Cuba

Una identità in movimento


Una nueva mirada a un clásico del teatro de títeres

Esther Suárez Durán


En el contexto del X Festival de Teatro Profesional para Niños y Jóvenes Guanabacoa 2007 la joven titiritera Jaqui Sáez presentó su versión de Los pícaros burlados, del maestro argentino Javier Villafañe, con la ayudantía de Katia Machado.

Los pícaros…, cuya acción gira en torno a un juego de palabras que lo han dado a conocer también bajo el título de Chímpete chámpata, destaca entre las obras clásicas de la dramaturgia titiritera iberoamericana. Su concisión y picardía, en la cual resplandece la palabra en su valor poético, lo vuelven una joya del género.

Hace ya varias décadas el maese Armando Morales dio a conocer esta obra entre nosotros a través de una paradigmática puesta en escena inserta en el espíritu juglaresco de su autor. Recientemente Jaqui Sáez, representante de las nuevas hornadas, ha preparado una elaborada versión que, mediante nuevas situaciones dramáticas, extiende su duración y añade complejidad a su partitura.

Como resultado, una zona de la misma — la relacionada con la pérdida de la cabeza de uno de los pícaros y su ulterior cambio por otra —exhibe su singular carácter titiritero; pero el resto de las secuencias que ahora se suman a la trama original adolecen de un verbalismo extremo que detiene la acción dramática.

Si bien es posible disfrutar en algunos momentos del gracejo de estos diálogos y de las particulares características de sus personajes, ello termina — en su exceso — atentando contra el ritmo del espectáculo y el tipo de discurso que exige la técnica del guante.

Como derivación de las fallas dramatúrgicas cuando, por fin, llegamos al núcleo de acción que ha inspirado todo este discurso el mismo se presenta sin brillo ni destaque. La significación que le otorgaba al recurso del juego de palabras la síntesis de la trama originalmente urdida se ha perdido entre tantos acontecimientos.

De suerte que el espectáculo carece del toque esplendente del clásico a la par que muestra una construcción dramática deficiente. No se consigue ni lo uno ni lo otro: ni se da continuidad a la vida espectacular de la pieza original ni se le supera.

Jaqui posee impresionantes dotes como actriz titiritera que le permiten rayar en el virtuosismo en la animación de sus criaturas, tanto desde la perspectiva del movimiento de las figuras y objetos, como desde el plano sonoro, con los expresivos timbres, cadencias y entonaciones que terminan de construir a sus personajes. Gracias a ello la joven ha logrado un desmarque en el panorama titeril cubano actual. Lo curioso es que este inusual desarrollo de habilidades no es resultado de escuela, proceso institucional de formación o magisterio directo alguno. Como otros de sus colegas tiene sobre sí la mayoría de las tareas que convergen en un espectáculo, tales como dramaturgia, interpretación y dirección.

Su caso, entre tantos más, obliga a pensar en el traído y llevado tema de la formación y superación de las huestes titiriteras.

El arte del títere, disciplina plenamente visibilizada en nuestro paisaje escénico desde el comienzo de los noventa, se continúa desarrollando por movimiento espontáneo. Pese a constituir un viejo reclamo de sus mejores artífices la Facultad de Arte Teatral del Instituto Superior de Arte no lo contempla entre sus especialidades, planes y programas docentes, mientras los centros de nivel medio le dedican apenas algunas frecuencias durante el reducido plazo de un semestre escolar.

Ante el crecimiento de nuestra población infantil, la repercusión social del trabajo de nuestros titiriteros, los resultados artísticos visibles y sostenidos semejante situación resulta una paradoja, sobre todo si incluimos en el examen la existencia de un número de artistas en condiciones de ejercer institucionalmente su magisterio y de una pléyade de jóvenes interesados que, cada vez, extiende más sus contornos.

Entre tanto, bienvenida Jaqui Sáez con su talento y su tenacidad. Ante la indiferencia y la irresponsabilidad de nuestras instituciones solo queda esperar que los poderes y las energías que operan en el ámbito titeril nos continúen acompañando y tengan a bien proteger a tantos otros nuevos talentos.


Página enviada por Esther Suárez Durán
(26 de marzo de 2007)


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