Cuba

Una identità in movimento


Fernando Ortiz y el componente africano en la Cultura Cubana (Ensayo)

Yuleidys Molina Noy Eliécer Fernández Diéguez


"En cada momento presente de la vida hay un paso de envejecimiento y de renovación [...].
Renovarse que es morir y renacer para tornar a fallecer y a revivir.
Cada instante vital es una creación, una recreación.
Es una cópula del pasado,
de las potenciales supervivencias que el individuo trae encarnadas consigo,
y del presente,
de las posibles circunstancias que el ambiente aporta;
de cuya contingente conjunción con la individualidad nace el porvenir,
que es la variación renovadora."
(Fernando Ortiz, El engaño de las razas)


A la hora de hacer un estudio profundo de los elementos que conforman el basamento conceptual y patrimonial de la Cultura Cubana, ineludiblemente tendremos que recurrir a Don Fernando Ortiz, no en balde considerado el "Tercer descubridor de Cuba" después de Cristóbal Colón y Alejandro de Humbolt. Nadie como él pudo desentrañar de un modo verdaderamente científico el componente cultural de nuestro devenir que entendió como "Un ajiaco", pues su visión lo acompañó a estudiar el fenómeno etnológico que se dio en Cuba y que "Parió" la cultura en la que convergen lo Ibérico y lo Negro.


"Tan ancha y onda fue la tarea de Don Fernando que puede cargar, sin pandearse, el titulo altísimo de tercer descubridor de Cuba, en comprometida secuencia con el genovés temerario y Humbolt, el sabio"[1].


El largo peregrinar de los componentes que se mezclaron en lo que él llamó "Transculturación" llegan a nuestros días como testimonio de un pasado en el que, si es cierto que mucho debemos a la "Madre Patria", renglón aparte es obligatorio recurrir al "África Nuestra".

En la cultura la expresión más alta constituye su carácter liberador, ese que nos acompaña desde el siglo XVIII hasta llegar a un siglo XX en que a fuerza de perseverancia y lucha se alcanzó la definitiva emancipación, pero si hurgamos en quienes nos aportaron las ideas más radicales y la rebelión mayor — como expresión concreta y superior de la cultura — encontraremos en los cimarrones devenidos en luchadores por la independencia los que más aportaron al acerbo liberador de la Isla.

El tiempo ha hecho comprender que lo que Ortiz abrió al quehacer social, histórico y cultural de Cuba, no fue una simple trocha, como él expresara. Fue de hecho y por derecho, el desbroce de un camino dentro de la selva oscura y la ignorancia de nuestra patria; camino de luz plena que, sin duda alguna, consolidó el quehacer sociocultural de la Cuba mediatizada primero, y después, de la Cuba en pleno auge revolucionario.

Pero la obra de Ortiz es tan rica, tan vasta y tan sólida a la vez, podría haber quedado en el olvido, de no llevar el sello innato de aquel hombre, que supo además de buscar, encontrar y justipreciar el papel de la presencia multicultural y multinacional africana, junto a la española, en el proceso de formación de una representativa y autentica cultura nacional y ponerla en manos de los cubanos; promoverla hasta limites incalculados, que fueran capaces de penetrar en la conciencia viva de los hombres de aquellos tiempos y, a su vez, hacerla llegar a nosotros hoy, con la misma frescura y vigencia de los momentos en que fue gestada.

Aunque no podamos abarcar toda su obra como promotor y animador en tan pocas líneas, está a nuestro alcance señalar que desde su primer gran trabajo, es decir, "Los negros brujos: El hampa afrocubana", Ortiz deviene en promotor nato de lo que constituye uno de los pilares fundamentales en que se asienta nuestra Identidad Nacional.

Con posterioridad en una detracción inicial del negro, la inmensa tarea de valorarlo y estudiarlo científicamente en su espíritu, su historia, antepasados, lenguaje, religiones, arte, valores positivos y posibilidades sociales, constituyó la mayor parte de su vida como polígrafo. Sin embargo, Ortiz fue tan estudioso, tan hurgador, que su obra recorrió toda el alma cubana, de un lado a otro.

