Cuba

Una identità in movimento


Encuentro con Jesús Guanche

Irma L. Castro Naranjo


A inicios del s. XX, figuras como Fernando Ortiz, Lydia Cabrera, Rómulo Lachatañeré, emprendieron un difícil, pero necesario estudio sobre la cultura cubana. Una aproximación e intercambio con Jesús Guanche Pérez (1950-), continuador en la actualidad de dichos investigadores, permitirá comprender con mayor profundidad, su formación y las ideas que sustenta y defiende en su obra.



  • Jesús Guanche: ¿Historiador del Arte, Historiador, Antropólogo o Etnólogo?

    Mi vinculación con la Historia del Arte, inicialmente como carrera universitaria en la primera mitad de la década de los setenta, estuvo motivada por las artes plásticas, específicamente por la contribución de la herencia cultural africana a la plástica a través de la religiosidad popular. Cuando a fines de la década del sesenta había culminado mi nivel medio en artes plásticas, en la Escuela Experimental de Cultura, me involucré en la Isla de la Juventud, aun Isla de Pinos, con un grupo de estudiantes universitarios de los últimos años de la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana, que hacían allí una estancia académica y particularmente las profesoras Vivian Acosta, Elena Serrano y Nuria Nuiry me contagiaron ese maravilloso virus de seguir estudiando en el nivel universitario.

    Yo tenía entonces diecinueve años y no tenía claro muchas cosas del futuro inmediato, pues era militar graduado de artes plásticas que impartía clases en varios tecnológicos de la Isla y la superación sistemática estaba fuera de mis planes. A los varios meses fui promovido al Viceministerio para la Enseñanza Tecnológica y la posibilidad de seguir estudiando se puso al alcance de la mano, con el apoyo del comandante Enrique Borbonet, quien fue un verdadero facilitador como jefe. Por eso cursé Historia del Arte en la Universidad de La Habana y al mismo tiempo trabajaba, mucho antes que se implementara el sistema de trabajo y estudio. Te cuento esto porque tiene mucho que ver con las otras preguntas que me haces. En este sentido, tengo trabajos publicados sobre historia del arte, aunque siempre perfilados hacia el ámbito de interés de la antropología cultural.

    Puedo ponerte algunos ejemplos. Cuando la revista Revolución y Cultura, publica en 1975 mi primer artículo sobre "Las imágenes del sol en el folklore cubano", venía trabajando bajo la guía del Dr. Argeliers León en lo que sería mi tesis de licenciatura. Ese mismo año la Escuela de Cuadros del Ministerio de Cultura, que fue el antecedente de lo que hoy es el Centro Nacional de Superación para la Cultura de ese Ministerio, publica los Elementos plásticos en los cultos populares de origen afri¬cano en Cuba, como material de estudio. También Argeliers me pide que escriba un texto de apoyo para el curso que primero impartió en la desaparecida Sala Tespis del Hotel Habana Libre, seguida de largas tertulias sabatinas multisabores en la planta alta de la heladería Coppelia, y luego en la Casa de Cultura de Plaza. El folleto fue publicado como Arte en África Subsahariana, con el auspicio del Centro de Documentación del entonces Consejo Nacional de Cultura. Esta fue la génesis de su libro Introducción al estudio del arte africano (1981), que como sabes, el propio profesor me pidió que lo prologara.

    Recuerdo que ese mismo año colaboramos, Manuel López Oliva ¾el pintor, crítico de arte y sobre todo, amigo¾ y yo, en el diario Granma con varios textos como: "Presencia del arte africano" (31 de mayo: 3); "Plástica de las islas caribeñas" (12 de julio: 5) y "Tradición y contemporaneidad de la plástica congolesa" (17 de septiembre: 4), entre otros trabajos. Esto marcó una primera experiencia en esos temas.

