Cuba

Una identità in movimento


Especial Fidel (9)

Autori Vari — Varios Autores


Todo es nuestro

Adys M. Cupull Reyes Froilán González


    Queridos amigos y estimados compañeros: La vida sigue animada y sin complicaciones, las personas con las preocupaciones normales de cada día, indignadas por la decisión de la Corte de Atlanta contra los cinco héroes cubanos prisioneros del Imperio, pero con la tranquilidad de que la tierra, el mar, la esperanza, la dignidad, la verdad y el decoro seguirán siendo nuestros y de ustedes también por las muestras de apoyo y solidaridad.

    Los norteamericanos pensaban dejarnos solamente el sol, para que acabara de descomponer y calcinar a los millones de cadáveres que dejarían sobre los campos y ciudades de Cuba.

    La luna no, porque fue privatizada, para robar los sueños y los romances de los enamorados. A fines de marzo del presente año, tomamos uno de los periódicos, de esos que regalan a la entrada de las estaciones del Metro de la querida capital española. Sentados en el vagón encontramos una sorprendente noticia.

      "Ciudadanos búlgaros y rumanos, catalogados como nuevos ricos, compraron varias hectáreas de la superficie de la luna, a una empresa norteamericana, que la había parcelado".

    Los titulares de los periódicos anunciaban la tremenda estafa de que fueron víctimas los extravantes señores.

    Las campañas contra Cuba y la inminente sublevación que vendría tras la muerte de Fidel, el cambio de sistema y el derrocamiento de la Revolución, añadido a las últimas desinformaciones sobre pugnas intestinas dentro del Ejército, se parecen a esas ventas lunares.

    El gobierno norteamericano y algunos de sus aliados europeos no quieren admitir que fueron estafados como a su homólogos búlgaros y rumanos compradores de esos parajes lunares.

    Los primeros sorprendidos del engaño, fueron las máximas autoridades Norteamericanas, no imaginaron la reacción de unidad y respuesta enérgica del pueblo cubano y de la solidaridad mundial.

    No se reponen de una sorpresa para caer en otra, la mayoría de la Comunidad Cubana en Estados Unidos rechazó cualquier ataque o intervención. No están de acuerdo en observar por los televisores, a la ciudad de La Habana envuelta en llamas, los museos saqueados, los niños ardiendo como antorchas o los ancianos calcinados.

    Los mafiosos se han quedado maltrechos y con pocos seguidores. El escritor Eliades Acosta, Director de la Biblioteca Nacional de Cuba publicó un interesante estudió sobre las posiciones anexionistas en Miami.

    Se refiere a un debate de un periodista del "Nuevo Herald" llamado Alejandro Armengol, que hizo un llamado a "enterrar a Martí", y publicó una foto donde un contrarrevolucionario portaba una pancarta con un mapa de la Isla de Cuba considerándola como el estado 51 de la Unión Americana.

    Acosta cita algunas declaraciones de estos anexionistas:

      "En un mundo que pierde sus fronteras, la idea de ver a Cuba formando parte de México, Estados Unidos y Canadá, me seduce. Prefiero ver a mi pueblo hablando inglés, que sufriendo por más tiempo... ".

      "... El capitalismo es preferible al comunismo, y si los americanos quieren ayudarnos a levantar cabeza, que bien venga, ¿por qué no?... Cuba sola no puede con todo lo que supone un cambio: ni cultural ni económicamente está preparada... ".

      "Cuba debería incorporarse al estado 51 de USA, ya que el futuro del país no se ve muy prometedor con los cubanos inexpertos que tratan de llevar a la isla en una dirección distinta... No tienen la experiencia que se necesita para guiar una economía fructífera y próspera... ".

      "Creo que es tiempo de que los cubanos olviden todo el sentimentalismo patriótico... y disfruten de un sistema próspero y abierto como el de USA... ".

      "Dejen de ser ignorantes y sentimentales y enfrenten la realidad: sin la ayuda de USA Cuba nunca llegará a nada... ".

      "Si Cuba se convirtiera en el estado 51 de la Unión, deberían (los cubanos) darse con una piedra en el pecho y brincar de alegría, ya que solos nunca llegarán a nada".

    El intelectual cubano se refiere en su artículo a las declaraciones de Eduardo Aguirre, Embajador de origen cubano del gobierno de los Estados Unidos en España:

      "Ningún país se debe inmiscuir en los asuntos internos de la isla".

    Sólo le faltó decir, que hacerlo, era inmiscuirse en los asuntos internos de Estados Unidos.

