su actitud después de la captura no fue correcta.

Fue un importante colaborador en el necesario esclarecimiento de los hechos históricos, sobre todo en lo acontecido al grupo de la Retaguardia, de la cual fue el único sobreviviente de la emboscada del día 31 de agosto de 1967 en el vado de Puerto Mauricio, en el Río Grande.

Lo conocimos en 1983 en la ciudad de La Paz, conversamos varias veces y publicamos parte de su testimonio en el libro De Ñacahuasú a La Higuera, que aparece en las páginas desde 336 hasta 344 de la primera edición publicada en La Habana en 1989 y de la 341 a la 348 de la edición boliviana del 2007.

En la primera entrevista le manifestamos que nos interesaba especialmente su relato desde la separación de la guerrilla hasta la emboscada, que después de ese acontecimiento si le resultaba difícil tratarlo, podía no hacerlo, dado que su actitud era muy cuestionada. Paco accedió a dar su testimonio sin limitaciones del tiempo, ni del detalle de los hechos.

Seleccionamos el siguiente párrafo de la entrevista, publicada en nuestro libro:

    "Yo formaba parte de la resaca, porque cuando estábamos en el campamento con el Che, había pedido salir de la guerrilla y había mantenido esa posición; pero Julio ( se refiere a Mario Gutiérrez Ardaya) habló conmigo para saber que por qué no me sentía capaz de seguir la lucha. Le expliqué que no estaba convencido, y me cansaba mucho, nunca había estado en el monte. El Che se enteró y dijo que quería verme y hablar conmigo. Me llamó y me preguntó. Yo le dije que me sentía mal, que no sabía, que no podía caminar y algunas cosas más le dije porque así las pensaba. Entonces el Che me preguntó que si tenía miedo y yo le respondí que sí. Él me dijo que en la primera oportunidad que se presentara me sacaría, pero que no sabía cuando y mientras, debía estar en la resaca. Cuando Joaquín dijo: que podíamos quedanos si queríamos, yo acepté continuar".

Guardamos sus relatos íntimos y plenos de sentimientos profundos, veraces, lo que pudimos corroborar y verificar.

Fue de gran ayuda para comprender aquellos difíciles momentos del año 1967. La Historia de la Retaguardia de la Guerrilla, comandada por Joaquín (Juan Vitalio Acuña), no se podrá escribir de forma completa sin el relato testimonial de Paco.

Sin protagonismo, ni justificaciones o exageraciones se refirió a los hechos desde su compromiso con Moisés Guevara para viajar a Ñacahuasú. Manifestó un profundo respeto y admiración por los compañeros de lucha, especialmente por Tania (Haydeé Tamara Bunke), y detalló los momentos desde que el grupo quedó separado de la Vanguardia en Bella Vista hasta el trágico final.

Paco tenía amplios conocimientos de las características de los bolivianos que se incorporaron a la guerrilla, sus datos y precisiones fueron de gran utilidad para la investigación histórica, juntos acudimos al encuentro con algunos de los familiares de los guerrilleros, con otros no fue posible con él porque se negaban a recibirlo, pero ayudó a esclarecer nombres, precisar direcciones o informaciones en general.

Se comprometió a prestarnos ayuda durante nuestra estancia en Bolivia (1983-1986), recorrió y exploró varios lugares antes de nuestra llegada a esos parajes hinóspitos y duros.

Viajó a la zona donde cayeron Marcos y Víctor, y ubicó el lugar donde fueron enterrados, actualizó la situación de los campesinos que les prestaron ayuda, todo en el más completo anonimato, sin pedir nada a cambio. Creó las condiciones para que después pudieramos llegar hasta allí.

Cuando en el 2007 regresamos a Bolivia, invitados por las autoridades de ese país para participar en la Feria Internacional del Libro en la ciudad de La Paz, lo buscamos, pero nuestros amigos no sabían donde vivía, por ello la noticia de su muerte, divulgada a través del justo y sentido comentario de Antonio Peredo nos conmovió.

Recordamos sus ojos, y nos parece estar observando esa mirada, de la que habla Antonio, reflejaban el pesar y dolor de un hombre noble. Nunca nos mintió, y con asomadas lágrimas en los ojos, afirmó que hubiera preferido morir junto a sus compañeros de lucha e ideales, cuyos recuerdos perduraban en su memoria, seguramente por eso fue a la histórica lavandería de Vallegrande en 1997, y calladamente como había vivido, limpió el terreno y dejó flores a modo de despedida y respeto.

Pocos fueron los amigos que lo visitaron en su lecho de muerte. Murió humilde y pobre, de la misma forma en que transcurrió su vida, incluyendo la etapa de su exilio en Venezuela. Hacía años, había aceptado continuar la lucha al lado de su pueblo, defendiendo a los explotados y discriminados. De esa forma preferimos recordarlo.

    FIN







Página enviada por Froilán González y Adys M. Cupull Reyes
(2 de abril de 2008)


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