Fernando Ortiz tuvo como etnólogo, quizás su más importante faceta en su diáspora, y constituye un hecho de singular preponderancia dentro del quehacer sociocultural cubano. Sus estudios folklóricos sobre la llamada "raza negra", cuyo gentilicio "afrocubano" hiciera el Maestro tan popular, bastarían para justificar su prestigio continental.

Su aplicación en los temas etnográficos y sociológicos del negro retoñados en el nuevo mundo, constituyen documentos de verdadera defensa del esclavo africano, arrancado en mala hora de sus tierras de origen y trasplantados a esta, Nuestra América, en buena hora, para dar paso a un producto nuevo que constituiría la base fundamental de sus estudios científicos, dirigidos a poner en claro y abiertamente aspectos importantes de genuina cubanidad. Sus obras sobre el tema han sido calificadas como de reivindicación e instauración de justicia.

Don Fernando supo, en medio de una sociedad inclinada al racismo despiadado, encontrar la única vía de liberación contra todos los prejuicios, promoviendo el conocimiento de las realidades, sin pasiones ni recelos. Su certeza de razón lo hizo trabajar durante más de 30 años en la promoción de instituciones dedicadas al estudio del folklore cubano. Tal es el caso de la fundación, en 1924, de la Primera Sociedad del Folklore Cubano y, paralela a ella, la de la revista Archivos del Folklore Cubano, órgano difusor de las investigaciones sobre estos temas.

Ortiz es considerado "El Padre de la Etnología Cubana", su labor como promotor de los más auténticos valores humanos mantienen su vigencia y contemporaneidad, alcanzó ver el Triunfo de la Revolución el Primero de enero de 1959 y vivió diez años de ese fructífero periodo tiempo que continuo promoviendo, animando y llevando la cubanidad a los niveles más altos. De su pluma y de sus fuerzas nacieron raíces verdaderas, dirigidas a afianzar en el mundo lo cubano en su ausencia majestad, ya fuera en la música, la danza, el teatro o los ritos mágico-religiosos, conformados en el estrecho abrazo de africanos y españoles en estas tierras. Tiene Ortiz la gloria de haber sido el primero en valorar en su justo medio y momento al negro de aquellos y estos tiempos; de haber proclamado una fe viva en la cultura.

Figuró en el Grupo Minorista, de gran repercusión cultural y política en la década de 1930. En la Universidad de La Habana impartió seminarios que constituyeron hitos en el proceso de conocimiento de la identidad cubana, de los cuales emergieron prestigiosas personalidades de la Isla.

Se dedicó infatigablemente al descubrimiento de lo cubano y al rescate y revalorización de la presencia africana en la cultura nacional. Indagó y profundizó en los procesos de transculturación y formación histórica de la nacionalidad cubana. Fue director de la prestigiosa Revista Bimestre Cubana, presidente de la Sociedad Económica de Amigos del País (1924-1933), y miembro fundador de otra empresa de vastas proyecciones: la Institución Hispanocubana de Cultura (1926-1932; 1936-1947).

Fue el iniciador de un modo de pensar la nación y las razas, la religiosidad y la política; y por otro lado, de la aplicación de la criminología y la dactiloscopia a la reforma penal y al estudio de la delincuencia.


"... existe eso que los franceses llaman animateur, personaje cuya vigilancia descubre, ayuda, empuja, sostiene a los creadores jóvenes y bien dotados. Algo como esto fue para su clase Domingo del Monte, en la primera mitad del siglo XIX cubano. Eso lo fue Ortiz en nuestro siglo, pero con una dimensión humana más amplia que la del maracucho habanero"[2].


Se percató de la existencia de zonas o áreas culturales con la influencia de los grupos étnicos asentados en ellas. Cuando recomienda "estudiar los intrincados contactos, enlaces y mixturas de las diferentes culturas negras que conservaban su ancestral complejidad" estaba aplicando el fenómeno de la transculturación, aplicado por todos sus seguidores en sus investigaciones.