    En Cuba también tenemos algunas personas que piensan más o menos igual, de lo contrario no se explicaría que fueran a votar por Bush en las pasadas elecciones o que gritaran VIVA BUSH, en una publicitada reunión de los llamados disidentes. Una cosa piensan y declaran los anexionistas y otra el pueblo cubano y una parte importante de la comunidad de ese origen en Miami.

    Algunos analistas piensan que con relación a Cuba, comenzó en Miami una transición que incluye a la sociedad norteamericana en general, donde el 69 por ciento de la población, según una encuesta de la CNC, desean el establecimiento de relaciones diplomáticas con La Habana.

    El periodista mexicano Sergio Muñoz Bata, del periódico Reforma, escribió que en la península de la Florida hay que advertir el recambio generacional en la piel de Miami, que las arengas de intervención, no impactan a los hijos de los primeros exiliados cubanos, quizá, porque los jóvenes no sintieron el agravio de la partida de sus padres o porque sus señas de identidad nacional son muy distintas a las de estos o sus abuelos. En el transcurso de medio siglo, la identidad de la comunidad cubano-americana poco a poco ha ido experimentando una transformación significativa.

    Afirmó que los nietos y los hijos de los primeros refugiados no se ven a sí mismos como exiliados. Ni siquiera se visualizan como inmigrantes, sino como lo que realmente son: estadounidenses de origen cubano.

    Este sería el caso del embajador de Bush en Madrid y de muchos otros altos funcionarios del Gobierno de ese terrorista. Esto tampoco debe sorprender mucho, pues en el propio Madrid, hay altos funcionarios que piensan y actúan como empleados de Bush.

    No es un secreto que los cubanos reciben un tratamiento especial, cuando llegan a Estados Unidos, sólo tienen que poner los pies en territorio norteamericano y nadie cuestiona el motivo, que puede ir desde mejorar la situación económica, encontrarse con sus familiares, buscar a un viejo o nuevo amor, hasta para evadir la justicia por cualquier delito o crimen. La inmensa mayoría de ellos dejaron a sus familiares o amigos en la Isla, el Malecón, las palmas, el aire, el cielo, las avenidas y los viejos caminos, el beso de amor de la adolescencia, la iglesia donde contrajeron matrimonio, la mirada clara y limpia del abuelo o la tía, las tumbas de sus muertos y hasta sus dioses afrocubanos y no los quieren despedazados por las llamadas bombas inteligentes todo ese pedazo de sus propias vidas e historias.

    Un dato curioso, señalado por un eminente doctor de esa comunidad afirma, que la salud de los cubanos que llegaron a Miami en los últimos 10 años, no importa si en balsas, o por las visas que a cuenta gotas, otorga la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana, es superior al resto de los demás inmigrantes y de sus compatriotas que arribaron años antes. La dentadura es más completa y mejor, el nivel cultural más alto, el domino del idioma inglés con mayor fluidez y la autoestima no es igualable a sus similares. No le aceptan ninguna humillación a nadie.

    El llamamiento formulado por las altas autoridades cubanas de estar alertas y responder con unidad ante las amenazas de Estados Unidos, encontró un eco inusitado en ese territorio de Estados Unidos. El mensaje fue escuchado por los de aquí y una buena parte de los de allá. Noticias desde Estados Unidos, plantean que sobre el tema Cuba, Bush, Condoleezza Rice y sus asesores están en una gran disyuntiva, por una parte, personeros de su administración y fieles aliados europeos les han recomendado que declaren que no tienen intenciones de intervenir en Cuba y que tampoco lo harán los exilados de Miami, pero las organizaciones de la extrema derecha, que respaldaron a George W, Bush y a su hermano Jeb como gobernador de la Florida, están en contra. Estos han manifestado que este el momento de intervenir militarmente, aprovechando la coyuntura de la enfermedad de Fidel y exigen que se ataque ahora, que este es el momento.

    Según esas fuentes, Washington, esta utilizando al Secretario de Comercio, otro norteamericano de origen cubano, llamado Carlos Gutiérrez, para tratar de convencer a los "combatientes verticales", como también les llaman a los terroristas, para que no se pasen de ciertos límites.

    Importantes asesores de Bush, han cuestionado los informes de la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana, así como la que ofrecen algunas de las embajadas aliadas en la capital cubana. Empiezan a comprender que los llamados disidentes, dicen lo que sus interlocutores desean escuchar, o lo que los servicios de inteligencia cubanos les orientan o sugieren que digan, llevándolos a una serie de análisis errados y catastróficos. Esos asesores de Bush, abogan claramente que la disidencia debe sufrir una transición completa y renovar a todos sus integrantes, porque ninguno ha resultado confiable.

