Cuba

Una identità in movimento


Tres poemas de Mario Quiroga Fernández

Mario Quiroga Fernández


FUEGO Y AGUA

UN SOLO CAMINO

LA CARTA




      FUEGO Y AGUA

      Decides cambiar tu vida por paz y amor,
      Con una vela encendida, buscas el camino.
      La barca prohibida, que lleva oculta
      La dicha y tiene rocas de mar.

      En tu bolsillo una carta no entregada,
      quizás por frases muy largas,
      que no se deben cortar.
      Actúas como un gitano,
      ya no sabes donde anclar,
      Ni barco, ni puerto, saben donde estás.

      Gracias a la paloma que no te abandona,
      Puedes seguir volando.
      Para que el presagio se cumpla,
      y no te manches de culpa,
      deja caer la rosa en el manantial,
      solo así, la verás flotar.

      Por arte de magia se cumplen tus sueños,
      te han regalado los remos,
      Y una brújula que usaste ya.
      Dirígete a tu destino,
      lleva en las manos el fuego,
      Necesitas del aire
      para expandirte al cielo
      y lograr tu nueva paz.


      UN SOLO CAMINO

      Solo un dios, decenas de magos.
      Escucho tu voz, del bosque cercano
      Pidiendo que el agua te quite la sed,
      Rogándole al fuego caliente tu cuerpo.

      Me besas con ansias, de forma sincera,
      Te miro del alto de una montaña y...
      Sonríes con tanta inocencia, que logras,
      Así, que el Halcón, no pueda dañarte.

      Manejas la vida con tu juego de cartas,
      Tus consejos son buenos, pues miras el alma.
      Te dice la bruja…háblale a los extraños,
      Él es cazador, y sabe cuidarte,
      Sin ser de tu mundo entiende tus labios.

      Le dices "escoge una carta"; él toma en sus manos
      La suerte de sabios; se ve una pareja, ya retirándose,
      El sol los espera y solo hay encanto, ni dios, ni los magos,
      Pusieron su gracia... son seres humanos.


      LA CARTA

      Te vi pasar,
      una noche,
      la luna dijo a mi oído:
      "Recuérdala una vez más".

      "Te hizo sentir muy hombre,
      cuando el viento te azotó,
      te regaló su destino,
      sabiendo que no vendrías".

      Busqué en una estrella
      que se coloreó de azul,
      que entregó su camino,
      al pleno mar brillante.

      Pasaron días y noches,
      no pude saber de ti.
      Mas reconocí el lucero
      que me guió aquel ocaso.

      Estando cerca,
      no recordé la imagen,
      que siempre tuve grabada...
      Seguiste siendo tan joven,
      Seguiste siendo tan cándida...

      Me diste tu mano blanca,
      Me guareciste del frío,
      Y me dijiste, muy seria:
      ¡Cuantas cosas te advertí... !
      Recorriendo dos caminos
      Uno de ellos te he dejado;
      Ya no eres limosnero.

      Yo te esperaba algún día
      con la llave de la cueva,
      de la nueva encrucijada.
      La lluvia te tiene preso
      En la nube en que volabas.

      Si me has traído la carta...
      No necesitas palabras,
      tus ojos lo dicen todo.

      Te regalo mi futuro…
      a cambio de tu mirada.




Página enviada por Marié Rojas Tamayo
(25 de octubre del 2006)


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