    No fue hasta mediado de 1979 que se presentó la posibilidad de iniciar la preparación del doctorado en Moscú y formalizar mis incursiones en la antropología cultural. Mientras en Cuba, por la añeja influencia francesa en esos estudios, siempre se le denominó etnología, en el Instituto Miklujo Maklai de la Academia de Ciencias de la entonces URSS, se le denomina etnografía, aunque desde el punto de vista disciplinar el doctorado lo expedían en "ciencias históricas". También recuerdo que la mayoría de los cubanos que se encontraban allá eran cincuentones y mucho más..., o sea, que peinaban canas o no ya peinaban nada. Sin embargo, pude concluir el doctorado con treinta y tres años; es decir, muy mayor para el ámbito europeo y estadounidense, pero muy joven para el contexto nacional. Aquello, como era obvio, pasó inadvertido, excepto para las amistades más allegadas.

    Esta fue una experiencia que me vinculó de lleno con la antropología cultural en diversos contextos y con una realidad intercultural muy diversa, pues el edificio donde vivía era una gran torre multiétnica y multilingüe. Independientemente del fracaso político de aquel modelo, para mí fue una experiencia profesional muy estimulante y una experiencia social que no he deseado, ni en pesadillas, para mi país.

    De manera que, he ejercido, para responder tu pregunta sintéticamente, como Historiador del Arte, Historiador, Antropólogo y Etnólogo, en ocasiones en distintos momentos y en otras de manera transdisciplinar. Creo que esto no es retórica de compromiso sino que te puedo ejemplificar con algunos de los trabajos publicados. Hay historia del arte en el libro Valentín Sanz Carta en Cuba: un itinerario vital, que fue acreedor del Premio Especial de Investigaciones Americanistas 1994, por la Casa de Colón en Las Palmas de Gran Canaria y publicado en 1999; hay historiografía en "La antropología cultural en Cuba durante el presente siglo", me refiero al siglo XX, publicado en la revista Interciencia de Caracas en 1993; hay antropología cultural en España en la savia de Cuba, publicado en 1999 por la Editorial de Ciencias Sociales y con una versión digital muy ampliada y actualizada en el 2008; hay etnología en Oraciones populares de Cuba: invocaciones e iconografía, publicado por la Fundación Fernando Ortiz en el 2001 y con otra versión digital profusamente ilustrada en el 2008; y están los anteriores campos disciplinares y más en Iconografía de africanos y descendientes en Cuba, que junto con la versión digital en el 2008, la Editorial Adagio ya lo tiene listo para imprimir.

  • ¿Qué lo motivó a profundizar o reflexionar sobre nuestra identidad y venerar nuestras raíces?

    Realmente para mí las denominadas "raíces" es un buen pretexto para estudiar los frutos, para no regodearnos en los antecedentes, como hacían los clásicos difusionistas del siglo XIX, con sus aciertos y errores, sino propiciar un estudio endógeno con instrumentos propios, a partir de todas las fuentes posibles. El propio tema de la identidad (cultural, nacional... u otro adjetivo), es arena muy movediza, pues del mismo modo que la noción de pertenencia (mismidad) no es posible sin la diferencia, es decir, sin la otredad; esta noción cambia tanto a nivel intrageneracional como intergeneracional. Esto ha dado lugar también a enfoques perversos aunque no ingenuos. Cuando un campo del conocimiento es muy complejo en su dinámica interna y en su desarrollo, lo más simplista, lo más cómodo, es usar el método apagógico y decir, "la identidad no existe" es solo una construcción abstracta. A esto llega, por ejemplo el trabajo de un respetable profesor de la Universidad de Granada, el Sr. Pedro Gómez García titulado "Las ilusiones de la "identidad". La etnia como seudoconcepto", que puede consultarse en Internet.

    Hoy día, el tema de la identidad, de la etnicidad (en su amplia acepción histórico-cultural y espacio-temporal) y del dialogo intercultural, representa para los países subdesarrollados una instrumento de lucha, una voz propia para muchos pueblos que pueden sucumbir ante el nuevo Big Bang de la globalización uniformizadora. Es algo así como tratar de enfrentar el valor identitario de la cultura garífuna al influjo transnacional de las Mc Donald o cualquier otra productora de la conocida comida chatarra; es enfrentar una humilde radio comunal con la gran telebasura por cable del Canal E.