    Noticias llegadas desde Miami, sostienen que se creó una Comisión Emergente de "Castrólogos" y "Raulógolos", para analizar la situación política cubana a partir de la sucesión de poder. De acuerdo a esa información el presidente de la Comisión de Estudios fue encargada al ex-secretario de Relaciones Exteriores de México, Jorge Castañeda, quien se encargaría de reclutar a los demás integrantes, entre los que se mencionan a Jaime Suchiliki, Director del Centro de Estudios Cubanos de la Universidad de Miami, Bryan Latell, ex analista de la CIA y el periodista Andrés Oppenheimer. Según esa fuente no quieren analistas españoles, checos ni de ningún país europeo.

    La carta cadena, convocando a la comunidad cubana para orar por la salud de Fidel, la no invasión y que Dios Todopoderoso logre el milagro del reencuentro en Paz, entre familiares y amigos y hasta visitar las tumbas donde reposan sus seres queridos, ha tenido amplio impacto en esa comunidad, que no pueden ignorarla.

    Saludos afectuosos.

      Froilán y Adys

      La Habana, 12 de agosto del 2006


Fidel Castro: Un testimonio

Theotonio dos Santos


    Fidel Castro es el dirigente político en el poder por más tiempo en todo el mundo. Me acuerdo de un cargador de maletas en el aeropuerto de La Habana que, en los años ochenta, insistía en probarme que Fidel era el mayor líder de toda la historia por su profundo contacto con su pueblo, por la dimensión del desafío que representaba una pequeña isla como Cuba enfrentada al mayor poder en el mundo. Jamás se le ocurrió a él, como a la mayoría de la población cubana, posiblemente la más politizada en todo el mundo, ver en Fidel una expresión de violencia, de imposición, de dictadura.

    Sin embargo, en gran parte del mundo occidental, se ve en la prensa diaria una imagen totalmente distinta de Fidel. Siempre amenazador, siempre delirante, siempre dispuesto a defender las causas contrarias a Estados Unidos, siempre dispuesto a mantenerse en el poder sin límites. Cuántas cosas terribles se le atribuyen, y si tú dices algo en contra te machacan con tantos adjetivos y descalificaciones que pareces un extraterrestre. Te cortan el micrófono, suspenden tu entrevista en la tele, te retiran de las columnas de la gran prensa y así sucesivamente.

    He acompañado en detalles a la Revolución cubana desde mi juventud. He leído sus discursos desde la Sierra Maestra. He estudiado todas sus declaraciones. He convivido con personas que fueron a ver la Revolución cubana desde su cuna. Hasta que, mucho más tarde, por razones varias, lo vine a conocer personalmente en el Chile de la Unidad Popular. Desde entonces fueron muchas las oportunidades en que lo traté más directamente. No sé si puedo decir que soy su amigo pues hemos estado siempre en conversaciones políticas, pero tengo un sentimiento de tener en él un compañero de luchas, un compañero atento y siempre muy educado, muy sensible, muy preocupado con sus compañeros y amigos, con las personas en general y con la humanidad como un todo.

    Si Fidel tiene algo que ver con un dictador, qué buenos serían los dictadores. He conocido a muchos políticos de varias orientaciones, fuera y en el poder. Ninguno tiene o tuvo la profundidad intelectual y la dimensión humana de Fidel Castro. Ninguno logra mantener el estudio sistemático de un problema por horas y horas en todos sus detalles y en todos sus aspectos como Fidel. Ninguno es capaz de mantenerse en una reunión académica por algunas horas, mucho menos por varios días en varias horas diarias (desde las 9 de la mañana hasta las 12 de la noche como lo he visto mantenerse en varias oportunidades). Y si es verdad que cuando toma la palabra es muy difícil detenerlo, escucha también, anota, responde exactamente lo que se le pregunta, manifiesta respeto humano y consideración al trabajo intelectual. Pero sobre todo es el único político a nivel de jefe de Estado que admite debatir abiertamente con los que divergen de sus puntos de vista. Ciertamente ningún dirigente democrático que conocí tiene esta cualidad. En realidad, es el único que la practica ampliamente, con pasión y rigor, con autenticidad. Debo corregir: está surgiendo un nuevo líder político con ese atributo. Trátase de Hugo Chávez. Creo que es el primer discípulo de Fidel con esta característica.

    Me extraña también que Fidel no se dirija a sus subordinados con palabras de bajo calibre y con órdenes impositivas, como ocurre en las democracias a varios niveles. Cuántas veces he escuchado explicaciones de amigos en el poder de que de otra forma no serían respetados. He convivido mucho con subordinados a los cuales les gusta la imposición del superior como forma de escapar de las responsabilidades, como oportunismo y "carrerismo". Pero él no necesita de la violencia verbal para imponerse.

