Cuba

Una identità in movimento


Una interpretación de la historia de Cuba desde el 2001 (Parte I)

Armando Hart Dávalos


Expreso aquí mis opiniones acerca de los fundamentos en virtud de los cuales a Cuba le ha correspondido, no obstante su pesqueñez geográfica y limitados recursos naturales, desempeñar un importante papel internacional especuialmente en la segunda mitad del siglo XX. Es necesario estudiar las razones de este hecho pues no se trata de un milagro ni tampoco es cuestión exclusiva de que el país ha sido conducido por el inmenso talento de Fidel Castro. Así quisieran verlo quienes piensan que con su desaparición fisica desaparecerá también el llamado "caso cubano". La cuestión es más compleja. El mérito de Fidel radica en haber asumido y sintetizado la singular ezxperiencia histórica de Cuba, acumulada en una evolución de doscientos años. Quienes aspiran a que cuando por ley biológica se cumpla se ciclo histórico y otras generaciones azbandonen sus banderas, confiesan abiertamente su impotencia para vencerle en vida desacreditando sus ideas y confian como recurso extremo en alcanzar por la obra inexorable der esa ley lo que les resulta imposible lograr. Con ello le hacen, sin proponérselo, un gran honor a su persona. Sin embargo, la historia demuestra que hombres de sus características se agigantan, tras la muerte, en la consciencia popular. Su figura será entonces todavía mayor y no habrá posibilidad de destruir el crisol de ideas y aspiraciones humanistas que representa Fidel Castro.

El análisis de la historia se enriquece y completa con cada etapa transcurrida. En el ínicio de un nuevo siglo y un nuevo milenio constituye una obligación y una necesidad llevar a cabo, desde la perspectiva actual, ese análisis que nos permita arribar a una síntesis de lo ocurrido en las dos últimas centurias, desde los tiempos forjadores de la nacionalidad hasta nuestros días. Constituye también un compromiso internacional investigar y descubrir las claves que hicieron factible y necesario el papel desempeñado por el país en la segunda mitad del siglo que acaba de finalizar. Por otra parte el conocimiento profundo que las nuevas generaciones tengan, como memoria colectiva, acerca de nuestra evolución y desarrollo como nacion independiente constituye un elemento esencial para la garantía de la continuidad de la Revolución.

La existencia y fortaleza de la nación cubana ha estado siempre fundamentada en la unidad política del pueblo trabajador. Este país, desde el proceso de gestación de la nación y en su recorrido hasta nuestros días, debió enfrentarse a las más diversas y complejas contradicciones internacionales. Dos hombres hicieron posible la unidad nacional: José Martí, que en el siglo XIX la hizo cristalizar a partir de un ingente esfuerzo político y cultural, y Fidel Castro, que al evitar que "el Apóstol muriera en el año de su centenario" (1953) — como dijo en el juicio seguido por el asalto a la segunda fortaleza militar del país — hizo crecer la memoria del Maestro y le extrajo a su pensamiento vivo y profundo todas las lecciones necesarias para hacer verdaderamente independiente la patria.

En la próxima centuria, que comienza ya, la perdurabilidad y fortaleza de la nación tendrá, como garantía decisiva, la unidad alcanzada, la cual se nutre de las ideas y sentimientos que ocho generaciones de cubanos fueron tejiendo con su sangre, trabajo, inteligencia y cultura. Durante siglo y medio, contado desde 1868. Nuestra tarea consiste en interpretar y actualizar el significado de esa tradición y continuar formando en ella a las nuevas promociones para que, al hacer suyas las banderas de la Revolución cubana, las exalten y defíendan en un mundo bien diferente y mucho más complejo que el actual.

En la nueva época, la cultura de Nuestra América y dentro de ella la de Cuba, puede y debe desempeñar un papel decisivo en la historia futura del hemisferio occídental y, por tanto, del mundo. La historia es, o debe ser, maestra de la política. Sus lecciones se nos presentan en dos planos a estudiar: el primero se refiere a la información y descripción de los hechos y acontecimientos que marcan su recorrido en el tiempo; el segundo, a la evolución de las ideas contenidas en el "hilo invisible que — dice el Apóstol — une a los hombres de las distintas épocas". Este último aspecto es el que me propongo tratar con más detenimiento en el presente trabajo con el ánimo de contribuir al esfuerzo generoso que viene realizándose en el país a favor de un mayor y mejor conocimiento y enseñanza de la historia de Cuba.