    Sin embargo, considero que el conocimiento en profundidad de los componentes étnicos que dan origen, en mayor o menor intensidad, a la nación cubana son la clave para conocernos mejor, para reconocer y respetar la propia diversidad cultural; es otra lectura tanto cuantitativa como cualitativa de lo que Fernando Ortiz denominó en su momento y de modo muy oportuno los factores humanos de la cubanidad, pero sin exclusiones ni omisiones.

  • Al realizar una exégesis de sus primeras publicaciones, noto que aborda fundamentalmente el tema de la presencia de elementos de la cultura hispánica en la nuestra. Es así ¿Por qué?

    En realidad no fue así, al contrario, mi iniciación en esos temas excluía, por obvia, ¾como en una ocasión señaló el Dr. José Antonio Portuondo¾ la presencia hispánica. Eso fue cuando tenía la inexperiencia de mis primeros veintitrés años; o sea, a los pocos años de ser graduado univesitario. Recuerdo que en 1973 impartía clases de historia del arte en la Escuela de Cuadros de la que ya te hablé y paralelamente se presentó la posibilidad de iniciar cursos, primero como ciclo de conferencias sobre Etnología de Cuba. Por esas conferencias pasaron reconocidos especialistas como Argeliers León, Isaac Barreal, Alberto Pedro Díaz, Juan Pérez de la Riva, Pedro Deschamps Chapeaux..., autores con una obra publicada que además eran muy buenos comunicadores. Fue precisamente Argeliers el de la idea de proponerme que preparara, a manera de texto, un conjunto de materiales para convertirlo en curso, claro con el apoyo de todas aquellas personas. Cuando culminé la primera versión le hizo muchos señalamientos críticos, junto con las alternativas de solución y me dijo que me faltaba un importante capítulo, precisamente sobre la presencia hispánica. ¡Aquello me serruchó el piso!, pues el tema no se había estudiado de modo sistemático. Por eso fue que al cabo de un tiempo se publicaron cuatro folletones sobre Antecedentes hispánicos de la cultura cubana, que usé de múltiples maneras: cursos, conferencias, fue parte de la tesis doctoral y luego una monografía. Después también incursioné en diversos trabajos sobre la herencia canaria en la cultura cubana, una parte publicados aquí y la mayoría en las islas de mis ancestros.

  • Los componentes étnicos de nuestra nacionalidad es un tema tratado en su creación. Considera que la población en su totalidad advierte la presencia de elementos heredados tanto en lo espiritual como en lo material, es decir, en la lengua, religión, la música, en la alimentación, vestuario. De entender que no los identifica a que lo atribuye.

    Es posible que hace años, cuando no se habían creado los canales educativos, ese fuera un tema poco advertido, pero en estos instantes ya no es tan así. Recuerda que gracias al programa Punto de partida hemos realizado unos catorce con la presencia de otros invitados, se han copiado en versión digital y enviado a la red de Escuelas de Instructores de Arte y Centros de Superación como material de apoyo. También se hicieron algunos programas sobre el tema que me preguntas en el programa Orígenes, pero la TV tiene el mal hábito de borrarlos. Este hábito es muy bueno para la amnesia y muy malo para fomentar la conciencia histórica. Por un lado está el programa Contra el olvido y por otro está "El borrador". ¿Cómo explicarle eso a las futuras generaciones?