    Fidel fue creciendo entre los revolucionaros y quizás muy pocos se atreverían a contestarlo. Pero cuántas veces él mismo asumió la autocrítica, como en el fracaso de la cosecha de los 10 millones de toneladas de azúcar en 1970. Era magnífico verlo frente a más de un millón de cubanos en la plaza pública asumir todas las responsabilidades y, enseguida, poner su cargo a disposición de su pueblo. Nunca he visto nada similar en mis 50 y tantos años de experiencia política.

    En 1985, un religioso que participaba en las gigantescas reuniones sobre la deuda externa, que se realizaron en Cuba, tomó la palabra para decirle que extrañaba cómo él podía dirigir autoritariamente un país como Cuba, si hace varios días participaba todo el tiempo en reuniones maratónicas de una asamblea permanente que operaba desde las 9 de la mañana hasta las 12 de la noche.

      "No veo a nadie pasándole mensajes y recibiendo órdenes. Entonces ¿quién gobierna este país?".

    Preguntaba espantado.

    Me acuerdo de que en esa oportunidad, en conversaciones bien íntimas, Fidel me decía que estaba volcado básicamente para el estudio de los grandes problemas mundiales y nacionales mientras que las tareas de gobierno estaban en manos del Partido, de las asambleas populares y de las nuevas generaciones.

    Pero en medio de toda esta responsabilidad local e internacional, era impresionante ver a Fidel, algunos meses antes, encerrar su participación en una de estas reuniones de la deuda para asumir la dirección personal de la ayuda de Cuba a México por ocasión del terremoto violento que sufriera este país. Ahí, una vez más, el pueblo cubano ejercía su solidaridad revolucionaria bajo el liderazgo de su dirigente máximo. Me acordaba de la voz de Allende en el gran terremoto de 1971 en Chile. Voz que nunca había escuchado de otros dirigentes en ocasiones similares. Pero más impresionante aún era escuchar la voz de un dirigente levantarse para apoyar a los ciudadanos de un país hermano.

    ¿Dónde está el dictador? ¿En el respeto a las reglas de la más democrática constitución ya realizada, hasta la venezolana que también fue discutida como la de Cuba, con toda la población y votada después de terminada por el Parlamento? Democracia es poder del pueblo y confieso que no conozco otro país donde este poder es ejercido diariamente por la población como en Cuba. Los diputados de la Asamblea del Poder Popular se sienten responsables por la vida de su pueblo. Tengo un amigo diputado popular que me invitó a su ciudad, al lado de La Habana, y se puso blanco de vergüenza porque había un hoyo en una de las calles de su ciudad. Se sentía responsable después de las varias reuniones que habían realizado en el vecindario sin lograr resolver el problema porque, después que lo tapaban, el hoyo volvía a abrirse.

    No me vengan a decir que estoy ocultando los problemas de Cuba. Lejos de mí tal cosa. Tengo gran conciencia de ellos y les garantizo lectores que si alguien está consciente de ellos es Fidel Castro. Nunca lo sentí ocultarlos. Por el contrario, me acuerdo especialmente de la larga conversación con él y el gobernador de Río, Anthony Garotinho, en el 2000 sobre el fenómeno de las diferencias sociales en Cuba, tema que él estaba estudiando con un equipo de millares de jóvenes con la pretensión de realizar una intervención definitiva en el problema. Era tal su entusiasmo sobre la movilización de fuerzas en esta dirección que el joven gobernador se veía cansado mientras el viejo revolucionario continuaba preguntando sobre las experiencias de las políticas sociales en Río de Janeiro y contando sus experiencias sobre un fenómeno cuya extensión en Cuba él desconocía hacía poco.

    Tendría tanto que contar sobre mi compañero Fidel Castro. Quiero hacer este testimonio incompleto, pero muy sincero en ocasión de sus 80 años. Más importante aún es hacerlo en el momento de su operación que espero podrá superar bien. Hablo del más grande personaje del siglo XX que tiene mucho que dar al siglo XXI con este gran movimiento que se desarrolla en Cuba en este momento bajo el título general de la Batalla de las Ideas. Abrir el país hacia el más profundo debate intelectual que un pueblo haya jamás realizado; garantizar la educación universitaria para toda la población; convertir a Cuba en el más culto y consciente pueblo del mundo, a pesar de estar cercado y atacado por el más grande poder económico y militar del planeta, Cuba lo puede hacer porque realizó una Revolución profunda y porque tiene un líder excepcional. Estoy de acuerdo con el cargador de maletas del aeropuerto de La Habana. Qué honor disfrutar de su admiración tantas veces manifestada y — si lo merezco — de su amistad.