En "Las fases de la evolución religiosa", ¡Espiritistas! Quien no participa de vuestra mística, serenamente os dice: ¡Sois fieles de una sublime fe! ¡Acaso seáis los que con mayor pureza os aproximáis al ideal de marchar hacia Dios por el amor y la ciencia!

Mientras en "Los negros brujos" Ortiz proclamaba que la vida "salvaje" no podía ser silenciada, sino que debía ser cuidadosamente atendida y reprimida, precisamente porque el país tenía que ser disciplinado, educado moralmente y afinado en su sensibilidad para las normas éticas y políticas modernas.

¡Espiritistas! Quien no participa de vuestra mística, serenamente os dice: ¡Sois fieles de una sublime fe! ¡Acaso seáis los que con mayor pureza os aproximáis al ideal de marchar hacia Dios por el amor y la ciencia!

En "Los negros brujos" Ortiz proclamaba que la vida "salvaje" no podía ser silenciada, sino que debía ser cuidadosamente atendida y reprimida, precisamente porque el país tenía que ser disciplinado, educado moralmente y afinado en su sensibilidad para las normas éticas y políticas modernas.

En su ensayo "La cubanidad y los negros" publicada en 1939, elaboró la expresiva y célebre metáfora del ajiaco como emblema de la nacionalidad. En ese texto interpretaba "los abrazos amorosos" del mestizaje como


"... augúrales de una paz universal de las sangres [...] de una posible, deseable y futura desracialización de la humanidad".


Ya en la década de los años treinta, Ortiz negaba las jerarquías raciales. Pero no había abandonado la fundamental noción kardecista de progreso espiritual, presentada aquí como desracialización. Asimismo, reemplazaba la categoría de mestizaje con el concepto de trasmigración, enriqueciendo sus posibilidades interpretativas al ofrecer un tejido complejo de relaciones y encuentros.

Ortiz polemiza con el "panhispanismo", y, además, deconstruye la noción de "raza" empleada por los intelectuales peninsulares, señalando las implicaciones tanto del "panhispanismo" como del "pannegrismo":


"Pues, el hispano-americanismo, en rigor equivale á un afrocubanismo, y el panhispanismo científicamente vale lo que un pannegrismo. La fuerza de la sangre que en estos no se manifiesta en lo absoluto en relación a África, no tiene razón biológica de manifestarse entre los nativos de América respecto a España".

"... un obstáculo a la civilización, principalmente de la población de color (...) por ser la expresión más bárbara del sentimiento religioso desprovisto del elemento moral"[3].


En la fiesta afrocubana por El Día de los Reyes, el tercer descubridor de Cuba, expone que:


"(...) el día de los reyes afrocubanos no fue sino una amalgama y refundición en Cuba de multitud de escenas y ritos africanos de significación desconocida y olvidada que hoy trata de explicar la sociología contemporánea; fue en fin, el carnaval de los negros en el sentido mítico que ha esa expresión puede darle una serena interpretación científica".


Se nota que el autor ha empleado los términos amalgama y refundición para hablar de las mezclas de diversas culturas africanas. Por otra parte los carnavales de negros constituían una especie de barahúnda de desfile grotesco en los que los negros se vestían con las ropas viejas que le dejaban sus amos, zapatos con los que sufrían esos pies acostumbrados a andar descalzos, pelucas mal acomodadas en sus toscas cabezas y al tratar de imitar los gestos y modales de los amos sus formas de hablar y de decir hacían de aquellas escenas verdaderos cuadros de brujos. Don Fernando Ortiz se detiene en estos aspectos y en las canciones que entonaban esos negros entre las que se encontraba la dedicada a la muerte de la culebra.


"Todavía esta por hacerse una positiva exploración que estudie su estado actual (de la música afrocubana) y es de esperarse que los musicólogos emprendan su estudio con propósito científico, pues su labor, si hecha con seriedad y más allá de simples excursiones pasajeras, habrá de poner en descubierto interesantes hallazgos..."[4].