    En relación con tu pregunta, pienso que es demasiado arriesgado hablar de la totalidad de la población, porque hay que pensar sobre la existencia de fuerzas internas muy contrarias en los ámbitos educativo y ineducativo. Por un lado se hace un gigantesco esfuerzo editorial y televisivo para abarcar muy variados temas, que de diversa manera influyan en la instrucción y en los niveles de civilidad de la población como vías de acompañar a los Ministerios de Educación y Educación Superior en estas tareas; pero al mismo tiempo hay otros canales formales y no formales de comunicación que aupan la vulgaridad y la chusmería, la escasez de palabras para hablar; en resumen, los códigos de la marginalidad cual paradigmas positivos a seguir como fuente de autoestima. Por esa otra gran fuerza pasa desde la gigantesca contaminación por ruido en muchos espectáculos musicales y a nivel doméstico, expresiones sonoras que monumentalizan la incivilidad y la anarquía, la confusión de la alegría con la bulla, del buen humor con el escándalo, de la cubanía con el cubaneo.

    El hecho de estar en un mundo globalizado nos somete a todas las influencias posibles, no obstante el deficiente grado de acceso a la comunicación internacional de la mayoría de la población, pero al mismo tiempo nos obliga a comparar y discernir, no mediante una urna de cristal al vacío o una cortina de bagazo, sino mediante el diálogo abierto y permanente.

    Te pongo un ejemplo sencillo. Telesur es una alternativa del ALBA ante la telebasura, u otra opción junto con cientos de canales de todos los perfiles, su consigna es "So soy Telesur", de cara a la unidad y la integración latinoamericana y caribeña. Es un canal que involucra a Cuba y que ha ganado experiencia y calidad creciente. Sin embargo, como cubano no puedo decir en mi país "Yo soy Telesur", porque solo hay acceso a un pedacito de programa informativo y otros cortes que le hacen. Por qué no podemos conocer la realidad continental desde el prisma del Sur como necesaria preparación para la integración. Te lo comento porque se han hecho programas muy buenos sobre la diversidad étnica de los países del continente y esa es una manera de respetar y reconocer la diversidad cultural y también de respetarnos más a nosotros mismos. Esa inyección de autoestima desde el Sur yo la he podido ver en Caracas o en Quito, pero no en La Habana. ¿Por qué?

  • El volumen: Procesos etnoculturales de Cuba (1983), por la importancia de su contenido, es merecedor de una reedición, y tal vez de una dilatación, siendo más exhaustivo en cuanto a los elementos de cada una de las culturas que han influido en la nuestra. ¿Lo ha considerado?

    En primer lugar, Procesos etnoculturales de Cuba fue un libro de juventud, recuerda que lo escribí a los 27 años. Como libro complejo que era, recibió elogios y críticas, tanto constructivas como visceralmente destructivas. Todo eso es una enseñanza que aporta moralejas. Lo importante es que el libro desapareció del mercado y luego no lo vi en las ventas de libros usados o viejos, lo que quiere decir que la gente se quedó con el texto.

    Recuerdo que se publicó gracias al apoyo de Reynaldo González, fue editado por Virgilio López Lemus y contó con un prólogo de Argeliers León. El mismo año de su publicación, el entonces jefe de redacción de la editorial José Martí, Iván Pérez Carrión, me pidió una versión ampliada del texto para traducirla al inglés. Por cuestiones obvias, tomé en consideración todos los señalamientos críticos, junto con otros que los críticos no habían detectado, que implicaban los nuevos cambios de contextos, nuevas fuentes y preparé una versión de más de setecientas páginas, considerablemente "corregida y aumentada". El texto se tradujo al inglés por una traductora muy profesional, Martha Acosta, y luego sencillamente no se publicó sin explicación alguna.

    Posteriormente, por pura casualidad, me encontré en Brasil en 1988 con una reimpresión cubana del libro. Fue con motivo de una invitación por el centenario de la abolición de la esclavitud en ese país. Era fácil detectar que el papel fresco huele muy distinto al de hace cinco o más años. Tenía incluso la portada con brillo. Nunca me comunicaron de la reimpresión y pasaron por alto el derecho de autor.

    Es probable, por la cercanía, que una parte de esa edición haya sido comprada por alguien en Argentina y en este momento el libro está a la venta en un sitio Web de Buenos Aires al precio de 100 dólares. Como autor, me mantengo al margen del asunto. Otro dato curioso de interés bibliográfico, que me suministró uno de mis alumnos, es que en cierta ocasión el libro fue subastado junto con El Monte, de Lydia Cabrera, y Procesos... triplicó la cotización del anterior.