      Fragmentos tomados de: ARGENPRESS

Diario Granma. Órgano Oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba

La Habana, viernes 11 de agosto de 2006. Año 10 / Número 223


La respuesta está en el silencio

Arleen Rodríguez Derivet


    Cientos de páginas, millones de caracteres, dossier, portadas, galerías fotográficas, crónicas, análisis. Por más de una semana, el mundo periodístico se ha concentrado en Fidel. En todas las lenguas y desde todas las geografías escriben, reconocidos intelectuales o noveles reporteros. Todos quieren hacer la crónica trascendente del hombre que desafió al más grande imperio de la historia, del líder que, a pura fe en el género humano y en su afán de justicia, logró rescatar a la utopía universal del suicidio real-socialista del siglo XX para traerla viva y esperanzada hasta el siglo XXI.

    "Seiscientas páginas y no termino", comentaba alguien, después de casi 10 horas de infatigable búsqueda y selección de artículos de un solo día y solo en medios digitales.

    Por más de una semana, la prensa de todo el planeta parece tener en Fidel a su único protagonista con nombre propio. Y a falta de informes directos se indaga o se especula, se investiga o se inventa, mientras Cuba calla. ¿Quiere el mundo saber más de Fidel que Cuba?

    La respuesta está en el silencio, podría decirse parafraseando una canción del pasado siglo. ¿Por qué no intentar descifrar el silencio?

    Basta con viajar hasta los cruciales minutos de la lectura de la Proclama del 31 de julio en la voz de Carlos Valenciaga. Esos instantes en que la noche se volvió silencio, un silencio intangible y pesado, fatigoso y punzante, un silencio indispensable y sagrado para sopesar y aceptar las palabras de inconfundible estilo, que anunciaban decisiones tremendas, pero también adelantaban aceptación y confianza. La delegación provisional de cargos impactó, pero no por los nombramientos: para los cubanos en Cuba, solo Raúl y — como diría el propio Raúl — "solo el Partido" podían ser el relevo del liderazgo excepcional.

    Lo que sorprendió, lo que golpeó a todos, fue la certeza inmediata de que solo un quebranto muy serio de la salud habría podido alejar, siquiera momentáneamente, a Fidel de sus responsabilidades.

    Pero volvamos a aquella noche y a su silencio infinito. Nada de gritos, nada de miedo. A lo sumo angustia y algunas lágrimas sin distinción de sexos. Lágrimas silenciosas como el mismo silencio. Después miradas, abrazos, brevísimos comentarios al estilo de "es que no se cuida, no descansa" y nada más, porque ofendía el mínimo reproche para quien solo había querido ganarle al tiempo una carrera por el destino colectivo. Así fue como el silencio volvió a hacerse absoluto sin que nadie lo decretara.

    Al término de la Proclama, la novela de turno retomó la pantalla, pero los volúmenes de los equipos bajaron en todas las casas. Una adolescente que salió para una fiesta en donde sus vecinos bullangueros, regresó sin ser advertida y sin hacer comentarios. Cuba se encerró en sí misma mucho antes de lo acostumbrado. En ese momento era apenas el hogar de una sola familia, donde todos guardaban silencio vigilante y respetuoso con las energías del alma y el cuerpo concentradas en el deseo de que el ser querido convaleciente se recuperara.

    Al amanecer el país entero era el mismo y era otro ya. "Calma, normalidad… ", advertían los reportes de prensa fechados en La Habana, todavía sin comprender las profundas razones del silencio inusual.

    Todavía hoy se escucha un comentario en torno a las primeras horas de aquel amanecer: había como una disposición repentina a hacer las cosas más eficientemente y una impresionante unanimidad en la preocupación general por la salud de Fidel, "hasta los desafectos", advirtió más de uno en el lenguaje de quien "conoce a su gente".

    El país siguió su curso hasta las 6 y 30 de la tarde, cuando volvió a paralizarse para escuchar el primer mensaje personal después de la Proclama. La inconfundible firmeza y honestidad de sus palabras afirmado: "yo no puedo inventar noticias buenas, porque no sería ético, y si las noticias fueran malas, el único que va a sacar provecho es el enemigo" detuvo las preguntas y nos devolvió al silencio.

    No nos importaba ya si el mundo seguía inventándose las noticias afuera. En la casa, habíamos hecho un acuse de recibo singular: la nación se había ido transformando, con las horas, en un núcleo indivisible, inseparable, invulnerable a las amenazas y a los gritos desquiciados de la jauría vengativa de siempre, que se hizo más visible y escandalizó más al resto del mundo, en la medida en que nuestro silencio se hacía más sólido.