Mi propósito será, pues, tratar la historia de las ideas, en particular de la ética en la política cubana, las que, desde luego, se hallan entrelazadas con las de carácter económico y social más importantes en el largo período que analizamos. Lo haré, a partir del método del materialismo histórico, es decir, tomando en cuenta los hechos y procesos económicos y sociales que condiciónaron nuestra historia y, a la vez, la evolución de las ideas políticas y culturales que con ella se relacionan.

Desde los tiempos forjadores de la nación (1790-1868) hasta nuestros días, la composición social del puebio de Cuba ha tenido un carácter esencialmente de población trabajadora. Léase la definición de Fidel Castro en La historia me absolverá en la que señala lo que entendía por pueblo si de lucha se trata. Dice:

Obsérvese que no menciona la burguesía nacional — pienso — porque no existía como clase social portadora de un ideal cultural nacional.

Esta composición social fue gastándose a lo largo del siglo XIX y durante la primera mitad del XX, y constituyó la base del proceso revolucionarío iniciado en 1953 con el asalto al cuartel Moncada. Con la victoria del 1° de Enero de 1959 y la proclamación de su carácter socialista el 17 de Abril de 1961, la Revolución ha podido, con ese sólido respaldo popular, resistir durante más de 40 años al imperio de mayor poder de la Tierra. Es un importante punto de referencia para conocer al pueblo cubano de hoy y que se proyecta hacia el mañana como consecuencia de esa Revolución. No obstante, al iniciarse una nueva centuria, se observa que se han producido en esa composición cambios muy importantes debido a las trasformaciones socioeconómicas y la elevación del nivel de instrucción de la población. Sin embrago, el análisis de la evolución histórica de esta composición social constituye un antecedente vital para quienes pretenden conocer y estudiar a Cuba.

Hoy la base social de obreros, campesinos e intelectuales y estudiantes de nuestra sociedad ha elevado considerablemente su nivel de instrucción y una comprensión más profunda de su pasado y de su presente para enfrentar los desafíos del siglo XXI. Esto sólo puede hacerlo sobre el fundamento de los objetivos de integración latinoamericana y caríbeña y de entenderse de forma culta, y por tanto revolucionaria, con el mundo.

Hay cinco procesos de la historia de Cuba y del hemisferio occidental en los siglos XIX y XX que tuvieron una marcada y singular influencia en la historia de nuestro país. Los mismos sirvieron de condicionamiento para la composición social de la nación, es decir, la evolución económica de Cuba en esas dos centurias. Ellos son:

Ellos tienen su origen, en última istancia, en el altísimo desarrollo científico y técnico y la expansión industrial del siglo XIX. Obviamente, esto ultimo condicionó los procesos de aquella centuria. Ningún país de Occidente había sido sometido durante cien años de manera tan profunda y sistemática al tipo de influencia que estos factores tuvieron. Esto, unido a la situación geográfica y económica, su insularidad y su dependencia del comercio exterior, condicionaron la singularidad cubana.

Un problema universal, el sistema esclavista y colonial, estuvo plaintea en el "crucero del mundo", donde las ambiciones de las poderosas potencias del orbe se hallaban en acecho con la intención de apoderarse de Cuba, la "LLave de las Antillas".

Cuba se había convertido en un elemento de importancia singular en el entrecruzamiento de los poderes de Occidente. Esta ha sido una constante en la historia del país que reveló con mayor nitidez y con profuntididad revolucíonaría José Martí, y que sigue hoy presente como el reto esencial de la nación. Para cristalizar como tal necesitábamos un pensamiento humanista en favor de los pobres de la tierra; se requiera de una visión ecuménica de la justicia y de la dignidad humana sin ninguna de las trabas y restricciones que los intereses creados le habían impuesto a las ideas de libertad, igualidad y fraternidad. Estas ideas guiaban a los patriotas en el nacimiento de la nación, tras un largo proceso social que se había iniciado con la colonización 400 años antes.