    Este es uno de los pocos libros míos que no tengo en versión digital, pues desearía digitalizar la versión ampliada, pero la tiene la editorial y jamás me han llamado para devolvérmela.

  • ¿Qué importancia le concede a la Cultura Popular Tradicional? A través de su obra se percibe que ha ahondado y profundizado en el tema.

    Ese es un tema que se relaciona nada menos que con el núcleo duro de nuestro ser como pueblo, con la cotidianidad, con el día a día, no es un tema de lentejuelas ni fanfarrias, sino un tema del camino oscuro, de la oralidad, de la esquina del barrio que apenas ilumina un juego de dominó donde se dicen palabrotas y se recitan refranes que guían o regulan la conducta.

    Recuerda que yo tuve el privilegio de participar en los dos Atlas que le dedicamos a la cultura popular tradicional cubana, uno publicado en 1997 sobre Los instrumentos de la música... y otro Etnográfico..., con la edición de una multimedia en el 2000 y la publicación de solo cinco de las trece monografías que lo componen. Esto permite otorgarle una significación trascendental a estas expresiones populares mucho más allá de su estricta dimensión artística.

    Estos Atlas son un antecedente de gran importancia para afrontar los desafíos de atender adecuadamente el patrimonio cultural vivo; es decir, esas personas, grupos y comunidades que son portadoras y transmisoras de múltiples expresiones raigales de la cultura cubana, desde las grandes ciudades hasta las zonas de muy difícil acceso. Cuando se habla de cultura popular tradicional no es equivalente a la arqueología de restos fósiles, sino que ese conjunto de valores creados por la población más humilde es cultura, en tanto refleja su modo de vida de manera integral y abarca la totalidad de sus manifestaciones, es decir, las diversas formas de sus relaciones sociales; es popular, porque el pueblo es el creador y portador de sus valores que transmite de una generación a otra, y de los cuales participa, consume y disfruta; y es tradicional, porque la tradición es una regularidad que caracteriza la perdurabilidad en el tiempo de las manifestaciones culturales, así como su índice de desarrollo a partir de un continuo proceso de asimilación, negación, renovación y cambio hacia nuevas tradiciones. De manera que la noción de lo tradicional no debe entenderse de modo conservadurista ni estático, como vuelta al pasado o en el pasado, sino como una dinámica cambiante en el tiempo que no pierde cualidades fundamentales relacionadas con los mecanismos de transmisión; es decir, debe interpretarse en su complejidad dialéctica.

    Sobre eso hay dos materiales relativamente recientes, uno de corte más didáctico que preparé junto con Margarita Mejuto sobre La cultura popular tradicional. Conceptos y términos básicos, publicado en Venezuela y en Cuba; y otro en proceso editorial sobre La cultura popular tradicional en Cuba: experiencias compartidas, donde se incursiona en cuestiones históricas, teóricas, sociales, jurídicas, financieras, en política cultural, cartografía, visibilidad en Internet y otros temas que deben contribuir a la reflexión sobre como atender mejor este tesoro del patrimonio nacional.

  • El neologismo transculturación también lo ha tratado. Piensa que necesita una revisión o debe permanecer tal y como lo expuso Fernando Ortiz en el año 1940.

    Pienso que ningún concepto es estático en el tiempo y que de un modo u otro el nuevo nivel de conocimientos lo resemantiza, lo perfecciona o lo anula. La transculturación no fue más que una propuesta dinámica, podría decir dialéctica, interactiva, sobre las relaciones culturales diversas, frente al concepto asimilacionista y colonialista de aculturación. En este sentido tiene plena vigencia, independientemente de otros términos que han salido a la luz como hibridez, rizoma, interculturación u otro más o menos de moda.