    Volvamos ahora a los minutos que corren. Propongamos a los obsesos del análisis de las circunstancias, una evaluación serena de los hechos más prominentes. De los 80 millones de dólares que la administración Bush ha puesto como precio al decoro nacional, de los mensajes inútiles de su Secretaria de Estado por la televisora que no se oye ni se ve al menos de este lado del Estrecho, de las convocatorias a la venganza y el baño de sangre desde la patética Calle 8…

    Y recontemos lo que pasó de este lado: las originales formas de responder a la provocación, la serenidad, la mesura, el análisis. Las velas prendidas o los rezos de creyentes y no creyentes, unidos por obra y gracia de una fe común en lo que se quiere con salud y larga vida. Y, sobre todo, la reacción popular frente a la búsqueda del disenso a toda costa que en cierto momento llevó cámaras y micrófonos extranjeros hasta los rincones donde habitualmente resuenan la queja y se maldicen las crudezas de la cotidianidad cubana, para encontrarse apenas con un simpático coro que cantaba: "Pa’lo que sea Raúl, pa’ lo que sea… "

    No, Cuba no ha callado porque le interese menos, sino porque conoce más. Y es ese conocimiento el que le ha permitido usar las palabras exactas o los exactos silencios, para transitar por estas horas cruciales con una calma que sorprende solo a quienes no saben que esas son nuestras medidas del respeto, el homenaje profundo y sincero...y el modo más universal de estar alertas.

      2006-08-11


Havami: la ciudad imposible

Eliades Acosta Matos


    El fantasma de la anexión de la Isla a los Estados Unidos, que creíamos sepultado para siempre entre las ruinas de la República mediatizada, ha resurgido por estos días en Miami. A diferencia de otros momentos de nuestra historia, sus promotores se exhiben a la luz del día, sin pizca de recato o remordimiento, casi con orgullo, en pose de salvadores de la Patria, de poseedores de la astucia y del valor suficientes para defender como futuro lo que para la mayoría de los cubanos es pasado.

    Mucho tiempo ha transcurrido desde que ser anexionista en Cuba era crimen de lesa cultura, incluso, de mal gusto. Hubo momentos en que la burguesía nacional, por pudor, escrúpulos de conciencia, por amor a la molicie de la vida tropical, por desconfianza comercial, por respeto a la memoria de los ancestros, por complejos de inferioridad, por intereses egoístas o por demagogia y politiquería, se adornaba con las pompas de las fechas patria, los discursos relumbrones sobre Yara, los retratos de los próceres, las guayaberas, el tabaco, los boleros, el danzón, la cerveza "Hatuey" y los eslóganes como aquel de que

      "La cubanidad es amor".

    Después de la Revolución, cuando nuestro pueblo adquirió verdadera conciencia de su historia, del sentido de su marcha y de sus enemigos, el anexionismo quedó relegado en el imaginario nacional a tiempos antediluvianos, a las clases de historia, a las corrientes de pensamiento anteriores al 10 de Octubre de 1868, o a cierta debilidad cipaya inscrita en el ADN de nuestra burguesía, una especie de tara genética vergonzosa, que atacaba misteriosamente, cada cierto tiempo, a algunos de sus descendientes, como la hemofilia a los reyes, pero que se tenía el buen tino de ocultar a los ojos del público por ser, para la mayoría de los cubanos, una anomalía grotesca. En su momento, Martí denunció esta enfermedad, con verbo de poeta, y alertó acerca de la peligrosa seducción de ciertas

      "... astutas mancebas del Norte".

    En todos estos años de verdadera reafirmación nacional, de sentido culto a las raíces, no imaginamos que íbamos a echar de menos aquellas expresiones de patriotismo superficial de la burguesía cubana. Pero a la luz de los últimos sucesos, hasta la figura de Grau San Martín se agiganta, si leemos lo que proclaman algunos en Miami.

    Un interesante debate se ha producido en el seno de la comunidad cubana que reside en esa ciudad, a partir de la publicación en la bitácora digital de un periodista del "Nuevo Herald" llamado Alejandro Armengol, el mismo que recientemente hiciese un llamado a "enterrar a Martí", de una foto donde un activista de la contrarrevolución porta una pancarta con un mapa de la Isla y un texto bastante escueto:

      "Havami: el estado 51 de la Unión Americana".

    Armengol, como quien lanza un globo sonda, se limitó en esta ocasión a publicar la foto bajo el título de "Lo que nunca falta", a sabiendas de que esto no es noticia para la gente de Miami.