Tres hechos imposibilitaron que emergiera en Cuba una burguesía portadora del ideal nacional:

En el dilatado proceso de formación de la nación cubana el inicio de la lucha por la independencia está íntimamente vinculado al surgimiento de la cultura nacional cuando el 20 de Octubre, en Bayamo, se entonaron por primera vez públicamente la letra y las notas de nuestro Himno Nacional. La contradicción, señalada por Lenin, entre la cultura dé los explotados y la de los explotadores quedó resuelta en nuestro caso de manera radical.

La cultura de los anexionistas, antes y después de 1868, y también la de los autonomistas, negadoras de nuestra aspiración a existir como nación independiente, no alcanzaron prominencia en nuestro movimiento intelectual. La cultura de España, una de las esencias de nuestra vida espiritual, sí lo hizo con elementos fundamentales, aunque renovada radicalmente por los próceres y pensadores de nuestras epopeyas liberadoras.

Veamos cómo se desarrolló este proceso que abarca un período histórico de doscientos años. Desde finales del siglo XVIII y los comienzos del XIX, los grupos intelectuales,del país recibieron la cultura política, social y filosófica más elevada de Europa de su época, aunque objetivamente eran muy reducidos, lograron introducirlas en el sello forjador de la nación por el dominio decisivo que ejercían en el embrionario sistema educacional cubano y en la formación de la opinión pública de entonces. Podemos agregar que la metrópoli hispánica y su sistema colonial y esclavista en Cuba no tenía la cultura necesaria, no ya para oponerse, ni siquiera para desviar el curso del pensamiento radicalmente democrático que se gestó, forjándose así una revolución social creadora de la nación (1868) que, como ha dicho Cintio Vitier en otras latitudes las revoluciones se desarrollaron en el seno de las naciones. En Cuba, la revolución fue la que creó e hizo la nación. Si no se entiende esto no se entiende a Cuba.

A partir de las últimas décadas del XVIII recibimos influencias de la ilustración y la modernidad europeas, pero asumimos y recreamos estos paradigmas y valores intelectuales sin las contradicciones clasistas que tras Waterloo y la Santa Alianza se dieron en la Europa burguesa latifundista. Pero, además, en la primera mitad del XIX, esa cultura que había asumído siempre en sus formas más puras las tradiciones éticas cristianas y la modernidad europea sin ponerlas en antagonismo. fue enriquecida y elevada con sentido de continuidad a pianos universales superiores por José Martí. Repasemos ahora cómo ocurrió este proceso.

A finales del siglo XVIII y principios del XIX se producen importantes acontecimientos internacionales. El movimiento independentista de Hispanoamérica influye sobre Cuba. Asimismo el ascenso de la burguesía índustrial en una serie de países de Europa y en América del Norte va imponiendo el interés de ampliar el comercio internacional. En Cuba ello repercute en una doble y contradictoría dirección: de una parte abre las perspectivas para el comercio libre y de la otra combína este comercio con el tráfico de esclavos. A esto se añaden las pretensionies hegemónicas de Estados Unidos que dan lugar al surgimiento de la tendencia anexionista en nuestro país. Asimismo España concentró y fortaleció su poder colonial en Cuba y Puerto Rico.

Tal panorania se refleja en la política seguida por la metrópoli española a partir de 1791. Se dispusieron exenciones en el pago de algunos impuestos y facilidades comerciales y de otro tipo que ayudaron a introducir equipos para el mejoramiento de la industria azucarera lo que propíció un crecimiento acelerado de la misma.

Sin embargo — y he ahí la clave de la cuestión — en esta política estaban incluidas mayores facilidades para el tráfico de esclavos. Este hecho es de suma importancia para valorar las razones que impidieron a principios del XIX el desarrollo del ideal separatista. Pero, a su vez, ello transformó la composición de clases y contribuyó a la radícalización posterior del movimiento independentista.