    Te pongo un ejemplo reciente. La obra que fue premio Casa de Las Américas de Hugo Niño, dedicada al El etnotexto: las voces del asombro. Cinco siglos de búsqueda y evitación (La Habana, 2008), reconoce que la obra de Ortiz representó un fuerte estímulo para el derrotero conceptual del etnotexo cuando refiere que:


  • [...] para hablar de transculturación, se trata de un concepto que rebasa la idea de mestizaje por encontrarse ésta instalada en lo étnico, a la vez que supera las limitaciones del concepto de sincretismo, pues la transculturación es vista y enunciada por Ortiz no como un punto de llegada sino como un proceso que, habiendo partido de la confrontación y de la subalternización consecuente, desarrolla una dinámica que pasa por la convivencia para llegar a la cohabitación y al reconocimiento recíproco de los factores culturales que alguna vez fueron antagónicos y que ahora se aceptan y resuelven autónomamente cómo integrarse. Es, sin duda, una importante ruptura metodológica y epistemológica (pp. 32-33).


    Esta valoración constituye un sólido sostén que se opone a otras interpretaciones tangenciales o muy superficiales o ignorantes del núcleo central de la obra antropológica de Fernando Ortiz.

  • ¿Qué ha significado su labor en la docencia para su desarrollo profesional?

    Contra viento y marea he tratado de no abandonar la actividad docente, aunque también he logrado no convertirme en un esclavo de la docencia. Mi punto de vista al respecto es que la docencia (superior y de postgrado) constituye el necesario complemento para dar a conocer los resultados de investigaciones, con el objetivo de disminuir la brecha entre el nivel de conocimiento y la implementación en la enseñanza. La docencia te obliga a la actualización permanente y te otorga el don de la inmortalidad, pues el profesor se reproduce de cierta forma en sus alumnos. Vanidad aparte, del mismo modo que yo hubiera querido ser como Argeliers León en el ámbito docente, un PROFESOR con mayúscula y en letras lumínicas, sé de muchos alumnos, hoy doctores y masters, que se mantienen en contacto permanente con mis trabajos.

    Como también sé que ningún derecho de autor retribuye el trabajo que se pasa para escribir un libro, luego de una larga investigación. En lo que se espera como Penélope, que el libro se publique, si otro u otros quieren, o si hay recursos financieros para hacerlo, es aconsejable distribuirlos de modo digital con fines docentes y apelar a la ética de las personas para que lo usen adecuadamente, porque si no la información se envejece. Si esperas con total paciencia el estudiante se desactualiza y el profesor puede hacer el ridículo impartiendo temas de actualidad que ya son arqueología. En este sentido, la distribución oportuna de materiales digitalizados te otorga el don de ubicuidad y tu trabajo puede ser estudiado en varios lugares a la vez, sin depender como muchos de nosotros en la universidad, que solo había un texto escrito para el que había que pedir turno.

  • La Fundación Fernando Ortiz. ¿Qué representa en su vida laboral?

    El trabajo de la Fundación ha sido una experiencia profesional muy estimulante y un desafío diario. Recordemos que del mismo modo que hay personas que proponen soluciones creativas a cada problema también las hay que generan múltiples problemas para cada solución. A esos yo les llamo los trabócratas. Como la Fundación es una institución muy pequeña, casi sin local y prácticamente sin lugares de trabajo, hemos tenido que cerrar filas para darle solución rápida a cada uno de los problemas que se nos presentan. Eso nos ha dotado de un dinamismo peculiar que lo mismo publicamos una revista, editamos libros, preparamos plegables etnográficos, promovemos talleres sobre diversos temas, ejercemos la docencia, realizamos investigaciones, tutoreamos doctorados y maestrías, atendemos estudiantes de otros países, en fin, lo necesario para cumplir adecuadamente nuestro objeto social.

    La Fundación ha sido algo así como tratar de pintar un techo con puntal alto sin brocha ni escalera. Tomar la lata de pintura, lanzarla al aire, que cubra todo el techo, que quede impecable y que no se derrame una gota al piso. Es una utopía que puede realizarse día a día y eso te estimula a seguir.