    Más de 30 comentarios provocó aquel alarde anexionista, 27 de ellos indignados contra quienes no sean capaces de reconocer, en voz alta y a plena luz del día, que el futuro de Cuba pasa por su supuesta ineludible incorporación a los Estados Unidos, y que la única preocupación radica en cómo negociar con los norteamericanos los términos de la transacción.

    El espectro de las justificaciones de quienes no confían en el futuro de una Cuba libre, independiente y soberana va, desde una incultura ingenua, hasta lo canallesco. Algunos argumentos son muy ilustrativos:

      "En un mundo que pierde sus fronteras, la idea de ver a Cuba formando parte de México, Estados Unidos y Canadá, me seduce. Prefiero ver a mi pueblo hablando inglés, que sufriendo por más tiempo..." (Alguien que firma como "Elpidio Valdés").

      "... El capitalismo es preferible al comunismo, y si los americanos quieren ayudarnos a levantar cabeza, que bien venga, ¿por qué no?... Cuba sola no puede con todo lo que supone un cambio: ni cultural ni económicamente está preparada..." (Una tal "Y en Cuba").

      "Cuba debería incorporarse al estado 51 de USA, ya que el futuro del país no se ve muy prometedor con los cubanos inexpertos que tratan de llevar a la isla en una dirección distinta... No tienen la experiencia que se necesita para guiar una economía fructífera y próspera..." (Alguien que prefirió guardar el anonimato).

      "Creo que es tiempo de que los cubanos olviden todo el sentimentalismo patriótico... y disfruten de un sistema próspero y abierto como el de USA..." (Otro anónimo).

      "Dejen de ser ignorantes y sentimentales y enfrenten la realidad: sin la ayuda de USA Cuba nunca llegará a nada..." (Un anónimo más).

      "Si Cuba se convirtiera en el estado 51 de la Unión, deberían (los cubanos) darse con una piedra en el pecho y brincar de alegría, ya que solos nunca llegarán a nada" (Otro).

    Para cerrar con broche de oro el aquelarre de esta anexión, anunciada y tan fervientemente anhelada por los restos y retoños posmodernos de la burguesía cubana derrotada, remedio final a todas las inseguridades futuras y mecanismo reputado como infalible para conjurar definitivamente los peligros revolucionarios de estallidos cíclicos en una hipotética Cuba, donde se hubiese logrado la restauración capitalista, desde Madrid nos llegan las palabras de Eduardo Aguirre, ilustre Embajador de origen cubano del gobierno de los Estados Unidos en España:

    "Ningún país se debe inmiscuir en los asuntos internos de la isla", ha proclamado el señor Embajador, representante de la misma potencia que acaba de anunciar al mundo su segundo plan para destruir el orden institucional en Cuba y derrocar a sus autoridades, apelando a cualquier método, sin excluir el magnicidio, los actos de terrorismo, el recrudecimiento del bloqueo o una invasión militar directa; el mismo que paga desde hace un par de años a un funcionario de alto rango en el Departamento de Estado para que se presente como el futuro virrey de una isla ocupada por los marines.

    Las palabras del Sr. Embajador Aguirre son más rufianescas, si cabe, que las de aquellos que abogan abiertamente en una esquina de Miami por liquidar, a precio de remate, la soberanía nacional como ofrenda ante el altar del yanki: son las del representante de un gobierno que ya considera a Cuba como un estado de la federación americana, y en consecuencia, no admite que nadie intervenga en sus asuntos domésticos, en la definición del futuro que reserva a la nueva colonia con la que sueña desde el siglo XIX, y que da por rendida a sus pies.

    A finales de ese mismo siglo regresó fugazmente a la Isla un decrépito José Ignacio Rodríguez, propagandista solapado del anexionismo tardío, fundador de la estirpe autoproclamada de los "cubano-americanos", enemigo encubierto de Martí y de los independentistas, aliado oportunista de las mermadas filas del autonomismo descolocado, tras la retirada española y el inicio de la ocupación norteamericana. Soñando con levantar el ideal anexionista entre los cubanos y aprovechar la protección de las bayonetas norteñas, aquel solemne ignorante en cuestiones de su patria natal hizo lo indecible, hasta niveles indecorosos, por ser escuchado y tenido en cuenta: regresó a los Estados Unidos en completa derrota, lleno de amargura y resentimiento, convencido de que los cubanos no merecían el futuro prometido ni aceptaban enajenar su suelo. No tardó en morir en el más completo olvido.

    Comparado con lo que se oye por estos días en Miami, entre las filas de una burguesía que aspira a ser eternamente feliz, entrando a saco a expoliar el país y someter a la más feroz explotación capitalista a sus conciudadanos, para lo cual está dispuesta a aplicar la eutanasia forzosa a la nación y liquidar su historia y su cultura para siempre, José Ignacio Rodríguez debería ser exaltado al panteón de los patriotas inolvidables o de los precursores inofensivos.