El trabajo agrícola e industrial de la zafra requería de una gran cantidad de brazos puesto que se laboraba en condiciones muy duras. La ampliación de la industria azucarera y las condiciones en que se desenvolvía el trabajo en la zafra condujeron a los colonialistas españoles y a los terratenientes cubanos a incrementar en forma también acelerada el tráfico de esclavos.

A principios del siglo XIX, como consecuencia de la Revolución de Haití, aumentaron las plantaciones cañeras y cafetaleras en nuestro país. Ello propició un cierto crecimiento de la economía basada en un regimen esclavista. Entre 1791 y 1825 se produjo un incremento notable del número de esclavos y al finalizar el primer cuarto del siglo XIX la población negra de Cuba ascendía al 56% del total. Esto alarmó a los terratenientes por el temor a que ocurriera un movimiento como el que había propícíado la independencia de Haití.

En ese período el proceso de formación nacíonal tropezaba con obstáculos que a muchos les parecían insalvables. Se unían en un nudi didicil de desatar el interés del régimen colonias por ampliar el sistema esclavista, el temor de muchos terratenientes criollos a la independencia porque ello conduciría a la abolición de la esclavitud y el objetivo de la política norteamericana de que Cuba permaneciera bajo el dominio español hasta que estuvieran creadas la condiciones para apoderarse del país.

A estos hechos hay que atribuirles, en parte, que en nuestra patria se pospusiera por medio siglo la lucha por la independencia. Esclavitud y anexionismo venían a significar lo más reaccionario de la sociedad cubana.

A pesar de estas dificultades hubo quienes defendieron con ardor el pensamiento separatista. Ellos tienen el eterno recuerdo de nuestro pueblo. El más notable exponente del ideario separatista en aquella etapa fue como es sabido el padre Félix Varela.

Se fueron desarrollando importantes movimientos de rebeldía que sirvieron de antecedente a la guerra por la independencias. De la larga cadena de hechos heroicos mencionemos uno de los mas significativos.

En los años 1843 y 1844 se produjeron en Matanzas grandes movimientos de rebeldía entre los esclavos. Estos acontecimientos fueron conocidos más tarde como la Conspiración de la Escalera. Sin embargo, tales sucesos tienen una significación mucho mayor que la que se encierra en la palabra "conspiración". Resultaron verdaderas sublevaciones de esclavos que se mantuvieron durante dos años en combate desigual contra la Capitanía General de la Isla. Los investigadores calculan que más de cinco mil negros cayeron en combate o fueron asesinados.

Este movimiento fue ahogado en sangre por las condiciones sociales de la zona geográfica en que se desenvolvía. En el occidente del país estaban concentrados los mayores recursos del ejército español. Allí, los terratenientes cubanos estaban más influidos por las ideas reformistas o anexionistas y por el temor a la abolición de la esclavitud.

Donde más fuerte era el régimen esclavista fue donde con mayor energía y amplitud los esclavos se alzaron contra la opresión. Pero allí mismo era donde tenían mas poder las clases dominantes españolas y más inhibidos estaban los terratenientes cubanos. Aunque existían condiciones favorables para una explosión rebelde no las había para su éxito.

El nudo de estas contradicciones iba a romperse de forma violenta con el movimiento insurreccional iniciado por Calos Manuel de Céspedes, el 10 de Octubre de 1868. En este movimiento se enarbolan las banderas de la independencia y de la abolición de la esclavitud y los sectores más progresistas de la clase terrateniente cubana se unen con el pueblo. Se inicia así el proceso de nuestro Cien Años de Lucha.

¿Cuáles fueron los factores que facilitaron esas posibilidades revolucionarias?

El incremento del número de esclavos a partir de 1790 transformó a la vuelta de ochenta años la composición de clases del país. De 1790 a 1830 arribaron a Cuba 227 mil esclavos africanos. Es decir, en esos cuarenta años llegó al país una cifra de esclavos similar a la de la población total de Cuba en 1790.