  • Estudioso de la cultura cubana y con mayúscula. ¿Escogería el mismo camino?

    En parte sí y en parte no. Sí, debido a la gran fronda que constituye nuestra cultura y la necesidad de estudiarla en relación con otros contextos, por ejemplo, Latinoamérica y el Caribe. Eso llevaría varios ciclos vitales... No, porque, por suerte, ya la semilla está echada, ha germinado y existen otros colegas que incursionan en nuevas e interesantes aristas, por ejemplo de los componentes étnicos de la nación cubana, de la cultura popular tradicional, de la identidad cultural, y otros, con otras perspectivas teóricas y nuevos datos empíricos, lo que debe renovar y someter a crítica el estado del conocimiento anterior, reconocer lo más valioso del legado y dar un salto a la altura del momento histórico en que se realice.



  • Una pequeña parte de la bibliografía activa perteneciente al Dr. Jesús Guanche Pérez, atesorada en el fondo de la sala de Etnología: "Fernando Ortiz", apoya y orienta al lector, de modo que consideré necesario incluirla en este diálogo.




    Bibliografía

    Guanche, Jesús. Antecedentes hispánicos de la cultura cubana. La Habana: Ministerio de Cultura, Dpto. de Ciencia y Técnica, Dpto. de Información y Documentación del CIDMUD, 1983.

    Guanche, Jesús. Aportes canarios a la cultura campesina cubana. La Habana: Bib. Nac. "José Martí", num. 3, 1984.

    Guanche, Jesús. Artesanía y religiosidad popular en la santería cubana: el sol, el arco y la flecha, la alfarería de uso ritual. La Habana: Eds Unión, 2000. 140p.

    Guanche, Jesús. Aspectos etnodemográficos de la nación cubana: problemas y fuentes de estudio. [Santa Cruz de Tenerife: [s.n.]. 1993. p. 37-54.

    Guanche, Jesús. Aspectos históricos-culturales de la vivienda rural en Cuba: tipologías, asentamientos y preservación. La Habana: [s.n.], 1992. 17h. Ponencia.

    Guanche, Jesús. Caidije. Santiago de Cuba: Editorial Oriente, 1988. 139p.

    Guanche, Jesús. La Ciencia etnográfica en Cuba durante el S. XX; trabajo presentado en el Primer Congreso Latinoamericano de historia de las ciencias y la tecnología. La Habana: Ministerio de Cultura, 1986. 16p.

    Guanche, Jesús. Componentes étnicos de la nación cubana. La Habana: Fundación "Fernando Ortiz", 1996.

    Guanche, Jesús. Contribución al estudio etnográfico de la inmigración hispánica en Cuba: los libros bautismales de "blancos" y "españoles" del Archivo Parroquial" de San Isidoro de Holguín 1746-1896. La Habana, 1989.

    Guanche, Jesús. España en la savia de Cuba: los componentes hispánicos en el etnos cubano. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1999. 305p.

    Guanche, Jesús. Etnología: Cuba panorama etnográfico. La Habana: Escuela de Cuadros, Ministerio de Cultura, 1977.

    Guanche, Jesús. La imagen diversa del Canario en Cuba, a través de los grabados del S. XIX. Gran Canaria [1993. p[985]-1016.

    Guanche, Jesús. Procesos etnoculturales de Cuba. La Habana: Editorial Letras Cubanas, 1983. 503p.

    Guanche, Jesús. Significación canaria en el poblamiento hispánico de Cuba: los archivos parroquiales; 1690-1898. La Laguna, Tenerife: Centro de Cultura Popular canaria, 1992. 143p.

    Guanche, Jesús. Transculturación y africanía. La Habana: Eds Extramuros, 2002, 71p.








      Lic. Irma L. Castro Naranjo
      Biblioteca Nacional José Martí








    Página enviada por Jesús Guanche Pérez
    (22 de mayo de 2009)


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