La obra etnográfica de Ortiz cubre una vasta y heterogénea zona de la Cultura Cubana muy difícil de resumir. Pocas son las inteligencias que han podido combinar armónicamente el estudio y formación con una profundad creatividad. En él, la premura de información, la carencia de datos, documentos y materiales etnográficos en bruto lo obligaron a coleccionar y organizar los materiales que luego servirían para futuros trabajos.

"En el Contrapunteo del Tabaco y del Azúcar", muestra con originalidad en el método, el estilo barroco, toda la dimensión de los elementos, el enfoque preestructuralista. Novedosa también resultó su obra "Los negros esclavos", "Entre Cubanos", "El engaño de las razas", "La africana en la música folklórica en Cuba" y otras de gran trascendencia.

Don Fernando Ortiz sobresalió de manera especial en el estudio de los aportes afrocubanos a la Cultura Cubana, lo que lo llevó a luchar sin descanso contra la discriminación y el racismo. Logró dejar a la posteridad un testimonio de gran valor en el que destaca su concepto de transculturación, el que empleo para explicar el fenómeno de la fusión de dos culturas que se entremezclan mutuamente y dan origen a una nueva con rasgos singulares y solos inherentes a ella. Se ocupó de modo especial del vocabulario empleado por los cubanos de esta manera recogió en su catauro de cubanismo numerosos términos que ponen de manifiesto las costumbres del pueblo.

A mi vista salta la personalidad del sabio que supo agenciárselas para introducirse en los medios negroides de la nación cubana y con su empatía desentrañar las interioridades de los componentes portadores de cultura decepcionados en Cuba y traídos desde el Continente Africano. Fernando Ortiz, a través de su obra me ha permitido entender mejor como se mezclaron las culturas europeas y africanas e hicieron que en nuestra Isla aflorara un producto cultural autóctono, lleno de cubanía, que es el resultante de lo que el propio Ortiz llamó transculturación. Sus bastos testimonios y profundas reflexiones permitieron a los cubanos, de una parte empezar a deshacerse de la ancestral racismo en que había sido educado y de otra parte entender al negro como ser humano capaz de aportar al enriquecimiento de la espiritualidad de la nación.

Dentro de su vanguardia Ortiz se convirtió en un elemento indispensable para indicar contestarío, regenerador, descubridor de las oesencias prístinas del mundo marginal y afrocubano. El autor del Contrapunteo se erige en paradigma y pivote del movimiento de vanguardia. Moderno, retador, científico, consiente y paciente como había que serlo.

Unió su vida a la del pueblo cubano y con sus libros levantó el monumental puente que nos haría más rico y profundo y sobre todo más concientes de nuestra identidad como nación. Pocos hombres en períodos tan largos de su vida se consagraron un ideal de solidaridad humana como lo hizo Fernando Ortiz.

Afirmó junto a José Martí que no hay raza pura, pues todos los seres humanos son el producto de incontables cruzamientos lo que evidenció al expresar:


"La esencia de todo lo mestizo, de las ideas se engendra en los abrazos de las culturas del mundo".


Al decir de Rubén Martínez Villena, Fernando Ortiz "con toda la solidez de su talento y carácter, quedara en pie sobre los viejos escombros" y será escogida por las nuevas generaciones de cubanos, para servir como uno de los pilares inconmovibles, sobre los que hoy se asienta nuestra nación y nuestra conciencia de verdaderos cubanos.





Notas

  1. Juan Marinello Vidaurreta, Casa de las Américas, Julio-Agosto de 1969. Año X, Número 55, p. 4.
  2. Nicolás Guillen, Conferencia.
  3. Fernando Ortiz, Conferencia "Las fases de la evolución religiosa", 1919, p. 229.
  4. Fernando Ortiz, La Africana de la Música Folklórica de Cuba, La Habana, 1950, pp. 103-104.







Página enviada por Eliécer Fernández Diéguez
(13 de octubre de 2009)


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