Cuba

Una identità in movimento


Cuba no debe su independencia a los Estados Unidos (Parte I)

Carlos Manuel Ramírez Olivares


En su firme inquebrantable voluntad de poner término a las injusticias, abusos, discriminaciones y explotación que padecía bajo el régimen despótico colonial y conquistar libertad, democracia, justicia cultura y civilización. Convencido de la posibilidad de lograrla bajo la soberanía española, se decidió a conquistarla por medio de la Revolución y después de numerosas conspiraciones y expediciones se tomó una conciencia nacionalista. Estalló entonces el 10 de octubre de 1868 la gran guerra libertadora de los 30 años que en su etapa final (1895-98) tuvo el respaldo de la mayoría del pueblo en la isla de las emigraciones del continente y por la pujanza incontrolable del Ejercito Libertador, pudo abatir el poderío económico y bélico de España. Aun teniendo en contra la independencia o la hostilidad de estado norteamericano, el agotamiento del último hombre y la última peseta retirada por los jefes de los partidos turnantes en el poder en España, como límite para poner término a la Revolución Libertadora Cubana.

Véanse, estos otros dos reconocimientos excepcionales del almirante Pascual Cervera, Jefe Supremo de la Escuadra Española en 1898 y del jefe de estado mayor de la misma escuadra Víctor M. Concas.

De Cervera... me preguntó, ¿Si me es lícito callar y hacerme solidario de aventuras que causarán, si ocurren, la total ruina de España? Todo por defender una isla que fue nuestra, por que aún cuando no la perdimos de derecho con la guerra, la tenemos perdida de hecho y con ella toda nuestra riqueza y una cifra enorme de hombres jóvenes, víctima del clima y de las balas defendiendo un ideal que ya solo es romántico... Yo no sé fijamente cuales son los sentimientos patrios, respecto a Cuba, pero me inclino a creer que la inmensa mayoría de los españoles desean la paz antes que todo, solo que los que así piensan, sufren y lloran en sus hogares, y no gritan con la minoría, que vive y medra con la continuación de ese orden de cosas, pero este es asunto que no me incumbe analizar.


De Concas

Aunque los escritores americanos pretendan negarlo, la insurrección de Cuba había terminado la guerra, y la isla no era ya nuestra, como dijo el almirante Cervera en la carta del 26 de febrero de 1898 que dejamos transcrita: La guerra (Con los Estados Unidos) fue aceptada por España cuando la Isla de Cuba estaba perdida de hecho y cuando en la península, el envió de un hombre más, amenazaba un levantamiento más positivo que el soñado después, cuando nuestras tropas carecían de lo más necesario y el atraso de pagos era causa principal de mala alimentación y de sus decaimientos, y cuando una buena parte de los españoles residentes en Cuba, con nombres de reformistas, autonomistas, etc. Hacían causa común con los insurrectos, mientras se luchaba fabulosamente en contratas, suministros y transportes.

Por otra parte vemos; que ya en el poder Mckinley, desde el 4 de marzo de 1897, el nuevo Ministro en Madrid Stewart L. Woodford, después de presentar credenciales, celebró el 18 de septiembre una larga entrevista con el Ministro de Estado Español: Duque de Tetuán, en la que le dio a conocer las instrucciones de su gobierno respecto a los asuntos cubanos. Refiriéndose a la Revolución de 1895, dice; que "Se extendió con rapidez... las provincias de occidente, que la insurrección de Yara no había logrado levantar" y reafirmar, que por espacio de más de 2 años se ha sostenido en Cuba una lucha sin igual entre los habitantes descontentos de la isla y la metrópolis, llegando a la conclusión de que día a día tuvo fuerza la convicción de que es ilusorio para España esperar que Cuba, aun en la hipótesis de haberla podido sojuzgar por el completo aniquilamiento de sus fuerzas pueda jamás mantener con la Península relaciones que, ni remotamente se parezcan a la que un tiempo sostuvo con la madre patria, reconoce como se ve la pureza de la revolución y la inquebrantable actitud cubana de no continuar bajo la soberanía española, a sea, que Cuba estaba ya definitivamente perdida para España.





    Bibliografía Consultada

      Dr. Emilio Roig de Levchsenring. Conclusiones del noveno Congreso nacional de Historia, Cuaderno 5to, Oficina del Historiador de La Habana 1965.


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