Si se tiene en cuenta que en 1825 la población total de la Isla era de 704 mil habitantes, se apreciara el cambio radical que se operó en la composición clasista. El crecimiento de la población esclava determinó aumentos en el número y en la población trabajadora y explotada.

Entre 1791 y 1868 la población total del país se incrementó de 272 000 a 1 350 000 habitantes. Tal crecimiento alteró de forma radical la proporción entre explotadores y explotados y entre cubanos y españoles. La población española que había llegado al país para desempeñar cargos militares administrativos o de tráfico comercial no tenía arraigo en la tierra y parte de sus descendientes en el transcurso de una o varias generaciones devino una masa trabajadora ocupada en oficios subalternos o se convertió en campesinos explotados.

El alzamiento el 10 de Octubre de 1868, iniciado por Céspedes en su ingenio de La Demajagua, aceleró el levantamiento amrmado de Camagüey y, a su vez, extendió la insurrección con gran rapidez y amplitud hacia las jurisdicciones de la parte occidental de Oriente, es decir, Bayamo, Manzanillo, Jiguaní, La Tunas y Holguín, con lo cual alcanzó una extraordinaria repercusión de carácter nacional. En ello radica su alcance y significado más profundo. Así nacía nuestra patria, tras un lento proceso social que se había iniciado casi cuatrocientos años antes.

Es útil analizar los antecedentes fundamentales de estos hechos. José Manuel Mestre, uno de los principales hacendados, llegó a afirmar en carta fechada el 24 de octubre de 1868, dirigida a Miguel de Aldama, lo siguiente:

Esa nación es Cuba y fue obra de una revolución social que comenzó entonces, la de nuestros tiempos es su continuidad. Han existido naciones que han hecho revoluciones; en nuestro país, fue la revolución que comenzó en aquellos años y que hoy mantenemos en alto, la que hizo y desarrolló a la nación cubana. Cuba unió definitivamente su esencia y destino a las aspiraciones de redención universal del hombre y ésta tiene fundamentos objetivos económicos y sociales en la historia del país.

Para entender esta historia, y en especial la Cuba actual, es indispensable estudiar la dialéctica de las contradicciones entre las tendencias anexionista, reformista e independentista. La primera acabó naufragando política e históricamente, ya que, por definición, negaban la posibilidad de que Cuba fuera una nación, y echaron su suerte a la incorporación del país a la nación norteamericana; la segunda, sustentada por aquellos que trataron de promover una evolución política que nos trajera gradualmente la independencia, fracasó una y otra vez porque el sistema dominante en España, al que teóricamente podría ser de interés estratégico este objetivo, no poseía la cultura necesaria para entender, ni mucho menos asumir, a los reformistas cubanos. Esta limitación tiene, desde luego, fundamentos económicos. En España, no había tenido lugar una profunda revolución burguesa ni un ascenso del capitalismo que le permitiera comprender el significado de las ideas reformistas e insertarlas en su propio desarrollo. Un país que no gozaba de libertad no podía brindársela a otro.

En Cuba, la esclavitud necesitaba ser abolida para garantizar la independencia y producir, como en efecto ocurrió, la integración nacional. Existía el temor de que ello pudiera provocar revueltas y luchas cruentas que le abrieran a Estados Unidos el camino para apoderarse del país.

A esta encrucijada se enfrentaba el movimiento reformista. Las tesis que pesentaba eran aparentemente más sólidas y seguras en relación con las de los independentistas. Las de estos últimos resultaban más románticas y cargadas de aventuras, en efecto así eran, pero lo interesante está en que la lógica de la historia les dio la razón a los independentistas y abolicionistas.

José Antonio Saco, el más brillante reformista, llegó en su exaltación de la racionalidad, a afirmar que dados los peligros que amenazaban a Cuba, una revolución social podría ser útil si se garantizaba su victoria con la exactitud de una conclusión matemática. Es dificil encontrar una expresión más exagerada de pensamiento racionalista.


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Tomado de: Dr. ARMANDO HART DÁVALOS, Una interpretación de la historia de Cuba desde el 2001, Collección Pensamiento, Oficina del Programa Martiano, La Habana, 2001.


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