    Pero hoy, al igual que hace más de un siglo, algunos cometen el mismo error, el de ignorar al pueblo cubano verdadero. No en vano este ha demostrado a través de su accidentada historia, una y otra vez, que quiere seguir siendo cubano y que está dispuesto a cualquier sacrificio por su soberanía e independencia.

    Un buen recordatorio para los que se empeñan, a la sombra de quien creen el más fuerte, en querernos mudar a la fuerza para Havami, la ciudad perdida de José Ignacio Rodríguez, la Disneylandia de utilería en la que una burguesía cubana de mentiritas se toparía, siempre inevitablemente, con el pueblo y la Revolución cubana de verdad.

    Tan cubana como las palmas.


    Fidel

    Ángel Augier


    En todo el mundo, en voces de alegría se oye un nombre de Cuba que en los labios florece.
    Lo alzan quienes trocaron un perenne anochece
    por el radiante despertar del día.
    El eco de ese nombre que entre los hombres crece
    como crecen los días en la costa bravía,
    es también porque orienta hacia la exacta vía
    del mundo de justicia que ya en Cuba amanece.
    Oligarcas del Norte odian todo hombre puro
    que luche junto al pueblo en el combate duro,
    como fue el de Bolívar, con Martí siempre fiel.
    ¡Hacer que todos vean la luz cada mañana,
    y que todos vivamos en dignidad humana:
    tal la heroica epopeya de Cuba con Fidel!

      ÁNGEL AUGIER
      Premio Nacional de Literatura
      Escrito en La Habana, julio, 2006


    Semblanza de Fidel

    Ernesto Cardenal


      Para quienes hemos conocido a Fidel Castro (y lo queremos y admiramos) es difícil hacer una breve semblanza de él. Porque contrario a lo que pueden pensar los que solo lo conocen por los periódicos (muchas veces hostiles a él) no es un personaje simple de definir, sino sumamente complejo.

      Ante todo hay que decir que es una personalidad genial. Pero no es solamente un genio, sino muchos genios.

      Se le conoció primero como un genio guerrillero. Después se ha revelado ser también un genio como estadista: uno de los más grandes estadistas de su tiempo, destacándose sobre todos ellos por haber gobernado tantos años con gran habilidad, o si se quiere con mucho éxito, enfrentándose al poder más grande del mundo en condiciones tan desiguales.

      Hay que agregar además que es un gran genio de la oratoria, yo diría que no solo es de los más grandes oradores de su tiempo, sino de toda la historia. Es asombroso ver cómo cautiva al auditorio, en Cuba y en cualquier otro país, hablando horas y horas, sin tener los discursos escritos como lo hacía Demóstenes, y a veces sin haberlos preparado siquiera, completamente improvisados. A diferencia de sus rivales los presidentes de Estados Unidos, que al decir de Gore Vidal no pueden escribir sus propios discursos si no tienen a alguien que se los escriba, y a veces ni siquiera los pueden leer.

      Es un genio también en una gran cantidad de conocimientos. Es profundo en temas de agricultura, en temas de medicina, en economía (tal vez el más grande experto mundial en cuanto a la deuda externa), en electrónica, recursos energéticos, y muchas cosas más.

      Gabriel García Márquez me ha contado del acierto y profundidad con que ha analizado por la mañana una novela suya que acababa de leer la noche antes.

      Hace unos pocos años decidió estudiar la Teología de la Liberación, de la que no sabía nada, y algunos teólogos de esta Teología me han contado cómo había llegado a ser un experto en ella.

      Podría agregar también que es genial en cuanto a la memoria: yo mismo soy testigo de cómo un tema inconcluso del que había conversado conmigo hacía diez años lo retomó cuando me volvió a ver diez años después (siendo tantas las personas que él ve).

      También es famosa su facilidad para retener los números y para hacer operaciones matemáticas instantáneas.

      Como alguien que lo ha tratado personalmente algunas veces, puedo atestiguar que es una personalidad fascinante: afectuoso, de voz muy suave, cortés, y aun tierno. Familiariza con cualquiera desde el primer momento. Es ingenioso, ocurrente, y siempre hace reír...

      Todo esto explica que para el pueblo de Cuba haya sido un personaje indispensable, que haya gobernado por tanto tiempo (no por las armas, pues no gobierna por las armas) y que tenga tan inmensa popularidad. Y también que tenga los enemigos que tiene.

        Ernesto Cardenal
        Nicaragua

    Diario Granma. Órgano Oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba

    La Habana, sábado 12 de agosto de 2006. Año 10 / Número 224


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